Principal |
Venezuela :: 12/01/2019

Desafíos revolucionarios del nuevo período presidencial

Corriente Revolucionaria Bolivar y Zamora
La importancia, y la necesidad de defenderlo y profundizarlo, del modelo de democracia planteado en Venezuela

El 10 de enero el presidente Maduro asumió un nuevo período presidencial, en un complejo contexto determinado principalmente por dos factores: la creciente agresión extranjera dirigida por EEUU y la profunda crisis económica y social interna. Con una oposición política debilitada, dividida y sin capacidad de convocatoria ni movilización, el esfuerzo por derrocar la revolución bolivariana ha tenido su centro de gravedad en el frente internacional. La fecha en la que Nicolás Maduro se juramenta ante el Tribunal Supremo de Justicia, viene marcada por el desconocimiento de su legitimidad por parte del Grupo de Lima, excepto México, por declaraciones injerencias del secretario de estado Mike Pompeo, por la incitación y presión sobre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para que sea instrumento de un Golpe de Estado y por una brutal campaña mediática basada principalmente en 'fake news', rumores, operaciones psicológicas. La situación económica, luego del anuncio e implementación parcial del Plan de Recuperación Económica desde el mes de agosto, continúa agravándose, sin que sus principales aspectos logren estabilizarse: la hiperinflación continúa sin control, el PIB sigue en caída, el deterioro de los servicios públicos avanza, el desarrollo de la fuerzas productivas no termina de arrancar.

En medio de este escenario es una victoria política que el nuevo mandato de Maduro comience, y lo es también que en torno a las instituciones democráticas del país se haya manifestado en respaldo la unidad popular y cívicomilitar y que pueda garantizarse la continuidad del gobierno, de la democracia, de la paz. La Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora ha formado parte de esta batalla y ha hecho su aporte en función de garantizar el apoyo popular al gobierno bolivariano y sumar en función de la necesidad de mantener una férrea unidad patriótica en defensa de la soberanía, la democracia, la institucionalidad venezolana. Así lo expresamos hoy, con nuestra dirigencia y nuestra militancia activa, organizada y movilizada en respaldo al inicio de este nuevo período constitucional de Nicolás Maduro.

La elección de Maduro fue un acto de soberanía nacional y popular en el marco de la constitución y las leyes de la República. Se trata de un hecho legítimo. Ningún factor o actor extranjero pueden invocar otros argumentos para pretender intervenir en nuestros asuntos. Solo el pueblo venezolano tiene el derecho a definir nuestro régimen político y sus autoridades. Sin embargo, es necesario precisar que las elecciones venezolanas se realizan dentro de los límites y deficiencias propios de un modelo de democracia que impera en buena parte del mundo y con el cual las élites han gobernado excluyendo a las mayorías, lo que lo ha llevado a una profunda crisis de legitimidad, expresada en altos niveles de abstención.

De allí la importancia, y la necesidad de defenderlo y profundizarlo, del modelo de democracia planteado en Venezuela, que trasciende lo meramente electoral, una democracia concebida y configurada como profunda, amplia, participativa, cotidiana, en la que la gente es sujeto activo en la toma de decisiones. En Venezuela hay espacios democráticos que muchos pueblos del mundo ni siquiera sueñan. Aunque es cierto que hay contradicciones y deficiencias en el seno de nuestra democracia, también lo es que eso es un asunto que sólo el pueblo venezolano puede dirimir. Somos un pueblo maduro que perfectamente puede resolver las diferencias. Es inaceptable que, ante la incapacidad e ineptitud para la política de una llamada dirigencia opositora, se apele a fuerzas extranjeras para que vengan a hacer en su lugar lo que no pudieron hacer por ineptitud, vulnerando con ello lo más sagrado para un país: su soberanía y su independencia.

El nuevo período presidencial debe ser, por ello, el inicio de un esfuerzo cierto y concreto que encare las profundas contradicciones presentes en el seno de nuestra democracia y dentro de la Revolución Bolivariana. En primer lugar, es en extremo urgente la toma de decisiones económicas cuya postergación favorece paradójicamente los planes de agresión económica y contribuye a potenciar las calamidades que la gente de a pie sufre a diario como consecuencia de la hiperinflación, del colapso de los servicios públicos, de las dificultades de los(as) productores(as) y empresario(as) para producir. Nos referimos particularmente al control del cambio, cuya vigencia y aplicación no se comprende y no tiene ya razón de ser.

Es necesario, además, que se retome la aplicación real del conjunto de medidas macroeconómicas anunciadas en el Plan de Recuperación Económica del 20 de agosto de 2018. Como parte ineludible de esto, se debe avanzar en nuevo esfuerzo de diálogo político que permita construir el consenso político y económico necesario con los sectores más sensatos y democráticos, tanto políticos como económicos, para avanzar en un plan viable para afrontar la crisis. Esto no significa abdicar, ni significa entregar la soberanía, ni nuestra democracia, ni la revolución bolivariana. Significa actuar con realismo revolucionario en un momento en el que las mayorías nacionales lo que claman es salir de la penosa situación jamás vivida en el país.

A la par de las acciones en materia económica debe profundizarse el modelo de democracia revolucionaria. Su re-impulso debe ser un eje estratégico de este nuevo período. La democracia participativa, que es base fundamental del proyecto político chavista, ha venido cayendo en un peligroso letargo y se ahoga en un mar de factores como la corrupción, el burocratismo, la incapacidad, el autoritarismo, entre otros, que amenazan severamente su espíritu y los objetivos de una sociedad organizada en función del ejercicio pleno de su libertad y sus derechos.

Otra de las claves que desde La Corriente vemos en esta etapa, es el combate serio, sin titubeos, contra la corrupción. Este flagelo afecta las bases mismas de nuestra sociedad, se ha transversalizado en la vida del país a tal punto que es en sí mismo una seria amenaza para la estabilidad y las posibilidades de superar la actual crisis. De hecho, la corrupción es uno de los elementos centrales que explica la magnitud y gravedad a la que ésta ha llegado. Ni la agresión económica internacional ni la caída de los precios del petróleo hubiera generado las terribles consecuencias que hoy padecemos si a ello no se hubiera agregado el robo de los recursos destinados a desarrollar nuestro aparato productivo, nuestra capacidad de generar energía eléctrica, nuestros servicios de agua potable, telefonía, internet, transporte. La caída de la producción de PDVSA no habría llegado al extremo en que se encuentra si la corrupción no hubiera impedido las inversiones y el mantenimiento que la industria requería. En este sentido, es necesario, urgente, la construcción de un liderazgo ético y democrático que no conciba la política como un instrumento para el enriquecimiento personal sino como herramienta para el bien colectivo. El país necesita la construcción de una ética radical en la política que devuelva a ésta sus contenidos de altruismo, humanismo y moral.

En la lucha contra la corrupción no sólo es necesario atacar las consecuencias, abrir investigaciones, juzgar a los responsables del saqueo de los recursos del país, hacer justicia, sino que se deben abordar las causas de fondo de la corrupción, que se encuentran, por un lado, en una forma de institucionalidad concebida para el pillaje y la depredación de la cosa pública, en la que no hay mayor poder para que la sociedad civil ejerza vigilancia y controles sobre la administración de los recursos del país, y por otro, en el mismo modelo de liderazgo que se ha venido conformando, que ha visto en la política un espacio para escalar socialmente, acceder a privilegios y enriquecerse. Por ello, además de la transformación de la democracia y la ética del Estado, un aspecto central es la formación de un nuevo liderazgo definido fundamentalmente por la ética y la vocación para existir desde el diálogo horizontal, el respeto al ser humano, la construcción de acuerdos y consenso, el respeto a lo público y colectivo.

Además de la necesidad de continuar defendiendo la soberanía, la independencia del país y de preservar el poder político para las fuerzas del chavismo, estos son los grandes desafíos que enfrenta la revolución bolivariana en el período constitucional que hoy se inicia. De hecho, desde La Corriente creemos que estos desafíos son de tal trascendencia que pueden incluso determinar la fuerza de la revolución para continuar defendiendo y garantizando la sólida unidad popular cívicomilitar que necesitamos. Por ello continuaremos haciendo nuestros mayores y mejores esfuerzos en esa dirección, aportando, construyendo propuestas, sumando nuestra dirigencia, nuestra militancia, nuestra lucha cotidiana al lado de la gente acompañando su organización y participación, contribuyendo a la profundización del poder de la gente, base fundamental para encarar los grandes desafíos que tenemos como país, como pueblo.

Coordinación Nacional CRBZ

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/bP1N