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Argentina :: 29/08/2006

Su gobernabilidad es un tigre de papel

Fernando Esteche
El mapa de la Argentina está teñido de situaciones de violencia popular, de desgobierno, de lucha de masas. Con uno u otro signo, incluso a veces con reivindicaciones opuestas, sectores del Pueblo van cimentando un camino de lucha que da cuenta que no todo está resuelto para el Régimen.

Larga es la lista que podemos hacer, desde los pobladores de San Vicente luchando por más guías de tala y contra el robo descarado del intendente; los pobladores de Gualeguaychú y Colón; los trabajadores de San Pedro emprendiéndola contra la Municipalidad comandada por un intendente que se niega a recibirlos; el Pueblo de Las Heras contra la represión; los más humildes de Neuquén defendiendo sus hogares; los usuarios que vuelven a emprenderla en Ramos Mejía contra TBA la empresa que compró la línea Sarmiento de FFCC, el Pueblo de Rafael Calzada que se trenzó en dos días de combates callejeros contra una policía que velaba por la propiedad del violador de una nena; y la lista sigue con Rincón de Sauce, Tartagal, Comodoro, etc.

Son a nuestro entender claros síntomas de las limitaciones del modelo de gobernabilidad que plantea el kirchnerismo. No tienen todo controlado, controlan lo institucional donde sólo está contenida y expresada una parte de los argentinos. Pero otra gran parte, la que figura en las planillas del INDEC como "pobres" que son casi la mitad de los argentinos, esa otra parte, está afuera de todo, de sus medidas de gobierno, de su obra pública, de sus planes y subsidios, de su clientelismo, de sus peroratas pérfidas e hipócritas, de todo, de su sistema de dominación y de sus canales de representación.

Así entonces mientras festejan su airoso paso por el examen de las urnas, no toman para nada en cuenta la naturaleza verdaderamente proscriptiva de este modelo de gobernabilidad, donde cuentan los votos de los que votan por ellos pero no cuentan los votos que votan por nadie o en contra de ellos; y menos cuentan a los millones que directamente ni votan. Así son los cimientos de esta democracia liberal y antipopular.

Podemos decir que si bien es claro que avanzan y consolidan su modelo de gobernabilidad, no están construyendo una Argentina integrada. Es la gobernabilidad de los partidos que más que partidos políticos parecen empresas. La gobernabilidad de la construcción de consensos entre los que dominan, entre los políticos. La gobernabilidad que se regula con fusibles como Acevedo o Ibarra, para sanearse y recomponer consenso de la "opinión pública". La gobernabilidad de la opinión pública, esa que ignora la profundidad de la problemática del desempleo, del hambre, de la educación y la salud pública. La que tiene a la "seguridad’ como punto uno de los problemas de gobierno, la que mide su eficiencia en función de los conflictos que puedan o no expresarse por las calles de la ciudad de Buenos Aires. La gobernabilidad de los periodistas comprados o alquilados, de las noticias acalladas, la única posible después de diciembre del 2001.

Aún el modelo para los que contiene es perverso, pretendiendo mantener las cosas como están porque cualquier mejora para el Pueblo produce inflación. Así regatea los aumentos de salarios, convoca a no comer carne y pronto convocará a no consumir luz ni gas, porque lejos de sus ideas está la de ejercer el poder que se supone que tiene al mando del estado e imponer control de precios y congelamiento de las tarifas. Hace ya más de un año que pactó los aumentos que se vienen. Prefiere condenarnos a comer milanesas de soja a la luz de las velas.

Por todo ello es que sabemos que estamos parados sobre un volcán, que más tarde o más temprano hará erupción, lo quemará todo, arrasará con todo esto que no es más que un tigre de papel.

Claro que el saqueo sigue, que la destrucción de nuestros recursos naturales sigue, la burla cotidiana y la succión de millonarios recursos nacionales al exterior son realidades innegables. Y más claro está que todas esas luchas que reseñamos no se constituyen como parte de un dispositivo para derrotar al régimen, nada de eso.

Porque en la medida que no podamos poner en pie una referencia política, ofrecer un camino político al conjunto de los argentinos, que sea capaz de romper este entrampamiento, seguiremos haciendo grandes esfuerzos en peleas puntuales que no redundarán en el cambio real de las condiciones.

Creemos entonces que se trata de involucrar a las masas a debatir los grandes temas nacionales, a sentar posición sobre esto y construir un programa revolucionario que se oponga al régimen y convoque a nuestro Pueblo a prender fuego este tigre de papel. En esa tarea van nuestros inmediatos esfuerzos, construyendo la Unidad Política que pueda motorizar semejante maniobra.

 

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