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Nacionales PP.Catalans :: 01/11/2021

“El antirracismo debe ser un pilar de la República Catalana”

Moha Gerehou
Entrevista a Basha Changuerra, una política afrofeminista en el Parlament.

Escuchando en bucle la canción ‘Joro’, del artista de afrobeat nigeriano Wizkid, buscó el videoclip. La protagonista del mismo, con bailes poderosos y perfectamente equilibrados, era Georgia Curtis. Adentrándose en su perfil de Internet, descubrió que aquella actriz y bailarina tenía ascendencia española. Así fue como Basha Changuerra (Santa Coloma de Gramenet, 1984), la protagonista de la siguiente entrevista para ‘España no es (solo) blanca’, sintió una conexión con ella por aquella identidad compartida.

Su realidad es que creció en Barcelona en el seno de una familia en la que la política era la cotidianidad. Su padre, ecuatoguineano, lideraba una de las asociaciones más importantes entre sus paisanos, mientras que su madre, cordobesa, era parte de la estructura. Junto a sus hermanas, se crió entre asambleas y actividades políticas, conformando una personalidad que la ha llevado a formar parte de luchas como el antirracismo, el feminismo, las maternidades y todas ellas juntas.

De ahí que no sorprenda su camino actual. Basha Changuerra es diputada en el Parlament catalán, tras salir elegida en las elecciones de febrero de 2021 por la CUP, formación en la que milita desde hace varios años y en la que tuvo un paso previo como concejala en Moiá, la pequeña localidad catalana a la que se trasladó con la que era su pareja y sus hijas para llevar una crianza más tranquila. Por un breve periodo directora de la revista Afroféminas, charlamos con ella sobre sus orígenes, de cómo la política ha estado siempre en su vida, de maternidades y de planes futuros.

Vives a caballo entre Barcelona, donde trabajas, y en Moiá, una pequeña localidad en la comarca de Barcelona. ¿Por qué te trasladaste a vivir ahí?

Acabamos ahí porque la familia del padre de mis hijos es de ahí. Vivíamos en Santa Coloma, pero cuando tuvimos a nuestra primera hija, fuimos al pueblo por una cuestión de que la crianza siempre es un poquito mejor en un lugar más pequeño para los peques, un entorno rural más tranquilo. Pero yo soy una rata de ciudad total y absoluta, entonces tengo que gestionarme ese momento pueblo.

¿En Moiá sois la única familia interracial?

En mi quinta hay como tres o cuatro familias interraciales. Me refiero a como la nuestra, de ser nosotros esa primera generación en la que nuestros padres han sido migrantes y nosotros nacidos aquí. Ya se ven niños de la edad de mis hijas que son mestizos o migrantes directamente.

Y en tu caso, un par de décadas antes cuando creciste Barcelona, ¿cómo era la situación de la diversidad racial?

Hasta más o menos los dieciocho años, ponle que eso fue a principios de los dos mil, mis hermanas y yo nos hemos criado como las únicas negras en todas partes: en el cole, en las actividades extraescolares... Era ser las únicas negras en esos espacios mayormente blancos, así que hemos aprendido a socializar desde ese lugar. Eso tiene sus complicaciones e impactos en cómo construyes tu identidad, en cómo te relacionas, la diferencia entre cómo socializas en la calle o en casa, cómo conjugas esa amalgama de referentes culturales… Todo ello tiene un impacto bastante heavy.

Y echando la vista atrás a todo ese proceso, ¿qué le diría la Basha de ahora a la entonces?

A mí yo adolescente le diría: “Abraza tu negritud sin complejos y tu africanidad con orgullo”. En mi caso particular no puedo decir en absoluto que no hubiese tenido referentes afro, mi padre era presidente de Riebapua, una de las asociaciones bubis (de Guinea Ecuatorial) más importantes de España, así que me crié con la tía Reme [Remei Sipi] o el tío Sepa [Edmundo Sepa], los findes iba a encuentro de la comunidad o a eventos de SOS Racismo.

Pero la conformación de tu identidad la vives como algo dual, como si tuvieses que elegir y para encajar tuvieses que quitarte o ponerte cosas según el contexto. Es como si todo tuyo, con su complejidad, no pudiese existir siempre en todos los espacios. Eso es una riqueza, pero puede ser un problema en la adolescencia. Vivimos en una sociedad binaria, en la que creemos que es o una cosa o la otra, lo que nos obliga a posicionarnos en un único lugar. Ese un único lugar, que para ti es imposible porque como persona con una herencia cultural y conexiones sociales muy diversas, te complejiza toda tu vida, tus relaciones y te crea conflictos.

Y de esa época, ¿hay algunas decisiones de las que te arrepientas?

Sí, por supuesto. Me arrepiento de haber dejado de estudiar en esa época. Me fui de casa y me independicé con 17 años. Empecé a vivir sola en el último año de bachillerato, con lo cual tenía dos curros porque mientras estaba estudiando tenía que pagar mi casa, mis cosas. Al final la presión del curro me pudo. Volví a estudiar años después. Fue una decisión tomada por las circunstancias del momento y todo ese bla, bla, pero si de algo me arrepiento es de haber dejado de estudiar con dieciocho.

La primera vez que oí hablar de ti fue cuando te nombraron como directora de la revista Afroféminas en 2019. Estuviste un breve periodo, pero sigues vinculada al afrofeminismo en otros lugares. ¿Cómo ha ido evolucionando el movimiento y sus reivindicaciones?

El movimiento afro feminista en España lleva estancado mucho tiempo y eso es algo que con diferentes mujeres feministas negras en España solemos hablar. Parece que no salimos del “mi pelo, mi corona” hacia una lucha colectiva. Las mujeres negras estamos en la base y tirando del carro de un montón de movimientos, por lo que cuando se trata de hablar de género y negritud, lo que queremos son espacios de cuidado, de sostén, lo que queremos es descansar. Eso hace que a nivel de movimiento no se avance. Parece que no trasciende de lo individual a lo colectivo. Nos sostenemos pero no a un nivel de articulación, de agenda política, sino a un nivel de supervivencia.

Ahora eres política de la CUP en el Parlament de Catalunya, antes fuiste concejala en Moiá. ¿Has tenido siempre la idea de dedicarte a la política o ha llegado sobre la marcha?

Desde pequeña no tenía esa intención, pero sí tenía esa vocación. Tenía 12 años en las primeras elecciones a las que me presenté, en el Consejo Escolar como representante de los estudiantes. Hice una pedazo de campaña que no veas y gané. Estuve en el consejo escolar durante varios años, representando a los alumnos y dando caña. Ya desde ahí era la voz discordante por los derechos del alumnado y siempre he tenido implicación política, siempre he tenido vocación política. Siempre he sido una persona de no callarme, de luchar por la injusticia y de siempre señalar y de ponerme al lado de los más vulnerables, de los abusados… También lo he vivido en casa. Como mi padre fue presidente de Riebapua, viví sus procesos electorales y mítines. Luchar por nuestros derechos civiles y políticos siempre ha ido conmigo desde todas partes.

Entonces, ¿cuál era el camino profesional que en realidad querías seguir?

Quería ser matrona. He militado muchos años en los mundos maternales y en la crianza de mis hijos, estoy muy politizada en ese sentido. Iba para ser matrona, siempre ha sido mi vocación, pero desde un punto de vista político, porque hay que recuperar los saberes de las mujeres y tal. Al final no pudo y aquí estoy.

Y en el tema de la maternidad, ¿en qué te has centrado más?

La maternidad para mí ha sido política siempre, ha ido por poner en valor la diferencia fisiológica, lo que implica un cuerpo de mujer habitante de un cuerpo gestante, capaz de gestar, parir, amamantar, etc. pero hacerlo de una manera anticapitalista y empoderada. Por ejemplo, yo parí en casa, las dos veces, con mi matrona para poder experimentar ese empoderamiento. Y sí que debo decir que tener un parto natural es una de las cosas más empoderante que te pueden pasar como experiencia vital, y ese poder no te lo quita nadie jamás. Porque cuando tú te estás abriendo en canal y trayendo vida al mundo, no hay nadie más poderoso con la capacidad de traer a otro ser humano al alma. Es algo que se queda para ti.

Finalmente has acabado en la CUP, primero como concejala en Moiá y ahora como diputada en el Parlament de Catalunya. ¿Cuáles son las diferencias que te has encontrado entre ambos cargos?

Cuando trabajas a nivel municipal ves resultados inmediatos, porque aplicas cuestiones locales. Estas legislando casi en el mismo tiempo en que las vas implementando. Es una vía muy directa aunque tiene su burocracia, obviamente, como todo el tema institucional. También que a nivel local surgen cosas más de ir apagando fuegos: ahora ha pasado esto y por eso hacemos esta medida.

En el Parlament lo que hace es marcar el ámbito legislativo por el cual se tienen que regir todas las administraciones públicas. Tienes que pensar en un marco legislativo que va a afectar a toda la población, con todos sus prismas, caras, intersecciones… Tienes que ponerte en los zapatos de mucha gente diferente para saber cómo lo que tú estás proyectando va a impactar en la vida de las personas. El trabajo es más a largo plazo. Y yo, que soy una persona que trabaja mucho mejor bajo presión y necesito deadlines cortos porque sino me aburro, necesito que todo sea para ayer. Lo disfruto más.

Uno de los objetivos de la CUP, junto al de otros partidos, es la construcción de una República Catalana. ¿Qué probabilidades habría de que el antirracismo fuera un pilar de esa república?

Probabilidades espero que muchas y en utopía es todo posible. Nuestro trabajo es procurar que lo sea, y en la CUP una de las cosas que más llevamos es hablar de las reparaciones, del colonialismo catalán y de cuestiones concretas, más allá de lo discursivo. Por ejemplo, hablar de la empresa que se formó porque explotaba a personas, sacó dinero y con eso fundó esto otro, entonces hay que repararlo. Ir a cosas que se vean.

Tenemos la suerte, entre comillas, de que la colonización en la que Catalunya fue tan importante, en Guinea Ecuatorial y Cuba, es muy reciente. Es fácil hablar con padres y abuelos que te cuentan cómo vivían en la colonia. Tiene el contrapunto de que está tan fresca que no está en la conciencia como un problema, pero tiene la ventaja de poderse corroborar con testimonios actuales. Y hay que romper con la lógica de que Catalunya es una colonia de España y toda esa verborrea insultante.

Hay una generación de afrocatalanes y árabe-catalanes que suben con una conciencia política brutal, sobre todo en las comarcas de Girona, y que tienen sinergias con las juventudes de la izquierda independentista. Vienen con otra conciencia, con la interseccionalidad, la humildad y la autocrítica más interiorizada. Quizá cuando la República sea posible, con todas las juventudes que suben, tengo la esperanza de que el antirracismo se vea materializado. Vamos picando piedra para ello. El antirracismo debe ser un pilar de la República Catalana.

Ahora que como diputada en el Parlament tienes una mayor exposición pública, ¿cómo lo estás gestionando?

Ahora lo llevo mejor, pero al principio sí que sentía mucha responsabilidad y la sigo sintiendo. Tenemos una carga extra por tener que llevar la lucha antirracista a estos espacios políticos y también por una cuestión de identidad colectiva. Representamos a una comunidad, queramos o no. Pero pienso muchísimo en las niñas y jóvenes que puedan estar viendo TV3. Luego vas al súper y ves que hay gente que se te queda mirando, te dicen que tu cara les suena o que te han visto antes. A veces es incómodo.

¿Y cuando recibes críticas?

A mí me gusta mucho que me critiquen y porque aprendo mucho. Pero solo si es constructiva, por supuesto, si no a tu casa.

Cada vez hay más personas afrodescendientes como Desirée Bela, Yeison F. García o Asaari Bibang publicando libros. ¿Es algo que te hayas planteado y que tengas entre tus planes de futuro?

Ahora no es algo que esté encima de la mesa, pero no lo descarto porque seguro que la vida me depara muchísimas sorpresas. Si en algún momento considero que tengo algo importante que decir, no descarto esa vía. Me gustó mucho la fórmula de Jeffrey Abé Pans y el libro ‘Cuando somos el enemigo. Activismo negro en España’ (Editorial Mey, 2019). Me gusta enfocarlo desde una perspectiva comunitaria, colaborativa y colectiva. Me gusta vehicular la idea con personas que no tienen la suficiente visibilidad pero tienen cosas que decir. Pero ya veremos, hoy estamos aquí y primero tengo que sobrevivir a esta legislatura. No me quiero quejar, me lo paso bien y estoy encantada de estar en esta batalla, pero tiene un desgaste importante.

Fuente

 

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