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Argentina :: 09/09/2023

A donde vayan los iremos a buscar

Matías Gianfelice
Miles repudiaron en Buenos Aires el acto de la ultraderecha a favor de los genocidas

Crónica de una tarde agitada: repudiar a los genocidas en un país que coquetea con el olvido. ¿Escuchás? No son risas, las hienas están afinando los dientes, no le dejemos la mesa servida.

“Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos” Rodolfo Walsh

El día fue caótico, quedarse sin laburo y endeudarse en un par de horas, todo para no caerse del sistema. Todo porque la “libertad capitalista” juega a la ruleta rusa con la vida obrera. Pero por suerte, la vida humana es social, existimos porque estamos con otrxs y desde esa comunidad nos humanizamos. Me saco los despojos de la precarización de la cabeza y salgo desde el conurbano rumbo al corazón político de este país. El acceso oeste y la 25 de mayo andan cargadas pero llegar al centro no fue difícil. Bajo en la 9 de julio y después de varios semáforos me arrimo al estacionamiento. Le pifié de cuadra, giré en la esquina equivocado y termino a dos cuadras del que buscaba; generosa en espacios donde te sacan plata hasta por respirar la city porteña me regala tres estacionamientos en Mitre al 900. Voy al del fondo a la izquierda, para no perder la costumbre. Bajo y encaro para Perú y Av. de Mayo la tarde es fría a pesar de un invierno casi inexistente, hay espacio para caminar pero siento denso mi cuerpo. Algo del sistema tegumentario me pone en alerta. Vengo maquinando desde la anoche anterior y no logro resolver que mierda me pasa. Doblo en Suipacha y bajo para el sur, freno llegando a la esquina de Rivadavia y pasan dos personas que peinan canas. En realidad el señor las peina y la señora las esconde de forma supina bajo un falso rubio. Ellos no me ven porque cruzaron el punto destinado a encontrarnos dos segundos y medio antes, pero yo los veo. Me daré cuenta media cuadra después que los veo porque estoy perseguido. El señor alza pero no alza la voz, lo dice claro y elevado pero no llega a ser fuerte, ambos van por Rivadavia sentido oeste, como buscando la 9 de Julio. Decía que el señor dice:

“son así estos zurdos y guerrilleros”

Los miro irse de espaldas, al mismo tiempo que continuo mi camino.

Hace años empecé a notar que ando por la calle (a veces creo que por la vida y eso me aterra) sin frenar el tranco, como apurado hacia un punto de destino, hacia un momento que nunca llega. Veo su traje y sus canas, veo ese dorado ficticio y su cartera, ambos se van pero no me ven. Yo vuelvo mi cabeza hacia adelante, dejo de verlos para no tropezarme y caigo en la cuenta: los vi y los escuché porque ando perseguido. No, no me malinterprete, ninguna persona de aspecto policial o parapolicial sigue mis pasos (que yo sepa) en ese momento. A mí me persigue mi propia cabeza, quizás por eso no freno. Me avivo que el tipo uso un tono no tan elevado, no lo hizo de jetón ni buscando quilombo. Incluso si conociera su tono de voz compartiendo una cena, un cumpleaños en la casa de un cuñado, quizás hasta podría darme cuenta que suele hablar a ese volumen. Pero mi capacidad de deducir su existencia y sus tonos se reduce a ese fallido tropiezo por escasos dos segundos y medio, a esas canas y esa pilcha prolija; pero sobre todo a esa frase. No puedo no oírlo, hay cosas que se oyen hasta en el más cobarde de los silencios.

Quiero que usted, que lee esta fallida crónica sobre el repudio al acto organizado por la diputada y candidata a vicepresidenta Victoria Villaruel, pueda por lo menos saber que sintió una de esas miles de personas que le puso el cuerpo al deseo de no extinguir, de no apagar en este pueblo el rechazo innegociable al Nunca Más. Después de esa frase/puñal del señor pude darme cuenta que siento miedo. Y bronca, mucha bronca; tanta que tiene sabor a desilusión. Créame que a esta altura ya estoy en Av. de Mayo, doblé para la Plaza pero me empecé a perder. Y eso que me faltaban 200 metros en línea recta. Bastante boludo para perderse en semejante sencillez rutera. ¿Será que ando como bola sin manija como este pueblo del que formo parte?

Sigo caminando y descubriendo banderas y agrupaciones, paso lista en mi memoria como para recordar quienes dijimos presentes en esta cita.
Que no se me acuse de contar costillas: si alguna bandera quedara ausente en la cita, no es para pasar factura, más bien recordar las presentes para encontrar guarida cuando el infierno nos envuelva. Sigo caminando y vuelvo a esa desilusión que nombraba: 12 años de docencia frente aulas tirados a la basura. ¿Qué carajo enseñé en ese tiempo? ¿Cuántxs estudiantes habrían marchado a mi lado? Me da bronca lo lejos que estamos de la conciencia que soñamos. Llego a la cita a horario y con la compañerada nos vamos encontrando: una compa, dos más que cruzan allá, tres compas que saludan de lejos, otros más por ahí. Entre abrazos que contienen nos vamos haciendo parte de esa pequeña multitud que corta la esquina de puro tumulto que somos.

Mientras el ruido a metal pateado invade las pequeñas rondas y charlas compañeras, vemos que las cámaras se amontonan sobre las vallas y estas bailan una danza dispuestas a besar el asfalto. Rumores de infiltrados y de justificados enojos circulan entre las personas.

Minutos después se reinstala una tensa calma. Mis compas y yo decidimos dar una vuelta en semi círculo para ver como anda todo en otros vallados y terminar en Diagonal Sur; donde rojos (y sucios) trapos auguran un cobijo más ameno. Vamos salteando pecheras y banderas, algunas sindicales otras de organizaciones: la presencia es amplia y se celebra, el número humano no parece acompañar la gravedad de lo que repudiamos. Una media vuelta nos permite encarar de lleno la diagonal y surcar entre el Indec y el Ministerio de Producción. Mientras carros con aceite hirviendo ofrecen alguna fritanga que engañe la merienda y le meta un cross al hígado, llegamos hasta el culo del caballo que sostiene a Roca.

La diagonal muestra una columna más nutrida, parece la izquierda tener reflejos callejeros más despiertos que los de un peronismo encorsetado.
Enromes y altos trapos nos tapan el camión/escenario montado. Elegimos retroceder unos 20 metros, armar una nueva ronda de reflexiones, mates y rosqueo. Mientras paramos la oreja para escuchar a lxs oradorxs que se desgarran las cuerdas vocales para volver a convocar la memoria, la verdad y la justicia, triada popular que nos hizo creer que era posible enterrar el olfato sanguinario de un enemigo hambriento.

Ojo no vamos a jugar a las escondidas ahora: este Estado represor siguió desapareciendo, torturando y matando del 83 hasta hoy. Pero este acto en plena legislatura porteña es el aval necesario para la revancha que los peores sectores de nuestra sociedad buscaban. Mientras proponen un acto por asesinatos en democracia pre dictadura, lo que en realidad esconden es el deseo de reivindicar sin tapujos el genocidio cometido.

El ahora partido estelar de La Libertad Avanza es quien se anima a subir el escalón de “el curro de los DDHH” que afirmara el ex presidente Macri. Del curro se pasa a instalar (con la fuerza del discurso estatal) la noción de “verdad completa” y la teoría de “guerra interna”. Se busca legitimar el accionar genocida porque necesitan revalidar el triunfo cultural, emocional y subjetivo que parió esta Argentina destrozada y pobre del 76 para acá. Necesitan que el triunfo económico que nos quieren imponer sea irreversible (no vaya a pasar que les surja otro 2001), no tanto por el peligro material, sino porque puedan concretar una aplastante victoria intelectual y de conciencia.

El acto se va terminando, corren rumores de que adentro no pudieron con su cometido, mientras nos llegan algunas fotos con detenciones. Entre saludos, broncas, resignaciones, recordatorios y reflexiones apuradas nos vamos despidiendo. Esta crónica no puede ni sabe ahondar en los argumentos que expliquen por qué estamos donde estamos. No puede este cronista encontrar ni de cerca las palabras y frases que acerquen algo de claridad al hecho de que a casi 40 años de haber expulsado a la dictadura más genocida del continente, algunas miles de personas tengamos que movilizarnos para gritar que está mal robar bebes, secuestrar, picanear, empalar nenes de 14 años, acribillar embarazadas a punto de parir, tirar personas vivas en aviones al Río de La Plata, desaparecer restos de seres humanos asesinados.

¿Será que este pueblo vive tan en la cornisa que anda coqueteando con el olvido? ¿Será que las hienas gozan anticipadamente con su revancha soñada? No lo sé, aunque quizás sea hora de que arda la memoria.

tramas.ar

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fZ4K