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EE.UU. :: 06/02/2008

Los israelitas, los sospechosos que todos temen señalar

Juan José Cánepa
A propósito de las recientes declaraciones del ex presidente de Italia, Francesco Cossiga sobre la verdadera autoría de los atentados a las Torres Gemelas por la CIA y el Mossad, reproducimos este artículo publicado en octubre de 2001

Sin dudas el caso más claro de la política judía, de agredir y engañar a los norteamericanos haciéndoles creer que los árabes los están atacando, sucedió el día 8 de junio de 1967 cuando, durante la Guerra de los Seis Días, aviones y lanchas torpederas israelíes atacaron al buque USS Liberty.

Los judíos hicieron todo lo posible por hundir el barco y que no quedaran sobrevivientes; incluso le dispararon a los botes salvavidas para que los marineros no se salvaran, pero el barco resistió a flote. El objetivo era hundir el barco y culpar a Egipto por el incidente, y no se descarta que en este plan hayan estado involucrados los más altos funcionarios norteamericanos. Esto se debe a que cuando el USS Liberty pidió ayuda a la Sexta Flota y ésta envió aviones de guerra en su ayuda, el Secretario de Defensa McNamara, con la aprobación del propio presidente Johnson, dio la contraorden para que los aviones volvieran a su base. Este asombroso incidente es uno de los hechos bélicos más encubiertos por el gobierno norteamericano y desconocidos por la opinión pública de dicho país. Cabe destacar que uno de los pilotos israelíes era un judío «norteamericano».

Como introducción al libro «Assault on the Liberty: The True Story of the Israeli Attack on an American Intelligence Ship» de James M. Ennes Jr., el Almirante Thomas H. Moorer escribe:

«En Junio de 1967, aviones jet y botes torpederos de Israel atacaron brutalmente una embarcación naval Americana, el USS Liberty, en aguas internacionales de la península del Sinaí en el mar Mediterráneo. El ataque estuvo precedido por seis horas de intensa vigilancia de bajo nivel por aviones israelíes de reconocimiento fotográfico, los que zumbaron directamente por encima del barco de inteligencia trece veces, tan bajo como a doscientos pies de altura. El asalto cuidadosamente orquestado que siguió fue iniciado por aviones jet de alta performance, fue seguido por jets más lentos y maniobrables cargados con napalm, y finalmente fue dejado a botes torpederos letales, los que abrieron un boquete de cuarenta pies de ancho en el costado del barco.

El ataque duró mas de dos horas -matando a 34 norteamericanos e hiriendo a otros 171- y produjo 821 agujeros de cohetes y metralla en todo el barco. Y cuando el Liberty se mantuvo tercamente a flote a pesar del daño, las fuerzas israelíes ametrallaron las balsas salvavidas y enviaron helicópteros con tropas para terminar el trabajo. En ese punto, con los aviones de rescate de la Sexta Flota finalmente en camino, el gobierno de Israel se disculpó y las fuerzas atacantes se fueron enseguida. Recién allí se supo la identidad del atacante.

Los detalles del ataque fueron silenciados en ambos países. Israel alegó que sus fuerzas confundieron al Liberty con un barco egipcio, y nuestro gobierno calladamente aceptó esta excusa a pesar de la evidencia contraria. Luego nuestro gobierno minimizó la intensidad de la vigilancia y la severidad del ataque, e impuso un oscurecimiento de la noticia para mantenerla bajo control. La versión oficial dice que el Liberty fue reconocido sólo tres veces y sólo desde grandes distancias. Al pueblo norteamericano se le dijo que el ataque aéreo duró sólo cinco minutos y que fue seguido por un único torpedo y de una inmediata disculpa y ofrecimiento de asistencia.

Ahora, luego de más de doce años de investigación y docenas de entrevistas con ejecutivos del gobierno, oficiales militares y sobrevivientes del Liberty, un ex-oficial del barco que estuvo allí revela la historia del ataque desde dentro del USS Liberty y los intentos de nuestro gobierno de mantener la verdad alejada del conocimiento público».

Es obvio que el plan no resultó como se esperaba y no había posibilidad de encubrirlo y culpar a Egipto, por lo que Israel tuvo que pedir una disculpa argumentando que había sido una «confusión». Si bien los testimonios de los sobrevivientes y todas las pruebas indican que fue un ataque deliberado por parte de Israel, el propio gobierno norteamericano se ha ocupado de impedir que se investigue el caso e incluso ha prohibido a los marineros sobrevivientes hablar sobre el tema bajo amenaza de Corte Marcial. Los altos funcionarios del gobierno norteamericano, han demostrado con este hecho que su lealtad es más fuerte hacia Israel que hacia el pueblo que pretenden representar y es preciso aclarar, que es ese mismo gobierno títere de Israel, quien ahora se encarga de investigar (o encubrir) la verdad sobre los últimos atentados terroristas.

Ahora tenemos la nueva agresión del 11 de septiembre; tenemos a los supuestos terroristas árabes en la escena; las pruebas (de las que todos hablan pero nadie muestra) señalando a Bin Laden; al pueblo norteamericano odiando a los árabes y preparados para repetir lo de Libia, pero a gran escala contra Afganistán y algún otro objetivo en la zona. El problema es que hay cosas que no encajan en este «perfecto» atentado de los fundamentalistas musulmanes.

En primer lugar, se dijo que uno de los objetivos de los atentados era el avión presidencial, razón por la cual el presidente Bush desapareció durante algunas horas. Es claro que para atentar contra dicho objetivo hay que manejar información interna y confidencial del gobierno norteamericano (agenda presidencial, rutas aéreas de su avión, etc.), datos a los que difícilmente tenga acceso un Bin Laden o cualquier otro villano de turno.

¿Quién, además del gobierno norteamericano, manejaría esta información tan confidencial? Nuevamente Ostrovsky nos ilustra en este sentido «...aprendemos que el Mossad usualmente recibe información de la CIA, mientras tienen una política de nunca revelar tal información, incluso si la vida de norteamericanos está en peligro. También, descubrimos que una división súper secreta del Mossad (llamada Al) está activa en Nueva York y Washington, involucrada en espiar a los ciudadanos norteamericanos, reclutar 'ayudantes' judíos, y llevar a cabo actividades encubiertas».

En segundo lugar, nadie parece caer en la cuenta que el único beneficio que tendría para un grupo terrorista árabe cometer esos atentados, sería el poder decir públicamente: «Fuimos nosotros, vean nuestro poder, ésto le pasa a quien se mete con los árabes». Pero la realidad es que Bin Laden, el principal sospechoso, niega haber tenido algo que ver con los atentados, al mismo tiempo que el gobierno norteamericano se niega misteriosamente a presentar las pruebas que lo vinculan. ¿Las tendrá?

En tercer lugar, tenemos esa versión publicada por el New York Times del día 26 de septiembre pasado [del 2001], según la cual 4.000 judíos que trabajaban en las torres gemelas faltaron a su trabajo el día de los atentados, como si hubiesen sabido lo que iba a pasar. Obviamente es una versión muy difícil de demostrar, pero coincide con el hecho que habiendo tantos desaparecidos, se hayan recuperado tan pocos cadáveres.

Por último, pero no por ello menos importante, debemos analizar quién se benefician más con todo ésto. Hasta ahora los únicos beneficiados son Israely EE.UU. Dicho país obtuvo licencia para matar en la opinión pública internacional y justifica, ante los norteamericanos, toda esa ayuda militar y económica que le envían de regalo cada año a cambio de... es un misterio. Adicionalmente, han conseguido que todo occidente esté en pie de guerra contra sus enemigos árabes, tal cual lo hicieron contra Alemania hace medio Siglo, cuando Hitler se atrevió a reemplazar el patrón oro de su moneda por el patrón trabajo, y la comunidad judía internacional le declaró la guerra santa en 1933.

Por su parte, la prensa judía en EE.UU. alevosamente evita involucrar a Israel en sus noticias sobre el tema. Por ejemplo, cuando los iraníes explicaron por qué no iban a apoyar a EE.UU, señalaron que dicho país protege a los peores terroristas que existen: los israelíes. Pero vemos como CNN recorta esos comentarios inconvenientes, evitando así que llegue al público norteamericano la verdad. Este manejo es tan extenso y alevoso, que hemos llegado a un punto ridículo en que el norteamericano promedio no tiene la menor idea de por qué los odian los árabes.

Es claro que los antecedentes de Israel nos llevan a pensar que finalmente se salieron con la suya. Posiblemente hayan conseguido infiltrar algún agente propio o de la CIA en un pequeño grupo extremista, les hayan dado el plan, el financiamiento y hasta el camino libre para lograr el objetivo, haciéndoles creer que estaban haciendo la obra de Alá. El problema es, ¿quién se anima a apuntar un dedo acusador hacia los judíos? La realidad nos demuestra que detrás del dedo acusador, necesariamente hay alguien con familia y trabajo que desea seguir teniendo familia y trabajo, y por ello el dedo acusador va a seguir apuntando hacia cualquier lado que no sea ese. ¿Verdad que usted no quiere que le pongan ese nefasto mote de «antisemita», por cometer el crimen atroz (y contra la humanidad) de criticar las políticas de Israel o señalar a los judíos con algo que no sean halagos?

De todas formas le pido colega, que ya que no publicará estos hechos del pasado tan comprometedores para la mayoría de sus anunciantes, al menos que no aporte más leña al fuego de odio contra los árabes, ya que lo más seguro es que no tengan nada que ver en ésto.

Venezuela Analítica.com / Boletín Entorno

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/aS7J