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Chile :: 12/09/2023

Chile: Los secretos que sigue ocultando el gobierno de EEUU

Peter Kornbluh
Cincuenta años después del golpe militar que instauró la dictadura de Pinochet, aún quedan ocultos documentos de alto secreto sobre el papel de los EEUU

El pasado 25 de agosto, la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, publicó discretamente en su página digital dos documentos sobre el golpe militar en Chile que se habían mantenido en secreto durante medio siglo: el Informe Diario del Presidente (PDB- President's Daily Brief) de la mañana del 11 de septiembre de 1973 - día del golpe- y del 8 de septiembre de 1973, cuando los militares chilenos ultimaban sus planes para derrocar al gobierno democráticamente elegido del socialista Salvador Allende. Los documentos recién publicados resultaron casi imposibles de encontrar y leer en el sitio digital de la CIA, enterrados entre otras docenas de PDBs previamente desclasificados.

Finalmente, el Departamento de Estado envió un comunicado de prensa facilitando los enlaces. Según el comunicado, la publicación de los anteproyectos de presupuesto "responde a nuestro compromiso de aumentar la transparencia". "Mantenemos nuestro compromiso de trabajar con nuestros socios chilenos para tratar de identificar fuentes adicionales de información con el fin de aumentar nuestro conocimiento de los acontecimientos de impacto a lo largo de nuestra historia compartida".

A medida que se acerca el 50 aniversario del golpe, ese compromiso se va a ir poniendo a prueba cuando los chilenos, y su gobierno, intenten obtener más documentos clasificados sobre el papel de los EEUU en el debilitamiento de la democracia y el apoyo a la dictadura en Chile. Esta semana, una delegación de congresistas chilenos del Partido Socialista se reunió con la embajadora de los EEUU, Bernadette Meehan, al objeto de ejercer presión para que se divulguen los registros secretos que quedan sobre Chile; a principios de este mes, el Congreso chileno votó de modo casi unánime a favor de solicitar al Ministerio de Asuntos Exteriores los registros aún secretos sobre la "intervención de EEUU en la soberanía de Chile antes, durante y después del golpe de 1973". Y el gobierno chileno de Gabriel Boric ya ha solicitado a la administración Biden un gesto especial de diplomacia de desclasificación con motivo del 50 aniversario.

"Todavía no sabemos qué es lo que vio el presidente Nixon en su escritorio la mañana del golpe militar", tal como declaró el embajador de Chile en Washington, Juan Gabriel Valdés, en una entrevista antes de que se publicaran los PDB. "Hay detalles que siguen interesando [a los chilenos], que son importantes para reconstruir nuestra propia historia".

Historia censurada

Entre los documentos sobre la mesa de despacho del presidente Nixon la mañana del 11 de septiembre de 1973, estaba el PDB, un resumen diario de inteligencia de la CIA que contenía tres párrafos sobre las primeras salvas del golpe militar en Chile. Cincuenta años después de que Nixon lo leyera, por fin sabemos lo que dice: muy poco. La inteligencia proporcionada al presidente sobre el inicio del golpe era equívoca y errónea. "Aunque los oficiales militares están cada vez más decididos a restaurar el orden político y económico, es posible que aún carezcan de un plan efectivamente coordinado que pueda capitalizar la extendida oposición civil", aconsejaba el PDB, incorrectamente. "El presidente Allende, por su parte", afirmaba el PDB con más precisión, "aún espera que la contemporización evite un enfrentamiento".

Pero Nixon tenía acceso a información de inteligencia mucho más detallada y dramática. Un cable especial de la CIA, "CRITIC" - Critical Advance Intelligence Cable -, que se habría distribuido con carácter urgente a los más altos niveles de la Casa Blanca el 10 de septiembre, proporcionaba información concreta sobre la fecha, hora y lugar del golpe planeado; aotro memorándum de alto secreto de la CIA, que llegó a la Casa Blanca en la mañana del 11 de septiembre contenía una petición urgente de "un oficial clave del grupo militar que planeaba derrocar al presidente Allende" que inquiría "si el Gobierno de los EEUU acudiría en ayuda de los militares chilenos si la situación se ponía difícil." Cómo respondió el presidente de EEUU a esa petición es uno de los detalles de la historia del golpe que siguen siendo desconocidos.

Esos dramáticos documentos de la CIA se encuentran entre los miles de registros secretos sobre Chile que ya se han desclasificado. De hecho, Chile es uno de los casos mejor documentados de intervención encubierta norteamericana al objeto de cambiar el régimen. Tras la detención de Pinochet en 1998 en Londres por violaciones de los DDHH, cientos de registros operativos de la CIA vieron finalmente la luz, de acuerdo con un "Proyecto de Desclasificación de Chile" especial ordenado por el presidente Bill Clinton, junto con otros 24.000 registros, aproximadamente, de la Casa Blanca, el NSC [Consejo Nacional de Seguridad], el FBI y el Departamento de Estado sobre el papel de los EEUU en Chile entre 1970 y 1990. En 2016, el presidente Obama ordenó una publicación especial de documentos de alto secreto relacionados con el papel del general Pinochet como autor intelectual del atentado terrorista que mató al ex embajador chileno Orlando Letelier y a su joven colega Ronni Karpen Moffitt en Washington, D.C., en septiembre de 1976.

Sin embargo, medio siglo después, el gobierno de EEUU sigue guardando documentos altamente confidenciales que revelarían detalles críticos sobre su actuación en Chile y lo que sabía del país.

Colaboración encubierta de terceros países

Uno de esos secretos es cómo se puso en contacto la CIA con el servicio de inteligencia australiano, el ASIS, a finales de 1970 y le pidió apoyo encubierto en Santiago para ayudar con la gestión de sus agentes chilenos. La CIA no ha desclasificado ni un solo documento sobre esta singular colaboración clandestina; sólo sabemos de ella por los esfuerzos de un tenaz profesor australiano llamado Clinton Fernandes que, hace varios años, presentó una demanda de transparencia contra el ASIS en Canberra.

Su petición legal dio lugar a que vieran la luz diversos registros administrativos, documentos sobre el aspecto más mundano de la creación de una "estación" de espionaje en Santiago, tales como contratos de alquiler y la compra de material de oficina y vehículos para dos agentes. Tanto la CIA como el ASIS siguen ocultando registros operativos entre los que se cuentan numerosos informes de inteligencia de los agentes encubiertos australianos a sus homólogos de la CIA sobre reuniones con activos chilenos integrados en las fuerzas armadas, con el periódico El Mercurio -receptor de fondos de la CIA- y el partido Demócrata Cristiano, entre otras organizaciones clave relacionadas con la CIA en Chile.

Del mismo modo, el gobierno de los EEUU sigue ocultando información sobre el papel fundamental que desempeñó Brasil en la erosión del gobierno de Allende y en la instauración del régimen de Pinochet, tema de un nuevo libro, El Brasil de Pinochet, del periodista brasileño Roberto Simon. Tras la toma de posesión de Allende, el presidente Nixon ordenó de modo específico un acercamiento secreto al régimen militar brasileño para que apoyara los esfuerzos de los EEUU por socavar el gobierno de la Unidad Popular. No se han publicado documentos norteamericanos sobre esas primeras comunicaciones, pero un revelador memorándum de una reunión en el Despacho Oval entre Nixon y el líder militar brasileño y presidente del país, el general Emílio Garrastazu Médici, en diciembre de 1971, indica que podría haberse desarrollado cierto grado de colaboración.

Durante la reunión, Médici le dijo a Nixon que Allende sería derrocado "por razones muy parecidas a las que Goulart había sido derrocado en Brasil", y "dejó claro que Brasil estaba trabajando con este fin", según un resumen desclasificado de la reunión. Nixon respondió "que era muy importante que Brasil y los EEUU trabajaran estrechamente en este campo" y ofreció "ayuda discreta" y dinero para las operaciones brasileñas contra el gobierno de Allende. Los dos líderes acordaron establecer un canal secreto para las comunicaciones sobre las operaciones contra Allende, pero, si ese canal se llegó a utilizar, ni el gobierno estadounidense ni el brasileño han hecho públicos los mensajes que pasaron por él.

Brasil fue el primer país en reconocer oficialmente a la junta militar chilena, una orquestación diplomática coordinada con la administración Nixon, que quería evitar adherirse de inmediato al nuevo régimen al que había ayudado secretamente a llegar al poder. Pero Washington no tardó en abrir la espita de la asistencia económica, militar y política estadounidense, en parte encubierta, para ayudar a Pinochet a consolidar su violento gobierno. La CIA, por ejemplo, financió en secreto una delegación especial de democristianos que recorrió Europa para justificar públicamente el golpe ante la comunidad internacional. Los documentos norteamericanos sobre esta pequeña pero importante operación de propaganda posterior al golpe siguen estando altamente clasificados.

La CIA y la DINA

Tampoco se han publicado nunca multitud de archivos secretos sobre la ayuda encubierta de la CIA al desarrollo de la agencia de inteligencia chilena DINA hasta convertirla en el aparato represivo en el que se convirtió. En febrero de 1974, Nixon y Kissinger enviaron a un emisario especial, el director adjunto de la CIA, Vernon Walters, para que se reuniera en secreto con Pinochet en Santiago y le transmitiera "nuestra amistad y apoyo", así como "nuestro deseo de ser útiles de forma discreta." Según un informe secreto a Kissinger sobre su conversación, Pinochet pidió directamente a Walters y a la CIA que prestaran ayuda en el "período formativo" de la DINA e identificó al coronel Manuel Contreras como "su hombre clave." "Le dije que estaríamos encantados de que Contreras o cualquier otro viniera a vernos", informó Walters a Kissinger, "para ver qué podíamos hacer para ayudarles".

Sin embargo, los archivos de la CIA sobre la primera visita de Contreras al cuartel general de Langley en 1974 y lo que la CIA acordó hacer para ayudar a la formación organizativa y las operaciones de la DINA permanecen cerrados en las cámaras acorazadas de la agencia. Tampoco ha desclasificado nunca la CIA ni una sola página del expediente personal que abrió sobre Contreras a mediados de 1975, cuando funcionarios de alto rango de la CIA decidieron de hecho poner al jefe de la DINA en la nómina encubierta como informante/colaborador. La información de inteligencia y colaboración que Contreras proporcionó a la CIA sigue siendo alto secreto.

También lo son los memorandos sobre la oposición interna dentro de la Agencia a poner al torturador más notorio de América Latina en la nómina secreta de los EEUU. Prevalecieron esos argumentos, todavía clasificados. Pasado sólo un par de meses, el jefe de la estación de la CIA en Santiago informó a Contreras de que estaba, básicamente, ¡despedido! Los registros clasificados de este dramático episodio serían extraordinariamente reveladores, tanto para los chilenos como para los ciudadanos norteamericanos.

Contreras y la DINA fueron los impulsores de la creación de la Operación Cóndor, un esfuerzo transnacional de los regímenes militares de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, entre otros, para coordinar los esfuerzos destinados a localizar y eliminar a la oposición civil y militante. Debido a la participación de servicios de inteligencia extranjeros, la CIA ha ocultado documentos históricos clave, entre ellos los relativos a cómo se enteró de la existencia del Cóndor y qué medidas adoptó en respuesta a las misiones de escuadrones de la muerte llevadas a cabo por las agencias policiales secretas del Cóndor. Los pasos que dio la CIA tras la operación terrorista más infame de Cóndor -el atentado del 21 de septiembre de 1976 en Washington, D.C., mediante una bomba adosada su coche, que le costó la vida a Letelier y Moffitt- también siguen siendo secretos.

Dicho sea en favor de la CIA, en el 40 aniversario del asesinato de Letelier-Moffitt en septiembre de 2016, la Agencia desclasificó finalmente una revisión exhaustiva, realizada en 1987, de su inteligencia temprana sobre el caso, que citaba "pruebas convincentes de que el presidente Pinochet ordenó personalmente a su jefe de inteligencia llevar a cabo el[los] asesinato[s]". Pero la mayor parte de los historiales de inteligencia en los que se basa esa evaluación siguen siendo secretos 47 años después.

Y lo que resulta quizás más importante, los archivos probatorios de una importante investigación del Departamento de Justicia, llevada a cabo durante el último año de la administración Clinton, que identificaba a Pinochet como el autor intelectual de un atentado de terrorismo internacional en Washington, D.C., también permanecen fuera de la mirada pública. Esos archivos incluyen más de 40 declaraciones tomadas en Chile a secuaces de Pinochet, así como un borrador de acusación que resume las pruebas de su papel como cerebro del terrorismo internacional. Esta documentación no sólo es relevante en Chile, donde la ultraderecha continúa sus intentos de blanquear la criminalidad de Pinochet; podría contribuir a los esfuerzos de nuestro país y de otros para protegerse de futuras amenazas de terrorismo internacional patrocinado por el Estado.

Por último, está la cuestión de la corrupción personal de Pinochet. En 2005 una investigación especial del Senado [norteamericano] sobre "Blanqueo de dinero y corrupción extranjera" identificó registros financieros que revelaban más de 100 cuentas bancarias en el extranjero, creadas con pasaportes falsos de Pinochet bajo nombres como Augusto Ugarte y José Ramón Ugarte, entre otras identidades inventadas, para ocultar más de 28 millones de dólares en fondos mal habidos. Las pruebas de las ganancias ilícitas son ya abrumadoras. Pero el Departamento de Comercio de los EEUU sigue ocultando aún más registros bancarios que podrían recordar a los chilenos, y al mundo entero, la corrupción que acompañó a la represiva dictadura de Pinochet.

El veredicto de la Historia

La desclasificación de los archivos norteamericanos "promueve la búsqueda de la verdad y refuerza el compromiso de nuestros países con los valores democráticos" es lo que declaró Gloria de la Fuente, funcionaria del Ministerio de Asuntos Exteriores chileno al agradecer a la administración Biden sus esfuerzos por responder a la petición chilena de documentos. De hecho, en un momento en que destacados y poderosos chilenos siguen insistiendo en que Pinochet fue "un estadista" y negando las realidades de su bárbaro régimen, estos documentos tienen un papel inmediato que desempeñar en el divisivo debate en curso sobre el legado del golpe y su significado para la sociedad moderna de Chile, en el presente y en el futuro.

Mientras Chile evalúa su pasado en este impactante 50 aniversario, sus ciudadanos tienen derecho una completa rendición de cuentas, y a esa clase de rendición de cuentas que puede aportar el airear esta oscura historia. No sólo deberían los EEUU comprometerse a hacer públicos los expedientes que todavía conserva, sino que otro tanto deberían hacer brasileños, australianos y demás países que desempeñaron un papel en el violento pasado de Chile.

Pero los chilenos no son los únicos interesados en esta importante historia. En un momento en que numerosos países, entre ellos los EEUU, se enfrentan a la grave amenaza que supone el autoritarismo para la supervivencia de las instituciones democráticas, el acceso al registro histórico completo de lo ocurrido en Chile sigue siendo crucial para todos nosotros.

* Peter Kornbluh es historiador y director del Proyecto de Documentación sobre Chile y Cuba en el National Security Archive de EEUU.
The Nation. Traducción para Sinpermiso: Lucas Antón

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fZ20