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Pensamiento :: 03/04/2019

Zavaleta Mercado y un marxismo situado en Nuestra América

Oscar Soto
El recorrido del pensamiento crítico inscripto en el itinerario marxista opera como una estampida de interrogantes y acciones tributarias a la predica de Marx y Engels

Sobre el teórico marxista boliviano Rene Zavaleta Mercado (1937-1984), de reconocimiento aún modesto (a veces nulo) en la peripecia de las ciencias sociales latinoaméricanas.

El vigor del pensamiento marxista en los señalamientos de la estructura económica del capital y su metabolismo histórico, diseminado por ejemplo en la división jerárquica del trabajo[1] que subordina sus funciones vitales a sí mismo, se contornea en el borde de las sentencias de muerte que le propinan sus esbirros y opositores, al tiempo que se agiganta incluso a pesar de su propia genealogía histórica, que las más de las veces acude presurosa a proponer un marxismo hermético, doctrinario y temperado.

Transitamos ya 151 años de las elaboraciones teórico-políticas que dan cuerpo a parte de la textualidad marxista. No poca agua recorre los canales de tinta y militancia que estructuran el corpus de rebelión pronunciado a través de las insurgencias marxianas. Desde el periodo de su escritura (1861 a 1867) “El Capital”, como producto inacabado de una vasta denuncia ético-política, se mantiene vigoroso en su tino de reagrupar los elementos candentes de su época y hacer de ello una porfiada pretensión libertaria. Tal como lo afirma Omar Acha, el marxismo posee un rasgo esencial: la “crítica revolucionaria del capitalismo”, detracción fundamental que lo constituye ni en más ni en menos que “la única impugnación radical de los fundamentos del orden social existente y abre el juego para una superación dialéctica -es decir, no utópica o puramente imaginaria- de la “realidad” prevaleciente”.[2]

Los mil y un marxismos, tal como lo propone Miguel Mazzeo[3] -en un ensayo fecundo por fuerza de claridad y consistencia militante- recorren el sendero que va desde los racionalismos, economicismos, teoricismos, culturalismos, pasando por el des-historicismo hasta las exegesis teológicas del tratamiento propuesto por el teórico de Tréveris. Hay de todo y para todxs en las lecturas de la herencia marxista, por lo tanto la efectividad de un trabajo artesanal de impensar y desaprender el marxismo hoy parece redundar en una necesidad, antes que una consigna. Es decir que, si se pudiera exorcizar cierta vulgata marxista o ciertos marxismos oficiales (incluso los más acabados dogmatismos de Marx en occidente), podríamos comenzar por situar la fortaleza de la “praxis” sugerida en el marxismo de Marx, como el elemento de comprensión de esta tradición insurgente.

Néstor Kohan apunta así lo que aquí venimos pensando:

…rescatar de su filtro ontologizante la médula profundamente crítica y revolucionaria que caracteriza y define a la obra de Marx, su método, su concepción del mundo y de la vida. Para acometer esa tarea hoy resulta absolutamente imprescindible destacar el opacado -y vilipendiado como “idealista subjetivo”- lugar central que en el pensamiento y la obra de Marx ocupa la categoría de praxis. Praxis que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de transformación del mundo objetual. Si el marxismo no apostara todas sus fichas en función de la práctica dejaría de ser revolucionario y se transformaría en algo completamente distinto. Si acaso ello ocurriese, como solía repetir José Carlos Mariátegui, el marxismo ya no sería marxismo.[4]

He ahí dos elementos emergentes del dispositivo marxiano que reconocemos como la más clara reminiscencia de ese pensamiento radical que apunta sus cañones al capital: la praxis y la vigorosidad del marxismo hecho latinoamericano.

Praxis y marxismos

En el núcleo del armazón teórico-político del marxismo, la centralidad de la actividad humana se coloca por encima de cualquier especulación, remitiendo a su vez a un “humanismo” que se autopercibe inexorablemente en un tipo de historicismo: la historia se hace carne en el conocimiento de la realidad que oprime y se ata a una acción sociopolítica (emancipatoria) concreta. Tal vez, la mejor forma de discutirle al “materialismo histórico” su sentido sea repensarlo/ampliarlo y embarrarlo con nuestras penurias nacionales, populares y bien latinoamericanas

En lugar de consagrarlas por medio de una naturalización atemporal, Marx subrayó la datación histórica de tales categorías y, por ende, su finitud. Entonces, el alcance de su foco analítico no fue la historia humana, ni siquiera la historia de las sociedades de clase, sino la sociedad capitalista. A diferencia de la generación “especulativa” o “filosófica” de los conceptos, para Marx estos surgen de lo real transpuesto nacionalmente…[5]

Lo que intentamos colocar aquí, es que frente a una vertiente marxista tradicional objetivista, estructural y teleológica se erige una virtud subjetivista y política, relacional y situacional[6] en cuyo seno anida la lectura latinoamericana de un materialismo praxiológico que concibe la relación del ser humano con el mundo como una relación activa, práctica y transformadora[7].

Multiplicidad de praxis

Ahora bien, el recorrido del pensamiento crítico inscripto en el itinerario marxista opera como una estampida de interrogantes y acciones tributarias a la predica de Marx y Engels, de manera tal que a nuestros fines -siguiendo la pluma de Mazzeo- podemos desgranar lo segundo que marcamos en el análisis: a la prepotencia de la praxis, hay que sumar la congregación de prácticas en los márgenes, en las periferias. Es allí donde se pluralizan los marxismos y se latinoamericanizan las miradas.
José Carlos Mariátegui bien puede ser una referencia de ello:

Mariátegui propuso una traducción fecunda del marxismo a la realidad de Nuestra América: un “marxismo mestizo”. El Amauta hizo del marxismo latinoamericano una “denominación de origen”, un producto singular que reivindica una particular herencia cultural. Años más tarde, la Revolución Cubana, Fidel Castro y el Che, se encargaron de ratificar las garantías de ese producto. En las últimas décadas la Revolución Bolivariana, con sus claroscuros, se ha erigido en baluarte de esta tradición, y el chavismo plebeyo y comunero ha realizado aportes sustanciales. Ha generado un proceso de fermentación donde el marxismo y la trilogía compuesta por Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora se intercalan en la función de enzimas[8]

La multiplicidad de marxismos en América Latina es inagotable. La lista de prácticas liberadoras en nuestra Patria Grande es lo suficientemente amplia como para reincidir en la angostura de viejos rigores políticos o académicos; a su vez esa tradición es perenne y diversa. Digamos, junto a Mazzeo, que al menos desde los “Luis Emilio Recabarren, Julio Antonio Mella, John William Cooke, Agustín Cueva, Enrique Dussel, Orlando Fals Borda, Bolívar Echeverría, Florestán Fernándes, Alberto Flores Galindo, Silvio Frondizi, Michel Löwy, Ruy Mauro Marini, Fernando Martínez Heredia, Caio Prado Junior, Aníbal Quijano, Adolfo Sánchez Vázquez, Ludovico Silva, Renán Vega Cantor, Luis Vitale, Rene Zavaleta Mercado”[9], hasta las Vania Bambirra, Haydeé Santamaría Cuadrado, Ivone Gebara, Raquel Gutiérrez Aguilar, Alejandra Ciriza, Claudia Korol y tantxs más, hay una constancia de este legado crítico que aun surca y desanda caminos en la actualidad.

Impensar el marxismo desde Rene Zavaleta Mercado

Si, en nuestra propuesta de lectura, de lo que se trata es pensar un marxismo desbordado por las luchas latinoamericanas, la trayectoria teórica del boliviano Rene Zavaleta Mercado (1937-1984) -pese al reconocimiento aún modesto (a veces nulo) en la peripecia de las ciencias sociales locales- resuena por fuerza de la simbiosis ética, política y analítica del autor con las problemáticas sociopolíticas de Bolivia en particular y de América Latina en sentido general. Zavaleta es un militante de la “imposibilidad”[10], desde sus nociones hasta su pesimismo voluntarioso contra toda circunstancia siempre obstinada en la negación de las potencialidades subalternas. Sus derivas políticas, ideológicas e intelectuales asumen un compromiso vital con lo que aún no es, justamente con los excluidos, los negados y negadas de la historia, de allí su vinculación con esa trayectoria marxista que reivindicamos.

Las categorías teóricas del intelectual andino describen su interpretación política de la realidad de dependencia latinoamericana.
De allí que el esfuerzo por las explicaciones de índole teórico-políticas resultan sustanciales, porque en gran medida como él mismo lo argumentara: el conocimiento crítico de la sociedad es la consecuencia de la manera en que ocurren las cosas[11].

Entre sus indagaciones centrales resuenan dos núcleos problemáticos centrales. Uno es la formación del Estado como ordenador de las relaciones entre las clases desde el interior de su antagonismo -por lo que el Estado no es exterior a las relaciones de clases-; y otro es la lucha hegemónica por modificar la relación entre las clases y, como su corolario, el estatus histórico del Estado[12]. En tal sentido, es que su noción de abigarramiento, bien podría remitir a variedades en las formas de subsunción al capital: no solo las relaciones económicas -y de propiedad- determinan los formatos de dominación existentes, sino que existen relaciones políticas entre los sectores comunitarios y las clases dominantes en las que operan lógicas de dominación y resistencias. Es así que la forma comunitaria constituye una fuerza productiva y las instancias políticas, sociales y culturales de América Latina anticipan dimensiones de las relaciones productivas[13].

La existencia de formas políticas señoriales o político-estatales en América Latina configura el tipo de sociedad resultante y las modalidades de dominación instituidas. La relación entre Estado y sociedad civil, confiere forma histórica a los espacios-tiempos que hemos heredado y en los cuales se producen las luchas sociales. Zavaleta llama a esto “forma primordial”: ese vinculo constantemente tensionado entre Estado y sociedad civil que contornea el tipo de relaciones de producción posible[14].

Así como en Zavaleta Mercado hay una consideración y un análisis de las construcciones políticas en América Latina (en su caso, además, centralmente en Bolivia) antes que puramente en las estructuras económicas, procesos de trabajo, cambios tecnológicos o tasas de explotación[15]; la forma político-cognitiva desde la cual Zavaleta piensa la ley del valor o la teoría marxista, resulta de la “fusión entre formas modernas de constitución de sujetos en lucha contra la dominación del capital, con otras formas no modernas, comunitarias de vida social, movilización y lucha política contra el dominio colonial y capitalista”[16].

La relevancia de lo político en la línea del pensamiento crítico que se inscribe en alguno de los análisis de Zavaleta, éstos a su vez retomando a Antonio Gramsci y su teoría de la hegemonía[17], hacen reverdecer la herencia de una marxismo latinoamericano impregnado de “naciones”, comunidades y luchas por afuera, por dentro y por el costado de los Estados y las instituciones existentes.

La articulación entre sociedad política y sociedad civil y la configuración de bloques de poder en sentido gramsciano, analizados desde la lectura del boliviano Zavaleta Mercado remiten a la recurrencia de la “ecuación social” planteada en Gramsci como acepción del “bloque histórico”. Esto es: las formas de vinculación de la sociedad y el Estado son definidas por las circunstancias históricas concretas. Siguiendo a Gramsci[18], Zavaleta piensa en la existencia de “totalidades sociales subalternas”[19] que operan y resisten en contextos de dominación colonial-moderna, así mismo la idea del Estado resulta vinculada con la autonomía de lo político. Los Estados están atravesados por las estructuras económicas, pero a su vez reflejan las pujas y disputas contrahegemónicas en el plano de la sociedad civil, en Nuestra América reflejado en la trama de las resistencias populares. Es, en ese sentido, que la autonomía política del Estado y la sociedad, puede ser ampliada o restringida en términos de la regulación político-estatal sobre el excedente y sobre los sujetos que lo generan[20].

Para concluir

Sostenemos entonces que la vitalidad del marxismo en América Latina fija un cúmulo de nociones teóricas y políticas que resultan nada despreciables, más aun si de lo que se trata es de impugnar este sistema deshumano que prioriza el capital por sobre nuestra cuerpos, sentidos y vivencias. Disociar las vertientes enfrascadas del marxismo, esas que aún hoy siguen siendo europeizantes, cerradas y fundamentalistas, contribuye a revivir la desobediencia teórica y política de muchos latinoamericanos y latinoamericanas que teorizan las posibles salidas a este drama general empecinado en liquidar los restos de vitalidad humana, ecológica y espiritual que poseemos. La lectura hibrida y desafiante de Rene Zavaleta Mercado es una buena forma de desandar tantas incomprensiones. Los “mil marxismos” críticos que evocan, en pleno siglo XXI, dos consignas ético-políticas centrales: la praxis política y el locus del marxismo situado en Nuestra América, tal vez ayuden en este presente oscuro a lograr que desde la militancia política, las ciencias sociales y los movimientos populares estemos a tiempo de ensayar un marxismo latinoamericano que se reinvente en la praxis.

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* Politólogo y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.

Notas

[1] Mészáros, Ivàn (1995) Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz.

[2] Acha, Omar (2013) E. P. Thompson, un marxista contra el marxismo como “materialismo histórico”. En Rey Desnudo, Año II, No. 3, Buenos Aires. ISSN: 2314-1204. (p.314)

[3] Mazzeo, Miguel (2018) Marx Populi. Collage para repensar el marxismo / Ilustrado por Martín Malamud. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: El Colectivo. (p.12)

[4] Néstor Kohan. (2013) Nuestro Marx, La Oveja Roja. Madrid (p.192)

[5] Acha (2013) (p.320)

[6] Mazzeo…. (p.74)

[7] Kohan … (p.198)

[8] Mazzeo… (p. 57)

[9] Mazzeo … (p. 58)

[10] Diego Giller advierte: el abigarramiento según Zavaleta implicaba la superposición inarticulada y no combinada de modos de producción, la presencia de varias formas de diferenciación social, de visiones alternativas del mundo y de estructuras locales de autoridad que compiten con la forma estatal. Giller, Diego Martin. (2017) René Zavaleta, historiador de lo político. Seis propuestas para leer lo nacional-popular en Bolivia. En Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época. (p.3)

[11] Zavaleta Mercado, R. (1983) Las masas en noviembre. La Paz, Bolivia. Editorial Juventud

[12] Acha, Omar. (2016) Clase y multitud en la obra tardía de René Zavaleta Mercado: interferencias thompsonianas. En: http://iealc.sociales.uba.ar/files/2014/06/3-Ren-Zavaleta-Mercado-Pensamiento-crtico-y-marxismo-abigarrado.pdf (p. 174)

[13] Zavaleta Mercado, R (1982) Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial. En América Latina: desarrollo y perspectivas democráticas. Aportes del Pensamiento Crítico Latinoamericano N° 3 – San José de Costa Rica: FLACSO

[14] Zavaleta Mercado (1982)

[15] Tapia. Luis. (2016) Consideraciones sobre el trabajo teorico de Zavaleta a partir de la obra de Marx. En Ouvila y Giller (eds) René Zavaleta Mercado. Pensamiento crítico y marxismo abigarrado. Buenos Aires. IEALC-UBA (p.23)

[16] Tapia (p.19)

[17] Antes de Gramsci en el propio marxismo la problemática de la hegemonía se restringía a la forma o aspecto general de la autoridad; el intelectual italiano incorpora la idea de que ésta conlleva el intento por generalizar los valores particulares de un sector social para el conjunto de la población, aun a sabiendas de que no existe el puro consenso, como tampoco la absoluta coerción.

[18] Rene Zavaleta Mercado revisa el nacionalismo revolucionario y el marxismo como mentalidades influyentes del siglo XX, retomando específicamente a Marx en su teoría del valor y a Gramsci en lo que respecta a las nociones de hegemonía (Barreda, Amelia. -2015- Gobierno de los movimientos sociales, “otra democracia” e intelectuales en Bolivia. En MILLCAYAC – Revista Digital de Ciencias Sociales 174-176)

[19] Tapia (p.25)

[20] Zavaleta Mercado, R. (1978) Las formaciones aparentes en Marx. Historia y sociedad. Revista Latinoamericana de Pensamiento Marxista, núm. 18 (segunda época): 3-27.

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