España es líder en consumo de ansiolíticos y cocaína, en operaciones de cirugía estética y en divorcios. Un alto índice de la ciudadanía sufre problemas de salud mental y está empobrecida
Entre los varios récords que tiene España posee dos ciertamente singulares: estar a la cabeza de la Unión Europea en consumo por habitante de cocaína y, al mismo tiempo, de ansiolíticos.
España es el mayor consumidor de ansiolíticos y de tranquilizantes del mundo. Según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, nos situamos como el mayor consumidor de benzadiopecinas del planeta Tierra. De hecho, el 10% de los españoles habría consumido algún tipo de ansiolíticos durante los últimos 30 días, y el 7 % lo hace a diario. El porcentaje de consumo según la Agencia Española de Medicamentos ha subido un 6 % en los últimos tres años.
En cuanto al consumo de cocaína, España se mantiene como líder en la Unión Europea. Doce de cada 100 españoles, es decir cinco millones de personas, reconocen haberse metido una “rayita”, la estadística más alta del mundo, según el Instituto Castelao y un ensayo de David López Canales, titulado de manera significativa como ¿Una rayita? Además, un 2,5 % reconoce consumirla a diario.
En cuanto al cánnabis, el 12,6 % de la población, con el 16 % de los hombres y el 9 % de las mujeres, afirma haber consumido o consumir esta droga.
Otro récord que posee España, tal vez relacionado con los anteriores por aquello de la autoestima, es que estamos a la cabeza en Europa y en el Mundo en operaciones estéticas. Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica cada año se dan en nuestro país 204.000 intervenciones quirúrgicas relacionadas con la estética. Las mismas han aumentado un 215 % en la última década.
Todo esto, ¿qué significa? ¿Qué relaciones se pueden establecer entre estas cifras? Pues sin duda implican que algo no va bien en la salud mental de los españoles. Sería de necios negar la relación. Cómo sería de necios, ya que las cifras son tozudas, no reconocer que la cosa va a peor. Así, según el Barómetro de Sanidad del Ministerio la prevalencia de trastornos mentales se sitúa en el 17,8 % de los españoles. Ha aumentado además de un 11 % en el año 2011 a la cifra actual, lo que implica que la incidencia de trastornos mentales se ha incrementado en un 60% en poco más de una década. Estas cifras, terribles en sí mismas, son corroboradas por el CIS, que indica que un 17,7 % de los españoles ha necesitado consultar con un profesional sanitario por un problema de salud mental o de malestar psicológico o emocional. Y las cifras son mucho más terribles si nos centramos en los más jóvenes. Así, un 27,6 % de jóvenes entre 18 y 24 años y un 23,6 % entre 25 y 34 años ha tenido problemas de salud mental o de malestar psicológico. Son cifras brutales, tremendas, que indican que España tiene un gravísimo problema.
Siguiendo con las cifras, frías pero que no engañan, según el Estudio del CIS “Excluidos de la Felicidad” de Eduardo Bericat, “uno de cada diez españoles estuvo deprimido la mayor parte del año, y un tercio experimentó sentimientos de depresión”. Son cifras del 2012, pero que son significativas. Y lo son, además de por ser las últimas publicadas, por señalar que la sensación de depresión había aumentado un 50 % en pocos años y que el porcentaje de españoles felices era inferior al europeo. De hecho, según el estudio de Bericat, España era el sexto país más infeliz y más insatisfecho de Europa, y sólo Hungría, Albania, Lituania o Bulgaria presentaban peores cifras.
¿Cómo es posible todo esto en España? ¿Cómo es posible que esto ocurra en el país de la luz y del calor? Doctores tiene la Iglesia, pero tal vez habría que empezar a hablar que la epidemia de individualidad, de fomento del yo, del supuesto empoderamiento personal en detrimento de los sentimientos comunitarios, acaban provocando estas cosas. En lugar de mayor felicidad, causan desasosiego, ansiedad y tristeza. La atomización social que ha buscado y ha conseguido el sistema económico existente, destruyendo lazos, comunitarios o familiares, ha provocado que nuestro país se haya convertido en un país triste y enfermo. Y es que si la familia, a pesar de los brutales ataques que padece por parte de las hordas neoliberales (unos psicópatas de manual) sigue siendo la fuente, según el CIS, de un intenso bienestar emocional para los españoles, lo cierto es que las perspectivas se oscurecen aceleradamente. Así, en el estudio del CIS del 2014 la familia era muy importante y bastante importante para el 85 % y el 13,3 % de los españoles. El 96,2 % se sentía muy y bastante satisfecho con la institución familiar, y un 60 % creía que su función fundamental era, además de criar y educar a los niños, proporcionar afecto y amor a sus miembros. Sin embargo, en el CIS de noviembre del 2024, un 55,3 % de los españoles considera que en una década el vínculo con su familia menguará. Tal vez como consecuencia un 80 % de los españoles señala que la soledad y el aislamiento aumentarán en los próximos años.
Al parecer, las élites nos han hecho asumir como natural precisamente aquello a lo que querían que nos acostumbrásemos: que los ciudadanos debemos estar y permanecer solos y aislados. Es un proceso que se ha dado en España de forma acelerada y rápida. Tal vez por ello encabezamos el porcentaje de población divorciada de Europa. Y no olvidemos en relación a esto, que el bienestar emocional de los divorciados, según el CIS, es sensiblemente inferior al que tienen los casados; de hecho es un 18,3 % inferior, el porcentaje más alto que en Europa.
Sin duda, la precariedad, el no llegar a fin de mes, los salarios miserables, inciden de forma considerable en este deterioro de la salud mental que hay en España y que ya no se puede ocultar. Por ello es tan grave la situación que se da en los jóvenes, víctimas de esta devaluación de las condiciones de vida pero también de la extinción progresiva de la comunidad. La atomización social, el narcisismo que imponen medios y redes sociales, y la ruptura de la línea de defensa y de protección que siempre ha representado la familia tienen, en mi opinión, mucho que ver con lo que está sucediendo y con lo que al parecer han querido que suceda. De otra manera no se explica ese ataque que reciben los boomers, que no son otros que los padres y abuelos. En el ataque contra ellos de las hordas neoliberales, algo impensable hace unos años, se ejemplifica que la familia es la última línea de defensa que tiene nuestra sociedad si no queremos caer en el aislamiento atroz, en la desesperanza y en la soledad más absoluta. Solos y aislados nos quieren. ¿Lo permitiremos?
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