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Venezuela :: 18/04/2018

Venezuela: Contra la pereza política

Reinaldo Iturriza López
En tiempos en que se enfrentan dos modelos antagónicos de sociedad, la tibieza política se paga caro

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La idea de que es necesario separar ideología y gestión de gobierno no solo es de impronta conservadora, sino de indiscutible filiación antichavista. Oponer socialismo y resolución de problemas concretos de la población implica plantearse un peligroso falso dilema. Descartado el horizonte anticapitalista, ¿cómo se supone que acometeremos la resolución de los problemas fundamentales de nuestra sociedad? ¿Nos limitaremos a gestionar lo existente, es decir, a administrar el estado de cosas, renunciando a transformarlo? No es una opción, como pudiera pensarse ingenuamente, enfocarnos en lo concreto para luego, cuando tengamos oportunidad, distraernos con cuestiones abstractas. Lo que tenemos que descubrir es cómo gobernar socialistamente. Caso contrario, seguiremos siendo presa fácil del pragmatismo.

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En tiempos en que se enfrentan dos modelos antagónicos de sociedad, la tibieza política se paga caro. Es falso que el antagonismo político conduzca inevitablemente a la lucha fratricida, como ha planteado siempre el antichavismo. Es falso que en lugar del antagonismo entre dos modelos de sociedad, seamos apenas testigos del enfrentamiento entre viejos y nuevos ricos, que los hay. El cinismo en política siempre favorece a las élites, viejas y nuevas, y justamente por eso no podemos permitirnos caer en su trampa. La idea de que hay que “despolarizar” la política, dado que ésta ha terminado reducida a la disputa entre élites por poder y privilegios, es otra trampa, tanto como la conseja de que hay que bajar el tono, porque la gente está harta de la política. En el caso específico de la base social del chavismo, no hay tal hartazgo de la política, sino de los políticos chavistas que no actúan como tales, y es cuando nos vemos obligados a lidiar con mediocres, mentirosos, autoritarios, tramposos, etc. En tal caso, el chavismo no aspira a un político de discurso moderado, sino a un político que actúe de manera honesta, democrática, y contra mediocres, tramposos, etc., sean del signo político que sean. El chavismo reivindica el antagonismo cual si fuera una cuestión de principios, porque sin él solo nos queda el simulacro de la política.

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La gente no está harta de la política, sino de la política boba. Corresponde trabajar en esta distinción con un mínimo de rigor y, por qué no, por una cuestión de honor: para hacerle justicia a la política que lleva haciendo el pueblo venezolano desde hace más de veinte años. La política boba alude a esa propensión a evitar a toda costa cualquier relación de interlocución con el ciudadano común y sus problemas, mucho menos con el pueblo organizado y sus cuestionamientos, demandas y propuestas, favoreciendo la interlocución con lo más impresentable de la clase política antichavista. Chávez lo planteaba en los siguientes términos el 20 de octubre de 2012, poniendo como ejemplo la línea editorial de los medios oficiales: “Ya pasó un momento, ¿no? Pero seguimos aferrados a aquello. Incluso dándole vocería a quienes casi no tienen nada que decirle al país. Poniendo videos: que esta persona dijo tal cosa. Yo digo: ¿será eso lo más importante en este momento? (…) ¿Y la gestión de gobierno? ¿Por qué no hacer programas con los trabajadores, donde salga la autocrítica? No le tengamos miedo a la crítica, ni a la autocrítica. Eso nos alimenta, nos hace falta”.

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Este hartazgo de la política boba no puede traducirse, bajo ninguna circunstancia, como odio a la política. Tal vez allí donde vemos puro odio no hay más que impotencia de no saber utilizar una de las materias primas de la política revolucionaria: el mismo hartazgo.

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Después de Chávez esto, después de Chávez aquello, ya nada es igual después de Chávez…Dejen a Chávez en paz. Chávez está vivo y ninguna derrota será decretada en su nombre.

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“Si las variables no las controlamos nosotros, la solución del problema no la tenemos nosotros”, dicen, y es como bajar las santamarías de la historia. El oficialismo ha llegado a un punto en que no tiene arrestos ni siquiera para plantearse problemas, mucho menos soluciones. Los problemas nos vienen dados. Es ciertamente una suerte de punto de no retorno. Como decretar la muerte de la política. Pero no hay tal muerte, ya lo sabemos, sino uno más de los problemas cuya resolución tenemos pendiente: producir otra clase política.

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Producir: otra política, otra clase política, otro pensamiento. Supone un esfuerzo extraordinario, sí, el esfuerzo de una toda una vida. Y cabe no hacerlo, por supuesto. Pero en ese caso, llame las cosas por su nombre. Llámelo pereza. Porque imposible no es.

SupuestoNegado.com

 

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