Iñaki Errazkin es un periodista políticamente incómodo, tal vez por eso no suele ser invitado a tertulias televisivas ni radiofónicas. Fue columnista del diario Egin y periodista de investigación en la revista Ardi Beltza, ambos medios clausurados judicialmente, habiendo trabajado, además, en las revistas Punto y Hora de Euskal Herria y Kale Gorria, en el diario Cádiz Información y en Russia Today TV, prohibida en España desde hace tres años como represalia coercitiva de la Unión Europea contra Rusia. Pionero de las radios libres, de las televisiones locales y de los medios alternativos en general, ha sido fundador, editor y director del diario digital inSurGente y ha colaborado, entre otros, en los portales Rebelión y Kaos en la Red, así como en los programas La Tuerka (Público TV) y Fort Apache (HispanTV). Tiene una docena de libros publicados, entre los que se encuentran Y en eso se fue Fidel (Txalaparta, 2007), Hasta la coronilla (Txalaparta, 2008), Juan Carlos, un rey con antecedentes (Akal, 2014) y Guardia Incivil (Txalaparta, 2024), que es el motivo de esta entrevista.
Con ese historial de vinculación a medios que fueron secuestrados, cerrados o vetados, se diría que has caminado por el lado más peligroso del periodismo, del que se enfrenta al poder y destapa sus miserias, y, por si fuera poco, ahora te atreves a contarnos la historia negra de la Guardia Civil. ¿Sigue siendo peligroso escribir aquí y ahora sobre ciertos temas, disentir del discurso dominante y meterse con determinadas instituciones, como la monarquía o los cuerpos policiales?
Permíteme que transcriba literalmente lo que digo al respecto en el exordio de Guardia Incivil:
"Soy consciente de que exigir verdad, justicia y reparación es perjudicial para la integridad física de quien reclame estos derechos, pero fundamental para la salud democrática de la sociedad. Así, en este reino que nos legó la dictadura franquista, escribir sobre la Guardia Civil no es problemático si la defiendes acríticamente, pero si pones las verdades negro sobre blanco, la actividad pasa a ser de riesgo extremo, más peligrosa incluso que ejercer la especialidad veterinaria de estomatólogo de cocodrilos. Dije lo mismo en un libro que publiqué sobre los Borbones, y es que coronados y uniformados son especies más protegidas que el chorlito carambolo o la lapa majorera".
Dicho esto, lo que hasta ahora me ha salvado de la quema es lo que en Derecho se llama exceptio veritatis que, según el DRAE, es la facultad que corresponde al acusado de un delito de calumnia de probar la realidad del hecho que ha imputado a otra persona, quedando exento de responsabilidad penal. Por eso no me acusan, porque, si lo hiciesen, no me juzgarían a mí, sino al propio cuerpo de la Guardia Civil (o, en el caso de otros ensayos míos, a la monarquía), perderían el juicio con seguridad y, para colmo, solo conseguirían el efecto Streisand, difundiendo sus miserias como bien dices, y convertirían mi libro en un best seller. No les resultaría rentable.
A tu abuelo, al que dedicas el libro, lo mató la Guardia Civil en el 37, constando en su partida de defunción como causa de su muerte "la revolución marxista", ¿la memoria del Tíu Lelo es lo que te ha animado a escribir las pocas luces y muchas sombras de esta institución militar?, ¿hay, en cierto modo, una justicia poética, ya que la otra justicia, para las víctimas del franquismo, no está ni se le espera?
Dedico el libro a mi abuelo porque su honor, su enorme dignidad y su memoria lo merecen, pero no hay en Guardia Incivil ánimo de venganza familiar contra un cuerpo que, me consta, también tiene en sus filas gente decente. Lo que sí hay es la vehemente necesidad personal de divulgar el sinfín de casos de mala praxis policial (corrupción, represión, malos tratos, torturas y asesinatos incluidos) que en muchas ocasiones han sido premiados institucionalmente y nunca suficientemente castigados. Como ejemplo, te puedo contar que, como digo en el libro, el asesino de mi abuelo, el guardia civil Ignacio Gil Perdigones, murió longevo e impune en Ponferrada. Y voy a agradecerte la oportunidad que me das al entrevistarme regalándote una exclusiva: la fotografía de aquel canalla. Ese es el problema, Anxo: la impunidad.
"La Guardia Civil no nace por generación espontánea, sino que obedece a una necesidad represiva y controlable por los poderosos de turno", escribes al principio del libro. ¿Cuáles fueron los motivos por los que Narváez crea el cuerpo en 1844? ¿Crees que estos motivos han cambiado a lo largo del tiempo o han permanecido fieles a sus orígenes?
De la fundación del cuerpo de la Guardia Civil no hay un único responsable, sino varios, todos unidos en la misma causa, que no era otra que proteger en primer lugar los intereses de la nobleza y de la oligarquía, que eran prácticamente siamesas, y, después, los de la burguesía y el clero. Así, Manuel de Mazarredo y Mazarredo fue el ideólogo, y Luis González Bravo y Ramón María Narváez, ambos presidentes del Gobierno, fueron a pachas en la responsabilidad mayor, que fue su creación, pero contando con la inestimable colaboración del siempre dispuesto Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile, segundo duque de Ahumada, y de la reina Isabel de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, que firmaba lo que le echaban.
Los motivos están históricamente claros. Desde la abolición de la Inquisición, todos los intentos de crear un cuerpo policial civil estatal habían fracasado porque cada uno de ellos era un patio de Monipodio, todos estructuralmente corruptos e ingobernables. Necesitaban, pues, tener la sartén por el mango, y para ello nada mejor que crear un cuerpo que fuera a la vez "civil" y militar, que es algo parecido a la cuadratura del círculo, pero que, al estar sus miembros sujetos a la disciplina castrense, quedaban asegurados el control y la obediencia ciega. Y luego, claro, la imperiosa necesidad de todos los gobiernos de reprimir cualquier tipo de disidencia, aunque sea embrionaria. En eso, los únicos cambios habidos hasta el día de hoy han sido puramente formales.
El 3 de enero de 1874, el general Pavía, al mando de un nutrido grupo de guardias civiles y soldados, entró en el Congreso de los Diputados y disolvió las Cortes de la I República, comenzando una larga tradición golpista en el cuerpo que se repetiría dos veces, primero como tragedia, en 1936, y luego como farsa, en 1981. ¿Se podría decir que hay una línea histórica que conecta esta deriva autoritaria o me estoy equivocando?
Los golpes de Estado son puntuales y suelen obedecer a conspiraciones de los sectores más carcas de las élites, que sacan sus fieras de las jaulas cuando sienten que sus privilegios peligran seriamente. Es su manera de enfrentar cualquier amenaza que consideran extrema. Fue, es y será así, aunque, actualmente, la dependencia de la política internacional condicione mucho a la carcundia.
En el reinado de Alfonso XIII, la Guardia Civil tuvo un gran protagonismo en la represión durante la Semana Trágica de Barcelona, ¿fue este uno de esos capítulos negros de nuestra historia en la que este cuerpo adquirió especial relevancia?
En la Semana Trágica, Maura lanzó al Ejército a reprimir a quienes se negaban a morir en el Rif para defender los intereses de los amigos oligarcas de Alfonso XIII, y la Guardia Civil era y sigue siendo la parte del Ejército más especializada en represión. No creo que su actuación fuera la más relevante de su historia negra, solo una más.
En la II República, la benemérita también tuvo una buena hoja de servicios, destacando la matanza de Casas Viejas y la represión de la Revolución de Asturias, pero hubo muchos más casos en los que la Guardia Civil se mostró como el brazo represor del Estado, ¿qué episodios sangrientos en los que participó este cuerpo son los más reseñables para ti?
En el libro hago una exhaustiva relación de las atrocidades cometidas por la Guardia Civil durante la II República y cuento, además de los que citas, los trágicos episodios de Ategorrieta (Gipuzkoa), Castilblanco y Zalamea de la Serena (Badajoz), Épila (Zaragoza), Jeresa (Valencia), Arnedo (La Rioja) y Yeste (Albacete). Se emplearon a fondo en toda España.
Sin embargo, hay que contextualizar lo sucedido y entender que en los cinco años que duró la II República hubo la friolera de veinte gobiernos, y que solo se puede hablar con propiedad de gobiernos de izquierda a partir del último año, con la victoria del Frente Popular el 19 de febrero de 1936. Eso por un lado. Por otro, todo el periodo republicano fue un ejercicio constante de lucha de clases en la que todas las fuerzas políticas jugaban sus bazas, y a la derecha le interesaba mucho rejonear a la base de los partidos de izquierda. Y ahí es donde jugó un papel fundamental el amplio sector reaccionario de la Guardia Civil. De hecho, muchos de los sucesos los provocaron mandos intermedios que veían al pueblo como enemigo y creían que cometiendo tamaños crímenes ayudaban al único orden que entendían, el que habían mamado, el del palo y tentetieso.
Tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936, los guardias civiles se dividen en dos bandos: los que se mantienen fieles a la República y los que apoyan a los facciosos, ¿fue realmente representativa la parte del cuerpo que se mantuvo fiel al gobierno republicano? Y, por otra parte, ¿cuál fue el papel que jugó en la represión franquista, a la que tú dedicas tres capítulos específicos relativos a Badajoz, Canarias y el Bierzo?
Como digo en el libro, los 34.000 efectivos que tenía la Guardia Civil el 18 de julio de 1936 (un tercio del conjunto del Ejército) conocían palmo a palmo los pueblos de las Españas por tener presencia física en, al menos, todos los municipios que sobrepasasen el millar de habitantes, lo que los convirtió en determinantes en el desarrollo de los acontecimientos que se produjeron en los primeros días de la sublevación contra la legitimidad del Frente Popular, que era el objetivo real. Por eso, los rebeldes triunfaron en los territorios que contaron con su apoyo y fracasaron en los que se mantuvieron fieles al Gobierno. Me preguntas si estos últimos fueron muchos. Mi respuesta es sí, incluidos muchos mandos y jefes, pero la represión interna en el cuerpo fue brutal y la relación de fuerzas cambió rápidamente, pues muchos se dejaron llevar por el miedo y por el ambiente triunfalista de los sublevados, además de que, sobre todo en la benemérita tropa, no es que primase precisamente la ideología humanista.
Me preguntas por el papel represor de la Guardia Civil en la dictadura y ahí entramos ya en otro nivel, pues la impunidad de la que gozaba era absoluta. No había una mala comisión parlamentaria que fiscalizase sus actos y el franquismo instituido fue un excelente caldo de cultivo de las mayores vilezas. Aunque, en teoría, las dos fuerzas de orden público existentes (la Policía Armada y la Guardia Civil) eran militares y operaban en ciudades los primeros y en pueblos y carreteras los segundos, en la práctica, los guardias civiles, por su siglo entonces de tradición castrense, eran los reyes del mambo represivo, superando a los grises. Es imposible resumir su papel represor en una entrevista, pero en el libro narro muchos de sus crímenes. Solo te diré que infundían terror, ellos lo sabían perfectamente y potenciaban esa imagen.
Con la muerte del dictador, las estructuras militares, policiales y judiciales (por no hablar de las económicas) quedaron intactas, y el camino a la democracia también dejó muchas víctimas, lo que algunos autores llamaron la Transición Sangrienta, y aquí otra vez los de verde tuvieron su protagonismo, ¿no es así?
En el capítulo correspondiente, le cambio el nombre a la Transición y la denomino "Transustanciación", pues es un concepto que refleja más y mejor la realidad de lo que sucedió, ya que se pasó de una dictadura a una supuesta democracia por arte de birlibirloque, como cuando, según la doctrina católica, cualquier cura convierte un chato de vino peleón en la sangre de Jesucristo. No hubo solución de continuidad. Entre 1975 y 1982, asistimos a una exhibición institucional de gatopardismo, manteniendo en sus puestos, cuando no ascendiendo, a los responsables de palizas, torturas, asesinatos y juicios-farsa que destrozaron las vidas de mucha gente. La Guardia Civil jugó en esta etapa un papel estelar.
Donde ha destacado la Guardia Civil, en la Transición y ya en democracia, ha sido en la represión del movimiento abertzale en todas sus variantes, tal como señaló mi paisano Pepe Rei --al que siempre aprovecho para reivindicar como uno de los grandes del periodismo de investigación-- en libros como Intxaurrondo o La Red Galindo. En tu libro también le dedicas varios capítulos a esa implicación de la Guardia Civil en lo que algunos han llamado "la guerra del Norte". ¿Cómo ha sido de importante esa implicación?
Yo formé parte del equipo de investigación de Pepe tanto en Ardi Beltza como en Kale Gorria, hasta su desgraciado accidente, y siempre le estaré agradecido por lo que me enseñó. Respondiendo a tu pregunta, la Guardia Civil fue la principal herramienta de la que se sirvió el Estado, junto con el SECED (luego CESID y ahora CNI) para combatir la disidencia en general y a ETA en particular. Consideraron que la autoridad y la unidad de España estaban en peligro y fueron a por todas con armas y bagajes. Yo mismo sufrí la arbitrariedad verde y sé bien de lo que hablo. En el libro me explayo sobre el tema. Con todo, quiero resaltar aquí la iniquidad de haber destruido en la década de los ochenta a una generación de jóvenes convirtiéndolos en drogadictos, valorando políticamente que era mejor una sociedad de yonquis que de insurgentes. Decidieron que había que segar la hierba bajo los pies de sus enemigos y eso hicieron.
Una de las mayores lacras de la democracia ha sido la tortura. Las cifras son aterradoras, así como la impunidad para los que la cometieron. Antes focalizada en Euskal Herria, pero, tras el Procès, también han sido numerosas las denuncias en Cataluña, por no hablar de los migrantes, que parecen ser los que, actualmente, más sufren esta práctica. ¿Conocemos la verdadera dimensión de la tortura en la historia de la democracia española?
La tortura y la violación son crímenes que se suelen cometer a solas o en petit comité, por lo que es muy difícil calcular su dimensión cuantitativa. Afortunadamente, ha habido organizaciones, asociaciones e instituciones (las menos) que han intentado medir rigurosamente el alcance de la tortura, quedándose inevitablemente cortas sus conclusiones, pues las personas torturadas fueron muchos miles. Remito a quien esto lea al Informe sobre Víctimas de Vulneraciones de Derechos Humanos derivadas de la Violencia de Motivación Política elaborado por la Dirección de Derechos Humanos del Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social del Gobierno Vasco, presentado públicamente por su director en junio de 2008.
Para terminar, también dedicas un capítulo a los intentos de sindicalización de los guardias civiles, algo prohibido porque no olvidemos que se trata de un cuerpo militar. ¿Existe alguna esperanza de que este cuerpo se democratice o lo único que podemos esperar es su disolución?
La desmilitarización, la sindicalización y la disolución de la Guardia Civil son cuestiones de Estado porque el generalato de turno siempre se va a oponer a cualquiera de las tres, pues una lleva a la otra y saben perfectamente que no tendría sentido una Guardia Civil no militar ya que, inevitablemente, terminaría siendo absorbida por el Cuerpo Nacional de Policía y se formaría un único cuerpo de Policía Nacional. Aunque ha habido algunas tímidas propuestas parlamentarias al respecto, nunca han prosperado y no parece que sea un tema prioritario en la agenda de ningún partido.
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