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Europa :: 31/03/2009

Reforma universitaria en Francia: ¡Sarkozy lleva razón!

Michael Löwy
¿No hay que dar prioridad a las universidades de alto nivel, que forman a la élite de la nación, a los futuros jefes de empresa y a los altos funcionarios?

Frente a las críticas prácticamente unánimes de los medios científicos a los proyectos de reforma de la investigación y de la universidad, quisiera hacer escuchar una voz disonante, para proclamar, alto y claro : ¡el Señor Presidente de la República lleva razón!

1) En su –ya célebre– discurso del 22 de enero sobre los investigadores, Sarkozy decía: "Escuchen, es estupefaciente, pero ésta será la primera vez que una evaluación así se llevará a cabo en nuestras universidades, la primera. Francamente, somos un gran país moderno, y es la primera vez". Los universitarios han respondido: ellos ya son evaluados por un jurado cuando presentan su Tesis, en la Habilitación para poder dirigir investigaciones, cuando son reclutados como docentes, en sus promociones, etc. Cierto; pero ésta es una evaluación hecha por sus pares, o dicho de otro modo, una evaluación sin valor, porque proviene del mismo medio. Y en una empresa, o en un supermercado, ¿quién propondría seriamente que los empleados fueran evaluados por sus pares? Una gestión eficaz exige que sea el patrón de la empresa quien se encargue de evaluar al personal. Al proponer que la evaluación quede finalmente en manos de los rectores de universidad, Sarkozy no hace otra cosa que confiarles éstos métodos bien probados de management. ¿Por qué la evaluación de los docentes-investigadores debería hacerse con criterios diferentes de los de otras empresas?

2) Demos una vez más la palabra al Señor Presidente "Yo no quiero ser desagradable, pero a presupuesto comparable, un investigador francés publica de 30 % a 50 % menos que un investigador británico en algunos sectores". En lugar de los criterios cualitativos utilizados –por sus pares, por supuesto– para evaluar los trabajos científicos de los investigadores –su originalidad, su rigor, su contribución a la producción de los saberes—, Sarkozy propone un criterio mucho más objetivo e infalible: la cantidad de publicaciones. Se terminan, pues, los errores de apreciación subjetivos, los juicios discutibles: con la bibliometría se tienen las bases científicas, objetivas y precisas para la evaluación. El rector de universidad no tendrá más que introducir en su ordenador las cifras de publicación de los docentes, y la evaluación será automáticamente hecha por la informática. ¿No es un progreso indiscutible?

3) Como se sabe, el proyecto de reforma del Estatuto del docente-investigador propone que los investigadores "mediocres" vean aumentadas sus horas de curso (mientras serían reducidas las de los investigadores eficaces). Se acusa a esta reforma de facilitar el favoritismo y el clientelismo, pero, como hemos visto, gracias a la bibliometría, los presidentes de universidad poseen criterios objetivos para sus evaluaciones. Gracias a esta nueva política, las universidades podrán hacer frente a sus problemas presupuestarios crecientes. Aumentando la carga lectiva obligatoria de los "malos" investigadores, se gana en varios aspectos: economía de horas suplementarias, economía de reclutamientos... ¿Para qué reclutar a precio de oro a un nuevo docente, si pueden cubrirse las necesidades de docencia con investigadores mediocres? Eso facilitaría también, por supuesto, la política para no reemplazar a los docentes que se jubilan. Con lo que se contribuye a "aligerar de mantecas al mamut" de la educación nacional.

4) Sarkozy se lamenta, fundadamente, de que "la valorización y las transferencias de tecnología hacia las empresas tengan en Francia –yo quiero decirlo– resultados mediocres, mediocres". En efecto, sectores enteros de nuestra investigación –universitaria o del CNRS (Centro Nacional de la Investigación Científica)— no obtienen resultados, no dan lugar a valorización ninguna, en resumen, no crean patente alguna. ¿Cuántas patentes han producido la historia de la filosofía antigua, la arqueología, la investigación científico-social de las religiones, la antropología de los pueblos indígenas del Amazonas o el estudio de la literatura barroca? ¿No llegó la hora de poner coto a tamaño despilfarro de los dineros del sufrido contribuyente?

5) Los críticos de la reforma acusan al Señor Presidente de favorecer la competencia entre las universidades y de crear una enseñanza de varias velocidades. Ahora bien; ¿no lleva acaso razón Sarkozy al concentrar los limitados recursos del presupuesto de la educación superior en los polos de excelencia? ¿No hay que dar prioridad a las universidades de alto nivel, que forman a la élite de la nación, a los futuros jefes de empresa y a los altos funcionarios? Es normal que los centros universitarios de mediocre nivel – las "universidades basura", según los términos de los adversarios de la reforma – reciban medios muy inferiores.

6) Sarkozy, en su memorable discurso del 22 de enero, denunciaba el inmovilismo de una investigación francesa que, "sostenida sobre bases fijadas en la inmediata posguerra", no hace más que perpetuar "los arcaísmos y las rigideces" heredadas de aquella época. Es cierto que el CNRS fue creado cuando la Liberación, bajo la influencia dominante de la izquierda y de la Resistencia, con la idea que todo –educación, salud, transporte– debía ser un "servicio público". La investigación, así pues, fue también concebida conforme a ese mismo espíritu arcaico, como servicio público. ¿Se pretende acaso que, ahora, en la era de la concurrencia y de la competitividad, tiene ese arcaísmo todavía derecho a la existencia?


Michael Löwy (1938). Sociólogo brasileño, vive en Paris desde 1969. Es Director de Investigaciones emérito del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de París y enseña en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Sus trabajos de filosofía política y sociología de la cultura han sido publicados en 28 idiomas. Entre sus obras recientes cabe destacar La guerra de los dioses: religion y politica en A.Latina (Siglo XXI, Mexico DF), Walter Benjamin: Aviso de incendio (Fondo de Cultura Economica, Buenos Aires), La estrella de la mañana: surrealismo y marxismo (El Cielo por Asalto, Buenos Aires) y Franz Kafka, soñador insumiso, Mexico DF, Taurus).

ón para sinpermiso.info: Hugo Moreno

 

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