Reivindican el catastrofismo, sin registrar el contenido puramente valorativo que hacen de esa noción. Simplifican la crisis identificándola con la explosión y extrapolan las peculiaridades de la entre-guerra a cualquier situación. Asocian la tesis del derrumbe con la revolución, olvidando que fue la doctrina oficial de la social-democracia y del stalinismo. Postulan una visión estancacionista que sustituye el análisis concreto del capitalismo contemporáneo por denuncias obvias de su carácter destructivo. La rígida contraposición catastrofista entre progreso del siglo XIX y decadencia posterior embellece los padecimientos del pasado y supone que desde 1914 no ocurrió nada relevante. Esta simplificación ignora la perdurabilidad de las reglas del capitalismo y desconoce la importancia de las conquistas de post-guerra que atropellada el neoliberalismo.