Principal |
Estado español :: 14/12/2007

Dhivorcio y matrimonio gay

Paco Vidarte
El VIH nunca fue rentable políticamente. Sangría de (votos) gays. Con el matrimonio parece que quieren haber dado en la tecla: los que no han muerto todavía y no son unos energúmenos prisioneros de mala leche e indignación por el abandono institucional, y los maricas y bollos que piensan que el VIH está controlado lo mismo nos votarán

A ver si se piensa Zapatero que con casarnos y salir en la portada de Zero ya ha solventado una política sociosanitaria de prevención, tratamiento y control del VIH, de sus exterminadoras secuelas personales, sociales, laborales, corporales, psicológicas, letales todas, que jamás su partido quiso afrontar como Dios y el conocimiento mandan (en esto Iglesia y PSOE van de la mano) y ahora, por supuesto, tampoco. Más nos hubiera valido con una ley de lucha contra el SIDA en todos sus frentes que no esta pantomima de luchar contra el SIDA casándonos: volvemos a lo de siempre, el matrimonio es el mejor y único modo de luchar contra la pandemia. Esto lo dicen en Roma y ahora parecen decirlo en Moncloa. Los casamos y así no se infectan, dejan de ser grupo de riesgo y dinero que nos ahorramos. Desde luego, echando una mirada a las políticas antisida de este gobierno y de sus antecesores de este u otro bando, el matrimonio parece ser más eficaz en la lucha contra el SIDA que cualquier medida política o legislativa. Todavía alguno se creerá esto. Me ha escrito mi amigo Sejo Carrascosa diciendo que lo que él quiere no es casarse con un maricón, sino dHIVorciarse de un virus con el que lleva casado 15 años. Ya está bien de hipocresía y de orgullo gay pasado por la vicaría.

El VIH nunca fue rentable políticamente. Sangría de (votos) gays. Con el matrimonio parece que quieren haber dado en la tecla: los que no han muerto todavía y no son unos energúmenos prisioneros de mala leche e indignación por el abandono institucional, y los maricas y bollos que piensan que el VIH está controlado lo mismo nos votarán. Yo desde luego no. Mucha lucha por los derechos y aquí nadie lucha por lo primerito que debe lucharse ­–empezando por la mayoría de nuestros colectivos y antiguos dirigentes reconvertidos en políticos-, el dHIVorcio y no el matrimonio in articulo mortis. Menos asustarse por cuatro curas y fachas que pisan asfalto por primera vez para defender sus privilegios y más asustarse por el virus y quienes lo gestionan y difunden con políticas sanitarias homicidas pero farmacéuticamente rentables: el VIH cuando se manifiesta ya es demasiado tarde, no espera a que tú le digas “sí quiero”, ya lo ha dicho por ti el ministerio de sanidad y para este matrimonio forzado no hay divorcio ni separación, ni cláusulas de objeción de conciencia para no celebrar nupcias con la lipodistrofia. Eso no se enseña en los colegios.

Por lo demás, si es que lo demás tiene interés, que nadie llore por la leche derramada, dentro o fuera del matrimonio gay. Otro hito más conseguido en el trepismo maribollo para lograr derechos constitucionales y dejar de ser una minoría marginal o, cuando menos, poder disfrutar de unos márgenes razonables de exclusión/inclusión en la Carta Magna. Y olvidarnos así de compartir espacios de marginación con minorías que, ¡por fin!, ya nada tienen que ver con nosotros: transexuales, inmigrantes, gitanos, presidiarios, trabajadoras del sexo, seropositivos. Aquellos con quienes compartíamos el guetto de Chueca, ahora “barrio”, y del que los hemos ido expulsando en menos de quince años consiguiendo “limpiar” un entorno urbano mucho más eficazmente que Gallardón echando a las trabajadoras del sexo de la calle Montera. Dé unas cuantas licencias gratuitas para bares y comercios gays en esa calle, señor alcalde, y nosotros le haremos el trabajo. Mientras tanto, los heteros se preocupan ­–sin hablar jamás del VIH­­- de si somos “esencias”, “sustancias” (seremos lo que nos dé la gana y lo que más moleste siempre), de si lo nuestro es una práctica, de si el matrimonio gay es repetir un error por el que ellos ya han pasado, que si ello beneficia al Estado... Monsergas. Ya lo sabíamos. Yo siempre he estado en contra del matrimonio gay, mejor dicho, siempre me ha importado un comino, pero me he reconciliado en parte con él al entrever las ampollas en la piel del enemigo rasgándose las vestiduras. No les estamos robando nada, ni usurpando ningún nombre. El matrimonio no nos interesa. Ni semánticamente. Es mucho más sencillo, se trata de romperles el jarrón chino de la abuela, herencia de generaciones. No queremos robarles su jarrón, que tanto les importa afectiva y familiarmente, sólo queremos cogerlo y estrellarlo contra el suelo. Se trata de destruir y hacer trizas hasta la materialidad del “significante” matrimonio. Para mí es el camino que deberíamos seguir, contando con la colaboración de los heteros, ya está bien de liberarlos de sus propios yugos, SIDA incluido. Al fin y al cabo el matrimonio es una práctica sexual de riesgo si no se toman precauciones, más o menos repetitiva, más o menos placentera, como la sodomía. Y ninguna de las dos “imprime carácter”. Lo único que imprime carácter es el VIH y la extremaunción. Moraleja mortal: todos a casarse y a “practicar sexo seguro excepto con mi pareja” o “necesita ser hablado”, como dicen muchos perfiles del “gaydar”. Eso sí, si Sergio está dispuesto, yo me caso, que a mí esta ley también me ha despertado una sobredosis de euforia y se me puso la piel de gallina esta mañana cuando el Parlamento levantó el veto de los senadores.


Paco Vidarte es profesor de Filosofia en UNED
www.pacovidarte.org

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/bD4o