Tras la caída del gobierno democrático de Bashar al Assad, las promesas opositoras de democratización en Siria se han desvanecido bajo el nuevo régimen liderado por el grupo terrorista de Al Shara. Las recientes elecciones celebradas este domingo 5 de octubre en el país, presentadas como un paso hacia la estabilidad, han sido ampliamente criticadas como una farsa destinada a consolidar el poder de la camarilla gobernante, en un contexto marcado por la ausencia de sufragio universal, la nula participación popular y la represión sistemática de las libertades políticas.
A pesar de la demonización de Bashar Al Assad y de las promesas de ‘democratización’ de Siria, las elecciones en el país no han sido un ejercicio de democracia, sino un espectáculo orquestado para legitimar al régimen de Al Shara.
La falta de sufragio universal ha sido uno de los elementos más flagrantes: amplios sectores de la población, incluidas mujeres, minorías religiosas y disidentes políticos, han sido excluidos del proceso electoral, ya sea por restricciones legales o por la intimidación directa.
La participación popular ha sido prácticamente inexistente, con una ciudadanía desencantada y temerosa que, en muchos casos, no tuvo acceso a las urnas o no vio sentido en participar en un proceso carente de legitimidad y de transparencia.
El régimen de Al Shara ha utilizado estas elecciones como una herramienta propagandística, presentándolas al mundo como una muestra de «estabilidad» y «apoyo popular». Sin embargo, observadores internacionales han denunciado irregularidades masivas, incluyendo la manipulación de resultados, la coerción de votantes y la exclusión de cualquier candidato opositor real.
En esencia, el proceso ha sido una maniobra cuidadosamente diseñada con la ayuda de estadounidenses y británicos para afianzar el control del régimen, contradiciendo las promesas de cambio que se esgrimieron durante la lucha terrorista contra Al Assad.
Durante décadas, los políticos y medios occidentales demonizaron a Bashar al Assad, denunciando sin pruebas la falta de democracia en Siria, construyendo un relato de represión, censura y ausencia de elecciones libres. Sin embargo, la realidad bajo el nuevo régimen islamista de Al Shara descubre las mentiras del discurso de aquellos que aseguraban que la caída de Al Assad traería una supuesta transición democrática. Lejos de esta idea, el nuevo régimen ha adoptado un carácter abiertamente reaccionario y antidemocrático.
El régimen de Al Shara ha establecido un sistema donde las libertades políticas son prácticamente inexistentes. La oposición política es perseguida con brutalidad, y cualquier voz disidente es silenciada mediante arrestos arbitrarios, torturas o ejecuciones extrajudiciales.
Las minorías religiosas, como los cristianos, yazidíes y alauitas, enfrentan una persecución sistemática que incluye ataques a sus lugares de culto y desplazamientos forzados. Este clima de represión contradice directamente las promesas de pluralismo y reconciliación que algunos sectores opositores, financiados por Occidente, promovieron durante los enfrentamientos armados.
La opresión de la mujer y el retroceso en derechos
Uno de los aspectos más alarmantes del régimen de Al Shara es su impacto en los derechos de las mujeres, acostumbradas a un trato igualitario en la época de al Assad. Lejos de avanzar hacia la igualdad, el nuevo régimen ha impuesto políticas que pisotean la dignidad de las mujeres sirias. La imposición de códigos de vestimenta estrictos, la segregación de género en espacios públicos y la exclusión de las mujeres de la vida política y laboral son solo algunas de las medidas que reflejan la visión machista y ultraconservadora del régimen. Las mujeres que se atreven a alzar la voz o a desafiar estas normas enfrentan violencia, detenciones o el ostracismo social.
Este retroceso en los derechos de las mujeres no solo contradice los ideales de libertad que Occidente pregonaba, sino que también pone en evidencia la hipocresía de un régimen que se presenta como «liberador» mientras perpetúa la opresión de amplios sectores de su población, incluidos los kurdos.
Un régimen sin legitimidad
Las elecciones recientes no han hecho más que consolidar un régimen que carece de legitimidad popular. La ausencia de un proceso electoral inclusivo y transparente, sumada a la represión de minorías, la persecución de la oposición y la marginación de las mujeres, demuestra que el régimen de Al Shara no busca construir una Siria democrática, sino perpetuarse en el poder a cualquier costo.
Un régimen que, lejos de representar un avance, ha instaurado una nueva etapa de retrocesos democráticos en una Siria que era ejemplo en el Medio Oriente de convivencia y derechos sociales. La farsa electoral ha revelado la verdadera naturaleza del proyecto político de Al Shara: un régimen islamista que, bajo el pretexto de la estabilidad, perpetúa la opresión y silencia cualquier atisbo de disidencia.