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Estado español :: 23/01/2022

Patriarcado & Cine: La linterna roja

Eva Gutiérrez
Creemos que tenemos derecho a elegir cuando podemos escoger entre lo malo y lo peor, haciendo de la aprobación masculina la medida de las cosas

Una profunda critica a las tradiciones chinas más ancestrales a través de un espléndido drama que ofrece una extraordinaria visión del sexo, la intriga y la pasión.

Songlian tiene 19 años cuando ha de escoger entre ser la esposa de un hombre pobre o la cuarta esposa de un hombre rico. No es el destino que ella quiere, pero tras la muerte de su padre debe abandonar sus estudios y elegir “libremente” entre esas dos opciones. Y se decide por la opción que no le haga pasar necesidades económicas. Su marido vive en un castillo donde ella dispondrá de una casa independiente, al igual que el resto de las esposas. Cada noche, delante de la puerta de cada casa, las esposas saldrán a esperar la decisión de su dueño y los criados colocarán una enorme linterna roja en la puerta de la elegida para esa noche.

“La linterna roja” es una película de 1991 de Zhang Yimou que describe con bastante crudeza cómo el patriarcado envenena las relaciones entre las mujeres haciéndonos competir por la aprobación de alguien que no nos importa pero que nos hace subir en el estatus aunque sea medio escalón. El director chino nos relata esas luchas de poder, las intrigas y los momentos de tregua y entendimiento que se dan entre esas esposas que no aman a su dueño, pero que disfrutan con las migajas de poder que les arroja cuando la gran linterna roja es colocada ante su puerta. Las atenciones que siguen a este anuncio se convierten en el único premio en una vida vacía y rutinaria.

¿Por qué estoy hablando de todo esto? Porque cien años después de que esta historia pudiera haber sucedido seguimos igual. Creyendo que tenemos derecho a elegir cuando podemos escoger entre lo malo y lo peor, haciendo de la aprobación masculina la medida de las cosas y, lo que es peor, de nuestras vidas. Seguimos esperando a que pongan una enorme linterna roja delante de nuestra puerta.

Tenemos ante nosotras a no sólo una, varias generaciones de mujeres muy preparadas, mujeres que no pudieron estudiar pero lo hacen ahora, que traducen textos, que leen feminismo en las redes sociales, en los libros, en los blogs. Mujeres que no sólo acuden a un curso de preparación al parto, hablan de violencia obstétrica, de sus experiencias y de cómo quieren vivir la crianza. Mujeres que deciden no ser madres o que deciden serlo solas. Mujeres que lo cuestionan todo con argumentos, con teoría, con determinación… Esta ofensiva que vivimos de silenciar nuestro discurso no es nueva, quizá no nos esperábamos un intento de borrado tan brutal, pero está claro que pocas veces hemos tenido tantas mujeres con el discurso y los argumentos para estar en primera línea.

Escribimos efemérides sobre las feministas que nos precedieron, poniendo en valor que se hicieran oír cuando no tenían derecho ni a publicar con su nombre. Rescatamos los nombres que los historiadores quisieron borrar de los libros. Pero aún no hemos sido capaces de creernos que estos trescientos años hayan generado la suficiente teoría o de la suficiente calidad midiendo esa validación por la falta de interés que ha tenido el otro sexo en conocer tanta sabiduría.

No vemos, ni veremos, a ningún otro movimiento cultural, social o político esperando a que una mujer intelectual publique sobre ello para afirmar que sí, que por fin la humanidad ha visto la luz. Es más, lo normal será que la ignoren o que le atribuyan el mérito a su compañero. Si publica con sus iniciales tendrá suerte y más opciones de que la lean desde la neutralidad. Y seguramente, en la presentación de su libro, algún señor le explicará los conceptos sobre los que ella ya ha investigado y teorizado.

Pero nosotras seguimos con el síndrome de la impostora subido a la chepa del feminismo, y después de escribir miles de definiciones, de conceptualizar opresiones y violencias, de desentrañar la toxicidad de las relaciones que nos ha impuesto el patriarcado, le vamos a hacer la ola al señor que define bien una palabra y al que “ayuda en casa”. No señores, llevamos ya unos cuantos años explicando y si no se han enterado es porque no les ha dado la gana.

Y el que se ha enterado y se ha puesto a explicárselo a las mujeres, se ha equivocado. Nosotras no queremos nuevas masculinidades, queremos adultos funcionales que nos respeten y nos vean como iguales; por eso no nos lo tiene que contar a nosotras, es su propia fratría la que funciona así.

¿Seguimos esperando por ese hombre que ponga una maldita linterna roja delante de la puerta de nuestras ideas o las hacemos brillar nosotras mismas?

elcomun.es

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/fZ9d