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:: 08/01/2006

Uruguay: Ahora Greenpeace dice que sí a las papeleras rechazadas por el pueblo, pero con "condiciones" (como en Europa las aceptan...)

Coordinadora Ecológica Alto Paraná

Julio César Villalonga es director político de la sede de Greenpeace en Argentina, que se encarga también de Uruguay y Paraguay. Hoy, jueves, estará en Montevideo y se reunirá con Alicia Torres, directora de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama). Consultado por BRECHA, dijo que el propósito es establecer el diálogo y dar a conocer la opinión de su organización sobre la instalación de las plantas de celulosa en Río Negro.

Villalonga sostuvo que la situación no debe verse como una disputa entre Argentina y Uruguay, sino que ambos países están compartiendo un problema común. Si no lo enfrentan juntos, las dificultades de hoy se reiterarán porque a escala global hay una expansión papelera, que busca nuevos territorios para instalarse y tanto Uruguay como Argentina son candidatos para la instalación de estas plantas. Por eso los dos países deben fijar, de común acuerdo, estándares claros, muy rigurosos, acerca de cómo desarrollar la industria, con medidas muy estrictas, de alto nivel tecnológico para las plantas nuevas que se radiquen y también para la conversión de las que ya existen. Argentina tiene un mayor número y en ellas hay que hacer un proceso de reconversión hacia tecnologías más limpias. Todo esto tiene que hacerse a través de un plan que debe tener criterios compartidos, porque lo que ocurre en una de las márgenes del río Uruguay tiene consecuencias en sus dos orillas. Greenpeace no dice "no a las papeleras"; lo que reclama es un plan de producción limpia en el sector de la industria celulósica, aseguró.

La tecnología libre de cloro elemental no asegura "una producción limpia"; se requiere que sea totalmente libre de cloro. Villalonga admite que la Unión Europea acepta, en la normativa que comenzará a regir este año, plantas como las de Botnia y Ence. Afirma que en la regulación europea sólo se excluyen las tecnologías más viejas, que son las que siguen trabajando con cloro elemental, pero señala que cualquier tipo de cloro es contaminante y que no por tratarse de un procedimiento admitido en Europa da garantías de limpieza. Este tipo de plantas, como la más moderna de la provincia de Misiones (la de Alto Paraná), la de Valdivia, y varias otras en Estados Unidos, en Canadá, en España y en diferentes países europeos han causado graves problemas de contaminación.

Según el director de Greenpeace, no es cierto que las plantas celulósicas totalmente libres de cloro sean una rareza, aunque reconoce que son minoritarias en la oferta de pulpa de papel. Es partidario de actuar para que el mercado evolucione hacia una demanda de papel de otras características, que podrá ser menos brilloso, pero que es perfectamente utilizable para la impresión de cualquier clase de texto y de fotografías, y para todo tipo de uso. En cuanto a su costo, admite que la producción actualmente es más cara, pero dice que hay que tener en cuenta que toda tecnología, en la medida en que se masifica, tiende a bajar de precio. Además, lo más caro, a la larga, es la contaminación.

A esta altura, ni los partidarios de la instalación de las plantas libres de cloro elemental niegan que éstas contaminan. Lo que dicen es que el nivel de contaminación se puede atenuar con mecanismos eficaces de control y que, por otra parte, toda industria es contaminante. Villalonga afirma incluso que en teoría este tipo de plantas funciona bien, pero la experiencia enseña que los controles no han impedido que ocurrieran muy graves daños ambientales. Son muy difíciles de aplicar: la planta de Valdivia estaba bajo control, pero cuando se percibió el problema ya era demasiado tarde. También señala que si bien es cierto que cualquier industria contamina, hay que tener presente que las plantas celulósicas tienen una carga química importantísima, drenan efluentes a los ríos, generan emisiones gaseosas y, si utilizan compuestos de cloro, terminan emitiendo al ambiente compuestos organoclorados.

No es por casualidad, dice, que el propio Banco Mundial -que ha impulsado a Uruguay a convertirse en un país forestal- ha hecho una clasificación de las industrias contaminantes y las plantas celulósicas aparecen en el primer grupo. Además, agrega, en el caso de Río Negro hay un problema de magnitud por la escala de producción de las dos plantas. El de Botnia, que es un megaemprendimiento, rompe la escala de un modo descomunal: producirá más de un millón de toneladas anuales y, sumado al de ence, se superará el millón y medio, de modo que se triplica la producción de la planta de Valdivia. Es por eso que el riesgo de desastre ambiental supera los niveles alcanzados hasta ahora en cualquier parte del mundo. Esto explica, según Villalonga, la extrema preocupación que genera la instalación de ambas plantas, ubicadas además sobre un río cuyo caudal de agua es limitado, muy inferior, por ejemplo, al del Paraná.

Villalonga considera que habría que detener las obras y que el principal objetivo del Grupo Técnico de Alto Nivel (gtan) tendría que ser fijar los estándares comunes para desarrollar el sector papelero en los dos países. Señala que hasta ahora el trabajo de esta comisión binacional es un diálogo de sordos y que ha habido un fracaso tras otro. A su juicio, tendría que definir las pautas que los dos países deberían exigir a las empresas que quieran establecerse en ellos y las que habría que reclamar a las empresas ya radicadas. "Esa es la salida productiva y hacia adelante que podemos darle a este conflicto. A las plantas nuevas tenemos que exigirle lo mejor. Con ellas vamos a convivir 40 años. Si nos vamos a casar con una tecnología, hagámoslo con la mejor", concluye.

Brecha

 

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