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Chile :: 16/12/2005

El legado del Che y Miguel Enríquez

María Elisa Chávez Mora
Compendio de la vida del asesinado líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y médico, Miguel Enríquez, como continuador de la lucha iniciada por el Che Guevara, hecho por una chilena estudiante de medicina en Cuba

'Juro que si he de escribir o hacer algo en la vida,
será sin temor ni pusilanimidad; sin horror al que dirán;
con la franqueza que salga de mi cerebro y que ha de ser
libre de prejuicio y dogmas.'

Miguel Enríquez (1)

"Nuestro sacrificio es consciente cuota para pagar la libertad que construimos".
CHE(1)

RESUMEN

En el presente trabajo realizamos una revisión bibliográfica de lo que fue la vida y el pensamiento del Dr. Miguel Humberto Enríquez Espinosa, de nacionalidad chilena, pero por sobre todo, hijo de América Latina y ferviente luchador por los derechos de los más desposeídos y abandonados del tercer mundo.

Este trabajo tuvo como inspiración y punto de partida impulsor, el hecho de que soy chilena y tengo el honor de estar cursando mis estudios de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas Dr. Miguel Enríquez, de La Habana, por lo que considero un deber moral el estudio de la vida de este mártir chileno y difundir su pensamiento entre mis compañeros de aula, más aún este año en que conmemoramos 30 años de su desaparición física al ser asesinado un 5 de octubre de 1974, por la dictadura gorila del General Augusto Pinochet Ugarte, quien traicionó al pueblo chileno al romper el juramento de lealtad a la bandera y defensa del pueblo y a su presidente el Dr. Salvador Allende, quien lo consideraba su más cercano colaborador al dar el Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973 para entregar nuestras riquezas al imperio yanqui.

EL LEGADO DEL CHE Y MIGUEL ENRIQUEZ

INTRODUCCIóN

Este año en que conmemoramos los 30 años de la caída en combate del Dr. Miguel Enríquez Espinosa en manos de una de las dictaduras más sangrientas que ha conocido América Latina, cuando el imperialismo estadounidense insiste en la idea de ser el amo del mundo y vemos día a día enfrentarse al pueblo iraquí a la muerte, al hambre, la injusticia, la desesperanza; mientras el gobierno israelí arrasa con el pueblo palestino; cuando miles de millones de niños mueren de enfermedades curables; cuando la brecha entre ricos y pobres cada vez es más grande; mientras lo 5 Héroes sean prisioneros del imperio, no podemos pasar por alto la figura de este heroico luchador social chileno que al igual que el Dr. Ernesto "Che" Guevara y tantos otros dio su vida por la defensa de los derechos de los pueblos más desposeídos.

A 30 años de su desaparición física lo menos que podemos hacer es homenajearlo con una revisión de su vida, de su trayectoria como luchador, de su legado para los jóvenes, y tener presente, como él mismo señalara "No hay mejor homenaje a la muerte de un revolucionario que tomar y defender las ideas por las cuales el dio la vida".

Por consiguiente, este trabajo tiene como objetivo hacer una revisión de la vida del Dr. Miguel Enríquez y demostrar con ello que los ideales por los cuales él fue asesinado al igual que el Che son totalmente vigentes en estos momentos, porque los problemas de hace 30 años no han tendido solución, sino que por el contrario, se han acrecentado, haciendo cada vez más difícil los procesos transformadores, pero no imposibles como lo demuestran hoy en día los hermanos venezolanos que están librando una dura batalla contra el neoliberalismo y su principal representante: el gobierno de los Estados Unidos.

OBJETIVOS

Þ Abordar la vida y pensamientos del Dr. Miguel Enríquez Espinosa.

Þ Relatar los primeros pasos de la vida del Dr. Miguel Enríquez como hombre y luchador social.

Þ Analizar el pensamiento del Dr. Miguel Enríquez E.

Þ Valorar el legado del Dr. Miguel Enríquez como continuador de la lucha iniciada por el Dr. Ernesto "Che" Guevara.

DESARROLLO SU FAMILIA E INFANCIA

Su padre, Edgardo Enríquez Frodden (1912-1997), descendiente de familias de clase media acomodada con fuerte arraigo a la zona de Concepción, médico especialista en anatomía, oficial de Marina por sus funciones profesionales en el área de la Sanidad, director de hospital, profesor universitario, destacado miembro de la Masonería, Radical, Rector de la Universidad de Concepción (1969-1972), Ministro de Educación en 1973, durante el gobierno del presidente Allende. Su madre, Raquel Espinosa Towsend (1915), oriunda de Temuco, estudió dos años en la Escuela de Leyes de la Universidad de Concepción y luego se dedicó a las responsabilidades del hogar, sin dejar de destacar su calidad intelectual y su intuición política, mujer cariñosa y de gran sensibilidad humana (2)(3)(4).

Miguel provenía de una antigua familia de la clase media penquista laica, racionalista, que produjo tantos cuadros profesionales y académicos como políticos radicales que llegaron al parlamento(5). Entre los hermanos de don Edgardo hay connotadas figuras públicas: Inés Enríquez Frödden, dirigente del Partido Radical, a fines de la década del 40 es nombrada Intendente de la Provincia de Concepción, en 1951 su partido la elige diputada por dicha circunscripción, fue la primera mujer en esos cargos en la historia de Chile; Humberto Enríquez Frödden, destacado profesor de Derecho, Diputado por Concepción, Senador de la República por la circunscripción de Ñuble, Concepción y Arauco, ex ministro de Educación; Hugo Enríquez Frödden, Médico, ex director del Hospital "Joaquín Aguirre", en Santiago, y funcionario de la Organización Mundial de Salud (2)(3)(4).

Del matrimonio Enríquez Espinosa y en un período de pleno auge del Frente Popular nacieron 4 hijos: Marco Antonio, Edgardo, Miguel e Inés. La familia vivió en un comienzo en la calle Caupolicán 112, de Concepción. En mayo de 1943 se mudan a la casa número 120 en la zona militar del Apostadero Naval de Talcahuano. Desde 1938 su padre trabajaba en el Hospital Naval del puerto, años más tarde llegó a ser su director y alcanzó el grado de capitán de Navío en Sanidad. Dejó voluntariamente la Armada en 1969 para desempeñar libremente el cargo de Rector de la Universidad de Concepción al ser elegido por el Claustro Pleno universitario en diciembre de 1968 (2).

Don Edgardo era muy positivo a " la antigua Armada chilena. Sus miembros éramos como una familia. Todos nos conocíamos y respetábamos. Grande fue mi dolor cuando, después de septiembre de 1973 pude comprobar un cambio tan radical y desfavorable en ella. La habían corrompido los cursos de perfeccionamiento para oficiales y suboficiales que hicieron en Estados Unidos sobre Guerra Interna y Seguridad nacional. La mayor parte de los que egresaron de esos cursos, volvieron a Chile transformados en verdaderos nazis. Jamás me hubiera figurado, imaginado, a un oficial de marina chileno haciendo de carcelero y torturador. Y por desgracia pude verlos y hasta sufrí de ellos crueles torturas psicológicas y aun físicas, como darnos agua mezclada con materias fecales en el campo de concentración de Isla Dawson, dirigido y administrado por la Armada" (3)(4).

Un 27 de marzo de 1944 sucede el nacimiento de Miguel Humberto en el Hospital Naval de Talcahuano, donde trabajaba su padre como médico. En momentos del embarazo su madre tuvo algunas complicaciones, al ser afectada por la tos convulsiva " los accesos de tos le produjeron contracciones uterinas que amenazaron producir un aborto natural. Logramos detener el niño, para felicidad nuestra. ". Desde pequeño, al igual que sus hermanos y hermana fue atendido por "Celfia", la incomparable Nana de todos mis hijos, que los cuidó con el cariño y la dedicación que siempre puso en la atención de "sus niños" ella era considerada otro miembro de la familia, muy querida y respetada por todos nosotros" (3)(4).

¿Por qué se llamó Miguel Humberto? El nombre Miguel fue en recuerdo de un hermano de Raquel Espinosa que falleció muy joven y a quien ella quería mucho. El segundo nombre fue responsabilidad de un tío, Humberto Enríquez, diputado del Partido Radical y hermano de Don Edgardo, quien les pidió: "a ese niñito pónganle mi nombre". La madre de Miguel le dice que "quizá por intuición de mujer" le había advertido a su cuñado: "No vaya a ser que este niño al llevar tu nombre, con los años, afecte tu carrera política" (2).

Cuando Miguel cumple dos años -abril 1946-, la familia se traslada a Concepción, a una población construida por la Caja de Empleados Públicos y Periodistas, ubicada en la calle Roosevelt 1674, al lado del Barrio Universitario de la Universidad de Concepción. En esta ciudad transcurre su infancia, parte de su juventud y su época de estudiante. Asiste a un Kinder del barrio. Muy activo, despierto y juguetón, regalón de su madre, guiado y protegido por sus hermanos mayores, aunque Edgardo, muchas veces, servía de moderador en "los conflictos" entre él con Marco Antonio e Inés. En marzo de 1949 comienza la escuela primaria en el Colegio Británico Saint John`s de Concepción, del barrio Pedro de Valdivia, muy inquieto y preguntón al máximo, asiduo a tener que visitar al director por sus travesuras, la finalizó en 1954 como alumno destacado. Ingresa posteriormente (marzo 1955), al Liceo 1 "Enrique Molina" (Liceo de hombres) de Concepción donde cursa todos sus estudios secundarios (2)(3)(4).

Su formación en el seno de la pequeña burguesía intelectual y ligazón familiar a políticos tradicionales, le ofrece la oportunidad de adquirir una sólida cultura e ir conociendo desde pequeño y por dentro la política de sectores de la clase dominante de la época. Con padres y hermanos tuvo una estrecha relación. Desde pequeño compartió del ambiente social de su familia. Don Edgardo lo explica así, "Siempre quisimos que nuestros hijos convivieran con los adultos, conocieran a los profesores universitarios, pensadores, artistas, conferencistas, profesionales, masones, hasta sacerdotes, etc., que llegaban o que yo llevaba a nuestra casa. Desde que pudieron comer solos, se sentaron a la mesa y participaban de las conversaciones y hacían preguntas () mis hijos no importunaban cuando teníamos visitas. Escuchábamos y escuchaban, y a veces, hacíamos o hacían preguntas o dábamos o daban sus opiniones." Contó con la comprensión y apoyo de sus padres y hermanos mayores, "Mis hijos tienen conmigo mucha confianza; nuestro trato es de amigos y de hombres, saben que siempre trataré de apoyarlos frente a los problemas que puedan presentárseles y de aconsejarlos, pero jamás nos ocultamos algo". En muchas situaciones le ocasionó dificultades y disgustos el pensamiento y el que hacer revolucionario de sus hijos (3)(4).

La Sra. Raquel Espinosa afirma que "la infancia de mis hijos fue feliz". Eran niños con una vida bastante estable, sin problemas económicos, "no vivimos con lujo pero nada nos faltaba", estudiosos, traviesos, inquietos. Nada tendría que presagiar la estatura política y humana de Miguel. Pero hubo asomos. Doña Raquel y Don Edgardo contaron varias veces sobre aquel día invernal en que Miguel acompañó a su padre a realizar un trámite y vio salir de un sitio abandonado a unos niños muy pobres, descalzados, desabrigados y flacos. Preguntó a su papá porqué había niños así, Don Edgardo le explicó que en el país había niños sin escuela, sin hogar, sin vestimenta, sin alimentos, que en Chile existía pobreza. Miguel le dijo a su padre que él no permitiría más eso y que lucharía para que ya no hubiese pobres. Su madre piensa que "ahí, ese día, nació Miguel Enríquez el joven que quería dedicarse al bien" (2)(6).

ESTUDIANTE DESTACADO Y ADOLESCENTE INQUIETO

Desde que Miguel inicia sus estudios secundarios, se manifiestan o afianzan en él, características que le acompañarán durante su breve vida. Contrario y tenaz en el enfrentamiento a las injusticias, interesado en los problemas sociales, inteligente y estudioso, rápido en sus razonamientos y hablar, facilidad para expresar sus ideas, disposición a enfrentar dificultades y buscarle solución, abierto a diversas manifestaciones culturales, estudiante destacado, franco, directo, hábil, alegre, lector multifacético y constante, gran simpatía, solidario y buen amigo, autodidacta, responsable, disfrutaba de la música clásica, jugaba ajedrez, practica gimnasia, gusta del excursionismo, llegó a odiar el fútbol porque le tocó en su colegio inglés un profesor que les imponía la práctica de ese deporte aunque lloviera, hiciera un frío del demonio y la cancha estuviera convertida en un terreno de barro. Y demostró tener tal capacidad de concentración que en una época se dedicó al estudio y observación meticulosa de las hormigas; pasaba tardes mirándolas, siguiendo sus pasos, investigando sus formas de vida y algo llegó a leer sobre ellas (2)(3)(4).

Fue un fanático de los huevos fritos y podía comerse seis u ocho diarios. También amaba los "lomos-palta", un sandwih que devoraba y podía comerse hasta tres. Era una pelea en su casa para que no lo hiciera pero contaba, como en muchas otras cosas, con la complicidad de su nana, Celfia Romero Montes, que vivió veinte años en la casa de los Enríquez. Le gustaba mucho el bistec a lo pobre y casi a diario se quejaba de que no lo prepararan; su mamá le complacía un par de veces al mes. Disfrutaba el campo y las excursiones. Iba mucho al cerro Caracol, donde después hacia contactos conspirativos. Pasó buenas vacaciones en Chillán, en el fundo de Nolasco Peña, un amigo de sus padres, donde montaba a caballo, recorría cerros, hacia largas caminatas por el campo. Dicen que comenzó a fumar muy joven, quizá a los doce ó trece años. Su hermano Marco Antonio recuerda que a Miguel le gustaban los "Liberty". y los "Lucky Strike". Cuenta que en una ocasión Don Edgardo les dijo que ya podía fumar; ellos se lo agradecieron pero le manifestaron que en realidad hacia tiempo habían dejado el vicio del cigarrillo (2).

Muy querido por los buenos educadores, detestado por los mediocres. Muchas fueron las oportunidades en que supo enfrentar con vehemencia y claros argumentos el actuar injusto de algunos profesores contra sus compañeros o él mismo; actitud que le acarreó dificultades, como en segundo año cuando un inspector superado en una discusión le pegó y él le respondió cuanto pudo con su fuerza física, o un injusto intento de expulsión en cuarto que la anuló con sus argumentos (3)(4).

En el transcurso de sus estudios de enseñanza media, además de sus hermanos Marco Antonio y Edgardo conoce compañeros de su propio curso, y de otros que más adelante le acompañaran en su camino político. Entre ellos Bautista van Schouwen, de su misma aula, amigo íntimo, con quién en muchos aspectos hicieron vidas paralelas en el estudio, trabajo y quehacer político y se consideraban como hermanos; Luciano Cruz, fundador y destacado dirigente del MIR; Sergio Pérez; Jara, Faúndez, Arriagada, M. Hernández; M. Ferrada; J. Gutiérrez, y, muchos otros que participaron en el MIR desde sus primeros años. En el tercer curso y cuando solo contaba con 13 años de edad tiene su bautismo inicial en la lucha callejera con ocasión de las movilizaciones populares del 2 de abril de 1957, estudiantes junto a obreros y pobladores salen a la calle en protestas contra la cesantía, la política de alzas del segundo gobierno de Carlos Ibáñez y sus medidas represivas (3)(4).

Durante la campaña presidencial de 1958, se interesa y participa con sus hermanos en algunas actividades políticos de la alternativa popular, asiste a masivas y combativas concentraciones, y comparte la frustración que produjo la estrecha derrota de Salvador Allende candidato del Frente de Acción Popular, FRAP, y el triunfo de Jorge Alessandri candidato de los patrones; le surgen allí las primeras interrogantes e intentos de respuestas iniciales para el cuestionamiento futuro a la política de los partidos de izquierda tradicional (3(4).

El 1 de enero de 1959 se produce el triunfo de la Revolución Cubana dirigida por el Movimiento 26 de julio encabezado por Fidel. Esta victoria remece y despierta a los explotados de Latinoamérica, crea una nueva situación que potencia el actuar revolucionario en sectores populares y en la juventud audaz e inquieta, que buscaba descubrir y trazar nuevos caminos para que junto a las masas oprimidas luchar por una revolución verdadera. Para Miguel y toda su generación fue un acontecimiento histórico referente e impactante, de ella siempre en su vida fue un leal amigo y nunca incondicional. El hecho y proceso que desencadenó contribuyó a un nuevo desarrollo de la discusión ideológica y teórica, así como una confrontación político práctica constante al interior de la izquierda latinoamericana, entre los sectores tradicional y el revolucionario, en este último Enríquez participó activamente (3)(4).

El amplio criterio intelectual de sus padres, la influencia de sus hermanos mayores, son factores que contribuyen en su conocimiento y estudio del marxismo desde muy temprana edad. En especial le apoya su hermano Marco Antonio quién simpatizó y trabajó desde muy joven como miembro en una organización revolucionaria de orientación trotskistas en Concepción (Grupo Marxista Revolucionario, GMR), también su hermano mayor dirigió un grupo de estudio y discusión cerrado sobre las ideas de Marx en el que participan Miguel, Bauchi, Edgardo, Ferrada, y más tarde y puntualmente Luciano y otros; la discusión y análisis consideró también escritos de Trotsky; R. Luxemburgo; Clausewitz. Después vino Lenin, Marco lo recuerda así: ", un día y sin saber donde las consiguió, Miguel muy contento, apareció con unas cajas en donde traía las obras completas del "pelao" Lenin; en forma sistemática las estudio solo y le intereso más por lo pragmático y autoritario del discurso"(3)(4)(7). También estudiaron a otros pensadores sociales y, documentos del movimiento revolucionario latinoamericano de la época. Se reunían a discutir largas horas en la noche o los fines de semana en un pequeño apartamento construido en la parte trasera del patio de su casa, lugar al que se había trasladado a vivir Miguel a mitad de la secundaria (3)(4).

Además, consideremos la decisiva y objetiva significación, que a esa fecha tenía y continuaba desarrollando la región de Concepción como centro urbano, minero, industrial, agrícola, pesquero, etc., con su consiguiente concentración obrera y asalariados; además centro cultural y universitario del sur de Chile. Le influyó la gran actividad del movimiento obrero y popular de la zona, éste referente práctico de la lucha de clases incentivó en él y sus compañeros el estudio del marxismo y el leninismo como método de análisis y de transformación de la sociedad; a lo que se agrega su que hacer practico político-solidario (2)(3)(4).

Recordemos que, en el periodo se manifiestan importantes y combativos paros político gremiales, de índole regional o nacional, como los del carbón, profesores y los empleados de la salud. La larga huelga de los obreros del carbón en 1960, fue la demostración práctica de la fuerza del movimiento obrero organizado y de sus posibilidades, su combativa marcha sobre Concepción mostró la capacidad de sacrificio y la decisión de lucha de los mineros y sus familias. Participa también con sus compañeros, junto a obreros y empleados en las movilizaciones de apoyo al paro nacional de la CUT convocado el 7 de noviembre de 1960. En lo personal, culmina el año dando termino a sus estudios de Educación Media con excelentes calificaciones y rinde enseguida la prueba que le habilitará para ingresar a la Universidad, el Bachillerato (4)(5).

ASOMO A LA MILITANCIA

Los relatos y testimonios indican que la primera vez que Miguel Enríquez participó en una actividad política abiertamente fue durante una manifestación en abril de 1957 cuando en Concepción se protestaba por la represión y el aumento de tarifas en el transporte (2).

Dicen que era impetuoso, a veces agresivo, encaraba a la gente y comentó alguna vez su hermano Edgardo que la debilidad no estaba entre sus características. Hay varia anécdotas que explican eso: como cuando olvidó su carné el día del examen de postulación a Medicina y una secretaria quiso impedirle su participación, ante lo cual Miguel fue y volvió corriendo a su casa por el documento para finalmente ser uno de los mejores postulantes; cuando un profesor quiso desaprobarlos en ginecología, molesto por la militancia de Miguel, y el joven lo encaró en base a conocimientos recientes adquiridos en un seminario en Uruguay y le enrostró al doctor no haber asistido para actualizarse; o aquella ocasión por ahí del año 1965, cuando Miguel Enríquez, a ratos hablando un buen inglés, enfrentó en una conferencia al legislador estadounidense Robert Kennedy por la política de su país hacia Cuba; se cuenta también cuando una madrugada en La Habana, llegó Fidel castro a la residencia donde estaban Miguel y Andrés Pascal, agotados por la jornada del día, y para no dormirse -porque Fidel se quedó largas horas- Miguel se quemaba la palma de la mano con su cigarro; "me hubiera quemado hasta un coco" comentó luego, "con tal de no perderme la conversación con Fidel" (3)(4).

En la Universidad de Concepción, mientras cursa sus estudios de Medicina estrecha sus lazos de amistad y coincidencia político ideológica temporal o permanente con compañeros de la carrera y otras facultades, Bauchi, Tranquilo Romero, Beatriz (Tati) Allende, J. Gutiérrez, Luciano, Edgardo Condeza, Juan Saavedra, Ariel Ulloa, y muchos otros. El año anterior había ingresado a la Federación Juvenil Socialista de la cual ya su hermano Edgardo era miembro(3)(4).

El 17 de abril de 1961 y días siguientes es uno de los organizadores y conductores de las movilizaciones solidarias de los estudiantes y sectores del pueblo de Concepción contra la invasión mercenaria y de Estados Unidos a Cuba en Playa Girón. A fines de 1961 participa junto a otros dirigiendo a los estudiantes en apoyo a la larga huelga del magisterio (3)(4).

Destaquemos que en el transcurso de toda esa década a conflictos nacionales y numerosos locales de obreros, campesinos, pobladores y empleados, entregaron los jóvenes de Concepción, entre ellos Miguel, su activa solidaridad y participación. Antes de finalizar el año escolar enfrenta en asamblea de alumnos de primer año al rector de la Universidad, David Stitchkin, rechazando la forma en que trata a sus alumnos (3)(4)(7).

En los años siguientes, además de sus estudios de Medicina, la militancia política, el estudio teórico, asiste a clases o estudia por su cuenta materias que le interesan: economía, sociología, filosofía, historia. Gran impulsor del trabajo estudiantil voluntario en poblaciones de Concepción donde además de la agitación política se organizan cursos de alfabetización y se atiende a pobladores en policlínicos de salud (3)(4).

Sin embargo, a poco andar diversos factores como la profundización de la revolución cubana, las consecuencias de la disputa chino / soviética con su proceso de crisis y división del movimiento comunista internacional, el desarrollo y experiencias de la lucha guerrillera en América Latina, sus avances en el conocimiento del marxismo-leninismo, su participación creciente en la práctica de la lucha de clases, le fueron mostrando muy pronto el auténtico carácter del Partido Socialista donde militaba. Se le hizo evidente la total disociación entre su actuar reformista cotidiano con un discurso revolucionario solo de palabra. Un hecho decisivo lo constituyó, que a finales de 1962 inicialmente el Partido Comunista chileno y luego todo el FRAP incluyendo el Partido Socialista, realizaron esfuerzos para impedir la actividad y radicalización del movimiento de masas, tras la expectativa de llegar a acuerdos con la "burguesía progresista", es decir la Democracia Cristiana. Frenando las 10 actividades de oposición al gobierno de Jorge Alessandri y especialmente en la perspectiva de las próximas elecciones presidenciales de 1964. Esa política, fue uno de los factores que facilitó el camino a la DC para transformarse en un partido burgués con amplia base popular y que eligió a Eduardo Frei Montalva presidente, dos años después. Además, originó la confusión en amplios sectores del movimiento popular; y, agudizó los procesos de crisis en la izquierda tradicional, en especial al interior de la orgánica militante socialista de composición muy heterogénea. No era novedad, en el PS había muchos "personajes y caudillos críticos" y cuyo criticismo no se extendía más allá de los eventos partidarios y el consiguiente enfrentamiento interno para elegir sus direcciones. Muchas veces esos "críticos" se silenciaban al obtener cargos directivos internos o una postulación a un cupo parlamentario. De ahí que no fuera extraño que en el PS se manifestara con más fuerza la discusión política y crisis interna (3)(4).

A mediados de los sesenta, por razones que explica el movimiento estudiantil penquista, la Universidad de Concepción y las Escuelas de Sociología, de Economía, Filosofía, Historia y Geografía, en parte, se transformaron en lugar de encuentro de una pléyade de cuadros intelectuales de Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Estados Unidos y otros países, los que renovaron profundamente el pensamiento social latinoamericano y la teoría marxista. Esta intelectualidad contribuye de manera decisiva al completamiento de la formación teórica de Miguel Enríquez y a la formación de una generación de cuadros políticos e intelectuales que acompañaron en su vida a Miguel (5).

Entre 1960 y 1962 fue parte de muchas iniciativas en solidaridad con la emergente Revolución Cubana, donde además fortaleció su amistad con Luciano cruz, quien sería un destacado dirigente del MIR. Leía mucho y con su hermano Marco Antonio se acercó a la filosofía marxista leninistas y a la historia. En su casa, a donde concurrían intelectuales y políticos, se debatía bastante sobre la situación chilena y Miguel comenzaba a fijar posiciones que más tarde se enmarcarían en la línea de "la izquierda revolucionaria". En ello influyó también sus conversaciones y asistencia a actos en zonas mapuches y populares del sur de Chile junto a jóvenes troskistas y anarquistas, entre ellos Carlos Ramos Riquelme y su hermano Marco Antonio. Junto a un grupo de compañeros fundó la agrupación Vanguardia Revolucionaria Marxista, desprendiéndose ya de su cercanía con la Juventud Socialista. En ese tiempo ya tenía a su mejor amigo: Bautista van Schouwen. A inicios y mediados de los setentas se convierte en dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción.

Un proceso de discusión, de acercamientos entre corrientes de izquierda alejadas del Partido Comunista y del Partido Socialista, de vínculos con sectores sindicales, indígenas, poblacionales y de profesionales, de la influencia de la Revolución Cubana, de efervescencia de la lucha política, la intención de darle una forma orgánica a un amplio abanico de izquierda, terminó a finales de 1964 en la idea de crear el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Esto se materializó el 15 de agosto del año siguiente en un local de anarquistas de la calle San Francisco en Santiago con la presencia de representantes de grupos marxistas, troskistas, maoístas, anarquistas, sindicales, estalinistas, de excomunistas y exsocialistas, allendistas y en general de izquierda. Entre los fundadores del MIR, junto a Miguel, estaban Clotario Blest, Ernesto Miranda, Enrique Sepúlveda, Luciano Cruz, Luis Vitale, Humberto Valenzuela y Bautista van Schowen. Era una organización que aglutinaba varias vertientes, varios sectores sociales y políticos y de varias zonas del país; no fue, como se ha repetido, originada en "un grupo de estudiantes de Concepción". Donde sí tuvieron enorme influencia esos jóvenes de Concepción fue en el rumbo que tomó el MIR; en 1967 hicieron todo un planteamiento estratégico y táctico -que sería la conocida línea del MIR a futuro- que alejó de la organización a muchos de sus fundadores y en un Congreso se eligió a Miguel Enríquez como Secretario General, quedando en la Comisión Política varios de sus más cercanos camaradas quienes se convertirían al pasar los años en "los cuadros históricos" de ese partido (3)(4).

Miguel Enríquez fue cabeza de la organización, elaboración política y desarrollo de una estrategia del mirismo. Sus cualidades políticas, humanas y de acción lo hicieron un auténtico líder. Representó la postura más radical y de avanzada en el seno de la izquierda durante el gobierno de la Unidad Popular, al frente de un partido que tuvo, a lo menos, más de 7 mil militantes activos. Desde el PC y la Unidad popular lo tacharon de "ultraizquierdista"; para la derecha y la Democracia Cristiana era un enemigo acérrimo. Mantuvo una relación cercana y respetuosa con el Presidente Salvador Allende, al punto que al inicio de su gobierno la escolta personal estaba compuesta por miristas, algo que estuvo bajo la orientación de Miguel Enríquez (2).

MIGUEL Y EL AMOR

Sus amigos afirman que Miguel Enríquez era fiestero y alegre. En una de esas fiestas o encuentros a guitarrear, Miguel miró a una joven alegre que cantaba muy bonito, que se reía mucho y que hacía comentarios incisivos. Le atrajo enormemente. Se conocieron, hablaron, se gustaron y empezó el pololeo [noviazgo]. Se trataba de Alejandra Pizarro Romero, una estudiante de sociología. La hermana de Miguel, Inés, dice que Miguel se fascinaba con la presencia de Alejandra y le encantaba su alegría. Finalmente se casarón. De ese matrimonio nació Javiera Alejandra Enríquez Pizarro, la primera hija de Miguel. Luego se separaron y ella tuvo otra pareja. Alejandra tenía problemas, pasaba por crisis muy fuertes, se deprimía. Gente que la conoció dijo que tuvo más de diez intentos de suicidio. Uno de ellos se concretó; Alejandra Pizarro se lanzó al paso de un tren y murió trágicamente. Eso, naturalmente, golpeó a Miguel duramente (2).

Miguel Enríquez a principios de los setentas, tuvo otras relaciones, si cabe, formales. Una con Manuela Gumucio, con quien tuvo un hijo: Marco Antonio. La otra y que perduró hasta el día en que Miguel murió, con Carmen Castillo, la "Catita" como él le decía. Ella combatió en la casa de Santa Fe junto a Miguel y quedó severamente herida. Tenía un embarazo de seis meses. Luego perdería ese hijo que había decidido tener con Miguel (2).

En opinión de amigos, compañeros y familiares Miguel Enríquez tenía defectos. Casi todos coinciden en dos cosas: tenía rasgos de autoritarismo y era excesivamente severo. Algunos le critican haber sido demasiado irónico en algunas polémicas o diferencias con adversarios y compañeros. Respecto a sus virtudes: que era trabajador, guaguatero, coherente y consecuente, muy apegado a la familia, buen amigo (2).

EL DIA DE LA MUERTE

"Los revolucionarios siempre han estado preparados para enfrentar la muerte, para entregar la vida por los objetivos que los guían."
Che (1)

La precaria clandestinidad de Miguel soportó poco más de un año. Había lanzado la desafiante consigna "el MIR no se asila", y quiso dar el ejemplo permaneciendo en Chile para organizar un movimiento de resistencia que concebía amplio y unitario. Explicó: "Nos quedamos en Chile para reorganizar el movimiento de masas, buscando la unidad de toda la Izquierda y de todos los sectores dispuestos a combatir a la dictadura gorila, preparando una larga guerra revolucionaria a través de la cual la dictadura será derribada, para luego conquistar el poder para los trabajadores e instaurar un gobierno de obreros y campesinos" (8)(9).

Desoyó los consejos de muchos camaradas y amigos que le pedían salir del país. Miguel era del tipo de líderes que guían con el ejemplo. No subvaloraba, sin embargo, las tareas de apoyo en el exterior. Encomendó organizarlas a dos miembros de la comisión política, su hermano Edgardo -ingeniero de 34 años, detenido en Buenos Aires en abril de 1976 y desaparecido desde Villa Grimaldi- y René Valenzuela Bejas, hoy preso en España (9).

La casa de Santa Fe

Teníamos todo listo para cambiarnos de casa el lunes siguiente hacia un lugar más seguro, cuando los agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) nos cayeron por sorpresa y mataron a Miguel.
Aunque parezca extraño, ese fue el único sobresalto doméstico que tuvimos en tantos meses de clandestinidad después del golpe, pues Miguel había descubierto que no hay mejor escondite que la vida cotidiana, de modo que llevábamos una existencia normal, consagrada al intenso trabajo político que nos había encomendado el partido (10).

Era una casa grande, con una sala, dos dormitorios, un cuarto arreglado como estudio y un pequeño patio con un cuartito al fondo donde guardábamos las armas. El barrio era muy agradable, una mezcla entre obreros especializados y burguesía media, muy simpáticos y amables y nadie hubiera podido imaginarse que Miguel era en aquel momento el hombre más buscado por la dictadura de Chile. No podían imaginárselo, precisamente porque nunca nos escondimos. Al principio, cuando llegamos, habíamos explicado a los vecinos que Miguel trabajaba en casa porque estaba enfermo de los riñones. Yo salía todos los días a la hora en que todas las amas de casa hacen las compras y entonces aprovechaba para hacer los contactos y recoger el material de información que nos llegaba de todos los niveles del partido. Durante varios meses vivieron con nosotros nuestras hijas, Javiera y Camila; y a quienes habíamos enseñado a tratarnos de un modo en que nunca supieran quiénes éramos en la realidad. Por fortuna pocos días antes de la muerte de Miguel, habíamos tomado la precaución de asilarlas en una embajada para que salieran del país (10).

Entonces yo estaba encinta de seis meses y eso fue un detalle más de naturalidad, porque no es fácil sospechar que una mujer embarazada esté haciendo un trabajo político tan intenso y arriesgado. Lo único que Miguel hizo fue afeitarse el bigote, rizarse el pelo y llevar unos lentes de vidrio naturales cuando salía a la calle. Manejaba él mismo un Fiat 124 blanco pero su licencia de conductor era falsa y figuraba con un nombre supuesto. El problema era que ambos teníamos la obligación de andar armados. En cierta ocasión de los últimos meses, cuando la persecución se había vuelto más dura, Miguel y yo nos encontramos de pronto en pleno centro de Santiago con una barrera militar que filtraba a los transeúntes. La documentación que llevábamos hubiera pasado, pero las armas no. Nos preparamos porque entonces sólo había dos caminos, o lográbamos pasar o nos abríamos paso a tiros; no había otro remedio. De pronto, por instinto, ambos tuvimos la misma reacción, le hicimos un gesto amable a los milicos, los saludamos como amigos, como sus partidarios, y así pasamos sin ser molestados a través de cinco automóviles y no sé cuántas furgonetas de pacos con ametralladoras que respondían a nuestros saludos. Cuando nos quedamos sin las niñas, el partido había resuelto que Miguel se sumergiera cada vez más, que no asumiera ninguna otra tarea de choque.

Andrés Pascal, que ahora ha reemplazado a Miguel en la secretaría general del partido, sería el encargado de las tareas de choque para que Miguel se dedicara por completo a analizar informes y redactar documentos que eran necesarios. Es decir: su tarea principal era pensar, hacer las reflexiones del partido. Estudiaba profundamente la crítica economía mundial, la historia de América Latina, la situación real de Chile en el mundo. A veces permanecía tardes enteras absorto en la lectura de la Enciclopedia Británica o gateando en el suelo sobre un enorme mapa del mundo. Mientras tanto yo recogía en la calle materiales que nos enviaban los militantes con los informes de la base. Cuando regresaba con esos papeles era el momento de mayor tensión del día, porque uno abría aquellos maletines y ahí venía la realidad plasmada en papeles, venían las discusiones políticas de fondo, el pensamiento de la base.

Es raro, pero Miguel no hablaba nunca de la muerte, a pesar de que se sabía acechado por ella. Tenía un gran amor a la vida y sabía, como médico, que la buena salud y el estado físico eran fundamentales en la lucha revolucionaria. Por eso hacía todas las mañanas una hora completa de gimnasia, me obligaba a mi a hacerlo con él, después tomábamos un desayuno abundante. Le gustaba comer bien, sabía de buenos vinos y siempre tenía un rato libre para oír música en el tocadiscos destartalado. Le gustaba la música popular de América Latina, le gustaban los tangos y algunas cosas de Wagner, aunque en realidad sólo podía oír lo que teníamos, que era muy poco.

Los amigos que entonces nos visitaban, comían con nosotros y a veces se quedaban a dormir, pero eran siempre hombres de la comisión política del partido y las conversaciones eran de trabajo político. De pronto, sin ningún anuncio, Miguel me habló una noche de la muerte, quince días antes de que lo mataran. Es curioso, porque yo misma no sabía qué pensaba. Aquella noche supe que Miguel no le temía a la muerte, pero estaba decidido a no salir a buscarla: estaba contra los sacrificios inútiles. Es bueno que esto quede muy claro: Miguel Enríquez no quería morirse como se murió a los treinta años, quería luchar para ganar, no para perder, sabía lo que quería hacer, lo que quería realizar al final y estaba convencido de que su tarea era mucho más importante después del triunfo. Tenía conciencia de ser un dirigente de izquierda con capacidad intelectual, y todos éramos conscientes de eso. Y por eso sentía que su deber era estar vivo (10).

El combate en que mataron a Miguel fue el sábado 5 de octubre de 1974. Desde hacía varias semanas sabíamos que algo había pasado, algo que no veíamos con claridad, pero que nos obligaba a cambiar de casa inmediatamente. Los golpes certeros que la dictadura estaba asestando a nuestra militancia demostraban que tenían pistas, que nos habían agarrado hilos muy seguros; tal vez que alguien había hablado. En vista de eso, yo ubiqué una casita chiquita de dos piezas, pero con una parcela que la hacía menos sospechosa, con muchos árboles frutales, con gallinas, escondida en una zona muy calmada donde hubiéramos podido vivir mucho tiempo sin ser descubiertos. Sin embargo, una serie de contratiempos imprevistos nos hicieron perder un tiempo precioso. La persona que debía comprar la casa a nombre nuestro la ubiqué yo a través de un enlace que cayó el jueves 3.

El viernes no pude encontrar nada bueno. El sábado salí otra vez y dejé a Miguel trabajando en casa con otros compañeros del partido. No encontré nada en la mañana, y de regreso me detuve en la tienda de la esquina a comprar cosas de comer. A la una, cuando entraba a la casa cargada de paquetes, encontré a Miguel con la camisa celeste, chaleco beige y los lentes que sólo usaba para salir a la calle. «Tenemos que irnos enseguida», me dijo, con calma pero con firmeza. Y me explicó que habían pasado frente a la casa, muy despacio, dos automóviles que sin duda eran de la DINA. Nuestras sospechas de que el escondite había sido descubierto empezaban a confirmarse y no podíamos perder un segundo.

Todo estaba listo para escapar, el automóvil encendido en el garaje con todas nuestras cosas dentro, salvo dos maletines de papeles que seguían en el dormitorio. En la casa estaban dos compañeros más: Humberto Sotomayor y el Coño Molina (asesinado pocos días después en las calles de Santiago por la policía). Nos dirigíamos al garaje, cuando uno de ellos se asomó por a la ventana y gritó: «Ahí vienen de nuevo». Sólo entonces nos dimos cuenta de que se nos venían encima, tanto que apenas si tuvimos tiempo de tomar nuestras armas, cuando una ráfaga de metralleta barrió el frente de la sala. Miguel, con la AK que tuvo siempre al lado de la cama, respondió al fuego desde una ventana de la sala. Los otros dos disparaban desde posiciones móviles. Yo disparaba desde el cuarto, con una metralleta Scorpio, muy chiquita. Mi formación era teórica, de modo que el propio ruido de mi arma me produjo una sorpresa muy grande, y disparaba hacia la calle sin ver a nadie, como si estuviéramos peleando contra un enemigo feroz pero invisible. De pronto, como a los diez minutos de fuego intenso, el tiroteo cesó, y Miguel me hizo una seña urgente desde la puerta para que escapáramos por el patio.

Yo agarré entonces uno de los maletines, el que tenía los documentos recibidos el día anterior y que yo estaba obligada a proteger, y en ese momento sentí una explosión y un golpe de muerte y sentí el brazo derecho desgarrado y lo vi colgando sin sentirlo moviéndose solo y bañado en sangre. Una granada lanzada desde la calle había estallado en la sala y sus esquirlas me destrozaron el brazo y me hirieron por todo el cuerpo, pero en el instante de caer al suelo yo no sentía dolor ni miedo sino la sensación nítida de que ya estaba muerta. Molina pasó junto a mí, siempre disparando hacia la puerta de la calle, y me dijo: «Te tocaron», o algo así. Traté de incorporarme, sin lograrlo y entonces vi a Miguel tirado en el suelo del pasadizo que separaba la casa del garaje, y estaba de espaldas, con la ametralladora en la mano y una mancha de sangre en los pómulos, en ambos lados, pero más en el izquierdo. Tenía los ojos vivos, me miraba todo el tiempo y respiraba con dificultad. Verlo en aquel estado fue algo tan terrible para mí que perdí el conocimiento. En aquella laguna me fue imposible saber qué sucedió con Molina y Sotomayor. Pero cuando recobré el conocimiento tuve bastante lucidez para darme cuenta de inmediato que las únicas personas que quedaban dentro de la casa éramos Miguel y yo. No conseguía levantarme, pero lo vi parapetado en un muro del garaje, todavía disparando hacia la calle con mucha serenidad. El último recuerdo que tengo de él, antes de perder la conciencia por segunda vez, es el de su rostro inclinado sobre mí, como en cuclillas, diciéndome algo que no pude entender. No sé cuánto tiempo había transcurrido cuando volví a despertar, pero el propio gobierno fascista ha dicho que el combate con Miguel duró casi dos horas (10).

Lo primero que me sorprendió fue el silencio absoluto de la casa vacía.

No me dolía nada y aunque no podía incorporarme tenía la rara certidumbre de que no iba a morir. Tanto, que cuando los dos primeros policías echaron abajo la puerta de la calle y entraron corriendo en la casa silenciosa sentí una mezcla de terror y de alivio y me dije: «Mierda, me van a sacar de aquí, y a lo mejor sigo viva», y entonces uno de ellos se me tiró encima y me plantó un puñetazo en la cara y me rompió un diente y me gritó: «Tú eres la Jimena, concha de tu madre, que hacías aquí metida». Pero el otro le ordenó que me dejara quieta. «Esta mujer está embarazada -le gritó- Sáquenla de aquí.» Me acuerdo que entonces me arrastraron hasta la calle, dando órdenes contradictorias de que trajeran una ambulancia, de que no, de que sí la traigan. Había una muchedumbre en los extremos de la calle, había muchos automóviles de la policía, mucho ruido de sirenas y seguían disparando hacia la casa, lo que me hizo pensar que Miguel estaba vivo y seguía resistiendo.

Cuando por fin me subieron a una ambulancia, sentía una prisa irracional de que llegaran pronto a alguna parte. Sin embargo, los dos policías que se subieron conmigo no lograban ponerse de acuerdo sobre mi destino: uno quería llevarme a la cárcel, el otro al hospital. Este último se impuso, y la visión de los médicos y las enfermeras fue para mí como un nuevo soplo de vida: mi única preocupación desde entonces fue conseguir que alguien sacara la noticia de que yo estaba viva, pues teníamos la experiencia de otros compañeros a quienes los militares los declararon muertos, mucho antes de que se les murieran en las salas de tortura. De modo que en la primera fracción de segundo en que me quedé sola con una enfermera que me estaba haciendo una transfusión de sangre, le dije rápidamente: «Avísele a mi tío Jaime Castillo», y le dí el número del teléfono. Ella lo hizo, y con esa llamada me salvó la vida.

La noticia desencadenó en el mundo entero un movimiento de solidaridad cuya presión terminó por vencer a la Junta Militar. Sin embargo, en aquellos largos días del hospital yo no sabía que tantos amigos conocidos se ocupaban de mi suerte. Al cabo de incontables horas de interrogatorios, de disputas entre los esbirros que trataban de sacarme informaciones por la fuerza y los médicos que cuidaban de mi salud; después de una operación difícil para tratar de rehabilitarme el brazo que todavía tengo inútil; después de la noticia terrible de la muerte de Miguel que me comunicaron en el hospital y la ansiedad por la suerte de su hijo que empezaba a moverse en mi vientre, después de tantas noches de soledad y horror, vino un coronel que me hizo firmar muchos papeles, me llevó al aeropuerto temblando de furia, y me subió en un avión sin decir siquiera para dónde iba. Ya en pleno vuelo me dijo alguien que veníamos para acá, para Londres (10).

6 Y 7 DE OCTUBRE

El lunes siete de octubre a las siete de la mañana se efectuó lo que se pudiera llamar el funeral de Miguel Humberto Enríquez Espinosa. El día 6 de octubre le habían entregado el cadáver a la familia. En eso fue decisiva la intervención ante los militares del entonces arzobispo de Santiago, Cardenal Raúl Silva Enríquez, a quien meses después de la asonada castrense, Miguel había dirigido una carta donde negaba que el MIR quisiera atentar contra el prelado y le exponía brevemente la posición política de su organización. También realizó importantes gestiones el obispo Fernando Arista. Una persona que cumplió una labor encomiable en esas horas fue la diputada Laura Allende Gossens, hermana del presidente Allende, dirigente del partido socialista y madre de Andrés Pascal que en ese tiempo permanecía en la clandestinidad como parte de la gerencia del MIR junto a su esposa Marie Anne y su hija Pepa (2).

La Sra. Laura comunicó la noticia a los padres de Miguel y fue la primera en llegar al departamento a acompañarlos, no descansó hasta que Miguel estuviera sepultado. Laura Allende en ese tiempo era hostigada y agredida por el ejército, la DINA y la SIFA, incluso cuando transitaba por las calles en su modesta citroneta. Fue detenida, torturada y luego expulsada del país. Años más tarde moriría en La Habana (2).

Los miembros de la junta militar, de la DINA, los derechistas, los pinochetistas, celebraron la muerte del jefe mirista. En centros de detención, ante los presos políticos, agentes de la FFAA. gritaban eufóricos: "nos cagamos al Miguel". Los detenidos se tomaron las manos, en silencio. Ese domingo algo preocupaba a los militares. La DINA e investigaciones tuvieron noticias de que un comando del MIR con varios de sus mejores mujeres y hombres estaba dispuesto a irrumpir en algún momento para "recuperar el cuerpo" de su secretario general para rendirle homenaje. La misma versión manejaba la opción de una acción armada en esas horas también como homenaje póstumo e inmediato a Enríquez asestando un golpe a los militares. Un militante del MIR consultado, explicó: " En efecto, después de la muerte de Miguel, nos reunimos algunos militantes y queríamos realizar una acción armada. Una de las ideas era rescatar el cadáver, pero la desechamos por el riesgo que implicaría para la familia. También pensamos ajusticiar al gordo Romo o a Kraffnof, pero poco a poco se impuso la realidad, nuestra capacidad operativa era insuficiente y no teníamos contacto con Andrés Pascal, para arrancarle la autorización de actuar (2).

El siguiente es el relato de Marco Antonio Enríquez, hermano mayor de Miguel, sobre el día 6 de octubre "ese día fuimos con mi cuñado Francisco Ramírez, que se portó muy valiente, al instituto médico legal. El jefe del instituto estaba histérico. Había mucha vigilancia, todo era muy tenso. Yo estaba nervioso, estábamos buscando nada más y nada menos que el cadáver de Miguel Enríquez, el secretario general del MIR. Mi cuñado identificó el cuerpo de Miguel, fue el primero de la familia en verlo; allí supimos que le habían metido al menos unos 10 balazos. Dicen que algunos fueron después de muerto. Francisco tuvo que llamar a la casa del médico que daría el certificado y lo sacó del cine para que fuera a firmar. Se demoraron entre dos a tres horas en entregarnos el cuerpo. Nos entregaron el cadáver en un ataúd. Cuando íbamos a sacar el féretro nos dimos cuenta que éramos Francisco y yo y gente del instituto, éramos pocos. Cerca había unos agentes y unos milicos. Quisieron ayudarnos a tomar el ataúd y ahí mi cuñado les gritó: "no, ustedes no, ustedes no ponen ni una mano sobre este ataúd. Ahora ese cuerpo me pertenece". Ellos se quedaron fríos. Lo cargamos apenas con ayuda del personal del instituto; partimos a la casa, nos seguían milicos armados" (2).

En la casa de los Enríquez Espinosa se juntaron familiares y amigos cercanos, una amiga insinuó que Marco Antonio se hiciera pasar por Miguel -por su parecido- para negar la muerte del secretario general del MIR. En sus memorias, Don Edgardo Enríquez, padre de Miguel, cuenta que colocaron el féretro en la sala del departamento: "levanté la tapa que cubría la cara de nuestro hijo. Raquel, Marco e Inés estaban a mi lado. Tenía el ojo izquierdo, la frente y parte de la mejilla izquierda cubiertas dispuestas diagonalmente. El resto del cuerpo lucía sereno, con un gesto irónico y de satisfacción como que hubiera muerto feliz, luchando y disparando a los esbirros de la más despreciable y sangrienta dictadura de América". Don Edgardo y Doña Raquel durmieron ese día en el piso, en unos sacos de dormir, junto al cuerpo de su hijo de 30 años. En un momento, ambos se preocuparon porque detectaron que el cuerpo de Miguel estaba desnudo, pero comprendieron que ya estaba dignamente ubicado en ese ataúd (2).

El cuerpo de Miguel salió por avenida Providencia y el corto cortejo rodeado de autos de la DINA, bordeó el río Mapocho, para desembocar en la comuna de Recoleta, hasta el Cementerio General. Sus hermanos afirman que adentro había por lo menos 40 soldados y carabineros armados de fusiles FAL, que le sacaban fotos. En un momento se acercó la administradora del cementerio y ofreció la posibilidad de que el cuerpo de Miguel fuera cremado. Los padres y sus hermanos echaron tierra con la mano en el lugar que lo sepultarían. Cuando ya se sepultaba el féretro, la madre de Miguel afirmó en voz alta: "Miguel Enríquez Espinosa, hijo mío, tú no has muerto, tú sigues vivo y seguirás viviendo para esperanza y felicidad de todos los pobres y oprimidos del mundo" (2).

Esporádicamente esa tumba fue visitada durante años y le dejaban flores al secretario general del MIR. Pasaría mucho tiempo para que el lugar se convirtiera en lugar abierto, en sitio de homenaje a Miguel Enríquez (2).

UN LEGADO

De estatura mediana, delgado, cuyas fotos más famosas lo muestran, con un gran bigote, no cayó muerto por cosas del destino. Había optado por un compromiso político decidido, renunciando a una promisoria carrera de médico; cuando dio su examen de admisión a esa carrera tenía 16 años y ocupó uno de los dos primeros lugares de entre decenas de postulantes y se tituló en 1968 ocupando la segunda antigüedad de su generación. Pudo integrarse al destacado equipo de neurocirujanos donde estaban los doctores Asenjo y Gómez. Miguel siempre quiso ser psiquiatra, pero ganó la militancia (2).

Cuando Miguel Enríquez murió, llevaba más de 17 años de militancia política; había cumplido un año en la clandestinidad luchando contra la "dictadura gorila" como lo había definido el MIR. Cumplía una tarea peligrosa y trabajosa: plantearse la organización de la resistencia popular antidictatorial (2).

El jefe del MIR, una preocupación central: La suerte de muchos dirigentes y militantes de su organización. Sufrió al conocer muchas pérdidas. Su amigo y casi su hermano, Bautista Van Shouwen, que estuvo casado con su hermana Inés, cayó en manos de la DINA; a las 40 horas ya lo habían asesinado. Supo así de la decenas de desapariciones y muertes de mujeres y hombres que eran sus compañeros. También mantuvo mucha preocupación por la suerte de su familia; su padre, Edgardo Enríquez, ministro de Educación del presidente Salvador Allende, estaba preso en el campo de concentración de la isla de Dawson, después de ser maltratado. Su hermano Marco Antonio había sufrido allanamientos, golpes y amenazas y había sido paseado por varias cárceles. Su hermana Inés era acosada y la DINA lanzaba a la calle rumores de que quería tomarla de rehén. Su hermano Edgardo, al igual que él, vivía en la clandestinidad y realizaba riesgosas tareas como miembro de la dirección del MIR junto a su compañera Grete, también integrante de la organización. Un hijo de ambos, sobrino de Miguel, murió en ese tiempo de una fulminante meningitis; fue atendido por un médico que era yerno del general Carlos Prats (2).

Durante los meses posteriores al golpe militar, llamó un par de veces a su madre para saber de ella y le envió a su hermana Inés y Marco Antonio mensajes en papel de cigarros con saludos afectuosos. Siempre quiso que ellos salieran del Chile (2).

En Chile y en el exterior era vital -política, moral y orgánicamente- saber que Miguel Enríquez Espinosa seguía al frente del MIR y se convertía en el organizador de la resistencia. Luis Corvalán, máximo líder del Partido Comunista (PC) estaba preso; Carlos Altamirano, general del Partido Socialista (PS) había salido ilegalmente del país; Bosco Parra, líder de la Izquierda Cristiana (IC), estaba asilado con otros dirigentes de la Unidad Popular. Ciertamente que esos partidos contaban con tenaces y valientes direcciones políticas que estaban al frente de los trabajos en la clandestinidad, pero la figura de Miguel se proyectaba entre la gente adentro y fuera del país. Por cierto, muchos querían que saliera de Chile y criticaban la consigna de "el MIR no se asila" (2).

Si antes era considerado jefe indiscutible del MIR y el líder de la llamada "izquierda revolucionaria chilena", con su muerte se convirtió en un héroe y símbolo de muchos militantes y muchas generaciones identificadas hasta hoy con un proyecto de transformación y de cambio en el país (2).

Edgardo Enríquez, su hermano, afirmó a los pocos días de la muerte de Miguel que él "comprendía que el riesgo de su muerte era un precio que había que estar dispuesto a pagar para lograr la reorganización del MIR y la unidad de la izquierda chilena" (2)(11).

En Chile y en el extranjero, las direcciones de los partidos de izquierda emitieron sentidos comunicados. En el PC se dijo " Miguel era un revolucionario, fiel a sus convicciones... los comunistas nos inclinamos respetuosos ante el cadáver y la memoria del compañero caído en acción heroica". La IC declaró: "la muerte del compañero Miguel Enríquez, hace perder a la resistencia chilena a uno de sus preclaros dirigentes. Su caída en un reñido combate, entrega a la revolución de Chile y de Latinoamérica, un nuevo héroe que, junto a Salvador Allende y tantos otros, alentará los esfuerzos de las juventudes y trabajadores en búsqueda de su liberación, del socialismo y de la dignidad’. En la declaración del MAPU se dijo que " la figura de Miguel Enríquez, junto a la de Salvador Allende, constituyen para el pueblo chileno ejemplos de consecuencia revolucionaria y de liberación". Para el partido radical y su juventud radical revolucionaria " la muerte en combate del compañero Miguel Enríquez, se escribe en un capitulo especial del libro doloroso de los combatientes caídos. Y no solo por el hecho de haber sido el primer dirigente de vuestro movimiento, sino fundamentalmente, por la naturaleza de su personalidad revolucionaria, sus extraordinarias condiciones de líder y de conductor revolucionario y su inestimable aporte y entrega a las luchas del pueblo chileno". En el comunicado del partido socialista se manifestó que " su desaparición constituye una pérdida irreparable para el movimiento revolucionario y antifascista de Chile" (2).

Beatriz Allende Bussi, "Tati", hija del presidente Allende, fue una gran amiga de Miguel Enríquez. Varios relatos dan cuenta de que el 11 de septiembre de 1973 Miguel le ofreció que un grupo del MIR atacara el cerco militar para que el presidente pudiera salir y refugiarse en otro lugar secreto. Allende le agradeció y le dijo que su puesto estaba en la Moneda; y le dijo a su hija Tati: "ahora es el turno de Miguel"( 12). En unas declaraciones aparecidas en 1974 en "el correo de la resistencia", Tati Allende expresó, refiriéndose al jefe del MIR, que "me escribió varias cartas desde la clandestinidad. En una de ellas, al hablarme de mi padre, y yo había sido testigo de sus discrepancias con él, pero sabia del afecto que sentía por Allende y concluía diciendo que "su figura se había agigantado por la forma en que murió" (2).

Una tarde del 21 de octubre, 16 días después del episodio del combate donde cayó Miguel, en un barrio del centro de La Habana, en el teatro "Lázaro Cárdenas" de la central de trabajadores de Cuba (CTC) -que lleva el nombre de un gran luchador sindical cubano- se reunieron cubanos y chilenos para rendirle homenaje al jefe del MIR. En la oportunidad, a nombre de la Revolución Cubana habló Armando Hart, miembro del buró político del PCC. Allí manifestó: " Miguel Enríquez no había dado de sí todo lo que era capaz de dar, si se le mide por lo que ya era, su estatura era de por si grande. Si se le mide por lo que hubiera podido llegar a ser, hay que destacar sin temor a que el sentimiento o la emoción nuble el razonamiento, que en Miguel Enríquez despuntaba un jefe de Revolución" (2).

En las semanas siguientes a la muerte de Miguel Enríquez hubo homenajes en Ciudad de México, París, La Haya, La Habana, Londres, Liverpool, Edimburgo, Ámsterdam, Glasgow, Berlín, San José, Birmingham, Francfort, Munich, Lima, Bremen, Bochum, Hannover y otras ciudades (2).

MIGUEL Y EL CHE

No renunciéis al día que os entregan
Los muertos que lucharon. Cada espiga
Nace de un grano entregado a la tierra, y como el trigo, el pueblo innumerable
Junta raíces, acumula espigas,
Y en la tormenta desencadenada
Sube a la claridad del universo.

Pablo Neruda (13)

Enríquez fue un hombre de pensamiento y acción fecundos, cuya obra e influencia se arraigaron en el corazón de los olvidados, pobres, marginados, estudiantes e intelectuales de Chile.

Indudablemente, todo este bagaje y potencial, no tardó en desbordar su título en Medicina. Ya recibido de médico me confesó: "yo estudié Medicina porque quería ayudar, pero me di cuenta que puedo hacer más trabajando en el partido político que verdaderamente busque el bienestar del pueblo. Como médico estoy bastante restringido. Tengo cierto grado de acción, pero muy restringido" (2).

Sus convicciones básicas representaban una síntesis formidable de las mejores tradiciones de lucha de Chile y Latinoamérica que lo hermanó con otros grandes de ese momento de nuestra América: Santucho, Sendic, los Inti Peredo, Fonseca, y tantos otros que florecieron bajo el legado histórico del Doctor Ernesto 'Che' Guevara. Miguel dio continuidad a la senda del Che en Chile porque consideraba que con la conducta del Che, en su compromiso, en el Che del trabajo voluntario, en el Che de la Sierra maestra, como el del Congo y de Bolivia como en el Che compañero, padre, ministro, están los cimientos de la sociedad que es el futuro de la humanidad (8).

Cuando murió el Che sufrió intensamente, se puso enfermo. Pero, con esa voluntad que lo distinguía y caracterizaba se recuperó de inmediato y organizó actos en homenaje a tan sobresaliente luchador. Recordó en ellos su vida ejemplar de revolucionario, lo que había significado para la liberación de Cuba, cuánto habían influido sus pensamientos y doctrinas en la formación ideológica de él mismo, de Miguel, y del grupo de muchachos que habían creado el MIR. "Su muerte, dijo, priva a la liberación americana y a los oprimidos del mundo entero, de las armas más eficaces y poderosas: la preclara inteligencia, la voluntad indomable del Che. Pero, agregó, aun después de muerto, él seguirá luchando con nosotros. Su ejemplo guiará nuestras acciones revolucionarias. Su muerte misma, luchando, nos ha señalado un rumbo, nos ha dado un ejemplo, que ninguno de nosotros podrá olvidar cuando llegue el momento" (14).

Por lo tanto, hablar del legado de Miguel Enríquez y no hablar del Che en Chile no es posible, ya que Miguel representa toda una generación de jóvenes luchadores sociales conscientes de su rol ante la sociedad y ante la historia; jóvenes que militaban en las distintas fuerzas de la izquierda como Elmo Catalán, Luciano Cruz, Arnoldo Camú, y tantos otros que posteriormente continuaron ese legado (8).

El doctor Enríquez cae en combate el 5 de octubre de 1974, tal como el doctor Guevara, o el doctor Allende, combatiendo, siguiendo su ejemplo de consecuencia sin transar ni negociar. Como ellos, Miguel pagó con su vida su compromiso con los más desposeídos del campo y la ciudad, con la clase trabajadora y el pueblo chileno.

En uno de sus últimos comunicados publicados en El correo de la resistencia Nº 3-4, septiembre-octubre de 1974, Miguel dice: "La lucha será larga y difícil. Recién comienza. Hemos recibido algunos golpes, los hemos superado. Más golpes vendrán. Sabemos que en la lucha se nos puede ir la vida, pero la continuaremos hasta la victoria" (8).

DECLARACION DEL SECRETARIADO NACIONAL DEL MIR FRENTE AL ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CHE

El 8 de octubre, el comandante Ernesto Che Guevara cayó luchando en Bolivia. No era su patria, como tampoco lo había sido Cuba: la patria del Che estaba allí donde hubiera un explotado junto al cual luchar.

a del reformismo que pretendía convertir al MARXISMO-LENINISMO en una caricatura, los revolucionarios cubanos lo rescataron para las masas trabajadoras de América Latina y del mundo. Con ellos, el Marxismo-Leninismo mostró su verdadera cara: el combate implacable a los patrones y al imperialismo, la conquista del poder político, como objetivo central de lucha, la solidaridad internacional, la construcción con las masas de una sociedad más justa y más humana. Esto es lo que el Che nos dejó como herencia: una vida de revolucionario, un ejemplo de revolucionario consecuente hasta la muerte.

HOY, MÁS QUE NUNCA, EL CHE REVIVE ACRECENTADO Y MAGNIFICADO EN CADA COMBATE DE LOS PUEBLOS POR SU LIBERACIóN. Le rendimos nuestro homenaje en un momento en que los trabajadores chilenos levantan en alto las banderas que el Che supo forjar.

Los patrones se empeñan en impedir el paso a las manos del pueblo de fábricas y fundos. El imperialismo ataca ferozmente desde el exterior, intentando estrangular por el hambre al pueblo chileno, y maniobran en el plano interno, planificando con los patrones la sedición reaccionaria. Los partidos de la reacción, con la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Nacional (PN) a la cabeza, se esfuerzan por utilizar sus posiciones de poder en el aparato del Estado para, desde allí, hacer retroceder a los trabajadores.

Frente a ellos, los obreros y campesinos de Chile recuerdan las palabras del Che: " Devolver golpe por golpe, avanzar sin retroceder".

El MIR hace suyo ese sentir de las masas y une su voz a la del pueblo para decir:

¡COMANDANTE CHE GUEVARA, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

El ejemplo de Miguel Enríquez vive hoy en las luchas del pueblo y en las nuevas generaciones de revolucionarios chilenos. El proyecto histórico que él esbozó sigue vigente y se puede resumir así: sólo la lucha y la unidad del pueblo pobre y marginado de la ciudad y del campo, de todos los antagonistas y radicales, pueden asumir y realizar los cambios profundos y revolucionarios que la sociedad chilena necesita, para su desarrollo libre, justo y verdadero(8). Porque él murió para que la vida continuara, para que jamás murieran las esperanzas y los sueños emancipadores. Cayó y murió con el compromiso que conscientemente había establecido con los trabajadores, con los jóvenes, con los campesinos, con los mapuches, con los oprimidos y explotados de la tierra (15).

El aporte político e ideológico de Enríquez puede considerarse hoy sintetizado en los principios del socialismo autogestionario, la democracia realmente popular y participativa, la justicia social distributiva y la liberación nacional de América Latina (8).

Miguel creía firmemente al igual que el Che, que los procesos de cambio no debían darse aislados, sino que debían ser en conjunto con los explotados de América, única forma de lograr una economía fuerte y diversa capaz de sustentar un régimen socialista continental y latinoamericano.

Hoy la figuras del Che Guevara y de Miguel Enríquez surgen con fuerza y consistencia, como alternativa frente a la ideología dominante y van haciéndose carne especialmente en la juventud que se incorpora lentamente a la lucha social y política aportando a la gran empresa de salir victoriosos frente al neoliberalismo. El idealismo del Che y Miguel, al igual que miles de jóvenes que levantan sus banderas, es el preámbulo de lo que fueron sus cortas y agitadas vidas, segadas tempranamente; valiosas por sus méritos, entrega y coraje. Imborrables en la historia (2).

Después de hacer una revisión de los pasajes de la vida revolucionaria del Che y Miguel puedo expresar que el Mártir Chileno conforma el gr

 

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