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EE.UU. :: 07/11/2017

Halloween negro en Nueva York

Guadi Calvo
Como dijo James Petras, a pocas horas del atentado a las Torres Gemelas: "Yo no sé quién fue, pero sé que a los EEUU este ataque le viene como anillo al dedo"

El martes 31 de octubre un terrorista “espontaneo” lanzó una camioneta de alquiler contra un grupo de ciclistas que disfrutaba la tarde soleada en Nueva York, mientras la ciudad festejaba Halloween, poco antes de estrellarse contra un ómnibus de escolares en la esquina las calles West y Chambers, en el barrio de Tribeca.

La embestida es  un nuevo caso de ataque low cost, como ya se ha visto en Niza, Londres, Berlín (aunque el de Barcelona es similar, no responde a las misma reglas por su estructura organizativa); por la sencillez de su ejecución, parecen tan imparables como imprevisibles. Solo alcanza con saber conducir un vehículo, cuanto de mayor porte mejor, y tener la suficiente inconsciencia como para abandonar la vida y lanzarse a producir todo el mal posible, hasta que las leyes de la física o un disparo certero detengan al súbito muyahidín. La génesis de las razones, para que de buenas a primeras un hombre común pueda convertirse en un integrista fanático, jamás podremos desentrañarlas, por más que psiquiatras, psicólogos, sociólogos, antropólogos, politólogos y “yihadologos” de toda laya intente descifrarlas.

El ataque no solo dejó ocho muertos (cinco argentinos, una mujer belga y dos norteamericanos) y 12 heridos, sino que le otorgó una perfecta oportunidad para que “Bocazas Trump” vuelva a ejercer, con impudicia, el mismo oportunismo que lo convirtió primero en magnate y después en presidente (en perfecto orden de importancia); oportunidad, apenas conocida la identidad del atacante, para lanzarse a contra los migrantes como los responsables de todos los males de EEUU. Y apuntar entre otras cuestiones a la famosa y esperanzadora, para muchos, “lotería de visas para la diversidad”, que consiste en otorgar anualmente a 50 mil ciudadanos -provenientes de países con pocos inmigrantes en EEUU- una visa de residencia. Tan solo con anotarse en la lista y rogar profundamente a Dios alcanza para ser uno de los afortunados.

El atacante de Halloween, Sayfullo Saipov, de 29 años y nacido en Uzbekistán, había llegado a los EEUU en 2010, justamente beneficiado por esa lotería, y hasta ese martes no había despertado la curiosidad de las autoridades, ya que solo registraba algunas faltas menores de tránsito. Vivió y trabajó en Tampa, Florida y Nueva Jersey con su esposa y sus dos hijas, y por estos días trabajaba como conductor de Uber. Algunas personas que lo trataron con anterioridad opinaron que era un hombre normal y solo había sido visto muy esporádicamente en algún mezquita.

Como lo aseveró el pensador norteamericano James Petras, a pocas horas del atentado a las Torres Gemelas: “Yo no sé quién fue, pero sé que a los EEUU este ataque le viene como anillo al dedo”. Podemos repetir una a una las palabras del maestro Petras acerca de lo oportuno del ataque para las políticas de Trump.

La acción de Sayfullo Saipov resultó ser una perfecta jugada a dos bandas para el rozagante presidente. Por un lado, deja en claro la “peligrosidad” de los inmigrantes, vengan de donde viniesen, y habilita así la construcción de muros materiales y administrativos para gente “rara”. Por otro lado, justifica sus nuevas políticas exteriores de “lucha contra el terror”, como ya está ejecutando en el Sahel, Somalia, Siria, Irak, Yemen, Afganistán, y esto solo por ahora.

Trump ya ha exigido al Congreso dar de baja al programa de lotería de visados, al mismo tiempo que sugirió reactivar Guantánamo como campo de concentración.

Después de embestir el transporte escolar, Sayfullo Saipov abandonó la camioneta e inició una espasmódica carrera por la calle West, la principal de esa parte de Manhattan, al gritó de Allahu Akbar (Alá es grande), portando varios cuchillos y una “peligrosa” pistola que dispara solo bolas de pintura (pinball) y otra de perdigones; hasta que un policía lo detuvo con un disparo en el abdomen.

Pretender que el hecho de que cualquier desequilibrado con barba larga, proveniente de un país con terminación en “istan” que embiste graciosamente gente inocente e intenta huir al gritó de Allahu Akbar, lo convierta en un integrante del Daesh, es tan absurdo como creer que cualquier gordo de anteojos negro, jopo y traje de lentejuelas que pasea por Las Vegas sea Elvis Presley.

Terrorismo en serio

El terrorismo es otra cosa más compleja que el asalto de un espontaneo, que bien pudo ser instigado por algún fundamentalista preparado, un emir, un mullah o un sheik, desde alguna mezquita o madrassa, o bien sea parte integrante y activa de algunos de los muchos grupos que operan alrededor del mundo; o sea miembro de alguna célula dormida, que espera ser despertada para lanzarse a la cacería de cruzados y judíos como sucedió en París o Bruselas. Otra es ser un “lobo solitario”, hombres experimentados en combate, uso de armas y en la fabricación de explosivos, dispuestos a inmolarse, que actúan por la propia, listos para generan una matanza en la primera oportunidad o cuando lo crean más conveniente, y están adscriptos orgánicamente a alguna organización tributaria de al-Qaeda o el Daesh.

Un número indeterminado de estos “lobos solitarios”, que según la agencia de inteligencia que opine, estarían en el orden de los 400 a los 1500, habrían regresado a Europa desde 2015, tras su experiencia en la guerra siria, enmascarados en las olas de refugiados que han llegado y continúan llegando desde Libia y Turquía.

Un terrorista orgánico intentará genera el mayor daño posible con la acción más discreta e inesperada.

El terrorismo en serio ha dado claras muestras de sus condiciones para el combate en muchísimas oportunidades, si consideramos desde la guerra afgana contra la Unión Soviética (1978-1992), en las guerras de Chechenia (1994-1996 y 1999-2009), en la guerra civil argelina (1991-2002) y, más recientemente en Libia, Siria, Irak, Nigeria, Somalia y Filipinas, donde han enfrentado a ejércitos regulares, prácticamente de igual a igual.

Ejemplos como el de Mosul, en manos de los terroristas desde 2014 y que se convirtió en el último bastión del Daesh en Irak, en que prácticamente fueron necesarios entre nueve y diez meses -con el accionar de tropas iraquíes, kurdas, turcas y efectivos sirios, rusos y norteamericanos- para liberal la ciudad en su totalidad; o un ejemplo por pequeño no menos significativo, fue la férrea resistencia de los hombres del grupo Abu-Sayaff , partidarios del Daesh, que tomaron la ciudad filipina de Marawi el 23 de mayo último, donde unos 700 muyahidines resistieron durante cuatro meses los embates de 15 mil hombres del ejército filipino, acompañados de efectivos norteamericanos y australianos, al tiempo que fueron acosados por fuego de artillería y bombardeos aéreo.

No es particularmente significativo que el atacante de Halloween haya sido de nacionalidad uzbeca; tal como pasa en muchos países de mayoría musulmana la presencia activa de este tipo de organizaciones no significa que pudieran abrir un frente activo como sucedió en Siria o Irak.

El wahabismo uzbeco se propaló por la ex nación soviética apenas a principio de 1990, ubicándose en el valle de Ferganá, al este de Uzbekistán, donde viven unos 12 millones de personas, y que se extiende por Kirguistán y Tayikistán. Fue allí, al amparo de los talibanes afganos, que se fundó en 1991 el O’zbekiston islomiy harakati  (OIH, Movimiento Islámico de Uzbekistán) cuyos líderes serán el ex soldado soviético Juma Namangani, muerto en 2001, y el sheik Tahir Yuldáshev. Tras la fundación del movimiento se proclamó el gran califato de Mawarah-al-nahr, que abarcaría toda Asia Central. Según la NAK (Comité Nacional Antiterrorista de Rusia) unos cuatro mil centroasiáticos han participado junto al Daesh en Siria e Irak, de los cuales cerca de la mitad serían de Uzbekistán.

Esta ex república soviética, laica en su forma aunque de mayoría sunita, fue gobernada con puño de hierro por Islam Karímov desde la caída de la URSS hasta su muerte, en septiembre de 2016; en esta república se  ha ahogado en sangre varias insubordinaciones integristas sin que a Karímov le tiemble el pulso. Por lo tanto, las acciones del OIH han sido muy esporádicas. Las más recientes datan de junio de 2014, en que varios miembros de grupo uzbeco participaron, junto al talibán pakistaní, en el ataque al aeropuerto de la ciudad de Karachi, operación que dejó unos cuarenta muertos. Aunque la acción más difundida en los medios fue el ataque al metro de la ciudad de San Petersburgo, protagonizado por el uzbeco Akbarzhón Dzhalílov, nacido en Kirguistán y con nacionalidad rusa, que se inmoló en abril de este año matando a 15 personas.

Tras las derrotas de Siria e Irak, el terrorismo wahabita articulará sus acciones de todos los modos posibles para no perder vigencia entre los miles de jóvenes musulmanes dispuestos a inmolarse por necesidades espirituales o materiales, ya que sus familias son muy bien retribuidas llegado el caso. Aunque para que esto continúe de esta manera, habrá que seguir con mucho cuidado las purgas políticas que en este preciso momento de ejecutan en Arabia Saudí, quien ha creado, animado y financiado el accionar del terrorismo wahabita, como hasta hoy lo hemos conocido.

El Furgón

 

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