"Creí que nos iban a matar, por eso entregamos el dinero", dijo nervioso Pablo Omar Molina, conductor del camión Brinks asaltado en una verdadera emboscada urbana en un tramo despoblado de la avenida Quilín, en la comuna de Peñalolén.
El atraco fue cometido a las 8:10 horas, a 60 metros al oriente de la curva donde nace la calle Los Cerezos, en un área flanqueada por vegetación que desborda el parque Cousiño Macul.
"No tuvimos alternativa, porque nos sorprendieron cerca de ocho tipos con pistolas, revólveres y al menos un arma larga, al parecer una escopeta", agregó Molina en diálogo con "El Mercurio" en el sitio del suceso.
Error en protocolo
Un principio básico en el protocolo de seguridad de los vigilantes que manejan valores es "nunca abandonar el puesto" y menos bajarse del camión. Esta situación fue vulnerada en el asalto, ya que dos personas se bajaron del transporte de valores: el chofer y su ayudante.
Según fuentes policiales, la hoja de ruta del blindado indicaba que su primera detención era el supermercado Santa Isabel de avenida Tobalaba. Antes de llegar al lugar, fue interceptado por los asaltantes, quienes tenían preparada una singular emboscada.
El carguero, con 19 bolsas de loneta que llevaban 794 millones 940 mil pesos en billetes -destinados a abastecer los cajeros automáticos del área suroriente- transitaba a velocidad normal por avenida Quilín.
Al salir de la segunda curva -después de cruzar la rotonda Quilín-, una camioneta Nissan gris de doble cabina efectúa una maniobra de adelantamiento. El conductor impactó, a propósito, el extremo izquierdo del parachoques delantero del camión.
En los segundos siguientes, ambos vehículos estacionaron junto a la berma. El desconocido descendió como cualquier víctima a reclamar por los daños sufridos, e intercambiar datos sobre los seguros. Fue insistente. Y engañó a Pablo Molina, quien abandonó la protección del blindado y descendió a dialogar.
El vigilante que iba de acompañante en el asiento delantero, Elías Molina Andrade, también vulnera el protocolo de seguridad y baja del camión para ayudar a convencer al desconocido que lleve su reclamo a la gerencia.
Fue el instante que aguardaban entre cuatro y cinco cómplices -según el relato de los vigilantes- ocultos entre los arbustos, quienes al grito de "¡no se muevan, esto es un asalto!", entraron en escena. Desarmaron al chofer, a Molina Andrade y al otro vigilante, Giovanni Sandoval, quien se entregó.
Un cuarto integrante, Ricardo Bravo, empleado civil designado por Brinks como veedor cuando se trata de una importante remesa de dinero, también fue reducido.
Huída
Los asaltantes, rápidamente, cargaron las bolsas con el dinero en la camioneta, y dejando a sus víctimas amordazadas y atadas de pies y manos, escaparon con el botín en dirección al poniente. Hicieron recambio de vehículo en Madreselvas con Calle 1, al norponiente de la rotonda Quilín, prosiguiendo la huida.
Fuentes ligadas a la investigación señalan que no se puede descartar la implicancia, en algún grado, de los propios vigilantes en el hecho. Eso, aunque por el momento no hay nada concreto que los ligue al atraco.
También es posible que los "datos" salieran desde otro sector de la empresa. A la policía le llamó la atención lo planificado del asalto: los delincuentes conocían la ruta y la hora en la que el transporte pasaría por el lugar. Como dato, las vías usadas por Brinks no siempre son las mismas. La idea es que sean impredecibles. Acá, no funcionó.
Trévor Oyarzún, jefe de la Brigada de Robos de Investigaciones, señaló: "Las características del delito hacen suponer que los delincuentes contaron con información privilegiada".
Los primeros indicios para dar con los asaltantes apuntan hacia personas de entre 35 y 45 años. Gente con experiencia. De hecho, Investigaciones trabaja con retratos hablados de algunos de los individuos, quienes actuaron a rostro descubierto.