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EE.UU. :: 25/06/2025

Más fuerza que paz

Nahia Sanzo
La lucha de EEUU e Israel contra Irán, que se remonta a 1979, es política, está vinculada a garantizar la hegemonía de Washington, por medio de su proxy, en una región estratégica

El jueves, el presidente de EEUU anunció que aún era posible la diplomacia con Irán. Al contrario que en el caso de Ucrania, también los países europeos exigían a Teherán volver a la mesa de negociación, esa en la que ya estaba y que Israel hizo estallar por los aires con su bombardeo y operación de decapitación de una parte de sus estructuras militares el 13 de junio.

Para quienes el acuerdo de Minsk, que únicamente implicaba una relativa autonomía política y económica para una pequeña parte de Donbass, era la paz del vencedor, obligar a Irán a someterse a la orden de RENDICIÓN INCONDICIONAL dictada por el presidente de EEUU por medio de un post en su red social personal debía ser considerado diplomacia. Con su declaración de la semana pasada, Trump mostraba sus dudas entre actuar de forma presidencial atacando a un peligro en el extranjero o ejercer de presidente de paz capaz de pasar a la historia por haber resuelto, sin necesidad de utilizar la fuerza, un problema heredado desde los tiempos de Jimmy Carter. Poner su nombre a una guerra y optar al premio Nobel de la paz, al que el sábado por la tarde Pakistán anunció que nominaría al presidente, eran las dos opciones entre las que se debatía Trump.

El mismo líder que en el pasado ha acusado a Volodymyr Zelensky de “jugar con la tercera guerra mundial” se permitía jugar abiertamente con una guerra en una de las regiones más estratégicas del planeta. Con su actuación en Irán, el presidente de EEUU ha querido conseguir ambas. Trump ya ha puesto su firma a un enfrentamiento armado prolongado en el tiempo que ha costado la vida a una cincuentena de personas en Israel y varias centenas en Irán. Pero con una acción que entiende que es quirúrgica y un golpe que pretende ser el único, Trump se presenta como el hombre capaz de conseguir la paz, resultado del uso de la fuerza para obligar a un Estado a ceder soberanía bajo la amenaza de aún más potencia militar; y todo ello después de un ataque no provocado en el momento en el que existía una negociación en la que eran previsibles avances importantes.

El presidente de EEUU quiere ahora detener la guerra que inició su aliado israelí, sin duda con su conocimiento, sin que mediara una amenaza real. “Este es un MOMENTO HISTÓRICO PARA LOS EEUU DE AMÉRICA, ISRAEL Y EL MUNDO. IRÁN TIENE LA OBLIGACIÓN DE ACEPTAR EL FINAL DE ESTA GUERRA”, escribió Trump sobre una guerra que Irán no ha empezado ni tuvo nunca la intención de librar.

En su visión infantil y casi caricaturesca del mundo, un sonriente y orgulloso Donald Trump compareció ante los medios para sentenciar que “hemos completado nuestro exitoso ataque a las tres instalaciones nucleares de Irán, incluyendo Fordow, Natanz e Isfahán. Todos los aviones se encuentran ahora fuera del espacio aéreo iraní. Se lanzó una carga completa de bombas sobre la instalación principal, Fordow. Todos los aviones regresan sanos y salvos a casa. Felicitaciones a nuestros grandes guerreros estadounidenses. Ningún otro ejército en el mundo podría haber hecho esto. ¡AHORA ES EL MOMENTO DE LA PAZ!”.

Al igual que Volodymyr Zelensky, que en los momentos en los que se ha creído más fuerte de lo que mostraba la realidad, ha retorcido la definición de paz como eufemismo, en su caso de victoria. No hay paz en la oferta de Trump sino exigencia de sumisión, sometimiento y rendición a una agresión externa basada en las mismas mentiras y manipulaciones que llevaron a la guerra de Irak.

“Fordow is gone” -Fordow está destruido-, rezaba el exagerado mensaje de una de las muchas cuentas de seguimiento de fuentes abiertas reposteado por Trump. EEUU no tiene forma de verificar los daños que ha producido en las instalaciones subterráneas, las más protegidas de Irán, pero un mensaje de una cuenta anónima es suficiente para cantar victoria aunque, como insistían ayer fuentes iraníes, el programa nuclear es, ante todo, un conocimiento que ya ha sido transmitido y queda como bagaje del proceso de desarrollo tecnológico y científico del país.

“Tras los ataques a tres instalaciones nucleares en Irán, incluida Fordow, el OIEA puede confirmar que hasta el momento no se ha informado de ningún aumento en los niveles de radiación fuera de las instalaciones. El OIEA proporcionará evaluaciones adicionales sobre la situación en Irán a medida que haya más información disponible”, anunció el Organismo Internacional de la Energía Atómica, que puede monitorizar el programa nuclear iraní, pero no las armas nucleares de Israel, que no es firmante del Tratado de No Proliferación. Sin respuesta a la pregunta de para qué, Raffael Grossi convocó ayer para hoy una reunión de los Gobernadores del Organismo “en vistas de la situación urgente en Irán”.

El coro de eufemismos no tardó en aparecer, como tampoco lo hicieron las condenas que, como nueve días antes, se limitaron a los países del Sur Global. “No se debe permitir que Irán desarrolle un arma nuclear, ya que sería una amenaza para la seguridad internacional”, escribió Kaja Kallas apenas unas horas después de que dos países con armas nucleares bombardearan las instalaciones nucleares civiles de uno que no las tiene. “Insto a todas las partes a que den un paso atrás, regresen a la mesa de negociaciones y eviten una mayor escalada”, continuó para anunciar que “los ministros de Asuntos Exteriores de la UE discutirán la situación” en la reunión de hoy.

A juzgar por los mensajes publicados ayer, el debate va a ser mínimo, ya que todos y cada uno de los comunicados de las cancillerías de la Unión Europea contaban con los mismos elementos: ausencia total de condena al bombardeo de EEUU, condena del programa nuclear iraní y llamada a una negociación que es imposible, no por la postura iraní, sino por la actuación occidental, aspecto en el que los países europeos han de cargar con un peso importante de la culpa.

El viernes, la diplomacia iraní se reunía con la europea en una reunión a la que acudía por la obligación de un país responsable de tratar de detener una escalada bélica y posiblemente con la vaga esperanza de que la palabra de los países europeos tuviera alguna influencia en la decisión de Trump que, para entonces, ya parecía estar tomada. Aunque según ABC Israel y EEUU ensayaron hace tres años una operación similar a la realizada ayer por Washington, este tipo de actuaciones requieren de un tiempo de preparación.

Tras la reunión, el coro europeo repitió intensamente lo mismo en lo que insiste ahora: sin mención a los bombardeos israelíes ni a la amenaza gratuita de EEUU, se condenaba únicamente a la parte que hasta ese momento había negociado genuinamente pese a ser consciente de que dialogaba con la que, en 2018, decidió unilateralmente abandonar el acuerdo del que eran parte todos los actores reunidos el vienes.

“El presidente iraní Pezeshkian me llamó. Reiteré mi firme exigencia: Cécile Kohler y Jacques Paris deben ser liberados. Su detención inhumana es injusta. Espero que regresen a Francia. También expresé mi profunda preocupación por el programa nuclear iraní. Una vez más, mi postura es clara: Irán nunca debe adquirir armas nucleares, y le corresponde a Irán ofrecer plenas garantías de que sus intenciones son pacíficas. Estoy convencido de que existe un camino para poner fin a la guerra y evitar peligros aún mayores. Para lograrlo, aceleraremos las negociaciones lideradas por Francia y sus socios europeos con Irán”, escribió Emmanuel Macron en las redes sociales (en cuatro idiomas: francés, inglés, farsi y hebreo) pasado el mediodía del sábado, menos de 24 horas después de la reunión de Ginebra y alrededor de 12 antes del bombardeo estadounidense. Sus palabras suenan ahora aún más cínicas de lo que lo hicieron tras la reunión de las cancillerías, en la que las delegaciones europeas hicieron el trabajo sucio de EEUU dando a entender que la diplomacia era posible.

Pese al precedente del viernes y el recuerdo de 2018-2024, cuando los países europeos fueron incapaces de conseguir que EEUU, incluso durante la era Biden, regresara a un acuerdo cuyos términos Irán siguió cumpliendo durante un año, “más Europa” sigue siendo la receta de una parte de la diplomacia continental, cada día más alejada de la realidad. “Este es el momento de los diplomáticos y de la Unión Europea y su poder estabilizador”, sentenció el jefe de la diplomacia del Gobierno español, también sin mencionar qué puede hacer un bloque que no ha sido capaz de condenar un ataque no provocado contra un país que no suponía un peligro.

“Fui informado sobre los datos de inteligencia la semana pasada. Irán no suponía una amenaza inminente de ataque para EEUU”, escribió tras el bombardeo el senador estadounidense Chris Murphy, que añadió que “Irán no estaba cerca de construir un arma nuclear viable. Las negociaciones que Israel frustró con sus ataques tenían potencial de éxito”. Como se conocía de antemano y se ha insistido desde entonces, la propuesta que Irán pretendía llevar a la reunión que debía celebrar con EEUU bajo la mediación de Omán el 15 de junio implicaba la continuación del enriquecimiento de uranio hasta los niveles permitidos, pero no de forma individual, sino de forma conjunta con los países árabes de la región aliados de Washington.

Esa solución, un win-win para Irán y quienes consideraban el enriquecimiento de uranio por parte de la República Islámica como un peligro, fue imposible porque EEUU movió la portería y a mitad de la negociación comenzó a exigir la renuncia a todo enriquecimiento de uranio e introdujo también el programa iraní de misiles. En otras palabras, la cuestión nuclear no era sino la herramienta para exigir lo que Trump escribió en uno de sus mensajes, una rendición incondicional, no solo en la cuestión nuclear, sino en la soberanía. La lucha de EEUU e Israel contra Irán, que se remonta a 1979, es política, está vinculada a garantizar la completa hegemonía de Washington -por medio de su principal proxy- en una región estratégica como Oriente Medio.

Fue en 1992 cuando un joven Netanyahu advirtió por primera vez de que la República Islámica de Irán se encontraba a tres años de disponer de una bomba nuclear. Habían pasado cuatro años desde el final de la guerra Irak-Irán que había destrozado ambos países y en la que Israel había suministrado armas a Teherán para prolongar el conflicto y desgastar a ambas partes y EEUU lo había hecho también para financiar su guerra sucia contra el Gobierno revolucionario sandinista en Nicaragua. De nada ha servido que Irán renunciara en 2003 a todo programa armamentístico, que haya sometido su programa nuclear civil a las inspecciones del OIEA, que siga existiendo una fatwa del ayatolá Jameneí contra la construcción de armas nucleares o que Teherán firmara en 2015 un acuerdo nuclear según el cual quedaba restringido el enriquecimiento de uranio y, por supuesto, el desarrollo de armas nucleares.

Al contrario que en Kiev, donde la mención a la posibilidad de desarrollar armas nucleares ha aparecido esporádicamente como argumento contra la agresión rusa, incluso después de los bombardeos israelíes y con la amenaza del inicio de los estadounidenses, tanto las autoridades políticas como las religiosas de Irán se han reafirmado en su intención de no transcurrir por el camino de la proliferación nuclear.

“El programa nuclear iraní constituye una grave amenaza para la seguridad internacional. Jamás se le debe permitir a Irán desarrollar un arma nuclear, y EEUU ha tomado medidas para mitigar esa amenaza. La situación en Oriente Medio sigue siendo inestable y la estabilidad en la región es prioritaria. Instamos a Irán a regresar a la mesa de negociaciones y alcanzar una solución diplomática para poner fin a esta crisis”, escribió, en la misma línea, el premier británico Keir Starmer, a lo que Trita Parsi, del Quincy Institute, uno de los pocos think-tanks que no está dedicado a conseguir una guerra con Irán, respondió que “el Reino Unido no sólo respalda el ataque estadounidense, Starmer legitima plenamente lo que en realidad fue un ataque ilegal en violación del artículo 56 del Protocolo Adicional de la Convención de Ginebra. El Reino Unido continúa burlándose del derecho internacional”.

A esas acusaciones hay que añadir las de infringir el Tratado de No Proliferación. En ellas han insistido tanto Irán como Rusia, que fue el primer destino del ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán, Seyed Abbas Araghchi, que el lunes se reunió con Vladimir Putin. Evidentemente cerrada la vía del diálogo con los países europeos como mediadores con EEUU, Irán recurre a quienes le han apoyado -aunque siempre en la distancia- durante los años de la política de “máxima presión”.

“La semana pasada estábamos negociando con EEUU cuando Israel decidió hacer estallar esa diplomacia”, escribió ayer Aragchi, que se pregunta “qué conclusiones podemos sacar. Para Gran Bretaña y la Alta Representante de la Unión Europea, es Irán quien debe volver a la mesa de negociaciones. Pero, ¿cómo puede Irán regresar a algo que nunca abandonó y, mucho menos, hizo estallar?”. La coyuntura internacional en la que Irán decidió iniciar negociaciones con EEUU -en parte por no tener otra opción, pero también porque esa era la promesa con la que llegó al poder el Gobierno más moderado y aperturista de Irán en décadas- es muy diferente a la que llevó al acuerdo de 2015.

Perdida Siria, descabezada Hezbollah y con vía libre para que Israel siga masacrando después de 19 meses a la población palestina de Gaza, con aprobación para asesinar al líder político de Hamás en Teherán y permitiéndose anexionarse paso a paso Cisjordania, la posición de Irán es menos fuerte en un Oriente Medio en el que la hegemonía de EEUU es cada vez mayor y las exigencias habían aumentado acorde a esa debilidad.

En 2022, Rusia ofreció a Ucrania abandonar todos los territorios capturados desde el 24 de febrero más allá de Donbass. En 2025, Moscú ya no ofrece ninguna retirada, reflejo del nuevo equilibrio de fuerzas. De la misma manera, ya no se ofrecía a Irán una reducción en los límites de enriquecimiento de uranio, sino la renuncia completa al programa nuclear y la reducción del programa de misiles. La diferencia es que Irán había aceptado y cumplido el acuerdo de 2015, mientras que Ucrania no aceptó el que Rusia le ofreció en 2022.

Los símiles entre los dos países no acaban ahí. La ruptura del acuerdo nuclear con Irán por parte de EEUU en 2018 podría equipararse a la rusa de los acuerdos de Minsk en 2022, salvo que en ese caso ya había una guerra mediante y, al contrario que Irán, Ucrania había dejado claro que no tenía intención de implementar la hoja de ruta firmada el mismo año que el acuerdo nuclear iraní, 2015. Sin embargo, para EEUU y la Unión Europea, solo una de estas guerras, la de la OTAN contra Rusia en Ucrania, es no provocada. En la de Oriente Medio, es preciso culpar a la parte agredida, a la que hay que animar a acudir a una mesa de negociación en la que solo se le ofrece la capitulación, una postura que no ha pasado desapercibida en Moscú y que posiblemente marque la forma en la que el Kremlin vea a partir de ahora su diálogo con Occidente.

“Esto no puede continuar”, afirmó Trump, el hombre que rompió unilateralmente el acuerdo nuclear, permitió que su proxy de Oriente Medio bombardeara Irán en medio del proceso de negociación en busca de uno nuevo y ahora ha bombardeado un país sin programa de armas nucleares apenas un día después de que las autoridades persas se reunieran con la diplomacia europea en busca de un avance hacia una paz que no implicara la guerra.

“Habrá paz o habrá una tragedia para Irán, mucho más de lo que hemos atestiguado estos últimos ocho días. Recordad, quedan otros muchos objetivos. El de hoy ha sido, de lejos, el objetivo más difícil, y puede que el más letal. Pero si la paz no llega rápido, iremos a por esos otros objetivos con precisión, rapidez y habilidad”, sentenció con unas palabras que se pueden entender como una amenaza de más guerra o de asesinatos selectivos, especialmente el del líder supremo iraní Ali Jameneí, al que Trump ya había advertido hace unos días que no planeaba matar “por ahora”. La paz por medio de la fuerza siempre iba a tener más de fuerza que de paz.

El primer ministro del régimen israelí, Benjamín Netanyahu, felicita al presidente de EEUU por su «audaz decisión» de bombardear tres instalaciones nucleares en Irán y agrega: «Trump y yo solemos decir: ‘La paz se logra con la fuerza’»”, escribía ayer la agencia EFE reflejando las declaraciones del eufórico Netanyahu, que tras tres décadas alertando, desde 1992, del (inexistente) peligro del programa de armas nucleares iraní (también inexistente), ha conseguido que su aliado tome exactamente las medidas que le exigía. El uso de los aviones B2, las bombas penetradoras y el ataque de EEUU a los tres lugares esperados -Natanz, Isfahan, Fordow-, que aunque no causaron mayores daños, deja clara la utilidad de un proxy, excelente para aportar el casus belli, pero también sus limitaciones.

Como uno de los países más subvencionados por EEUU, estatus que Ucrania aspira a conseguir en el futuro y para lo que exige a sus aliados un compromiso de empleo anual del 0,25% de su PIB para la industria militar ucraniana hasta nueva orden, Israel ha atacado a diario Irán desde el 13 de junio. La operación para intentar descabezar al cuadro de mando militar iraní y asesinar a los científicos nucleares más veteranos -que hace tiempo que han transmitido el conocimiento a las siguientes generaciones- fue parcialmente efectiva, pero no lo han sido tanto los bombardeos con los que Israel pretendía evitar la respuesta iraní. Ayer, después de la gran victoria de Trump contra Irán, los misiles persas volvieron a causar daños en Tel Aviv. Israel, como Ucrania, precisa de ayuda para defenderse, en su caso de la agresión que su régimen inició.

La actuación estadounidense en Irán no podía quedarse sin un comentario ucraniano. El modelo israelí siempre ha sido el deseado por Bankova, que a lo largo de estos años ha exigido que sus aliados derribaran misiles rusos de la misma manera que respondieron ante los iraníes, en represalia por el asesinato de Haniye, invitado a la toma de posesión de Pezeshkian. “Paz por medio de la fuerza no es solo un eslogan. Es el único idioma que Rusia entiende”, escribió ayer la viceprimera ministra Yulia Svyrydenko, sin necesidad de mencionar la situación en Oriente Medio.

“El Kremlin no responde a la diplomacia. La explota, la convierte en arma, la utiliza no solo para desviar la atención de sus crímenes en curso, sino también para aprovechar la pausa para avanzar”, añadió describiendo a la perfección la forma con la que han actuado en Gaza y en Irán Israel y EEUU. “Rusia”, continuó, “no respeta el compromiso y considera la buena voluntad como debilidad. La paz verdadera, la que perdura, debe imponerse. Con fuerza. Y con determinación”, sentenciaba en lo que puede leerse como una sutil invitación a bombardear Rusia para obligarle a la misma paz que Trump ofrece a Irán.

slavyangrad.es

 

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