En un año, desde julio de 2024 hasta este 2025, el Partido Socialista Unido de Venezuela y sus aliados menores consolidaron una hegemonía política envidiable en cuatro elecciones: primero, la presidencial de Nicolás Maduro para un tercer mandato consecutivo, después los comicios legislativos y regionales de mayo, y para colofón, las municipales del último 27 de julio.
Así, con Maduro presidente hasta 2031, el chavismo tiene también hasta ese año el 82% de las bancas en la Asamblea Nacional, el parlamento unicameral, muy por encima de los dos tercios necesarios para legislar en soledad y aprobar leyes orgánicas.
El mapa regional también es alentador para el oficialismo: recuperó tres gobernaciones para quedar con 23 de 24. Solo Cojedes, un estado agrícola del noroeste, tiene gobernador de derecha.
Destellan los triunfos en Zulia, que hasta ahora estaba en manos del referente de la derecha Manuel Rosales, y en Barinas, la tierra natal de Hugo Chávez. Allí, la derrota del chavismo en las anteriores elecciones regionales, en 2021, se había presentado por la derecha radical y medios de comunicación cercanos como el comienzo del fin de Maduro.
Y ahora, el último fin de semana de julio, la victoria oficialista se repitió en las elecciones de alcaldías: el PSUV ganó 285 de las 335 municipalidades del país (85%). Y recuperó varias usualmente controladas por la derecha. Allí destaca la petrolera Maracaibo --en el oeste venezolano y muy cerca de Colombia-- la segunda concentración urbana del país.
Cuatro años sin elecciones
Las próximas elecciones previstas según la Constitución venezolana serán en 2029, precisamente para alcaldes y gobernadores. Antes, solo podría abrirse un proceso de referéndum revocatorio del mandato presidencial.
Es el mecanismo constitucional incorporado por el chavismo que la derecha, aprovechando esa herramienta democrática que muy pocos otros países tienen, intentó aprovechar tres veces. Una contra Hugo Chávez, en 2004, con victoria contundente para el bolivariano, y dos contra Maduro, en 2016 y 2022, que fracasaron en el proceso de recolección de firmas.
No es para nada usual un lapso de cuatro años sin elecciones en Venezuela, un país donde los mandatos se solapan: seis para el presidente, cinco para los diputados, cuatro para gobernadores y alcaldes. Recién en algún momento de 2030 deberían realizarse elecciones para presidente y para legisladores. Algo que aquí se recuerda cada vez que se presenta a Maduro en actividades oficiales, siempre transmitidas completas por el canal estatal de televisión: "presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, para el período 2025-2031". Así, sin anestesia, se marca la cancha de la hegemonía política y se sube la vara del desafío de la derecha.
La derecha, cuesta abajo
El desmadre opositor podría medirse en el reverso de los mismos números referidos más arriba: apenas un puñado de intendencias y solo una gobernación y una alcaldía capitalina, en Cojedes, que se explica enteramente en el ámbito local.
Pero la crisis es mucho más que matemática. Los últimos doce meses, con la renovación de todos los cargos electivos, dejan al desnudo una derecha que no logra ponerse de pie para presentar alternativas orgánicas. Y mucho menos, referentes ni candidatos que emocionen.
Podría leerse esto también como el final del experimento María Corina Machado, la ya veterana referente derechista, cuyo estrellato sobrevino tras el fracaso del experimento anterior: el de Juan Guaidó, el "presidente encargado" sin territorio ni instituciones que gobernar. Guaidó terminó autoexiliado en Miami, donde -se dice- se dedica a jugar al paddle y disfrutar de los millones robados.
En el último programa televisivo del ministro del Interior venezolano, Diosdado Cabello, se aseguró que Machado está preparando una aparición en EEUU, recibida, si no por Trump, al menos por el Departamento de Estado de Marco Rubio.
Fuentes oficiales indicaron a varios medios locales que Machado está escondida en un departamento de lujo dentro del inactivo edificio de la Embajada de EEUU en Caracas, cerrada desde 2019 y bajo supervisión formal de Suiza, bajo "mandato de potencia protectora".
El actual impase diplomático entre Berna y Washington por los aranceles de 39% que Trump impuso a las importaciones suizas podría tener un coletazo en Caracas y destrabar la situación de Machado (en su contra). Por lo pronto, desde los cuarteles de la derechista no se confirmó ni se negó la versión.
La presión o el acuerdo
Así, con Machado más cerca de un exilio del que, se sabe porque ya ha sucedido, ningún derechista sale potenciado, todas las miradas están puestas en EEUU. Allí aparecen dos líneas sobre Venezuela.
De un lado, Richard Grenell, enviado especial de Trump para el país caribeño y otros temas espinosos. Este exembajador, que fue también director interino de Inteligencia Nacional durante el primer mandato del magnate, se reunió con Maduro en enero de 2025.
Fue una reunión que sorprendió a todos, y dejó fuera de base a la derecha maricorinista (partidaria de María Corina Machado) y al propio entonces flamante secretario de Estado, Marco Rubio. Para el gobierno venezolano, fue la oportunidad de plantear públicamente una "agenda cero" con la nueva administración Trump.
En ese encuentro se sentaron las bases para que Venezuela recibiera a migrantes deportados. Los vuelos comenzaron pocos días después, el 10 de febrero, cuando dos aviones de la estatal Conviasa sancionados por el Departamento del Tesoro de EEUU aterrizaron en Texas, y en el lugar de ser incautados, volvieron a Venezuela con 190 migrantes (gol de Maduro).
Ahora, siete meses después, los vuelos siguen a un ritmo de al menos dos o tres por semana. Más de 5.600 migrantes regresaron por ese acuerdo. El gobierno venezolano contabiliza en total casi 9.000 repatriados, al sumar vuelos que Conviasa realiza desde México.
Del otro lado están Rubio y los halcones del republicanismo, aliados a intereses anticubanos y antivenezolanos en Miami. Es Rubio y no Grenell quien encabeza las declaraciones duras contra Maduro, a quien de nuevo tildan desde Washington de narcotraficante y jefe del inasible "Cartel de los Soles", un invento mediático asumido como real en oficinas de Washington.
Ahora se sabe, también, que fue Rubio y no Grenell el que intervino para que 252 migrantes venezolanos terminaran atrapados en una cárcel de máxima seguridad de El Salvador, para poner en práctica el acuerdo que él mismo había tejido con el presidente Nayib Bukele.
Un éxito a ocultar
Apenas comenzó el calvario de los migrantes, en marzo, se constituyó en Venezuela un vital movimiento de familiares, encabezados --claro-- por las madres de muchos de los muchachos. Con apoyo del gobierno de Maduro, instalaron rápida y eficazmente el mensaje: los migrantes no son integrantes de peligrosas mafias. Reclamaron también la inmediata repatriación.
Mientras tomaban forma las denuncias internacionales contra Bukele y voceros oficiales en Washington y San Salvador se contradecían sobre el status de los migrantes detenidos, Caracas negoció con bajo perfil y fue Grenell quien, de nuevo, intervino para lograr la libertad de los 252, a cambio de 10 presos estadounidenses en manos de Venezuela, entre los que se cuentan ex marines y hasta un asesino buscado en España por un doble crimen.
Con el regreso a casa de estos migrantes Maduro se anotó otra enorme victoria política. Mostró que tienes canales abiertos con Washington y, lo que es más importante, cumplió su promesa a las madres y familiares. Tal vez por eso, casi inmediatamente después del operativo de retorno, desde los cuarteles de Rubio volvieron a la carga con el supuesto vínculo de Maduro con el narcotráfico.
Orden secreta y repudio
Como parte de la misma ofensiva, se inscribe lo revelado por el 'New York Times', que asegura que Trump firmó en secreto una directiva que autoriza el Pentágono a usar fuerzas militares contra carteles latinoamericanos designados como organizaciones terroristas. El diario alerta sobre los dilemas legales de la medida, pero también asegura que en el Pentágono preparan operaciones.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum fue clara en su respuesta al artículo de NYT. Afirmó que EEUU no enviará militares a México y que "no habrá invasión", descartando totalmente cualquier intervención militar extranjera en territorio mexicano.
Además, negó que su gobierno tenga pruebas o información que vinculen a Maduro con el Cártel de los Soles o el Cártel de Sinaloa. "Es la primera vez que escuchamos sobre ese tema y no tenemos ninguna investigación relacionada con eso", dijo.
Otro que reaccionó fue el presidente colombiano, Gustavo Petro. "Trump ya está diciendo que manda sus aviones a bombardear y nos toca pensar qué vamos a hacer, porque entonces él va a venir a bombardear Colombia. No lo hacemos nosotros porque ya mataban los niños bajo las bombas [en las presidencias de Uribe y Conde], ¿y ahora va a venir él?", sostuvo el mandatario colombiano.
Petro también salió en defensa de Maduro frente a las acusaciones de narcotráfico. Dijo que ha "recibido apoyo de Maduro y del general Padrino para derrotar los grupos narcotraficantes en la frontera" entre Colombia y Venezuela, calificando ese respaldo como "contundente y necesario para continuar".
También expresó, como al pasar, algo que parece no quedar claro en Washington: "La soberanía nacional existe".
Es el petróleo
La compleja relación entre EEUU y Venezuela tiene otra dimensión central y es energética. Las negociaciones entre Grenell y el alto gobierno venezolano incluyeron (e incluyen) la participación de empresas estadounidenses en tareas de extracción de crudo en Venezuela.
Las idas y vueltas en los últimos meses en torno a las operaciones de la estadounidense Chevron en el Lago de Maracaibo y la Faja Petrolífera del Orinoco no escapan a la pulseada interna sobre Venezuela en la administración Trump. Mientras Rubio vendió como una victoria la salida de Chevron, Grenell negociaba con Caracas la permanencia de la petrolera, cuyas operaciones otorgan un flujo de caja vital para el Estado venezolano y un petróleo pesado también vital para las refinerías gringas del Golfo de México.
Antes del fin de la licencia, a fines de mayo, Chevron era responsable de entre 25 y 30% de las divisas provenientes de la producción petrolera venezolana y colaboraba en empresas mixtas con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Pero a partir de 24 de julio, apenas unos días después del regreso de los migrantes, y por las mismas horas de las pomposas acusaciones del Departamento de Estado contra Maduro, Chevron obtenía una nueva autorización para no abandonar definitivamente sus operaciones en Venezuela. Una derrota para Rubio y Machado, que habían vendido como un éxito la salida de Chevron en mayo.
Lo cierto es que el petróleo venezolano representó sólo en 2024 13% de las importaciones de las refinerías estadounidenses en EEUU en el Golfo de México, las más grandes del país.
Valero Energy, la mayor refinadora independiente de EEUU, destaca como la principal interesada en mantener el flujo de crudo pesado procedente de Venezuela. En el primer trimestre de 2025 adquirió 46% de todos los barriles importados desde la república bolivariana.
¿Zanahoria y garrote?
Así, está claro que las idas y vueltas en la compleja relación entre las administraciones de Maduro y Trump no son sólo una estrategia de zanahoria y garrote de EEUU, como pretende hacer ver algunos analistas. En rigor, el asunto es mucho más complejo, y tiene la cuestión petrolera en el centro.
Pero tampoco se puede perder de vista una estrategia más amplia de Washington para recuperar espacio en el "patio trasero" en batalla contra la expansión de China en la región. La estrategia de relacionar seguridad nacional con supuesta lucha contra el narcotráfico ya fue ensayada en el primer gobierno de Trump.
La posibilidad de que ahora se reinstale, pero en varios frentes simultáneos, ya encendió alarmas en Colombia y México. Y también, claro, en Venezuela. Por lo pronto, todos los componentes y los principales batallones operativos (incluida la Guardia de Honor Presidencial) reafirmaron lealtad y compromiso con Maduro y las instituciones venezolanas.
Mensajes públicos que pueden parecer pomposos. Pero a la luz de las amenazas y con una derecha política interna desmoralizada y derrotada una y otra vez -y con una pseudoizquierda latinoamericana atacando directamente a Maduro-, no puede descartarse una vuelta a planes de desestabilización directa. Por lo pronto --la realidad venezolana es así, abrumadora-- el gobierno desmanteló un plan para explotar tres kilos de C4 en un paseo público muy concurrido, en el centro de Caracas.
* Corresponsal de la cadena iraní en español Hispantv en Venezuela.
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