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Medio Oriente :: 04/10/2025

La Flotilla Sumud logró convertir a Israel en un paria

Branko Marcetic
Logró romper el bloqueo de Gaza y provocó una respuesta del régimen israelí que desencadenó la ira y represalias de los pueblos. Uno de los actos de desobediencia civil más exitosos

Este miércoles, las fuerzas israelíes interceptaron la Flotilla Global Sumud (FGS), que pasó el último mes navegando por el mar Mediterráneo para entregar ayuda humanitaria a Gaza, bloqueando e interceptando los barcos en aguas internacionales a solo unas docenas de millas de la costa del territorio y arrestando a su tripulación. Se trata de la última operación audaz de una fuerza militar sionista que pasó los últimos dos años luchando valientemente contra mujeres y niños desarmados, y que ahora despliega su armada contra barcos de ayuda humanitaria cargados con leche en polvo para bebés.

Ya en la mañana de este jueves, Israel había capturado todos los barcos excepto dos, deteniendo a cientos de ciudadanos extranjeros y programando la deportación de algunos de ellos. Increíblemente, a última hora de la noche, uno de los barcos, el Mikeno, logró llegar a aguas de Gaza, a unos veinte kilómetros de la costa del territorio ocupado. En las últimas horas, casi un día después de las detenciones, también se reportó que el Marinett habría logrado entrar en aguas gazatíes.

Si estas geolocalizaciones resultan ser correctas, sería un triunfo impresionante: barcos desarmados, que incluso la tripulación de la flotilla describe como apenas aptos para navegar, lograron romper el bloqueo del régimen israelí. Esto plantea la pregunta sobre, como lo dijo la relatora especial de la ONU Francesca Albanese, «¿por qué los Estados no rompen el bloqueo con sus armadas» para aliviar la hambruna provocada por Israel en Gaza, tras haber sido condenada por gobiernos de todo el mundo?

La confusión reinaba cuando los barcos israelíes comenzaron a rodear y abordar las embarcaciones en la noche del miércoles, incluso entre la tripulación de la flotilla. Divididos en más de cincuenta barcos, repartidos a lo largo de una inmensa superficie marítima y sufriendo cortes de comunicación mientras los barcos, drones y helicópteros israelíes intentaban detenerlos, la propia tripulación a menudo desconocía exactamente lo que estaba sucediendo. Incluso cuando por la noche se filtraron noticias de que el barco líder, el Alma --cuya tripulación incluía a la activista sueca Greta Thunberg, quizás la miembro más destacada de la flotilla-- estaba siendo interceptado, los tripulantes expresaron en imágenes transmitidas en directo su incertidumbre sobre si había sido abordado o no, cuántos barcos israelíes había, si estaban estacionarios o se dirigían hacia la flotilla, y otros detalles.

Cuando se conoció la noticia de la intercepción del Alma, el editor de Drop Site News, Alex Colston, a bordo del barco Sirius, informó que había recibido una advertencia del ejército israelí de que la flotilla estaría infringiendo un «bloqueo legal» si continuaba su viaje y que su tripulación sería procesada según la legislación israelí. Circularon vídeos e informes de barcos israelíes embistiendo a las embarcaciones de la flotilla, disparando cañones de agua y utilizando algún tipo de explosivo contra los barcos, así como desplegando drones.

La FGS tenía la sospecha de que Israel se estaba preparando para interceptarlos la noche anterior, cuando varios buques de la Armada israelí acosaron a la flota amparados por la oscuridad. «Mientras escribo esto, nos estamos preparando para un ataque inminente», escribió, en un mensaje final, David Adler, coordinador general adjunto de la Internacional Progresista, que navegaba a bordo del barco Family.

Entre los preparativos, la tripulación se había deshecho de sus cuchillos de cocina y planeaba tirar sus teléfonos al mar al ser interceptados, mientras que las imágenes de los barcos mostraban a los tripulantes vestidos con chalecos salvavidas y sentados pacíficamente mientras esperaban ser detenidos, levantando las manos al ser rodeados por los barcos israelíes. «Cuando suban a nuestros barcos, no opondremos resistencia», había escrito Adler.

Durante las semanas previas a la intercepción, el régimen de Netanyahu amenazó física y verbalmente a la flotilla, atacándola y acosándola con drones fabricados en EEUU y lanzando afirmaciones descabelladas de que había sido organizada y dirigida por Hamás. Es decir, la típica propaganda de mala calidad que caracterizó al genocidio en su conjunto. Incluso en un momento dado el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí publicó una imagen del ex político escocés George Galloway afirmando que la foto era de un funcionario de Hamás.

Aunque Israel nunca reivindicó oficialmente los ataques con drones, un funcionario de la administración Trump admitió casualmente en una entrevista reciente lo que todo el mundo sabía: que Israel estaba detrás del ataque con drones a la flotilla en Túnez, lo que significa que casi seguramente era culpable del acoso con drones en los días siguientes.

En el momento de redactar este artículo, y con los detalles aún por confirmar, la intercepción de la FGS parece haber tenido lugar con poca violencia, en contraste con anteriores intercepciones israelíes, que incluyeron múltiples asesinatos de otros miembros de la flotilla de ayuda por parte de comandos navales israelíes. Esto a pesar de que el régimen israelí dedicara semanas a construir, aunque de forma poco rigurosa, un caso concertado en el que se afirmaba que todos los tripulantes eran miembros de Hamás, y a pesar de que al ejército israelí se le haya permitido durante los últimos dos años atacar y asesinar con impunidad a trabajadores humanitarios internacionales.

Probablemente esto sea el resultado de la enorme atención pública que suscitó la flotilla. La indignación pública ante el inminente ataque israelí alcanzó tal punto que impulsó a tres aliados de EEUU --Italia, España y Turquía-- a desplegar sus propios buques de guerra para acompañar (tímidamente) a la flota. Estallaron protestas en todo el mundo en solidaridad con la flotilla. Solo la retransmisión oficial en directo de la FGS sobre la intercepción recibió más de tres millones de visitas en doce horas, la misma cifra que había acumulado otra retransmisión italiana en directo en el momento de la publicación.

Aguas inexploradas

Vale la pena reflexionar sobre lo anormal y extremo que es todo esto. Las aguas sobre las que se considera que Israel tiene control, incluidas las de la Gaza ocupada, se extienden doce millas desde la costa; la flotilla fue interceptada por primera vez a unas setenta millas náuticas de ella. Incluso si el asedio israelí de Gaza que se está imponiendo no fuera ilegal --algo estrictamente cierto--, Israel seguiría sin tener derecho, ni en el derecho internacional ni en las normas de comportamiento aceptadas a nivel mundial que rigen la actuación de los países en la escena internacional, a interceptar a estos barcos y a detener a su tripulación donde lo hizo.

Luego está el hecho de a quién estuvo atacando Israel y quién fue interceptado y detenido ahora. Las nacionalidades de la tripulación de la FGS abarcan cinco continentes y casi cincuenta países, con sus barcos navegando bajo las banderas de países como Italia, México, Polonia, Argentina y el Reino Unido, cuyos ciudadanos se encontraban a bordo.

Parafraseando a un miembro de la tripulación de la FGS, esto significa que Israel le declaró efectivamente la guerra a la mitad del mundo, hasta el punto de que tres Estados amigos sintieron la necesidad de desplegar a sus propias armadas para vigilar a la FGS. Se trata de un acontecimiento notable que, de no ser por el hecho obvio de que a último momento abandonaron a sus ciudadanos, habría puesto a esos gobiernos en la posición de, como dijo la primera ministra italiana Giorgia Meloni, «declararle la guerra a Israel».

Pero no se trata solo de la mitad del mundo. En concreto, se trata también de una panoplia de aliados y socios de seguridad de EEUU. La lista de países participantes no solo incluye a países del norte de África y Oriente Medio, que tradicionalmente simpatizan más con la causa palestina, como Argelia, Jordania y Túnez. También incluye a socios cercanos de EEUU en materia de seguridad, como Pakistán y Arabia Saudí, y nada menos que a veinticuatro aliados de EEUU por tratado --es decir, países por los que EEUU está legalmente obligado a entrar en guerra si son atacados-- que abarcan a Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), Asia (Filipinas, Turquía y Japón) y más de una docena de aliados europeos de la OTAN, como España, Francia y Alemania.

También incluye a los propios EEUU, cuyos ciudadanos estaban representados en la flotilla. Sin embargo, el Gobierno estadounidense se niega a mover un dedo para protegerlos y no ofrece ninguna respuesta a su captura en aguas internacionales. También está representado Qatar, país al que hace pocas horas Trump concedió unilateralmente una protección similar a la de la OTAN por parte del ejército estadounidense, poco antes de que sus ciudadanos fueran objeto de una amenaza ilegal por parte de Israel, por segunda vez en un mes. La orden de Trump prometía acudir en ayuda de Qatar, militarmente si fuera necesario, en caso de cualquier ataque contra su «soberanía» o de un acto de «agresión extranjera» contra él.

Hace solo una semana, Qatar advirtió que «cualquier violación del derecho internacional y de los DDHH de los participantes en la flotilla», incluida la «detención ilegal», «darían lugar a responsabilidades», un llamamiento que repitió tras la intercepción. Es casi seguro que Qatar no va a invocar la garantía de seguridad que Trump le concedió apresuradamente, aunque podría hacerlo, y Trump debería considerarse afortunado: si lo hiciera, tendría que admitir a regañadientes que esa garantía no tiene sentido.

En otras palabras, este es el último incidente a lo largo de varias semanas en las que el comportamiento renegado del régimen israelí minó la confianza mundial en el paraguas de seguridad de EEUU, que cada vez parece más acompañado por un enorme asterisco con forma de Israel.

Es difícil pensar en algún acto comparable por parte de un país considerado adversario de EEUU, o incluso de un Estado rebelde, en el que se haya amenazado abiertamente a los ciudadanos de docenas de países que se comportaron de forma legal y pacífica en aguas internacionales, desplegando su ejército contra ellos, porque simplemente no hay antecedentes de algo así. Imaginemos lo que hubiera pasado si Irán o Corea del Norte hubieran hecho lo que Israel está haciendo actualmente.

No es una exageración. Proteger la «libertad de navegación» fue precisamente el argumento utilizado por Biden y Trump para justificar públicamente su guerra ilegal contra Yemen después de que su ejército comenzara a atacar a los buques mercantes israelíes en el mar Rojo. Sin embargo, ahora Israel está haciendo exactamente lo mismo en el Mediterráneo, reivindicando el derecho a atacar cualquier buque civil en aguas internacionales que, sin fundamento alguno, catalogue como una amenaza.

Las consecuencias no se hicieron esperar. Colombia, gobernada por el centroizquierdista Gustavo Petro y con dos ciudadanos que integraban la flotilla detenidos por Israel, expulsó a todos los diplomáticos israelíes que quedaban en el país y rescindió el acuerdo de libre comercio entre ambos Estados. En Turquía, de donde proceden veinticuatro de los ciudadanos detenidos, el fiscal jefe de Estambul abrió una investigación sobre lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores del país calificó como un «acto terrorista».

España convocó al máximo representante de Israel para reprenderlo. Y toda una serie de países cuyos ciudadanos fueron detenidos respondieron con ira, como fue el caso de Malasia, cuyo primer ministro dijo que «las injusticias perpetradas por el régimen israelí deben cesar inmediatamente», tras lo que prometió tomar «todas las medidas legales y con base jurídica para que Israel rinda cuentas».

Quizás lo más significativo es la respuesta de los pueblos. La misma noche del miércoles, y durante todo el jueves y el viernes, hubo grandes manifestaciones de protesta, huelgas y concentraciones populares en decenas de países, actitudes mucho más comprometidas que las de la mayoría de los gobiernos. Por ejemplo los sindicatos italianos, incluido el más grande del país, convocaron a una huelga general ayer viernes, en solidaridad con la FGS, que tuvo un seguimiento masivo.

Pero quizás, por encima de todo, la intercepción de la flotilla es una demostración extraordinaria de hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen israelí para mantener a los palestinos muriéndose de hambre.

La marina israelí está haciendo esto --profundizando su aislamiento global, inflamando la opinión pública entre los países amigos, arriesgándose a alienar aún más a los votantes de su principal benefactor político-- para impedir cualquier posibilidad de que llegue a Gaza la más mínima ayuda exterior, algo que no tiene ningún impacto en sus operaciones militares contra el partido Hamás (elegido democráticamente como gobierno de Palestina) y que, de hecho, perjudica a su propio pueblo, que permanece cautivo en un territorio azotado por la hambruna.

El régimen israelí está demostrando que nada, ni sus relaciones con otros países ni la vida de esos pueblos, es más importante que su capacidad para seguir exterminando gradualmente a la población cautiva de Gaza.

Sobre todo ello se cierne la pregunta de qué beneficio puede aportarle el apoyo a todo esto a EEUU o a su gente. La respuesta es que ninguno. Y, sin embargo, esta administración «America First» y sus aliados seguirán, de forma bastante extraña, respaldando a un régimen extranjero que se comporta cada vez más como un paria mundial y que, además, insulta y desafía abiertamente a su país mientras lo hace.

Jacobinlat

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/gM78