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Cuba :: 14/08/2025

Cuba: Aurelio Alonso. Elogio para armar

Rafael Hernández
"Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI. Subrayo que la solución a los problemas del mundo no va por otro camino que no sea el socialismo; el mundo del capital, no"

Agradezco a Casa de las Américas la invitación a decir estas palabras sobre Aurelio Alonso, en ocasión de su premio más reciente, otorgado por Clacso.*

Dada mi cercanía a la obra y la persona de Aurelio, consideré varias maneras de hacer este elogio. Como no me he decidido por una en particular, las traje todas, para que ustedes se queden con la que prefieran. O mejor, para que las combinen, usando el método literario puesto en práctica por Julio Cortázar en su famosa novela 62. Modelo para armar.

La justificación para este recurso podría ser que en esta sala hay hoy tantos lectores, socios, amigos, expertos en su obra, compañeros de viaje en su intensa bitácora intelectual y política, y en su condición humana, que podrían enriquecer y hacer girar tantos retratos de Aurelio como fuera posible, incluso más allá de este homenaje aquí y ahora.

Mi primera ocurrencia fue glosar su curriculum vitae. Pero recordé que él me dijo no hace mucho que tenía más de 50 páginas y más de 240 textos. Así que renuncié de plano a ese recurso de inteligencia artificial, que me hubiera ahorrado muchísimo trabajo.

Mi segunda variante fue ir directamente a los ensayos de su autoría que la revista Temas ha publicado, y que tengo al alcance de la mano. Cuando hicimos el corte de los primeros 10 años, descubrimos que Aurelio había sido el autor más difundido en Temas.

Según nuestro índice bibliográfico de esa primera década, obra minuciosa coordinada por Denia García Ronda, publicamos seis ensayos suyos, además de intervenciones en dos debates, que en aquella época eran cerrados al público. Repasar aquellos títulos de hace más de 20 años es revelador, porque refleja la diversidad de temas de estudio que caracterizan su obra.

"Marxismo y espacio de debate en la Revolución Cubana" (No. 3, 1995), aquí lo tengo en papel, y "Catolicismo, política y cambio en la realidad cubana actual" (No. 4, 1995, pero publicado en 1996). Entre uno y otro, estuvo a punto de esfumarse la revista, así que ese segundo podía no haber existido nunca. ¿Se acuerdan ustedes del año 1996? Por suerte, no fue así.

Más tarde publicamos "Woytila: el papa de fin de siglo" (No. 10, 1998), que salió a la luz el 20 de enero de 1998, víspera de la llegada a Cuba de Juan Pablo II. Consistía en una reseña critica pormenorizada de dos biografías suyas, una de Carl Bernstein y otra de Tad Szulc, lo más informativo y polémico que circuló en aquella coyuntura.

Los otros dos siguientes artículos suyos en Temas fueron "La institucionalidad civil y el debate sobre la legitimidad" (No. 29, 2000) y "Hegemonía y religión: el tiempo del fundamentalismo" (No. 39-40, 2004), que fueron sendas menciones en el Premio Temas de Ensayo de esos dos años.

Quiero decir que él ha sido de esos autores consagrados que han concursado en este premio nuestro, y al que agradecemos por haber aceptado una mención en vez del premio, sin que eso le causara ningún remilgo intelectual.

El ultimo artículo suyo de esa primera década en Temas fue "La espera detrás de la frontera" (16-17, 1998), una rigurosa reseña de un libro de Rafael Rojas, donde le reconoce todos sus méritos y al mismo tiempo lo analiza críticamente, como debe ser.

Además de esa cosecha, Aurelio intervino como ponente en dos debates: "Releyendo a Gramsci: hegemonía y sociedad civil" y "Cultura y desarrollo", en la época en que todavía no habíamos empezado los paneles mensuales de Último Jueves con público.

Para apreciar el contenido de su pensamiento crítico de hace más de 20 años, reproduzco algunas ideas suyas de entonces, apenas como botón de muestra.

"El debate sobre el tema del marxismo en la Revolución cubana es mucho más complejo que lo que traslucen el discurso ideológico, el sistema de enseñanza y el movimiento editorial y publicístico. Sobre todo, porque la reflexión crítica, que vuelve a abrirse paso en los últimos años, no cuenta aún con espacios ni con estímulo suficientes para calar con la hondura necesaria en el trayecto mismo de nuestra historia reciente, tan saturada de entrega y heroicidad que la apologética parecería a veces estar de más" (Marxismo y espacio de debate... 1995).

"El efecto combinado de la secuencialidad revolución-marxismo, por una parte, la complejidad política e ideológica del contexto socialista, por otra, y la necesidad de subsistir en permanente estado de sitio en tercer lugar, conforman el marco del socialismo cubano y, en consecuencia, de la incorporación del pensamiento marxista al ideario revolucionario y del trayecto recorrido en estas tres décadas y media" (Ibid.).

"El viraje de los años setenta en el ámbito del pensamiento no expresaba exactamente el paso del predominio de una posición a otra, sino el cierre de los espacios polémicos y la homologación de los patrones teóricos en una posición que existió desde siempre" (Ibid.).

"La cuestión de si el marxismo pereció con el derrumbe tiene que ser dilucidada a partir del hecho de que existen dos lecturas de la muerte: una, como extinción; la otra, como momento de recuperación" (Ibid).

Por si a alguno de ustedes estas ideas les suenan conocidas, quiero subrayar que fueron escritas apenas a cuatro años del fin de la Unión Soviética.

Lo que cito a continuación lo extraje de Catolicismo, política y cambio en la realidad cubana actual, el ensayo que pudo salir en 1996.

"En Cuba, antes de 1959, identificarse como católico era percibido positivamente, pero reconocerse santero o espiritista hacía desmerecer en la escala social de la época. De la misma manera, después de introducido el ateísmo dentro de la ideología oficial, se hizo común que muchas personas evitaran admitir que tuvieran creencias religiosas de tipo alguno"

"El mensaje pastoral de los obispos cubanos de septiembre de 1993, titulado 'El amor todo lo espera', es hoy la referencia clave para conocer la proyección de la Iglesia cubana después del colapso del sistema socialista mundial. Pero estimo que probablemente sea, además, el documento más revelador generado por el episcopado de la Isla después del triunfo de la Revolución de 1959... Vale la pena recordar que ese documento contextualiza el alcance de la doctrina social, y en general de la proyección de la Iglesia cubana, de cara al escenario del final de siglo".

"El mensaje de los obispos exhibe una rectificación tácita del rumbo del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), que se puede observar a partir de la relación entre justicia y caridad".

Con ese balance ponderado y crítico, Aurelio aporta una visión intelectual clave para mirar a la Iglesia, entenderla y juzgarla en su propia historicidad, e interrelacionarla con la política cubana que la acompaña.

Yo diría que si existiera el título de obispo laico honorario, él merecería que la Iglesia se lo reconociera, dado lo mucho que ha hecho por explicarla y contribuir a relacionarla con la sociedad y el sistema político. Y ese es un mérito excepcional, especialmente viniendo de un intelectual separado que no es parte de la feligresía.

La tercera variante de este elogio para armar se basa en las entrevistas concedidas a publicaciones cubanas y extranjeras. En esas conversaciones, nuestro homenajeado no se presenta como profeta o gurú, pero sí como anticipador de procesos que no han tenido lugar, y que considera como escenarios probables o imprescindibles.

Por ejemplo, en un interrogatorio al que lo sometió la argentina Página 12 (2010), cuando él ya coordinaba el grupo de trabajo sobre religión y sociedad en Clacso, así como la Cátedra Che Guevara de la Universidad de La Habana, dijo cosas como estas:

"Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI. Primero, subrayo que la solución a los problemas del mundo no va por otro camino que no sea el socialismo; el mundo del capital, no. No puede ser un socialismo construido sobre los patrones del siglo XX. Hay que repensarlo sobre la realidad que estamos viviendo. Volver a Marx y estudiarlo críticamente. Pero Marx no nos va a dar la respuesta a esta problemática... La nueva generación tiene la obligación de reaccionar ante los retos que la historia plantea. Tenemos que vivir el socialismo sobre una base de reinvención continua y estar dispuestos a aplicar correcciones y experimentos".

"La economía cubana tiene un problema de desestructuración muy fuerte que es la resultante de la caída del campo socialista que el desamparo y el aislamiento le generó, combinado con las reformas que al mismo tiempo generan corrección y se superponen con las anomalías. Todo aquello que pueda no ser administrado por el Estado tiene que empezar a encontrar las formas de otras estructuras".

"Creo que hay que avanzar en procesos más efectivos de cooperativización. Propiedad familiar en unos casos, cooperativas en otros. En el interior del país hay que desarrollar las vías de una propiedad comunitaria local que también sea descentralizada y permita que las ganancias se queden y contribuyan al Estado con los impuestos. Se debería generar un sistema de impuestos con espíritu socialista... ¿Hasta qué punto tiene Raúl un abanico de fórmulas? No lo sé. ¿Hasta qué punto va a tener margen y tiempo para aplicarlas? Tampoco lo sé".

Respondiendo a la pregunta "¿Por qué no es posible leer medios alternativos en la isla?", replicó:

"No estoy de acuerdo en que no haya otras voces en Cuba. Creo que no hay que tenerle miedo a la confrontación. Tener que defender las posiciones que uno tiene. Los cubanos nos enteramos a veces de lo que pasa en el país por la prensa extranjera. Pero los dirigentes no lo ven así. Es una política que yo cambiaría".

Recalco que todo esto está dicho un año antes del VI Congreso del PCC, en 2011.

Yo mismo he entrevistado a Aurelio varias veces, la última en relación con el papado de Francisco I. Y, para mí, sigue siendo el conocedor de la Iglesia católica cubana más profundo, analítico e informado. Aunque cuando fui a hacerle la entrevista más reciente me dijo que no estaba al tanto del Vaticano como solía y tuve que convencerlo para que me la concediera.

Sin embargo, puesto a recomendar una de las entrevistas suyas que he leído, me quedo con la de una académica chilena, en 2020, titulada "La nuestra fue la generación de la lealtad", que es una especie de itinerario de sus temas y reflexiones, y también de su compromiso político en un largo ciclo de vida.

Para la cuarta dimensión de mi elogio, dedicada a su rol académico y político, como profesor universitario, investigador, y a su actividad diplomática y partidista, me voy a basar exclusivamente en mis recuerdos como alumno y compañero de armas en el Departamento de Filosofía y en el Centro de Estudios sobre América.

Mi encuentro con la imagen física de Aurelio fue en el portal del edificio de K, número 507, donde radicaba el Departamento de Filosofía de la UH. Yo estaba sentado allí, esperando que me hicieran una entrevista. Era el año 1968, quizás. Como yo quería aprender filosofía, aspiraba entonces a pasar un curso intensivo como instructor del departamento y, al mismo tiempo, había empezado a estudiar Letras.

Ese día, yo estaba esperando para que me entrevistaran dos jóvenes profesores: Jorge Gómez, el actual director del grupo Moncada, y creo que Carlos Tablada. Estando allí, entró un tipo corpulento, musculoso, con cierta barriga ya, como un levantador de pesas jubilado, con unas botas rusas, de las llamadas cañeras, que se usaban con los cordones medio zafados, y con un peinado igual al de Los Beatles en su primera etapa. ¿Se acuerdan de ese corte? Monje del siglo XIV.

Me costaba trabajo ubicarlo como el autor de aquel ensayo que tantos como yo habíamos leído apasionadamente, sobre los manuales de Filosofía. ¿Podría ser el mismo? Sin embargo, a pesar de las botas cañeras, del pulóver barrigón, sus ojos tenían algo particular. Si él te miraba de frente, uno podía advertir su vista afilada. Esa fue mi primera imagen de él.

Luego me dio clases en el curso de instructores de Filosofía, adonde finalmente pude entrar. Porque en la primera entrevista no me aprobaron; me hicieron preguntas imposibles de contestar para un simple estudiante como yo. ¿Quiénes eran los dirigentes de las guerrillas colombianas, cómo se llamaban, y en qué se diferenciaban? Por supuesto que no sabía eso.

En mi segundo intento, sí logré entrar, con otros compañeros, entre ellos Alberto Faya, que está aquí hoy sentado en el auditorio. Alberto seguramente se acuerda de qué tópicos de Pensamiento Marxista e Historia de la Filosofia nos dio clases a nosotros Aurelio [Alberto dice: "Hegel"]. Exacto, sobre Hegel, ¿y qué más? ¿Te acuerdas? Sobre Mao, el maoísmo y la Revolución china. Tema rarísimo, porque de Hegel podían hablar otros, pero del maoísmo y la Revolución china en el año 69 y el 70 no era tan fácil encontrar cursos que dijeran algo, y menos que fuera interesante y profundo. Era evidente que él se sabía las obras de Mao y conocía de la Revolución china.

Pocos años después, siendo yo secretario organizador de la UJC de la Escuela de Letras y él el jefe del grupo de estudios religiosos de la Facultad de Humanidades, donde había permanecido después del cierre del Departamento de Filosofía, yo lo invité a que viniera a hablarles a los estudiantes de Letras de mi comité de base sobre la religión y la Iglesia católica.

En lugar de situarse en el podio del anfiteatro o hablar desde la mesa, se sentó entre los estudiantes en el auditorio, encaramó los pies arriba de una de las butacas y empezó a disertar sobre la Iglesia católica y la religión. Las muchachas del comité de base estaban fascinadas con aquel tipo, que aunque no se parecía a Alain Delon era absolutamente encantador.

La primera vez que publiqué un artículo de ciencias sociales en una revista internacional resultó que fuera de economía. Se titulaba "Azúcar y leche: dos indicadores del desarrollo económico cubano". Mis compañeros mexicanos de la maestría me decían que tenía un título sexy.

Yo comparaba la rentabilidad en el uso de la tierra para sembrar caña y para desarrollar un plan lechero, en Cuba. Eso se le ocurrió a mi maestro de Economía en el Colegio de México. ¿Y a quién podía yo recurrir para que me explicara la producción lechera? Pues a Aurelio Alonso, porque esas botas cañeras que él tenía cuando yo lo vi la primera vez eran porque estaba en el Cordón Lechero de La Habana, y se sabía de memoria toda la teoría y toda la práctica de la producción lechera cubana.

Los que tienen memoria de los años 70, 71, 72, 73, deben recordar lo que significaban aquellos planes lecheros en términos de la modernización socialista, sobre la cual habría que escribir libros enteros. Aurelio todo eso lo tenía claro con datos, cifras, tecnologías, etcétera, y me permitió demostrar la tesis de que era mejor producir leche que producir azúcar en una hectárea de tierra. Cosa para la cual no hay que escribir un ensayo, pero yo tuve que hacerlo en un trabajo de semestre académico, ya saben. Y al profesor le gustó tanto que lo publicaron.

Gracias a Aurelio, que siempre me ayudó, como muchas otras veces cuando recurrí a él.

Mi última ilustración de sus roles múltiples en tareas político-ideológicas se refiere a cuando cumplió el encargo, asignado directamente por Armando Hart, a la sazón el secretario organizador del Partido, de ir a Checoslovaquia en misión ante la Revista Internacional.

Quienes saben que la Revista Internacional era el órgano de los partidos comunistas del mundo, saben que mandar a Aurelio Alonso y a Hugo Azcuy era un acto de audacia, si no, quizás, de cierto humor político.

No puedo contar aquí las anécdotas descacharrantes que me hizo Hugo. Solo quiero recordar una que a mí me encantó y que sí puedo compartir en este elogio.

Hugo, cuyo candor superaba al de un personaje de Mafalda, estuvo presente en una discusión entre Aurelio y un alemán creo [Aurelio dice: "Un húngaro, el mayor experto en Lukács"], un húngaro nada menos, acerca de la obra de Gyorgy Lukács Historia y conciencia de clase.

Aurelio discutió durante más de una hora con aquel mayor experto en Lukács en la época. Aquí en Cuba, Historia y conciencia de clase no se había editado todavía, se publicó después. Cuando los dos polemistas terminaron, Hugo se le acercó asombrado y le dijo: "Aurelio, yo no sabía que tú te habías leído Historia y conciencia de clase". Aurelio lo miró y le dijo: "Yo no me la he leído, pero él tampoco".

El quinto y último plano narrativo de este elogio para armar es el ensayo que marca su entrada en la historia del pensamiento y el debate de ideas en Cuba.

Dice Graziella Pogolotti: "Las ideas eran armas de la Revolución. El marxismo se convertía en herramienta fundamental para el reconocimiento de los conflictos de la realidad desde la perspectiva de una dinámica transformadora. Los manuales intervinieron como vías de acceso a un saber requerido de una amplia difusión entre los nuevos actores de la sociedad, llamados a una preparación acelerada a partir de insuficiencias en su formación académica regular. Esa alfabetización filosófica correspondió a las escuelas del Partido, estructuradas desde los niveles básicos hasta los equivalentes a una enseñanza superior. De procedencia soviética, los manuales incurrían en inevitables simplificaciones conducentes a la formulación de recetarios que universalizaban, al margen de una visión historicista, la experiencia concreta de la URSS. De ahí el peligro de un pensar dogmático, ajeno en última instancia al carácter dialéctico de la obra de los fundadores. En Teoría y Práctica, revista publicada por las escuelas del Partido, se dio a conocer el debate, en el que participaron Leonel Soto y Humberto Pérez, por una parte, y, por la otra, Aurelio Alonso, defensor del acceso directo a los textos de Marx, Engels y Lenin" (La Jiribilla, 2007).

El texto que voy a citar a continuación, "Manual... o no manual. Diálogo necesario" es, como se sabe, una réplica a "¿Contra el 'manualismo'?, ¿contra los manuales? o ¿contra la enseñanza del marxismo-leninismo?", de Humberto Pérez y Félix de la Uz, publicado en el órgano de las escuelas del Partido, Teoría y Práctica (No. 28, 1966).

Estas son algunas de sus ideas, que me siguen impresionando hoy:

"El manual ha sido, a su vez, consecuencia y expresión de un hábito de pensamiento. No marxista, porque las reproduce religiosamente, las usa para convencer, confirmar y justificar y no para transformar... Se trata de la construcción de un sistema filosófico que pretende ser la síntesis orgánica del pensamiento de Marx, Engels y Lenin, del marxismo. Porque entiendo que esta construcción se produce acorde a una política estricta de regimentación cultural (dentro de una circunstancia social dada) que afectó notablemente al saber científico".

"Y si se olvida esto, si se olvida que no hay pensamiento divino, ajeno al devenir social, que un pensamiento es lo que históricamente hacen de él los hombres, ¿cómo explicarse que "la única filosofía consecuentemente científica" no solo no haya podido impedir por largo tiempo el desprecio a la cibernética, la genética, el método terapéutico del psicoanálisis, y otros logros de la ciencia 'occidental', sino que sirvió además de instrumento de sometimiento a la autoridad oficial?".

"¿Puede ser esta la filosofía de Marx?, ¿puede ser este modo de pensamiento -que aparece y se forma acomodado en las cumbres del poder, alejando erróneamente de su punto de mira el verdadero objetivo de lucha- el pensamiento vital de la Revolución de Octubre: la teoría de la Revolución proletaria?...".

"El uno es un pensamiento que crea, que critica, que transforma, que acepta solamente como hipótesis las tesis que no encuentra comprobadas, y que entre la autoridad del pensador y los hechos se queda con los hechos. El otro es un pensamiento que cita, que acepta, que justifica, que trata de interpretar todo presente a través del pasado, que no ve que los 'clásicos' son clásicos y que se acomoda en esta ceguera. El uno es el pensamiento marxista. El otro es un pensamiento ligero y sin vigor que es capaz todo lo más de preservar al marxismo como un cuerpo teórico muerto, jugar a que lo aplica a la realidad extrapolando las tesis originales y tratando de justificarlas, jugar a que lo transforma inventando nuevas leyes 'universales', o que en el más dramático de los casos se presta a imponer normas férreas a los actos humanos".

"Este modo de pensar no se circunscribe a los manuales, lo encontraremos en una vasta gama de literatura política; solo que los manuales (de Filosofía) se han convertido en su manifestación más precisa".

"No existe criterio de distinción entre el valor histórico y el valor trascendente de un pensamiento y de una cita. No se mide racionalmente ningún juicio. Lo dicho por el clásico es aceptado y cualquier divergencia es considerada cuestión de principio. Se utiliza la cita con frecuencia como elemento probatorio".

"Es algo así como un intento de ser fiel al marxismo comprobando 'en la práctica' las 'verdades' enunciadas. Es interesante la uniformidad frecuente de los ejemplos, y la iniciativa del autor se demuestra en cómo puede ajustar realidades no enunciadas aún a los principios generales".

"Pero nuestra ruptura crítica con esa concepción, con estos modelos, debe traducirse en el plano de la enseñanza. Es importante que se destaque la diferencia de nuestros ángulos de comprensión del problema: la etapa del uso del manual es, a nuestro entender, un momento pasado (o presto a convertirse en pasado como todo lo histórico) de la educación marxista en nuestra cultura nacional. No como una necesidad de todo comienzo ulterior".

"La afirmación de que la lectura de los clásicos es demasiado compleja para iniciarse en el estudio del marxismo y la de los manuales adecuada a ese nivel elemental resulta en sí misma falsa, por ambigua. Porque hay clásicos y clásicos. Al igual que hay manuales y manuales. Y yo pienso que un buen número de documentos encabezados por el Manifiesto comunista, constituyen una fuente más segura y seria de iniciación que cualquier manual, y más inteligible también".

"No me interesa hacer de esta réplica una polémica. Nuestros objetivos coinciden y si en estos años distintas experiencias han llevado a criterios opuestos, nada sería más saludable ahora que cruzar esas experiencias y esos criterios en un ámbito familiar, en lugar de entablar contienda en busca de victorias. Aun si este artículo es respondido, declaro, sin ningún resentimiento, que estoy en disposición de permutar la polémica por el trabajo en colaboración, el estudio y la conversación".

Sin embargo, como se sabe, ese entendimiento y esa colaboración no tuvieron lugar. Las visiones encontradas no se comunicaron entre sí.

Dice Marta Pérez-Rolo, filósofa de la calle K, como les gustaba identificarse, que "la polémica tuvo una resonancia apreciable, también en medios académicos fuera de la Isla. Contribuyó a demarcar dos posiciones en torno a la comprensión del marxismo dentro de la academia socialista cubana".

"Este debate trascendía a los propios autores que polemizaron con los argumentos puntuales, y se inscribía en una discusión mayor sobre el socialismo, con manifestaciones en Cuba y en otras latitudes".

"No se trataba de una posición llamada a imponerse como superación de otra, sino a existir en un contexto controvertido, de diversidad, que tendría que sostenerse a partir del acierto de su argumentación. Como se sabe, este escenario polémico no se propició después de 1971, cuando sobrevino la proscripción integral de la herejía (en sentido general) que el departamento había generado, y se impuso la asimilación sincrética del marxismo soviético".

Tuvieron que pasar décadas, para que los protagonistas de esta polémica se sentaran a conversar y entenderse. El fin de la URSS y el Periodo especial lo facilitaron. Pero sobre todo los debates públicos, en espacios institucionales y en las publicaciones académicas y culturales, anteriores a las redes sociales y a internet, propiciaron que los defensores de aquellas posiciones enfrentadas llegaran a dialogar y a entenderse, e incluso a compartir otras visiones acerca del socialismo y los cambios necesarios.

El futuro de ese debate en que Aurelio fue un pionero, naturalmente, depende de todos.

Pero, sobre todo, de los jóvenes. Como lo era él, a los 27 años, cuando escribió aquel ensayo luminoso.

Los invito a releerlo otra vez, con un lápiz rojo en la mano. Y verán cuánto nos sigue alumbrando ahora mismo.

Muchas gracias.

Casa de las Américas, 4 de julio, 2025.

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Nota:

* El Dr. Aurelio Alonso celebró su cumpleaños 86 este 12 de agosto. El 4 de julio, en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, se entregó el Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales Clacso 2025 al investigador cubano Aurelio Alonso, reconocido como una de las figuras más influyentes del pensamiento crítico latinoamericano desde los años sesenta y maestro de varias generaciones (fuente: clacso.org).

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