“Ustedes tienen que hablar el lenguaje de la paz. No importa lo que hagan sobre el terreno. Usen siempre el discurso de la paz, y no digan nunca lo que realmente van a hacer” (Lyndon B. Johnson a los dirigentes israelíes).
¿Se puede sentar a negociar a la víctima y al verdugo, al violador y a la violada, al opresor y al oprimido; o en este caso, al ocupante y al ocupado, al colonizador y al colonizado? ¿Qué tipo de “negociación” se puede dar cuando existe entre las dos partes una desmesurada asimetría de poder? Ciertamente, nunca una que beneficie a la parte más débil. Sobre todo cuando la negociación pretende sustituir y eludir otros caminos: el de la justicia y la rendición de cuentas del más fuerte.