
Corría el año 2011, y mientras era diputado militante de la UDI, el actual candidato José Kast afirmó que "se jugaría el pellejo" para impedir la ley de aborto, evidenciando una postura que aún mantiene en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
No son desconocidos los dichos que ha tenido el candidato de ultraderecha, José Kast, respecto al legítimo derecho de las mujeres respecto a decidir sobre su cuerpo. De ahí que también su sector de la clase política se ha concentrado en levantar agendas que entrampen diversos derechos en beneficio de las mujeres, incluyendo los derechos sexuales y reproductivos.
Pese a que actualmente busca posicionarse como supuesto defensor de sus derechos, hay una extensa cantidad de material donde es posible identificar cuál es su verdadera posición.
Una de estas fue el "manifiesto" publicado por José Antonio Kast a fines de octubre de 2011, año en que se mantenía como militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y jefe de bancada.
Publicado en La Tercera, Kast hace una suerte de radiografía familiar señalando aspectos como que "en mi casa se hablaba alemán. Creo que nací bilingüe. Ahora sueño en español, pero sumo en alemán". En esta línea -de la radiografía- el candidato de la ultraderecha señaló que, con su pareja, "nos gustan los métodos naturales, porque es como seguir en el pololeo. Al no tener relaciones estamos obligados a pololear".
Asimismo, el actual candidato fue enfático en señalar que "jugaría el pellejo porque no se aprobara la ley de aborto". Más de una década después, el representante del Partido Republicano se mantiene como férreo opositor al avance en materia de aborto. A modo de ejemplo, acorde a lo recogido por Radio Imagina en uno de los debates previo a la primera vuelta, señaló que "defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural", sin dar espacio a que las mujeres tomen decisión sobre sus cuerpos.
Y además, se niega a contestar si va a amnistiar a los violadores de DDHH durante la dictadura de Pincohet, a los que visitó en la cárcel de lujo y defendió que sean puestos en libertad.
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El uso político de la migración en tiempos de campaña
David Arboleda
El derecho al voto que tenemos los migrantes en Chile enfrentó este año su mayor cuestionamiento por parte de la derecha y la ultraderecha, hasta el punto de motivar una reforma constitucional meses atrás. Ahora constatamos que esa decisión también allanó el camino para el actual escenario político, donde está en marcha el retroceso en derechos humanos.
Bajo el argumento de "normalizar" el sufragio de extranjeros residentes en Chile, el gobierno 'progresista' logró su cometido en el Congreso, aumentar el requisito de cinco a diez años o más ininterrumpidos de avecindamiento para votar, modificación que entrará en vigencia en el 2026.
No era la primera vez que los partidos y firmas encuestadoras, enfatizaran las preferencias electorales según nacionalidad y por motivos que llevaron a migrar. En otras circunstancias los cálculos siempre han estado a la orden del día, y en las tiendas políticas y sus organizaciones, continúan realizando un seguimiento minucioso, conforme varían las estadísticas de la población migrante regular. A la fecha, somos 885.940 (5.6%) migrantes habilitados para votar, con mayor presencia de Venezuela, Perú, Colombia, Haití y Bolivia, tal como consigna el Servicio Electoral de Chile en su último padrón electoral.
Hoy, otra discusión en la esfera política, concerniente a la "irregularidad", se agudiza en pleno clima electoral y se instala en la opinión pública, entre el oportunismo, la desinformación y la emocionalidad propiciados por Kast y sus payasos.
De este modo, la restricción ya aprobada al sufragio, junto a la ausencia de garantías para una regularización y la persecución declarada a migrantes, evidencian una regresión de derechos. Así, el oficialismo buscó en su momento ganar réditos políticos bajo la impopularidad de la migración, mientras la oposición sigue imponiendo el discurso securitista y el miedo como elemento movilizador para llegar al poder ejecutivo.
En consecuencia, las elecciones transforman el control fronterizo en una puesta en escena, reforzando discursos de odio que se replican de manera incesante en redes sociales. Desde las declaraciones, hasta las preguntas dirigidas en debates públicos, se vincula la migración con la inseguridad, eclipsando temas tan importantes asociados a la movilidad humana, como el trabajo y la economía, la niñez y la protección, entre otros.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas, la ocupación laboral de migrantes, representó un 10,7% del total del país (noviembre 2024 - enero 2025), y alcanzó 1.025.769, en el trimestre julio - septiembre. A comienzos de este año, un informe de la Fundación porCausa destacó, además, el impacto de la migración en la economía chilena, a través de una contribución del 10,3% al Producto Interno Bruto (PIB).
La información anterior puede aportar a una valoración más justa de la migración en Chile, sin embargo, desde hace un tiempo atrás, diferentes sectores políticos optaron por la criminalización y la negación de migrantes como sujetos de derechos, un enfoque que se refleja en los encuadres mediáticos con una creciente deshumanización en contexto electoral y, de paso, en la manipulación del miedo y la desconfianza.
Ante esta realidad, mirar más allá de la coyuntura y tener conciencia crítica, se eleva como una urgencia en tiempos de incertidumbre ante el posible triunfo de la ultraderecha. Chile se ha forjado históricamente con diversidad cultural y desafíos complejos: reconocerlo es un paso esencial para impedir que los retrocesos de derechos humanos se continúen normalizando.
* Presidente de la Red de Periodistas Migrantes