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Estado español :: 09/02/2004

Carod contra Carod

Jesús Prieto - Cádiz Rebelde
Si viviésemos –Manitú misericordioso no lo permita- en los Estados Unidos del Norte de América, el título podría referirse a algún rutinario caso de juzgado de familia, a algún divorcio tipo Kramer vs. Kramer, pero como escribo desde este país de la

Y es que la interesada filtración del encuentro de don Josep Lluis Carod Rovira con dos dirigentes de la organización armada ETA ha convulsionado el precario andamiaje de esta mediocracia (no se me ocurre otro término más apropiado para definir una supuesta democracia pastoreada por los medios de comunicación al servicio del Estado y caracterizada por la más palmaria mediocridad).

No es el momento de elucubrar sobre lo tratado en la reunión de marras. Doy por buena la explicación del propio Carod en el sentido de que acudió a la cita a petición de la parte vasca y que lo hizo con el mejor de los propósitos. No podía ser de otra manera. Pero lo ocurrido ha resultado ser de lo más ilustrativo para saber qué terreno pisamos. Porque, para empezar, hasta los más crédulos han de reconocer ahora que aquí todos vivimos en libertad vigilada. Estamos rodeados de soplones y cualquiera, en cualquier punto y hora, puede ver violada su intimidad. El ya ex Conseller en Cap, Josep Lluis Carod, estaba obligado a saberlo y, desde luego, hubiera debido valorarlo a la hora de emprender su clandestino viaje a Perpignan. Las personas nefelibatas y la política hacen mala pareja.

Por otra parte, dentro de la marea de contradicciones que ha provocado la noticia de ABC –que, por cierto, la firmó con el seudónimo “Jesús Molina” el mismísimo José Antonio Zarzalejos, director del periódico y hermano del secretario general de la Presidencia del Gobierno-, ha quedado patente la alineación estratégica del PSOE con el PP en las cuestiones referentes al País Vasco. También debiera haber previsto Carod Rovira este extremo. Los constitucionalistas se ufanan de que en este país de las maravillas tenemos libertad para ser independentistas, republicanos y de izquierdas. Tienen razón. En las Españas se puede aspirar a todo, siempre y cuando no se intente conseguir. Y cuando el bueno de Carod cruzó la frontera hacia Perpignan, traspasó al mismo tiempo los límites tolerables por el Estado. Un Estado formado y defendido por el PSOE, su socio en la Generalitat de Catalunya. Las amistades peligrosas tienen estas cosas.

Imagino el íntimo desasosiego de Carod. El hombre debe de andar como una ánima en pena, intentando mantenerse fiel a sus principios y a los compromisos adquiridos con sus enemigos. O como el Dr. Jeckyll, luchando contra sí mismo, esforzándose en evitar ceder a las presiones de una opinión pública instrumentalizada por Falsimedia. Mal lo tiene. Salvo que aquí, don Josep Lluis, sea un magnífico estratega, se esté quedando con nosotros y todos los acontecimientos estén transcurriendo según sus planes. Ojalá sea así.

 

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