En el más típico estilo chino, el presidente Xi Jinping reaccionó enérgicamente, aunque sin mencionarla, ante la maniobra de Trump que impide la participación del Estado de Palestina en la Asamblea General de la ONU. Otro presidente de EEUU, Ronald Reagan, ya había hecho lo mismo, en 1988, negando la visa estadounidense al líder palestino Yasser Arafat para impedirle pronunciar un discurso ante la Asamblea General. Ante eso, la Asamblea General de la ONU se trasladó a Ginebra para escuchar el discurso donde el principal dirigente de la OLP solicitó el reconocimiento del Estado de Palestina, que acaba de proclamar su independencia.
En los dos casos el objetivo final ha sido el mismo: impedir que la Asamblea General otorgue el derecho de voto al Estado palestino, que ya es miembro de la ONU. Pero ahora, la voz de China es la de la primera potencia económica del mundo y de una superpotencia militar.
La administración Trump no permitirá que los representantes del Estado de Palestina participen en la Asamblea General de la ONU en septiembre. El secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, negó las visas que los representantes palestinos necesitan para viajar a Nueva York. EEUU viola así el acuerdo que firmó en 1947 con la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En efecto, el Artículo IV de ese acuerdo estipula que: «EEUU no impondrá ningún tipo de impedimento al tránsito desde o hacia la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York a los miembros y funcionarios de la ONU».
Al violar ese acuerdo, Trump se arroga de hecho la prerrogativa de decidir qué Estados miembros pueden participar o no en los trabajos y debates de la ONU. El Estado de Palestina, ya reconocido por 147 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas, es miembro de la ONU pero sin derecho a voto... a causa del veto de EEUU en el Consejo de Seguridad.
El comunicado oficial del Departamento de Estado afirma que la administración Trump revocó las visas de los miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y de la Autoridad Palestina «en interés de nuestra seguridad nacional» ya que «la OLP y la AP [la Autoridad Palestina] son responsables de haber comprometido las perspectivas de paz a través de sus recursos a la Corte Internacional de Justicia de la ONU para obtener el reconocimiento unilateral de un hipotético Estado palestino».
Trump anunció además la suspensión de las visas a todos los titulares de pasaportes palestinos, impidiéndoles así la entrada en EEUU para cuidados médicos, estudios o intercambios universitarios, visitas familiares y actividades comerciales.
La administración Trump anunció al mismo tiempo que está estudiando el «plan de postguerra para Gaza». Ese plan prevé el «traslado voluntario» de toda la población palestina para transformar Gaza en una lujosa «Riviera del Medio Oriente». O sea, mientras el régimen israelí continúa el genocidio contra el pueblo palestino en Gaza y Cisjordania, EEUU desmantela las bases del Estado de Palestina.
El predominio mundial que EEUU, la mayor potencia de Occidente, trata de conservar a toda costa, violando las normas más elementales del derecho internacional, suscita una oposición creciente del Sur Global. Así lo confirma la Cumbre de los Estados miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) -China, Rusia, Bielorrusia, Irán, la India, Pakistán, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán-, encuentro que contó con la participación de otros países asociados.
En esa Cumbre, realizada en China, el presidente chino Xi Jinping recordó los principios básicos de las relaciones entre las naciones:
«En primer lugar tenemos que respetar el principio de la igualdad soberana. Tenemos que apoyar que todos los países, independientemente de sus dimensiones, de su fuerza y de su riqueza, son participantes, decisores y beneficiarios iguales en la gobernanza global. Tenemos que promover una mayor democracia en las relaciones internacionales e incrementar la representación y la voz de los países en vías de desarrollo.»
La reacción de EEUU no deja lugar a dudas. En un reciente discurso, en Singapur, el secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, declaró: «Estamos dotando a los combatientes "americanos" de las capacidades más avanzadas para seguir siendo la fuerza militar más fuerte y más letal. Estamos reorientándonos hacia la disuasión de la agresión por parte de la China comunista. Debe quedar claro para todos que Pekín se prepara de manera creíble para recurrir potencialmente a la fuerza militar para alterar el equilibrio del poder en la región Indo-Pacífico. Si la disuasión fracasa, estamos listos para hacer lo que el Departamento de Defensa mejor sabe hacer: combatir y vencer, de manera decisiva.»
Ese es el contexto en el momento del desfile militar con el que Pekín celebró, el 3 de septiembre, el 80º aniversario de la Victoria de la Guerra de Resistencia que el pueblo chino tuvo que librar contra la invasión japonesa, desde 1931 y hasta 1945.
Con su resistencia, y al precio de más de 35 millones de muertos y de enormes sufrimientos, China aportó una contribución determinante a la derrota del imperialismo japonés. Pero después, desde 1945 y hasta 1949, la República Popular China tuvo que luchar contra el Kuomintang de Chiang Kai-shek, financiado y armado por EEUU, ya que a raíz de la derrota de Japón, Washington pretendía hacer de China una colonia estadounidense.
Sin embargo, como señaló, el presidente Xi en su discurso del 3 de septiembre, el armamento de alta tecnología que China mostró ese día en el desfile militar tiene el significado de una advertencia: la República Popular China no busca la guerra, pero si es agredida, está lista para responder en el campo de batalla.
Grandangolo Pangea