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Pensamiento :: 21/09/2006

Las ciudades muertas

Diego Farpón
En un mundo en el cual todo es una mercancía: el agua, el aire, la naturaleza, la tierra e incluso las mismas personas, el suelo no escapa a esta lógica. Es por ello que los grandes edificios reemplazan las antiguas casas, y los rascacielos a los edificios viejos.

Mientras, las carreteras suplen a los viejos caminos y los ladrillos ganan terreno a los solares, a los espacios verdes, a los lugares de encuentro: lo edificado abruma a lo natural.

Y es que, más allá del negocio urbanístico, las ciudades son un reflejo de sus sociedades. En el siglo XXI, en lo que llamamos primer mundo, la atomización de las relaciones sociales y el fin de la interrelación entre los jóvenes son fundamentales para el sistema.

De este modo, con los actuales trazados urbanísticos, el sistema culmina la individualización que comenzó en el trabajo y en los estudios: el ocio, individualizado, también nos separa ahora a los unos de los otros. Cuando los jóvenes están alienados y se pasan las horas en sus casas, cuando pasan horas ante la televisión, con una videoconsola, con un ordenador, es porque esas son sus opciones de ocio.

Es extraño, ciertamente, andar por la calle y encontrarse un grupo de jóvenes jugando con un balón, saltando a la comba o jugando a pillar, pero también es extraño encontrar grupos de jóvenes compartiendo canutos y cervezas.

Es extraño, sí, pero no recriminéis a los jóvenes. En lugar de hacerlo, en lugar de culparlos, mirad el entorno y darles un lugar entre los rascacielos y los grandes centros comerciales. Ofrecerles un lugar en el que correr sin que sean atropellados por los coches, un lugar tranquilo en el que poder hablar sin fábricas cercanas, obras ni ruidos molestos. Es fácil, es mucho más fácil echarle la culpa a los demás, es mucho más fácil decir que los jóvenes, por alguna razón que nadie alcanza a explicar, están alienados y que ya no juegan en la calle como antes, pero recordad: las calles ya no son como antes.

Corresponde a la izquierda revolucionaria, a aquellos que quieren acabar con el sistema, enfrentar este problema y crear opciones de ocio alternativas. Es necesario crear espacios de unión: desde proyecciones y debates hasta fiestas y conciertos. No es suficiente con actos para los más comprometidos: es necesario llegar a la mayor cantidad posible de jóvenes.

Y es necesario, claro, que no sea algo puntual, que no haya un día o dos en que tal sitio estará abierto. No basta. Es necesario ofrecer alternativas a los jóvenes todos los días para que, ellos mismos, las hagan con el paso del tiempo suyas, para cambiar sus rutinas y sus formas de vida.

Fuente: La Haine

 

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