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Europa :: 09/07/2023

Protestas en Francia, una revuelta contra la violencia postcolonial del Estado

Xavier Villar
La lógica colonial-racial que privilegiaba al supremacismo blanco está siendo cuestionada, y este desafío está provocando un revanchismo blanco

El asesinato del joven Nahel, de 17 años, a manos de la policía francesa en la ciudad de Nanterre, cerca de París, ha desatado una inmensa revuelta contra la violencia (post)-colonial del Estado francés.

Podemos decir a este respecto, que el orden poscolonial es poscolonial no porque el colonialismo haya terminado, sino porque la lógica colonial-racial que privilegiaba al supremacismo blanco está siendo cuestionada, y este desafío está provocando un revanchismo blanco.

La muerte de Nahel, por tanto, no se puede comprender de manera aislada; más bien, es necesario conectarla con la violencia del Estado francés, especialmente la violencia dirigida hacia los musulmanes y otras poblaciones no blancas. En este sentido, es importante destacar que el joven era de origen argelino, lo que en Francia, al igual que en toda Europa, significa que era considerado un objetivo prioritario de las violencias del estado y sus poderes disciplinarios.

El historiador francés Emmanuel Blanchard considera que los orígenes coloniales de la institución policial en Francia y en Occidente son innegables. Blanchard señala la genealogía de la labor policial en las plantaciones esclavistas, donde su objetivo principal era perseguir a los esclavos fugitivos. A lo largo del período colonial y posteriormente, en la etapa post-colonial, podemos observar cómo una de las funciones fundamentales de la policía en contextos occidentales sigue siendo la represión y el control de los cuerpos que se desvían de la norma. Podemos llamarlos cuerpos colonizados, racializados o, como lo hace el antropólogo egipcio Talal Asad, cuerpos no seculares.

En Francia, en particular, se puede observar cómo altos mandos policiales y militares se involucraban tanto en la represión de las revueltas anticoloniales en el extranjero como en el interior del país.

Por ejemplo, en 1945, Maurice Papon fue designado jefe de la subdirección de Argelia en el Ministerio del Interior francés. En 1958, fue trasladado a París y nombrado responsable de la lucha contra "la subversión norteafricana". Papon importó doctrinas, métodos y agentes que habían sido desplegados en la guerra colonial en Argelia. Además, fue responsable de la masacre de manifestantes argelinos que tuvo lugar el 17 de octubre de 1961, siguiendo el modelo represivo utilizado contra las manifestaciones populares en Argelia.

Este no es un caso aislado. De manera mucho más general y dejando por un momento Francia, podemos observar cómo el Departamento de Estado de EE. UU. utilizó la película "La Batalla de Argel", filmada en 1966 por el director italiano Gillo Pontecorvo, como material de aprendizaje para que sus altos mandos militares estudiaran las tácticas de contrainsurgencia adoptadas por los franceses. El visionado de la película tuvo lugar poco tiempo después de los sucesos del 11 de septiembre y estaba dirigido a formar a las tropas que posteriormente ocuparían Afganistán. Sin embargo, como apunta el profesor de la Universidad de California-Irvine, Sohail Daulatzai, esta forma de ver la película implica negar conscientemente la lógica racial presente en ella y la crítica que el director hizo contra la violencia y explotación colonial.

"La Batalla de Argel" sigue siendo tan relevante hoy como lo fue hace 50 años, ya que captura de manera profética la actual condición política global. La "guerra contra el terrorismo" internacional ha generado un pánico racial hacia el "otro musulmán" y ha dado lugar a un enorme capital ideológico y políticas anti-musulmanas que están vinculadas a la muerte de Nahel. Además, la película visualmente muestra cómo los argelinos, incluido el protagonista Ali la Pointe, viven en la abarrotada Casbah, rodeados de alambradas, puntos de control, torres de vigilancia y guardias armados, mientras que la parte europea de la ciudad rebosa de riqueza, cultura y jardines. En Francia, podemos encontrar una división urbanística similar en las llamadas banlieues donde vivía Nahel, en contraste con otras zonas.

Banlieue es un término ampliamente utilizado que se refiere a un área urbanizada en las afueras de una gran ciudad. Literalmente, banlieue significa "ubicación prohibida". Estas áreas urbanas están mayormente habitadas por aquellos cuerpos no-seculares a los que nos hemos referido anteriormente. Las banlieues no solo son herederas del urbanismo colonial francés en Argelia, sino que también reflejan un control político que se deriva del supremacismo blanco colonial.

Las banlieues, al igual que los cuerpos no-seculares, se encuentran en un estado de excepción permanente. Estos estados no son una "excepción" temporal o anómala de la ley, como lo planteó el filósofo italiano Giorgio Agamben en su obra. Por el contrario, estos estados de excepción son constantes en el otro lado de la línea ontológica del ser. Incluso cuando estos estados de excepción dejan de ser temporales, continúan siendo estados de excepción permanentes en un sentido ontológico y respaldados por la ley. Por esta razón, una interpretación excepcionalista del estado de excepción no es suficiente para comprender cómo las vidas de las personas racializadas, especialmente de los y las musulmanas, están sometidas a diversas formas de violencia en su vida diaria.

La guerra colonial contra el enemigo interior, que es completamente necesaria para crear y sostener la identidad francesa, se dirige contra aquellos sujetos que obstaculizan el cierre de la nación. En este sentido, los musulmanes y su presencia pública marcan los límites de la nación. Es el Islam, entendido como identidad política y su carácter global, lo que amenaza el proyecto particularista y nacional francés.

Por eso, el régimen de Macron ha intentado construir un "Islam francés", es decir, disciplinar el Islam para que se ajuste a los marcos del Estado. Para lograr este objetivo, también es crucial disciplinar los cuerpos no-seculares, aquellos que no representan la nación ni se ajustan a las fantasías fundacionales de modernidad, racionalidad y agencia.

La muerte de Nahel a manos de la policía francesa es más que una tragedia personal, es un recordatorio de cómo se estructura la sociedad actual a través de una división no-dialéctica que separa de manera rígida entre los seres humanos y "el resto".

* Doctor en Estudios Islámicos
hispantv.com

 

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