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Bolivia :: 30/11/2007

El subversivismo fascista

Marcos Domich
La situación boliviana tiende a agravarse día que pasa. Después de haber desatado la furia inocultablemente fascista en Sucre y donde, hoy mismo, no hay en la práctica gobierno departamental que responda al gobierno central, la conmoción política e incluso la violencia abierta se ha difundido a otros departamentos.

Esta extensión se efectúa bajo las determinaciones del llamado Consejo Nacional Democrático integrado por los comités cívicos y las prefecturas de 6 departamentos. A los 4 que integraban la “media luna” (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando), se han sumado las organizaciones cívicas y prefecturas de Sucre y Cochabamba.

Todas las medidas que están planteando para estas acciones pueden inscribirse en los que hace tiempo los tratadistas, que se ocupan del extremismo de derecha, denominaron subversivismo fascista. Esta categoría política significa la simple y llana negación de todos los mecanismos, procedimientos, disposiciones legales e instituciones de la democracia, hasta de la más tibia democracia burguesa. Los subversivistas se saltan todas las barreras que impiden una convivencia civilizada.

La huelga “cívica” cívica ha sido convocada bajo diversos pretextos y no hay uniformidad en la presentación de sus exigencias los grupos comprometidos. Unos plantean la defensa de la cuota departamental del impuesto directo de hidrocarburos (IDH), otros la carencia de fuel oil, unos terceros el rechazo a la aprobación, en su primera estación, del proyecto de nueva Carta Magna, etc.

Sin embargo, la razón que más resalta es que el paro, según el Prefecto cruceño, es que lo efectúan en señal de dolor y “en solidaridad con Sucre”. En la intensa preparación mediática de este paro las consignas que resaltan son la “defensa de la libertad y la democracia” y la “urgencia de poner en práctica el estatuto autonómico” de los departamentos involucrados en este movimiento.

A nuestro juicio no hay que preguntarse cuánto de cierto hay en esta prédica. Ni tampoco indignarse, reírse o sorprenderse. Nos guiamos por la divisa del filósofo español Unamuno en su estudio del fascismo: “sine ira et estudio”. Hasta para los politólogos principiantes la verdad del movimiento es otra. Detrás de las consignas rimbombantes se esconden tenebrosos propósitos que, empero, su intolerancia y desesperación se filtran gracias a que “se les va la lengua”.

Pero además está, sin acudir a otros ejemplos el reciente pasado de Bolivia y, un caso muy conocido, el de Chile. Cuando Ovando y Torres acaso no decían que ¿la “libertad de empresa” estaba amenazada? No decían que la Asamblea Popular era ¿un “soviet” que traería el comunismo? La principal consigna de la derecha y el fascismo chileno era: “Chile es y será un país en libertad”. En todos los casos ¿sobrevino la libertad, la democracia? Sobrevino el septenio dictatorial de Banzer y en Chile el fascismo pinochetista de 17 años.

En pocas palabras, lo que quiere la derecha fascistizada de Bolivia es: defender sus latifundios, seguir explotando a los trabajadores y propiciar el retorno completo de las transnacionales. No hay donde perderse. Para eso quieren “derrocar al indio” (en su caso liquidarlo físicamente) o, finalmente, provocar un guerra civil y dividir el país.

Detrás de todo esto hay un experto en fragmentar países. El Sr. Goldberg ya lo hizo en Kosovo. Hay que decirle a la derecha: ¡No pongan la cabeza en la guillotina!

 

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