Pocos marxistas del siglo 20 fueron más cercanos que Rosa Luxemburg al espíritu de esta filosofía marxista de la praxis. Ciertamente, ella no escribía textos filosóficos ni elaboraba teorías sistemáticas; como observa con razón Isabel Loureiro, “sus ideas, dispersas en artículos periodísticos, folletos, discursos, cartas (...) son respuestas inmediatas a la coyuntura más que una teoría lógica e internamente coherente”. Eso no quita para que la filosofía de la praxis marxiana, que interpretó de forma original y creadora, fuera el hilo conductor –en el sentido eléctrico de la palabra– de su obra y de su acción como revolucionaria. Pero su pensamiento no era estático: era una reflexión en movimiento, enriquecida con la experiencia histórica. Intentaremos reconstruir aquí la evolución de su pensamiento por medio de algunos ejemplos.