Con las medidas que ha tomado contra sus críticos, la ex ministra federal del Interior de Alemania Nancy Faeser (SPD) ha causado revuelo varias veces en los últimos meses.
En tiempos de discurso hegemónico y de redes mediáticas totales, el medio de poder ya no es la palabra abierta, sino la fórmula del lenguaje controlado. El lenguaje ya no es solo un portador de pensamientos, sino que les da forma. No regula lo que se dice, sino lo que se puede pensar. El que gobierna sobre los conceptos gobierna sobre la realidad.Quien hoy domina los conceptos, domina la realidad.
Una clave de la deformación ideológica del debate político radica en la neolengua moderna, la forma manipuladora del lenguaje que George Orwell anticipó en "1984" y que hoy controla lo que se puede decir políticamente bajo nuevos auspicios. Lo que antes se consideraba un término para describir el control totalitario del lenguaje, ahora se ha convertido en el lenguaje normal e invisible de los gobernantes, “nuestros líderes”.
Esto se puede ilustrar con tres conjuntos de conceptos:
"Odio e incitación": el bloqueo semántico de la libertad de expresión
La fórmula "odio y agitación" funciona como una prohibición contra cualquier posición disidente. Su función no es descriptiva, sino exorcista: destierra al desviado, a la divergencia del espacio de lo legítimo. Lo que antes entraba dentro de la libertad de expresión ahora está patologizado y criminalizado por esta frase. Como resultado, la libertad de expresión está sufriendo una recodificación silenciosa: ya no se protegen todas las opiniones, sino solo las que se mueven en el marco de la línea oficial. El pseudopluralismo aparente enmascara una profunda exclusión del discurso desafiante
"Nuestra democracia": la reivindicación moral de la propiedad de la política
La expresión "nuestra democracia" no es un compromiso inclusivo, sino un marcador de identidad excluyente. Cualquiera que se oponga a "nuestra democracia" –ya sea criticando a las instituciones, los procesos o los actores– no es tildado de demócrata disidente, sino de fascista. El democratismo se convierte así en una ideología autoritaria, y toda la oposición política es declarada como una degeneración moral. El resultado es una profunda deslegitimación de la disputa y el debate político, en favor de un consenso moralizado que ya no tolera ninguna alternativa.
El "racismo" y la cuestión migratoria: la obligación de guardar silencio en nombre de la moral
Hoy en día, ya no se trata de abogar por la supremacía biológica, sino del cuestionamiento del statu quo en la política migratoria. El racista es ahora el que pregunta. El antirracista es el que cree. La migración se retira del debate racional y, en cambio, se entrega al espacio sagrado de la inviolabilidad, de la intangibilidad... La despolitización de un sujeto, un asunto, político través de la carga moral es una de las estrategias más efectivas del poder posmoderno el verdadero gobierno moderno tardío
La remigración: la antítesis semántica de la ideología migratoria
En este estrecho mundo del lenguaje restringido, irrumpe como un artefacto explosivo un término: la remigración. La expresión no es sólo un vocabulario técnico administrativo, sino un poderoso contraescrito al orden lingüístico posterior a la migración. Formula la posibilidad del retorno -no individualmente, sino estructuralmente- y viola así el primer dogma del presente: que la migración siempre conoce un solo viaje, de ida, nunca uno de regreso.
La remigración es, por tanto, la contraposición metapolítica explícita a la fundación de la narrativa posnacional, que algunos oponen. Antonio Gramsci habría reconocido esto como un intento de establecer positivamente un nuevo concepto de hegemonía cultural. Marca la alteridad, el otro del orden actual. Es por eso que el concepto evoca reacciones tan fuertes y violentas. No se refuta racionalmente, sino que se quema moralmente, en un ritual de fuego ideológico que tiene su origen en el miedo a que pueda llegar a ser efectivo. Su poder de acción no reside en la implementación inmediata, sino en el cuestionamiento de todo el marco semántico. Permite decir lo que ya no estaba permitido pensar y, por lo tanto, abre un agujero en la armadura del consenso moralmente intocable e inviolable. En esta interpretación, la remigración se convierte en un código estratégico para la soberanía, territorial, cultural y lingüística.
Estos ejemplos dejan claro que el lenguaje no es un medio neutral, sino un instrumento epistémico de dominación. Quienes no hablan como lo exige el discurso pierden su legitimidad como ciudadanos, como intelectuales, como seres humanos. Pero aquellos que ven y comprenden el poder del lenguaje pueden comenzar a superar su orden, a ir más allá de él, a trascenderlo
La tarea de la crítica metapolítica no es la mera protesta, sino la creación de nuevos conceptos que expongan, desenmascaren y trasciendan el viejo orden. El término "remigración" es uno de esos puntos de ruptura. Pensar así significa traer lo impensable de vuelta al espacio político, como un desafío a una forma de gobierno que cree que también puede controlar el futuro a través de conceptos
Revista Freilich