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Medio Oriente :: 13/11/2017

La guerra sin límites: la OTAN y su socio terrorista Israel

Alessandro Pagani
Génesis del acercamiento y la incorporación cada vez más abierta de Israel a las estructuras de la OTAN (con el objetivo último de impedir el crecimiento de Irán)

Sin ser abiertamente parte integral de la OTAN, Israel trabaja en su nombre. Comparten inteligencia, tecnología militar e intereses. Los acuerdos que los israelíes tienen con la Alianza Atlántica, les garantizan impunidad en las violaciones al derecho internacional y en los crímenes de lesa humanidad que cometen no solo en Palestina si no también en Siria, Yemen y otros países. A cambio, la OTAN garantizó en su momento su ampliación al Magreb, y actualmente, aunque no se analiza aquí, su ayuda para debilitar a Irán.

Una primera directriz de análisis sobre el papel de Israel dentro el “nuevo concepto defensivo” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está constituida por la expansión de la Alianza Atlántica del Norte hacia el “frente sur” del Mediterráneo, sucesiva a la guerra contra la antigua Yugoslavia al final de la década de 1990que, además de la expansión hacia Europa oriental, ha visto interesarse también en los Estados-naciones del Maghreb.

La penetración hacia el sur se dio a través de los métodos siempre más intensos de cooperación de los países del Maghreb –y no sólo dentro del “nuevo concepto defensivo” de la Alianza Atlántica– con la extensión de las redes de bases y sus soportes logísticos, la entrega de armas, el entrenamiento conjunto, la elaboración de un plan de contrainsurgencia basado sobre la así mal llamada guerra contra el terrorismo y contra las organizaciones islámicas y hacia la “normalización” de las relaciones con Israel.

En realidad la legislación antiterrorismo no sólo ha legitimado la “cacería contra los musulmanes” y las prácticas de extradición extrajudicial por parte de EEUU y sus aliados, sino que ha llenado las cárceles de los regímenes árabes de disidentes políticos que con las guerrillas islamistas, muchas veces, no tienen nada que ver.

El fortalecimiento de la alianza entre la OTAN e Israel ha creado una situación sin precedentes entre gobernantes y gobernados. Se trata de una fractura que se ve reflejada, por ejemplo, en las protestas contra la guerra en Irak en 2003, contra la agresión israelí en Líbano en el verano de 2006 y contra la operación “Plomo Fundido” en Gaza: momentos donde las oposiciones políticas al “nuevo orden mundial”, que EEUU y su aliado Israel quieren imponer mediante la OTAN, han podido reorganizarse dentro de un proceso de movilización masiva protagónico dentro de los territorios ocupados en Palestina y en Gaza.

El nivel de colaboración de Israel con la OTAN refleja muy bien la política de “global management” que los analistas militares y los profetas del multilateralismo estadunidense aluden cuando mencionan el papel estratégico de la Alianza al ser capaz de reunir, frente a una amenaza específica, el más alto número de países.

Ahora bien, a pesar de las geometrías variables de las diferentes “coaliciones” internacionales, el tipo de agresión militar directa en la forma de “guerra relámpago” siempre ha resultado la más practicable por parte de EEUU, teniendo en cuenta que el entrenamiento militar conjunto a nivel de países y de fuerzas armadas, la velocidad de llegar en un teatro de guerra mediante de condiciones logísticas idóneas, siempre se ha montado en la prioridad sobre la cual desde años se han estructurado los ejercicios militares multinacionales dentro de los estados miembros de la OTAN.

Una segunda directriz para entender por qué Israel es tan importante para EEUU en su políticas dentro la OTAN es, por cierto, la así llamada integración euro-mediterránea. A este respecto, en el abril de 2001 Israel firma en el cuartel general de la OTAN en Bruselas el “acuerdo de seguridad”, comprometiéndose a proteger las “informaciones clasificadas” que le serán entregadas en el cuadro de esta cooperación militar.

En los años sucesivos, los países miembros de la OTAN firmarán con la entidad sionista un memorándum de unión para la cooperación en el sector militar y de la defensa, además del desarrollo de un nuevo sistema de guerra electrónica.

En mayo de 2005 Israel –sin ser miembro– es admitido dentro de la Asamblea parlamentaria de este organismo.

Son siete los Estados que aún no son miembros de la OTAN y que, sin embargo, son aliados de esa organización internacional: Israel, Argelia, Egipto, Jordania, Mauritania, Marruecos y Túnez. Además de esta relación multilateral, Israel se beneficia también de relaciones bilaterales con la Alianza Atlántica del Norte. Recientemente, el embajador en la Unión Europea, Ronnie Leshno-Yaar, ha estado asignado en la OTAN como representante militar.

Dicho reconocimiento de Israel se da por parte de la misma Alianza que ha hecho no pocas presiones a Turquía para que ésta renuncie a su veto existente dentro del Pacto Atlántico respecto al fortalecimiento de las relaciones con Israel debido a la nueva política de la OTAN en Oriente Medio.

En octubre de 2006, la OTAN junto a Israel firman un acuerdo que establece una más estricta cooperación israelí en el programa OTAN “Dialogo Mediterráneo”, cuyo objetivo es “contribuir a la seguridad y estabilidad de la región”. En este cuadro, ambos “acuerdan las modalidades de contribución israelí en la operación de mar de la OTAN Active Endeavour” (OTAN/Israel Cooperation, 16 de octubre del 2006).

Así se premia a Israel por el ataque e invasión militar del Líbano. Las fuerzas navales israelíes que, conjuntamente con la aviación y las fuerzas terrestres han atacado el Líbano en 2006 con miles de toneladas de bombas químicas, provocando miles de muertos entre los civiles, fueron integradas en la operación OTAN con el motivo de “combatir el terrorismo en el Mediterráneo”.

El 2 de diciembre de 2008, unas 3 semanas antes del ataque israelí en Gaza, la OTAN ratifica el “Programa de cooperación individual” con Israel, el cual comprende no pocos sectores donde estos dos cooperan de manera plena: contraterrorismo, con el canje de informaciones entre los servicios de inteligencia; conexión de Israel en el sistema electrónico de la OTAN; cooperación en el sector de las armas; aumento de los ejercicios militares conjuntos, ampliación de la cooperación en la lucha contra la proliferación nuclear, a pesar que Israel es la única potencia nuclear de la región que no quiere firmar el Tratado de No proliferación.

En los acuerdos de contraterrorismo y de cambio de informaciones entre los servicios de inteligencia israelí y los Estados miembros de la OTAN se evidencian algunos aspectos y elementos de gran importancia, entre estos, que la guerra contra el terrorismo se vuelve viral y se toma como pretexto para invadir países y acabar con gobiernos no alineados a los intereses económicos y políticos estadunidenses.

El acuerdo firmado en la ciudad del Cairo el 24 de abril del 1998 entre los ministros de la Liga Árabe, de hecho tiene muchas similitudes con los acuerdos internacionales de los países miembros de la OTAN contra el terrorismo; y por ende, entre la OTAN e Israel.

Estos acuerdos favorecen el fortalecimiento de unos sistemas que permiten de detectar la importación, exportación, comercialización, el uso y detención de armas, municiones, explosivos, para mejorar el control en las fronteras para no permitir la infiltración de terroristas, el tráfico de armas, de explosivos y municiones, y para reforzar los medios de protección de las personas, de los objetivos estratégicos y de los medios de transporte públicos.

También los acuerdos buscan fortalecer los medios de protección de los cuerpos diplomáticos, consulares y las organizaciones regionales e internacionales, para intensificar las actividades de información y seguridad y la coordinación de estas con las actividades de otros Estados.

Además de estos aspectos generales, hay algunos de gran relevancia y que hacen comprender muy bien las modalidades operativas para contrarrestar el fenómeno: “Los Estados miembros de la OTAN que se adhieren a este acuerdo se comprometen a detener y encarcelar los terroristas o a entregarlos en otros países”.

Como puede observarse, se trata de un Plan Cóndor a escala internacional. Se destaca muy bien cuál es el enemigo de clase, si pensamos que en la lista negra de las organizaciones supuestamente terroristas no se encuentran, por ejemplo, el Estado Islámico o los “lobos grises”, organización de la extrema derecha de Turquía culpable del asesinato y desaparición de muchos activistas y disidentes políticos del régimen turco, o de grupos narcoparamilitares como el UCK en Kosovo, o neofascistas como la Falange española u “Ordine Nuevo” y “Avanguardia Nazionale” en Italia; pero, sí se encuentran otras organizaciones políticas y militares como el Frente Popular para la Liberación de Palestina.

En realidad, lo que se ha hecho es una desarticulación del concepto de terrorismo, así como un uso y una definición muy relativa; un concepto maniqueo de tipo metafísico, abstracto, reduccionista y, al fin, alineado a los intereses estadunidenses e israelíes.

Finalmente, veamos también que el Mossad, la inteligencia israelí, que fue creada anteriormente a la creación del Estado de Israel a través de la génesis de los grupos paramilitares y terroristas israelíes que solían matar, secuestrar, violar y saquear las poblaciones árabes de Palestina, ahora –mediante estos acuerdos– tienen libre acceso a informaciones secretas de los servicios de inteligencia de los Estados miembros de la Alianza.

Los terroristas israelíes agradecen la OTAN por su regalo.

Sexta de 10 partes
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