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Argentina :: 11/08/2018

Aborto: Los votos de Francisco I

Luciana Peker
El Senado blindó sus puertas a la demanda de la calle por aborto libre y dejó entrar la presión de la iglesia católica y del Vaticano

El papa Francisco I pasó, en dos años, de promover el perdón a las mujeres que abortaron a compararlo con el nazismo. ¿Qué paso en el medio? La aprobación del aborto legal, seguro y gratuito en la cámara de diputados el 14 de junio del 2018.

El Congreso de la Nación pasó de votar a favor de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en diputados a rechazar el proyecto sin dilaciones, ni modificaciones, el 9 de agosto del 18 de agosto. ¿Qué paso en el medio? Las presiones del Vaticano, con el papa Francisco I de intermediario directo, y las intimidaciones, amenazas y extorsiones de grupos religiosos, conservadores o misóginos en Argentina.

¿Los senadores/as son más conservadores que los diputados/as? Sí. ¿Eso alcanza para explicar cómo un proyecto avalado por más de un millón de mujeres en la calle se rechazó, sin negociaciones, sin escuchar a una multitud, sin que vuelva a diputados/as y de espaldas a la sociedad? No. El voto de Francisco I también incidió en los resultados que sepultaron la posibilidad de sacar la clandestinidad del cuerpo de las mujeres y cuerpos gestantes en el 2018. 

“El papa Francisco I y un cambio histórico: concede a los sacerdotes la facultad de absolver a quienes hayan abortado”, tituló el diario 'La Nación', en una noticia del 20 de noviembre del 2016 a raíz del Jubileo de la Misericordia. “Concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto “, declaró Francisco I en una misa en la catedral de San Pedro, hace menos de dos años.

Sin embargo, dos días después que el Congreso aprobó el aborto legal, seguro y gratuito el ex obispo de Buenos Aires endureció su posición drásticamente y comparó el aborto con el nazismo en un discurso, para todo el mundo, que no estaba planificado frente al Forum Familia en el Vaticano. Lo dijo en Roma, pero mirando a la Argentina. Y calificó al aborto un “homicidio de niños” y retrocedió en la humanización de su discurso a todo o nada en la comparación con el holocausto: “Todos se escandalizan por lo que hacían los nazis por la pureza de la raza. Hoy hacemos lo mismo, pero con guantes blancos”. El cambio histórico, esta vez, no fue la comprensión franciscana, sino el mensaje para aplastar el derecho a decidir de las mujeres. “El papa comparó el aborto con los crímenes que cometió el nazismo”, tituló 'La Nación' el 17 de junio del 2018.

“El mensaje del papa fue un guiño para que comenzaran con intimidaciones y violencia”, sostiene, en 'off the record', uno de los diputados que comenzaron a sufrir operaciones y aprietes a partir del Forum Francisco I. El no pudo entrar al debate en el Senado el 8 y 9 de agosto. Pero las presiones de la iglesia sí entraron. No solo a senadores y senadoras, sino también a los canales de televisión y otros medios de comunicación en donde el pedido directo de la iglesia fue bajarle el tono a la defensa del aborto legal, darle menos o ningún espacio a periodistas feministas y darle mayor lugar a la voz de curas y representantes anti derechos. 

La detención de militantes que habían salido a pintar en Bahía Blanca por el aborto legal; los ataques a las casas de activistas feministas; las amenazas de agresión y de violencia contra sus hijos e hijas a las actrices argentinas reunidas en un colectivo a favor del aborto legal por redes sociales; las patadas, insultos, agresiones a mujeres con pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito; las llamadas para desearles la muerte a representantes políticos y sus familiares; la persecución a hijos e hijas de senadoras y diputadas en los colegios y la invitación a no votar a favor de la ley o no tener respaldo político de la iglesia en sus campañas electorales; las pintadas de símbolos nazis en los lugares de trabajo o esparcimiento de líderes políticos; las amenazas a centros de salud en donde se realizan interrupciones voluntarias del embarazo; el despido de docentes que abrían el debate en colegios religiosos y el amedrentamiento a facultades, medios y empresas privadas para que quiten el trabajo a quienes se expresaban a favor del aborto legal fueron algunas de las expresiones de la triple A (antiderechos, antivida y antidemocracia) que tuvo un rol central en el fracaso institucional (no social) del derecho a decidir de las mujeres. 

Las presiones fueron dichas explícitamente por senadores y senadoras en un clima de violencia que solo se había visto antes en los escraches por el debate de las retenciones en el campo que, en ese momento, había llegado a huevazos. Y que ahora fue mucho más intenso. El senador más claro en la denuncia a la presión de los sectores reaccionarios fue el radical Ernesto Martínez (Córdoba): “Estamos ante un sectarismo insaciable. No aceptan nada, ni preservativos, ni el chip anticonceptivo. Quieren un país para ellos. Los evangélicos y católicos tienen que levantar su dogma. Pero su aparato de consecuentes se encargó de amenazar y ofender a senadores de la nación”. Y una frase suya debería quedar para la historia de la defensa del Estado laico: “El Código Penal argentino no son las tablas de Moisés. Si quieren hacer un Código Penal con el dogma religioso que vuelvan a hacer los diez mandamientos”.

Martínez forma parte de un grupo que se conoció como “los cordobeses” que propusieron reformas que aligeraban el proyecto de ley y quitaban la persecución a médicos que no realizaran los abortos, proponían la objeción de conciencia institucional (para que sanatorios católicos pudieran no realizar abortos), bajaban el plazo permitido de 14 a 12 semanas y regulaban el presupuesto para que las provincias no adujeran tener más peso económico. Sin embargo, esa vía no fue tenida en cuenta como una alternativa política viable. Él dejo en claro que las críticas al proyecto eran excusas y no demandas reales. “El oscurantismo provincial no tiene representantes. Queríamos derechos para las mujeres y recibimos cornadas. Nuestro voto tendrá el odio que nos ganamos”, plasmó en un discurso.

Incluso, la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, que le prohibió el ingreso a la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas (después de saludarla en la silla de ruedas que tiene que usar Norita a raíz de una caída) y que, a la madrugada, cuando se rechazó el proyecto, festejó, en un Senado con alma de velorio (a diferencia de la fiesta que fue la aprobación en la Cámara de Diputados): “Vamos todavía”, expresó su solidaridad con los oscurantistas. Pero las cosas que pasan no son un problema externo del Senado. ¿Y lxs que no contaron las presiones que sufrieron pero cambiaron su voto o no se animaron a votar a favor por esas presiones?

También fueron varios los senadores que hicieron uso de un 'mainsplaning' (enseñarles a las mujeres cómo tiene que ser la lucha de las mujeres) misógino y reaccionario para tergiversar el sentido de Ni Una Menos. “Que no haya ni una menos, ni de las que están, ni de las que están por nacer”, falseó el sentido el senador Dalmacio Mera, de la Alianza Frente para la Victoria, de Catamarca, de una consigna que pelea contra la violencia machista y que nunca puede ser usada contra la ampliación de derechos de mujeres y personas trans.

Por su parte, Fernando “Pino” Solanas, senador de la Ciudad de Buenos Aires, relató que cuando tenía 16 años una novia se quedó embarazada y tuvo problemas de salud que le generaron pánico. Y defendió el derecho al goce. Mientras que Cristina Fernández de Kirchner reconoció que aprendió de feminismo de las jóvenes en la calle, que valora cómo evolucionó el movimiento en tan poco tiempo y que los sectores nacionales, democráticos y populares tienen que sumar el feminismo a sus consignas. Además dijo que votaba para que cuando su nieta esté en quinto año sepa qué hizo su abuela en el Senado. 

Durante el debate en el senado, miles de personas llenaron sus solicitudes para apostatar: retirarse de la iglesia católica. La trasnoche trajo tristeza y una calle con furia. El debate no fue limpio. La presión de los sectores de la iglesia, del Vaticano y de los conservadores fue un fantasma que también tuvo banca. Pero la historia no se termina. Y no hay pasado que pueda revertir el impulso del futuro.

Página 12 / La Haine

 

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