El ministro Smotrich habla con calma de futuras y lucrativas inversiones inmobiliarias a lo largo del paseo marítimo; el colosal gasto israelí en reacondicionamiento y censura preventiva de periódicos y redes sociales occidentales ha logrado retrasar, pero en última instancia no impedir, que la ONU defina las acciones de Israel como genocidas.
Todavía hay muchos propagandistas europeos a sueldo y muchos remanentes con discapacidad mental que siguen repitiendo, como periquitos descerebrados, «¡La única democracia en Oriente Medio, el ejército más moral del mundo, y el 7 de octubre antisemita!». Sin embargo, el peso de la opinión pública mundial, e incluso de la occidental, ha cambiado definitivamente.
Israel es la encarnación perfecta --creo que podría decirse la más completa de la historia-- de la idea de que solo existe la moral de la fuerza, que solo la fuerza genera y justifica el derecho, que se puede decir y hacer cualquier cosa, siempre y cuando se sea más intimidante, más letal, más violento y más inescrupuloso que los demás.
El término «Estado canalla» o «Estado al margen de la ley» aparece por primera vez en documentos estadounidenses en 1994, cuando el asesor de seguridad nacional de Clinton, Anthony Lake, nombró a cinco naciones como «Estados canallas»: Corea del Norte, Cuba, Irán, Libia e Irak. La definición de «Estado canalla» es: un Estado que, debido a sus violaciones de las normas internacionales, representa una amenaza persistente para la paz mundial.
Ahora bien, es un hecho que de los cinco países originalmente designados como «Estados canallas», solo uno, el Irak de Saddam Hussein, ha librado una guerra contra un vecino violando el derecho internacional (Irán en 1980 y Kuwait en 1990). Ninguna de las otras cuatro supuestas «amenazas a la paz mundial» ha atacado a otros Estados.
Sin embargo, tanto Israel como EEUU han librado una plétora de guerras fuera de sus fronteras, en total violación del derecho internacional, sin la aprobación de la ONU.
Solo en el caso de EEUU, desde la II Guerra Mundial, recordamos: la Guerra de Corea (1950-1953), la Guerra de Vietnam (1955-1975), la invasión de Granada (1983), la invasión de Panamá (1989-1990), la invasión de Afganistán (2001-2021), la segunda Guerra del Golfo con Irak (2003-2011), el bombardeo de Siria (2014) y la guerra en Libia (2011). En cuanto a Israel, después de 1948-49, salvo la derrota en la Guerra de Yom Kippur, en todos los demás casos siempre ha operado con agresión preventiva, desde la Guerra de los Seis Días hasta la Operación Paz para Galilea, pasando por las recientes agresiones contra Líbano e contra Irán, etc.
Por cierto, en los últimos días, el ejército estadounidense se ha jactado del tercer desmantelamiento de una «embarcación sospechosa» proveniente de Venezuela. En esencia, a pesar de que todos los informes internacionales afirman que Venezuela es un país completamente marginal en el narcotráfico internacional, EEUU ha decidido desplegar su flota, infantería de marina y fuerza aérea frente a las costas venezolanas con el pretexto de reprimir el narcotráfico (como si alguna vez en la historia los portaaviones hubieran podido interrumpir un negocio, por definición, descentralizado y generalizado como el narcotráfico).
Todo el mundo sabe que esta es una excusa cómica, y que el verdadero propósito es alentar un levantamiento contra el actual gobierno democrático venezolano provocando su derrocamiento. Así como todo el mundo sabe que ejecutar «embarcaciones sospechosas» en aguas internacionales --embarcaciones que probablemente transportan civiles inocentes-- es simplemente un crimen de guerra, una grave violación del derecho internacional.
Los ejemplos podrían multiplicarse sin cesar.
La idea básica es simple. Hoy en día existen dos Estados que, según la definición actual, son «Estados canallas», dos Estados que actúan en connivencia en el escenario internacional, dos Estados que representan una amenaza constante para la paz y la seguridad mundiales, dos Estados que mantienen a regiones enteras del mundo bajo cautiverio económico y militar, y que ya ni siquiera intentan mantener la apariencia de algo más que el ejercicio de una violencia y un chantaje sin escrúpulos y desenfrenados. Estos dos Estados --EEUU e Israel-- no pueden ser desafiados militarmente por casi nadie; poseen una potencia militar y financiera colosal, y solo unos pocos Estados en todo el mundo están en condiciones de escapar de su intimidación.
En este contexto, la Unión Europea aparece en escena como el proverbial sirviente viscoso del autócrata en las películas, esos sirvientes que, a pesar de sus modales zalameros y postraciones, acaban aburriendo incluso al autócrata y son arrojados a los cocodrilos.
Ahora, en tiempos como estos, solo hay una forma de resistencia posible, una forma de resistencia tan difícil como las heroicas de tiempos pasados, pero diferente. Aquellos que practican el mal, la violencia y el chantaje en las formas actuales, aquellos que diariamente destrozan a civiles, niños y ancianos, y luego se ríen disimuladamente, y luego mienten con cara de póquer, roban y gritan «¡Ladrón!», prenden fuego y gritan «¡Fuego!», exterminan y se proclaman víctimas, aquellos que hacen esto, realmente no creen que puedan cambiar el juicio del mundo.
Con lo que cuentan para escapar del juicio histórico --un cargo que, cuando llega, se paga con intereses-- no pueden convencer realmente a los demás de que tienen razón. Porque con lo que cuentan es con la prescripción que trae consigo el olvido. Esta es su carta más fuerte, la carta a la que lo apuestan todo. En el mundo moderno, el olvido es el arma definitiva que el mal puede esgrimir. Cualquier obscenidad --así lo creen-- se borrará de las mentes con unas cuantas operaciones psicológicas, unas cuantas operaciones de distracción masiva, algunos escándalos criminales menores, un par de series de Netflix, etc.
Y es por eso que hoy la verdadera, primaria y esencial resistencia es la memoria; una memoria que, para seguir siendo vital, debe ser reelaborada y debe permanecer estrechamente vinculada a la exigencia de una justicia inquebrantable. La resistencia real, principal, esencial, es el recuerdo de lo que está sucediendo. Quienes no pueden derrotar al mal hoy, no deben olvidarlo mañana.
sinistrainrete.info