El estado psicológico actual de Occidente es, en parte, esto: nihilismo, que conduce a una pasión por la guerra en la mentalidad de las personas y a una preferencia por la guerra en la geopolítica
El 18 de octubre, el rector de la universidad, el Sr. Mitsuo Ochi, me invitó a dar una conferencia en Hiroshima.
Ayer volví al Museo de la Paz para reflexionar sobre la bomba atómica. Este museo, que visité hace 33 años, ha cambiado. Pero lo que más me sorprendió fue lo mucho más impresionado que me sentí esta vez. Sin duda, ahora me preocupa mucho más el tema de las armas nucleares.
Creo saber por qué. 1992 era una época de optimismo para Occidente. El comunismo acababa de colapsar. La Guerra Fría estaba terminando. Y aunque el ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki parecía terrible, realmente parecía pertenecer al pasado. Había terminado. Un error de la humanidad, un error de EEUU. Pero algo que ya era pasado.
Los valores dominantes de la época, alrededor de 1992, eran los de un Occidente liberal y próspero. Ante todo, incluso por encima del consumo, estaba la producción, la producción industrial. Se trataba de libertad e igualdad: igualdad entre hombres y mujeres, y en EEUU, igualdad entre blancos y negros. Y, sobre todo, de la esperanza de paz tras la Guerra Fría.
Pero ¿qué vemos ahora en Occidente? No me refiero a valores, sino a la realidad. Vemos algo muy distinto: desindustrialización, un descenso del nivel de vida y la erosión y declive de las libertades.
En EEUU, el declive de las libertades se manifestó primero por la cultura de la cancelación en el bando demócrata y luego por los ataques antiliberales de Trump en todas direcciones.
Históricamente, Francia es un país de libertad. Sin embargo, yo mismo, en Francia, me encuentro en una situación muy particular respecto a mi libertad. Mi editorial (Gallimard) es sin duda la más prestigiosa de Francia. Pero ya no puedo expresarme, como antes, en canales de radiodifusión pública como France Inter, France Culture o France 2. Es como si, en Japón, me prohibieran hablar en la NHK. De hecho, mi reputación en Japón me protegió de estas prohibiciones francesas. Estoy inmensamente agradecido a Japón por haberme protegido del nuevo autoritarismo estatal francés.
Actualmente, lo que observamos también en Occidente ya no es igualdad, sino un aumento de la desigualdad: en EEUU, en Europa. En EEUU, ya no avanzamos hacia la igualdad entre blancos y negros, sino que asistimos y presenciamos un resurgimiento de las obsesiones raciales.
En un plano más global, también estamos presenciando un increíble resurgimiento de la arrogancia occidental hacia el resto del mundo.
Ante todo, y esta es la razón fundamental de mi presencia en Hiroshima, debemos reconocer el regreso de la guerra. Primero, la guerra en la realidad, en Ucrania o en Oriente Medio, pero más allá de esta realidad, estamos presenciando el surgimiento de una obsesión por la guerra en la mente de las personas.
Analizaré brevemente la derrota militar occidental en Ucrania, pues fue el análisis de esta guerra lo que me impulsó a trabajar en profundidad sobre toda la crisis occidental en su conjunto. La guerra supone un choque con la realidad, y fue la guerra de Ucrania la que me llevó a reflexionar sobre el nuevo problema de la moralidad occidental.
Lo verdaderamente asombroso es cómo EEUU y Europa sobreestimaron su poder frente a Rusia. Es cierto que el producto interno bruto (PIB) de Rusia representaba, en vísperas del conflicto, solo el 3 % del PIB de Occidente (incluidos Japón, Corea y Taiwán). Sin embargo, Rusia, con ese 3 % del PIB occidental, logró producir más armas que Occidente en su conjunto. La guerra puso de manifiesto nuestra debilidad industrial y reveló que este PIB, que medimos habitualmente, ya no refleja una verdadera capacidad productiva.
Esta deficiencia industrial me recordó la limitada capacidad de EEUU para formar ingenieros. Rusia, con una población dos veces y media menor que la de EEUU, forma a más ingenieros. Esa es la clave de la victoria rusa.
En lo que respecta a la formación en ingeniería, Francia y el Reino Unido son similares a EEUU. Sin embargo, Japón y Alemania se asemejan más a Rusia, ya que ambos países mantienen una sólida capacidad para formar ingenieros. Mi análisis de la guerra me llevó, por lo tanto, a examinar la crisis educativa en EEUU, la disminución del potencial educativo, tanto en términos del número de estudiantes por generación como del nivel intelectual de dichos estudiantes.
A continuación, para comprender el declive educativo, llegué al factor fundamental, aquel del que todo se origina: la transformación religiosa de EEUU. Lo que había fortalecido tanto a EEUU, Inglaterra y, de hecho, al corazón de Occidente, era el poder educativo de la religión protestante. La desaparición del protestantismo explica el colapso de la educación estadounidense.
Mis reflexiones sobre la guerra, sobre lo que todos vemos en las noticias (nuestro espectáculo cotidiano), me han llevado a un renovado interés por la religión como factor histórico. Observar las consecuencias actuales de la desaparición de la religión incluso me ha abierto un campo de investigación completamente nuevo. Al describir la historia de la desaparición de la religión, ahora distingo tres etapas: religión activa, religión zombi y ausencia total de religión, o sea religión cero
La religión activa se da cuando las personas creen en su dios y le rinden culto. Me refiero a la religión en su sentido occidental y monoteísta. Pienso en el cristianismo, pienso en el judaísmo.
La segunda etapa es la etapa zombi, cuando la creencia en Dios ha desaparecido, cuando el culto se ha esfumado, pero dentro de un mundo social donde los hábitos morales asociados a la religión permanecen vivos. Los individuos aún se rigen por un sistema de valores; conservan la capacidad de acción colectiva. La religión es reemplazada por ideologías sustitutas, como el sentimiento nacionalista, el sentimiento de clase y todo tipo de grupos ideológicos que reemplazan la afiliación religiosa original.
Y luego está la tercera etapa, en la que nos encontramos actualmente: la etapa de la religión cero, en la que los valores heredados de la religión han desaparecido. Entramos en un mundo donde el individuo se ve verdaderamente privado de valores fundamentales; ahora está solo, desprovisto de la capacidad de acción colectiva. Es un individuo debilitado porque los valores inculcados por la religión, y posteriormente adoptados por la ideología, eran una fuente de fortaleza para su personalidad.
Este estado de creencia religiosa no se experimenta como verdadera libertad. Los seres humanos se enfrentan al problema común del sentido de la vida. ¿Qué hacen en la Tierra? ¿Cuál es el propósito de su existencia? En este contexto, surge lo que yo llamo nihilismo.
La angustia del vacío se transforma en glorificación, en deificación del vacío. Surge gradualmente una pasión por la destrucción de las cosas, de las personas, de la realidad misma. El estado psicológico actual de Occidente es, en parte, esto: nihilismo, que conduce a una pasión por la guerra en la mentalidad de las personas y a una preferencia por la guerra en la geopolítica.
Comprendemos el trasfondo moral de esta nueva preferencia occidental por la guerra.
Voy a mencionar algunas de las guerras de las que Occidente es responsable, pero sin que los occidentales, nihilistas sin darse cuenta, sean capaces de comprender su responsabilidad. Eso es lo que resulta tan llamativo hoy en día: los occidentales provocan guerras, las alimentan, mientras se convencen de que están del lado de la justicia.
Comencemos con la guerra de Ucrania. En Occidente, la guerra de Ucrania se percibe como una invasión rusa, y admito que fue el ejército ruso el que entró en Ucrania. Pero la realidad histórica es que las verdaderas causas del conflicto son la expansión de la OTAN hacia Rusia, a través de Ucrania, y la guerra que los propios ucranianos libran, instigada por Occidente, contra los habitantes prorrusos en el Donbass.
Es cierto que, para los rusos, esta guerra es defensiva. Para mí es obvio que los estadounidenses y los europeos son los agresores, al haber llegado a menos de mil kilómetros de Moscú. Esa es la situación objetiva. Lo fascinante es que estos agresores creen estar siendo atacados y que se ven obligados a defenderse. Hay algo de locura en nuestra situación en Europa.
Y luego está el ejemplo aún más evidente del genocidio de Gaza. El inicio del genocidio fue perpetrado por el régimen de Israel --otro hecho histórico--, pero, en mi opinión, el régimen de Israel está siendo controlado a distancia por EEUU. Sin armamento estadounidense y tantas otras formas de apoyo, el ejército israelí no habría podido hacer lo que hizo, del mismo modo que el ejército ucraniano, sin armamento estadounidense, no habría podido librar su guerra de agresión en el Donbass.
Y una vez más, lo que resulta sorprendente, más allá de la violencia y la guerra, es la buena conciencia de los estadounidenses y los israelíes de a pié, después de que 60.000, 70.000, 80.000 palestinos hayan sido asesinados.
En la actualidad nos enfrentamos a un problema muy interesante de comprensión histórica. EEUU, durante mucho tiempo, y Trump más recientemente, han alentado, quizá incluso decidido, las acciones israelíes. Durante su primera presidencia, Trump estableció la embajada estadounidense en Jerusalén. Al leer los escritos de quienes apoyan a Trump, se encuentra una verdadera veneración por el Estado de Israel. Trump fue el primero en imaginar Gaza transformada en un balneario deshabitado. Trump es responsable del intento de genocidio. Pero aquí radica el problema.
Muy recientemente, Trump decidió que se había acabado. Ordenó a Israel que cesaran las hostilidades. Le exigió a Netanyahu que se disculpara con Qatar, que había sido bombardeado. Impuso una tregua sin dificultad, de la cual podemos extraer dos conclusiones. Primero, la prueba de que, efectivamente, es EEUU quien libra la guerra en Oriente Medio, puesto que controla tanto el freno como el acelerador. Ese es el primer punto.
En segundo lugar, y esto es extraordinario, un presidente estadounidense, que un día promueve el genocidio, al día siguiente exige el Premio Nobel de la Paz porque ha cambiado de opinión y ha establecido una tregua. Este cambio radical ilustra, o mejor dicho, demuestra, una completa falta de sentido moral. La ausencia total de moralidad, derivada de una religión inexistente, y esa moralidad cero derivada de la religión cero, permite desear el genocidio un día y el Premio Nobel de la Paz al siguiente.
Hasta ahora, he hablado principalmente del riesgo estadounidense. Pero creo que es importante que los japoneses sean conscientes del surgimiento de un nuevo riesgo europeo: el auge y avance del nihilismo.
En la época de la guerra de Irak, cuando llegué a Japón, solía decir: "Los estadounidenses son peligrosos, pero los europeos son gente razonable, y los japoneses deberían acercarse a los europeos, ya que los propios japoneses son razonables".
Sin embargo, lo que hemos visto surgir recientemente en Europa es una rusofobia específicamente europea, un belicismo específicamente europeo, centrada en el norte de Europa, en la Europa protestante.
La Europa protestante incluye el Reino Unido, la mayor parte de Alemania, Escandinavia y dos de los tres países bálticos. Tras la publicación de las traducciones de mi último libro, he estado en contacto con varios países, e incluso los he visitado, y he observado que España, Italia y los países católicos en general no son ni rusófobos ni beligerantes.
Para concluir esta conferencia, quisiera intentar explicar por qué el protestantismo, en su forma incipiente, es más peligroso que el catolicismo. El protestantismo tiene mayor capacidad para dejar tras de sí una sociedad nihilista. A continuación, intentaré brevemente situar a Japón en relación con esta diferencia entre protestantismo y catolicismo.
El protestantismo, y podría decirse lo mismo del judaísmo, era una religión muy exigente. Existía Dios, existía el creyente, y el mundo era secundario. Se rechazaba la belleza del mundo, en particular, junto con, entre otras cosas, el rechazo de las imágenes y las artes visuales. Cuando desaparecen religiones tan obsesionadas con la trascendencia, no queda nada. El mundo no tiene interés en sí mismo; está vacío. Este intenso vacío abre una posibilidad particular de nihilismo.
El catolicismo es una religión menos exigente y más humana, capaz de aceptar la idea de que el mundo es, en sí mismo, bello. Las imágenes no han sido rechazadas en el mundo católico, y este rebosa de maravillas artísticas. En un país católico, si se pierde la fe en Dios, queda la sensación de esa belleza del mundo. Si uno es francés, queda la sensación de vivir --una ilusión, sin duda-- en el país más bello del mundo. Si uno es italiano, en efecto vive en el país con las cosas más bellas del mundo, puesto que Italia misma se ha convertido en objeto de arte. En tales contextos, el temor al vacío metafísico es menos intenso y, por lo tanto, el riesgo de nihilismo es menor. En mi opinión, el país europeo menos amenazado por el nihilismo es Italia, porque en Italia todo es bello.
Para concluir, llego a Japón, y les pido disculpas si digo alguna inexactitud al respecto. Los japoneses suelen definirse como un pueblo sin religión y no parecen preocuparse demasiado por esta ausencia. De hecho, esto no siempre ha sido así: Japón ha sido un país muy religioso. El budismo japonés ha tenido algunas fases bastante violentas; pienso en particular en el auge de la secta Jodö Shinshü, la verdadera secta de la Tierra Pura, que provocó levantamientos campesinos y cuya sencillez doctrinal recordaba en algunos aspectos al protestantismo.
Pero Japón siempre ha mantenido una gran diversidad religiosa, una verdadera complejidad, con varias sectas budistas y una tradición sintoísta muy variada y cercana a la naturaleza. En resumen, diría que la religión nunca ha hecho que Japón pierda su sensibilidad hacia la belleza del mundo.
Creo que la casi total ausencia de religión en Japón probablemente ha generado una mentalidad más cercana a la de los países católicos que a la de los protestantes. Dicho de otro modo, Japón no parece estar demasiado amenazado por el nihilismo.
emmanueltodd.substack.com