A) La prolongación de la II Guerra Mundial (o III Guerra Mundial) camuflada como "Guerra Fría" contra el Mundo Socialista
El sistema capitalista que se había hecho mundial sufre la Gran Desconexión soviética, la cual iniciaba un ciclo de rupturas conformador de un Mundo Socialista que iría cobrando entidad y creciendo como un "Segundo Mundo" entre el "Primero" y el "Tercero" -apoyando precisamente también la independización autónoma de este último-. Quedaba, en consecuencia, aquel Sistema Mundial capitalista amputado o incompleto.
Pero en cambio conocerá, tras la II Gran Guerra, una era de cohesión interna sin precedentes bajo el nuevo hegemón mundial capitalista: EEUU. Éste asumiría la reestructuración del Sistema a escala planetaria, bajo su hégira.
El orden metabólico del capital requiere de estructuras políticas de mando, por más que muchas de sus claves de intervención, e incluso de las formas en que cobran existencia, pasen a menudo desapercibidas para las sociedades. En un capitalismo globalizado pero carente de una entidad política territorial global (algo así como un Estado mundial), buena parte de las estrategias de ese mando vienen ejercidas directa o indirectamente por la potencia dominante, un hegemón, el cual se encarga en mayor medida que ningún otro de crear o recrear, organizar y dirigir el conjunto de instituciones mundiales necesarias para la regulación global del Sistema.
Desde mediados del siglo XX ese papel le ha correspondido a EEUU. Esta formación social imperial, como veladora última del funcionamiento del capitalismo global, se ha encargado desde entonces de establecer el entramado jurídico-institucional valedor de la acumulación de capital a escala planetaria (FMI, BM, ONU, organismos internacionales diversos, el embrión de lo que sería una organización mundial del comercio -el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio-, cumbres de las principales potencias, tribunales de arbitraje internacional, "cooperación al desarrollo", etc.). Su ambicioso proyecto de construcción del capitalismo global a imagen propia, pasa por un conjunto de dispositivos y medidas tendentes a garantizar la reproducción ampliada del capital a escala interna y global.
En este contexto de dominación estadounidense, el imperialismo adquiere nueva expresión. El control de recursos se puede efectuar ahora "a distancia", sin necesariamente la presencia militar directa, gracias a un complejo entramado de absoluta dominación comercial, financiera, tecnológica, militar y política a escala mundial por parte de las formaciones centrales (las metrópolis occidentales) sobre las periféricas (casi todo el resto del mundo) del Sistema Mundial capitalista tejido a sangre y fuego por las primeras a lo largo de los siglos.
Paradigma de ello son las relaciones de intercambio desigual establecidas entre unas y otras formaciones (las centrales aprovechándose del plustrabajo depositado en las mercancías de las periféricas). Igualmente, la exportación de capitales a las periferias para buscar nuevas fuentes de valorización de los mismos (esquivando así la sobreacumulación de capital en los centros). En la cúspide de todo ese complejo, el dominio sin réplica norteamericano, tanto económico como militar, dará paso a un imperialismo colectivo, no exento de rivalidades internas de las potencias centrales, dominado o controlado por EEUU[1]
Esto permitirá un desconocido tiempo de paz militar entre todas esas potencias (bajo el paraguas estadounidense o "pax [norte]americana"), a pesar de la competencia económica. Es esa misma pugna la que hará aceptar a los centros sistémicos más débiles, los europeos, la "propuesta" estadounidense de su paulatina marcha hacia la dimensión regional (la futura CEE -luego UE-).
Por otra parte, por primera vez se ejerce un control internacional duradero sobre los precios de los alimentos y de las materias primas (algunas de las cuales van siendo sustituidas por otras sintéticas), facilitando la bajada de precios de los insumos en las formaciones centrales, pero también el incremento de las relaciones de intercambio desigual entre formaciones industrializadas y vendedoras de materias primas (hasta un 25% a favor de las primeras entre 1950 y 1963)[2].
EEUU debía asumir, succionándolo, el imperio británico en descomposición, y con ello también su papel en la contención del posible poder euroasiático[3], a la sazón, la URSS, que se había constituido ahora no sólo en rival geoestratégico, sino además en enemigo ideológico, albergador de un proyecto de sociedad alternativo. Con Inglaterra desarticulada como gran poder económico-militar (en favor de la reindustrialización y ascensión económica de Alemania), EEUU la incorporaría subordinadamente a su proyecto (con todo el bagaje de inteligencia, redes de espionaje y penetración reticular en las formaciones socio-estatales del Sistema Mundial que dominó), para funcionar ya como tándem o Eje Anglosajón.
Da continuidad de esta manera a las agresiones contra la URSS de 1918 ("Intervención Aliada en Rusia") y 1941 ("Operación Barbarroja", después de que ambas potencias contribuyeron a armar y fortalecer a la Alemania nazi para que exterminara el "experimento socialista"), en lo que constituyó una prolongación de la II Guerra Mundial, aunque también pueda verse como una verdadera III Guerra Mundial, la del Capitalismo contra el Socialismo (por entonces este último balbuceante, saliendo de un atraso de siglos, todavía mucho menos desarrollado).
Efectivamente, todo el esfuerzo de las formaciones centrales capitalistas ya articuladas en torno a la organización creada ex profeso para ello, la OTAN -comandada por EEUU-, irá destinado a enfrentar ese bloque "desconectado" (formaciones socio-estatales europeas que constituyeron el espacio soviético, más otras del mundo que pretendieron el gran salto de ruptura con el capitalismo, como China, Cuba, Vietnam, Corea, Laos...), lo que daría como resultado una guerra sistémica y sistemática, con marcados componentes económicos, políticos e ideológicos, que se llevó a cabo en todos los continentes y con numerosos frentes de batalla.
Sobre todo allí donde se gestaban o podrían hacerlo, nuevos procesos de desconexión socialista, especialmente ligados al ciclo de independencias formales de las antiguas colonias en África y Asia. Corea, Vietnam, Cono sur americano, Centroamérica, Cuba, Grenada, Países del Frente Antiapartheid del cono sur africano, Argelia, Cuerno de África, países árabes sostenedores de un antiimperialismo panarabista -incluso socialista-... fueron algunos de los focos calientes de esa guerra (nada "fría") sin cuartel que costó millones de vidas, con procedimientos de guerra sucia, ejércitos contrarrevolucionarios armados, paramilitares, ofensiva diplomática y chantaje del dólar, tortura y grandes matanzas de población civil.
Fue complementada con la mayor ofensiva ideológica que se haya conocido, la lanzada contra el mundo socialista y contra el socialismo en sí, mediante un trabajo cognitivo (comunicacional, académico, formativo, expresado a través de todas las artes, la música, el cine, los tebeos, etc.) de zapa, por parte de la vertiente político-cultural de la OTAN[4], como complemento del asedio a la Unión Soviética y resto de experiencias en transición al socialismo, en donde el espionaje, la infiltración de agentes y el hostigamiento diplomático fueron también acompañantes permanentes.
B) La ofensiva general contra el Tercer Mundo
La principal potencia mundial tendría que enfrentar también la amenaza de desconexión que se extendía por todo el planeta bajo el peso del ejemplo y guía soviéticos. Especialmente cuando en 1949 la formación socio-estatal más poblada del mundo, China, conseguía su revolución socialista, al tiempo que India se inclinaba por una alianza estratégica con la URSS a partir de 1955, con lo que casi un tercio de la población mundial comenzaba a establecer claves de desconexión con el Sistema Mundial capitalista.
Al nuevo hegemón del mismo, EEUU, se le encendían, con ello, todas las alarmas. Especialmente cuando bastantes de los sucesivos procesos de descolonización que se estaban dando en África, Asia y Oceanía pretendían ir más allá de una independencia formal, atraídos por las experiencias de transición al socialismo, y apoyados en la medida de sus posibilidades y con un abanico de recursos según cada circunstancia concreta (desde el ámbito meramente diplomático hasta el económico y técnico-militar) por la URSS.
De hecho, las luchas por la descolonización vendrían a formar parte de la II Guerra Mundial Prolongada (que espuriamente llamaron "Fría"), en un largo y a menudo sangriento proceso que se extendió en sus aspectos fundamentales desde finales de los años 40 hasta mediados de los años 70 del siglo XX[5]. Los movimientos por la independencia serán duramente combatidos tanto mediante guerras abiertas como con "guerras sucias", guerras económicas, bloqueos y asedios políticos, por las antiguas metrópolis y enseguida después por el nuevo hegemón mundial (que dejará claro quién se ponía al frente del liderazgo mundial y cómo se llevaría a cabo en lo sucesivo el dominio global, al hacer retroceder a Inglaterra y Francia en su invasión de Egipto tras la nacionalización del canal de Suez por Nasser, en 1956).
Todos esos esfuerzos, sin embargo, no pudieron frenar "la primera mundialización de las luchas periféricas"[6], que se expresaron a menudo en un segundo ciclo de independencias (frente a las que EEUU mantuvo diferentes actitudes en función de su determinación geoestratégica, desde los esfuerzos de cooptación hasta la guerra contrarrevolucionaria, pasando por toda clase de presiones y sanciones). Según se iban independizando nuevos países y se reestructuraba el tablero mundial de fuerzas, el recién proclamado Tercer Mundo comenzaba a adquirir peso específico.
Su eclosión como bloque-sujeto o bloque histórico que busca su lugar en ese armazón geoestratégico, se manifestaría en la Conferencia Afroasiática de Bandung (1955). El proceso tuvo como meta la construcción nacional por parte de las burguesías periféricas, procurada a través de la erección de un Estado redistribuidor a imagen, salvando las distancias, del Estado Social europeo. Esto es, un Estado más o menos popular o "populista", según los casos, capaz de invertir y redistribuir parte de la plusvalía en el desarrollo nacional y en la integración de amplias capas de población. Tal esfuerzo supuso, a la postre, un enorme salto en los ámbitos de la educación y la sanidad, la modernización-secularización del Estado y la (parcial) reducción de las desigualdades sociales.
Muchas formaciones del Tercer Mundo, acomodando a ellas los principios proteccionistas y el vuelco hacia sí mismas de las formaciones centrales, impulsaron políticas más auto-centradas, de desarrollo del aparato productivo propio, en una estrategia de sustitución de las importaciones, buscando el levantamiento del sector industrial.
Comenzaron, así, a ponerse los cimientos de la industrialización periférica, para que el hasta entonces válido contraste entre países "industrializados" y países "no industrializados" empezara a perder su significado (proceso que corroboraría después la deslocalización industrial de las formaciones centrales y su proceso de financiarización de la economía y creciente rentismo).
Este nuevo bloque periférico se articuló en el Sistema Mundial y construyó su fundamento en torno al "derecho al desarrollo", traducido en la cosmovisión del momento como "dar alcance" al Primer Mundo (empresa en la que también estaban inmersas las formaciones socio-estatales en transición al socialismo). Ello obligó a re-articular el imperialismo o la nueva forma de dominación mundial que se estaba consolidando bajo la hegemonía de EEUU
El sistema de Bandung generó también el Movimiento de los Países No Alineados (los NOAL), que incorporaría países europeos e iberoamericanos a partir de la Conferencia de Belgrado -1961- (con Tito como líder, junto a Nasser y Nehru, dirigentes respectivos de Yugoslavia, Egipto e India). Asimismo, sirvió de base para La Tricontinental, Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, promovida en La Habana en 1966 (y de la que a su vez surgiría la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina -OSPAAAL-).
Las consecuencias, la huella profunda, de lo que se ha llamado proceso o sistema de Bandung, llegarían al menos hasta los años 80, pero su rastro impregna el imaginario colectivo y los ideales del anterior mundo colonizado, hasta el presente (con miras a reproducirlo bajo nuevos parámetros, como se verá más adelante).
Adaptándose al ritmo de los acontecimientos, EEUU fuerza la descolonización y el desmantelamiento de los imperios de las formaciones centrales europeas debilitadas tras la II Gran Guerra. Al tiempo, y de la misma manera que años antes había utilizado el Plan Marshall en Europa para frenar el ascenso de las fuerzas socialistas y sentar las bases de su domino político-económico, EEUU se vio obligado a diseñar un plan, ahora global, para enfrentar tanto las vías desconectistas como las de "capitalismo a su manera" de muchas formaciones periféricas.
En ese plan tendría un papel estelar el desarrollo. Se trató de una gigantesca política de intervención de las principales potencias centrales sobre las periféricas, con la mayor o menor aquiescencia de estas últimas, en todos los planos (político, administrativo, económico, militar, social y por supuesto también cultural e incluso psicológico). La recién "inventada" cooperación al desarrollo, que iba aneja a este proceso, se erigió en la expresión depurada del neocolonialismo[7] y de la ya madura división internacional del trabajo. También fungió como mecanismo de exportación e inversión a medio plazo de capitales excedentes.
La extensión del poderío militar de EEUU por buena parte del planeta, permitió que el puño de hierro o la amenaza del mismo fuera la contrapartida al desarrollo, en las posibilidades de elección entre esas dos opciones que el nuevo hegemón mundial otorgaba a las formaciones periféricas del amputado Sistema Mundial.
Como elemento clave en la lucha contra el socialismo y el tercermundismo antiimperialista -y especialmente el panarabismo-, hay que subrayar la creación de la base militar-sionista que llamaron "Israel", y que pronto se haría nuclear (en diferentes sentidos). Teniendo en cuenta la férrea alianza construida a lo largo de los dos últimos siglos por el que se iría haciendo un Poder Sionista Mundial[8], entre el sionismo y el Eje Anglosajón, y siendo Asia occidental el lugar de convergencia entre Europa, Asia y África, es fácil de entender por qué Inglaterra se decidió por establecer allí la entidad sionista, para disponer de un enclave de contención de cualquier amenaza procedente de Asia, máxime por si las exitosas revoluciones soviética y china pudieran extenderse al llamado "Mundo Árabe".
Se trataba de implantar una base militar (sin constitución ni fronteras definidas) para el control del territorio y de sus recursos, y al tiempo como fortaleza de vigilancia y dique de posibles sublevaciones y/o amenazas contra el Imperio. Un ente militar-político, en suma, de ocupación y apartheid territorial, que poco a poco se convertiría en el bastión o atalaya adelantada del Imperio Occidental en Asia, permitiendo asimismo el control de África nororiental y, en el intersticio entre tres continentes y dos mares, de buena parte de los flujos energéticos mundiales.
Algunos hitos de la ofensiva general contra los sujetos antagónicos a la unipolaridad estadounidense (hasta los años 80 del siglo XX)
Las potencias capitalistas centrales, apiñadas en torno al liderazgo político-militar de EEUU (más decisivo a partir del mandato de Reagan), emprenden una gran ofensiva política, militar e ideológica no sólo para combatir las vías de intervención de los sujetos de clase organizados, sino también la búsqueda de caminos político-económicos autocentrados por parte de las formaciones sociales periféricas. Lo que se tradujo en un gran número de intervenciones militares. Entre las más destacadas:
América
África
Asia
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Notas
[1] Entiendo que esta conceptualización del imperialismo corporativo occidental es más correcta que las otras dos que estuvieron en liza con ella durante el siglo XX: la del ultraimperialismo (proveniente de los teóricos de la Segunda Internacional, y especialmente Kautsky, que veían en el entendimiento entre las potencias centrales para la explotación económica del mundo la superación del típico imperialismo capitalista); y la del supraimperialismo (que señala a EEUU como la potencia imperial por excelencia, sometedora de todos los restantes imperialismos, que actúan, no obstante, bajo su paraguas militar, sin aparente conflicto entre sí). La reciente moda anti-teórica de que ya no podemos hablar de imperialismo (Negri y Hardt como amplificadores de ello), o bien al contrario, de que toda formación estatal con un relativamente grande ejército o que entra en cualquier conflicto bélico es imperialista, no merece la pena de tratar aquí: forma parte de la propaganda ideológica confusionista de la OTAN, que es "comprada", desgraciadamente, por muchas organizaciones e intelectuales que se autoproclaman de izquierdas.
[2] Altvater explica el proceso desde el plano ecológico como sintropía o la energía que las potencias centrales (y fundamentalmente EEUU) importan de otros para mantener su organización y sobrevivir, al tiempo que les exportan entropía para mantener la suya propia baja (Altvater, Elmar. El precio del bienestar. Alfons El Magnànim - IVEI. Valencia. 1994). Fue este proceso, que puede traducirse más sencillamente como renta imperialista, el que permitió el desarrollo de la opción reformista en las formaciones centrales (Piqueras, Andrés. La opción reformista. Entre el despotismo y la revolución. Una explicación del capitalismo histórico a través de las luchas de clase. Barcelona. Anthropos. 2014). Lo que Chamberlain (primer ministro de Gran Bretaña en 1937) expresó cínicamente: "Democracia es igual a imperialismo más reformas sociales").
La "entropía" desatada para las formaciones periféricas, en cambio, tiene su especial incidencia en aquellas que habían llegado a un grado mayor de contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la expresión política autoritaria: el territorio de NuestraAmérica. Allí fue barrida la tímida opción socialdemócrata en algunas de sus formaciones socio-estatales. La Doctrina Truman ("contener el avance del comunismo en todo el mundo") aplicada con especial virulencia a esa región a partir de la Conferencia de Chapultepec (México), procurará una contraofensiva sistemática con intervenciones en todos los lugares donde las fuerzas populares habían adquirido alguna ventaja. La política del "Buen Socio" de Eisenhower, la "Alianza para el Progreso" de J.F. Kennedy o "Las Dictaduras de Seguridad Nacional" de Johnson, seguirían en lo fundamental con aquélla.
[3] Como el propio Kissinger reconocería en su obra Diplomacy, "la nación estadounidense, en lo político, en lo geográfico y en lo psicológico, no deja de ser una isla frente a las costas de la gran masa continental de Eurasia, cuyos recursos y población son enormemente superiores."
[4] Así ha sido bien detallado por Frances Stonor en La CIA y la Guerra Fría cultural (https://lahaine.org/eZ59). También Gabriel Rockhill, desde una mirada marxista, da cuenta en terrenos más acotados de ese proceso en diferentes textos, como por ejemplo: https://conversacionsobrehistoria.info/2022/09/02/la-cia-y-el-anticomunismo-de-la-escuela-de-frankfurt/. Ver también, recientemente, LE MARXISME OCCIDENTAL A-T-Il ÉTÉ FINANCÉ PAR LA CIA ? - avec Gabriel ROCKHILL (États-Unis)
[5] Si bien, quedaron pendientes casos flagrantes e hirientes de colonización arrastrada en las propias independencias y constitución de nuevos Estados, como son los del Sahara Occidental, Palestina, Kurdistán y Timor Oriental (este último hasta 2002).
[6] Amin, Samir (2009). La Crisis. Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis. El Viejo Topo. Barcelona.
[7] Las formaciones de la periferia capitalista comenzaron a ser designadas como subdesarrolladas a raíz del informe que la ONU realizara en 1951 (Medidas para el desarrollo económico de los países subdesarrollados), dejando las puertas abiertas para que al ser tratadas como incapaces de avanzar por sí mismas, quedaran sometidas a la intervención de las formaciones centrales (neocolonización). Ver sobre la geopolítica del desarrollo (y de la cooperación), Andrés Piqueras (coord.). Desarrollo y cooperación: un análisis crítico. Tirant Lo Blanch. València. 2008.
[8] Del dominio mercantil al control financiero, las principales familias judío-sionistas, a las que se sumarían luego algunas cristianas protestantes, fueron levantando ese Poder mundial, enmarañado en los centros de mando de las principales potencias capitalistas y muy especialmente en los de EEUU. Para una mayor explicación de ese proceso histórico tengo que remitir a Una aproximación a las claves del poder sionista mundial (www.lahaine.org/gI4A y www.lahaine.org/gI4I)