Las encuestas indican que, sumando los probables votos nulos, indecisos y blancos, podría haber entre un 20% y un 30% de electores que no elegirán a ninguno de los candidatos, hecho que invariablemente favorecerá a las candidaturas de la derecha. Ya vimos esta película en Ecuador, cuando el candidato de Pachakutik llamó a votar nulo, favoreciendo la candidatura del banquero Guillermo Lasso contra el entonces candidato progresista apoyado por Rafael Correa.
El ejemplo de lo ocurrido en el MAS boliviano, en sus luchas internas faccionales, debe servir de reflexión sobre los límites y los métodos de una disputa partidaria capaz de propiciar el retorno al poder del mayor enemigo: la extrema derecha interna y el imperialismo.
Ese aprendizaje debe formar parte del proceso educativo para el conjunto de la izquierda latinoamericana, sobre todo en un contexto de avance de la extrema derecha global y de la más reciente ofensiva imperialista de EEUU en el continente, que busca, a partir de la reelección de Trump, nuevos niveles de sumisión y recolonización de los pueblos latinoamericanos en el marco de la destructiva disputa por el liderazgo geopolítico mundial y el unilateralismo.
Habrá elecciones nacionales en Bolivia este domingo 17 de agosto, tanto en el territorio nacional como en 32 países donde los ciudadanos votarán en línea. En total, cerca de 7,5 millones de bolivianos están habilitados para votar en una de las 34 mil mesas para elegir presidente, vicepresidente, los 36 senadores (4 por región) y los 130 diputados (63 en circunscripciones uninominales y 60 proporcionalmente, según los votos obtenidos por el candidato presidencial de cada partido), además de las 7 bancas reservadas para representantes indígenas. Todos los mandatos tienen una duración de cinco años.
El panorama electoral de 2025 está marcado principalmente por dos factores: la grave crisis económica que atraviesa el país y la crisis estructural del MAS. Tras el período de inscripción y renuncias, solo quedan ocho candidatos en la disputa presidencial: seis representan a la derecha y dos provienen de sectores surgidos del Movimiento al Socialismo, partido de izquierda hegemónico en el poder durante dos décadas.
Una de las causas de la crisis del MAS tiene origen en la ausencia de una política consciente por parte de Evo Morales para promover la renovación de la dirigencia nacional. Esto derivó en una oposición fratricida contra el gobierno de Luis Arce, en la pérdida del control partidario, en afiliaciones a partidos fantasmas y en 22 días de bloqueo de las principales rutas del país por parte de decenas de miles de indígenas militantes evistas, en un intento por forzar su candidatura, ilegalmente proscrita.
Todo esto fue provocado fundamentalmente por el desgaste del gobierno de Arce y la crisis económica que a la que llevó a la nación, que lo obligaron a renunciar a la reelección. El resultado de esta disputa autodestructiva, agravada por graves acusaciones morales y maniobras de ambos lados entre Evo y Arce, más el apoyo indígena mayoritario a Evo, produjo también una división total de la dirigencia partidaria, de los movimientos sociales y de las bases de influencia del MAS.
El partido está fracturado en tres corrientes: quienes apoyan a Evo Morales (presidente entre 2006 y 2019); quienes respaldan al actual mandatario, Luis Arce; y quienes apoyan al joven Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado. Las divisiones se profundizaron cuando Morales regresó a Bolivia tras su exilio en Argentina —después del golpe de Estado de 2019— y la suspensión de su orden de arresto, en noviembre de 2020.
Poco a poco, Evo entró en confrontación abierta con el gobierno de Arce, que cada vez se orientaba más a la derecha, lo que cristalizó las divisiones en la mayoría de los movimientos sociales que lo habían respaldado durante años. Es una constatación triste de la crisis de una de las organizaciones políticas más grandes y con mayor inserción social de América Latina, que gobernó el país (salvo el breve período del golpe de 2019) de manera ininterrumpida durante 20 años, y que hoy provoca desmoralización y desánimo entre sus bases populares.
Un escenario de crisis económica
Además de este cuadro de fraccionamiento, la elección se da en el peor contexto económico desde 1985, cuando la Unidad Democrática y Popular (UDP) —primer frente progresista tras la dictadura— perdió los comicios, devolviendo el poder a la derecha neoliberal durante dos décadas.
En los primeros siete meses de 2025, Bolivia registró una inflación acumulada de 16,92%, el nivel más alto en 40 años. El boliviano perdió la mitad de su valor en el mercado paralelo este año, aunque el tipo de cambio oficial se mantiene artificialmente estable gracias a la intervención estatal. Faltan dólares y los precios de productos importados se han duplicado. Los supermercados ajustan sus precios mensualmente. La escasez de medicamentos, agravada por la falta de divisas, ha generado subas de hasta 130%.
Hasta hace pocos años, el gas aportaba miles de millones en ingresos y permitía acumular importantes reservas internacionales para financiar ingentes políticas sociales. Pero desde 2015 la producción está en declive y el contrato de venta a Argentina fue rescindido. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, entre enero y junio de este año las exportaciones de gas —principal fuente de ingresos— cayeron un 35,5%. Hoy la falta de combustible provoca colas interminables de camiones en zonas rurales y largas filas por gasolina en las ciudades.
El gobierno insiste en que la crisis es coyuntural, pero en realidad responde tanto a la caída global de precios de materias primas como a los límites de largo plazo de las políticas del MAS, que no rompieron con el modelo histórico de economía extractivista, dependiente de exportaciones primarias, con alta deuda externa y baja industrialización. Aunque si rompieron con el imperialismo, al otorgar la mayoría de licencias de explotación a empresas del BRICS.
En este escenario adverso, los ocho candidatos presidenciales incluyen solo dos de izquierda, ambos del MAS: Eduardo del Castillo, de 38 años, exministro de Gobierno (2020-2025) y candidato oficialista tras la retirada de Arce; y Andrónico Rodríguez, de 36 años, presidente del Senado y exdirigente cocalero del Chapare, hoy enfrentado con Morales y apoyado por la Alianza Popular. Rodríguez propone una «industrialización soberana» de la minería, con producción estatal de metales como litio, plata y cobre, y fabricación local de baterías y componentes para energías renovables, además de medidas de austeridad y reducción de subsidios a combustibles.
Las seis candidaturas restantes son todas de derecha, encabezadas por el multimillonario Samuel Doria Medina (Alianza Unidad) y Jorge «Tuto» Quiroga (Alianza Libertad), ambos con entre 20% y 24,5% de intención de voto. Quiroga, ex presidente interino y exfuncionario del FMI y el Banco Mundial, propone privatizaciones, eliminación de subsidios y criminalización de bloqueos. Medina, empresario de La Paz, defiende el cierre de instituciones estatales, austeridad y la estrategia de seguridad de Nayib Bukele.
Todos los candidatos de derecha apoyan el modelo extractivista prooccidental y un acuerdo con el FMI. Los de izquierda, en encuestas poco creíbles, figuran muy rezagados: Rodríguez con entre 5,5% y 8,4%, y Del Castillo con apenas 2%. El 6 de agosto, Evo Morales llamó a votar nulo. Según los promedios, el voto nulo podría llegar al 25%, y los indecisos suman entre 5% y 14%. Así, los votos no emitidos por ninguna candidatura podrían alcanzar entre el 30% y el 40%, lo que favorecería a la derecha, como ocurrió en Ecuador con Pachakutik y Guillermo Lasso.
Fin de ciclo del MAS
En este contexto de crisis económica y escándalos de corrupción que salpican al gobierno de Arce, es difícil que el panorama cambie. La división del MAS es una derrota para el movimiento popular a escala nacional e internacional. Aunque Arce intentó tardíamente convocar a Morales, Andrónico y otros referentes a una reunión en julio, el quiebre ya era irreversible. Sería un gesto simbólico que el MAS de Arce retirara su candidatura y apoyara a Andrónico, el mejor posicionado.
Frente a este panorama, la única opción positiva contra el retorno neoliberal es votar por Andrónico Rodríguez. Votar nulo hoy es un crimen político. Casi la mitad del electorado tiene menos de 35 años, una generación formada bajo el liderazgo de Morales y Arce, que hoy está decepcionada y sin perspectivas. Pero es necesario resistir y construir nuevas alternativas. El propio MAS demostró, tras derrotar el golpe fascista de Jeanine Áñez en 2019, que las bases progresistas tenían reservas para levantarse frente a un golpe racista y proimperialista. Es necesario reencontrar ese camino de lucha.
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