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Mundo :: 16/04/2019

Keynes y la muerte del capitalismo

Frances Coppola
Los rentistas que están sufriendo no son los ricos capitalistas que Keynes imaginó. Son la clase media de jubilados cuyos ahorros no ganan prácticamente nada

En un reciente artículo para la revista New Statesman, la reportera económica Grace Blakeley hace una extraordinaria afirmación. Escribiendo sobre los orígenes del FMI, dice:

“Setenta y cinco años han pasado desde que estas instituciones financieras internacionales fueran creadas en Bretton Woods, New Hampshire, en 1944. Entonces los delegados de aquella reunión buscaban amansar el poder de las finanzas internacionales. Su crecimiento había contribuido a causar el Crash del 29 en Wall Street y la consiguiente Gran Depresión. J.M. Keynes –quien lideró la delegación británica- llegó a Bretton Woods con la idea de aplicar la “eutanasia” a la élite financiera que él veía como parasitaria al sistema productivo.”

Yo pensaba que Bretton Woods había sido sobre el libre comercio y la cooperación económica, no sobre “amansar el poder de las finanzas internacionales”. Pero quizá me equivocaba. Así que me puse a revisarlo.

De acuerdo con el Departamento de Estado de los EEUU, Bretton Woods nació de la terrible experiencia durante la depresión mundial de principios de los años 30. Pero no eran las financias internacionales lo que Bretton Woods se proponía a amansar, si no la política de competencia desleal con el país vecino por las exportaciones:

“La lección aprendida por los burócratas de los EEUU durante el periodo de entre guerras, se tradujo en las instituciones creadas en la conferencia. Políticos como el presidente Franklin D. Roosevelt y el secretario de Estado Cordell Hull eran partidarios de la creencia Wilsoniana de que el libre comercio no solo promovía la prosperidad mundial, sino también la paz internacional. La experiencia de los años 30 realmente lo sugería. Las políticas adoptadas por los gobiernos para combatir la Gran Depresión –barreras arancelarias, devaluaciones competitivas, discriminación comercial- habían contribuido a crear un inestable entorno internacional sin mejorar la situación económica. Esta experiencia llevó a los líderes internacionales a concluir que la cooperación económica era la única opción para la paz y prosperidad, tanto en casa como fuera.”

Tampoco Keynes llegó a Bretton Woods con ningún plan para aplicar “la eutanasia del capitalista”. La propuesta de Keynes estaba dirigida a los gobiernos, no a los capitalistas:

“Harry Dexter White, el asistente especial para el secretario del tesoro de los EEUU y John Maynard Keynes, el asesor del tesoro británico, redactaron independientemente diferentes planes para las organizaciones que proveerían asistencia financiera a los países que experimentaran déficits en la balanza de pagos en el corto plazo. La asistencia financiera ayudaría a asegurar que esos países no adoptasen políticas proteccionistas o predatorias, ni en el comercio ni en la política monetaria, con el objetivo de mejorar la posición de su balanza de pagos. Ambos planes previeron un mundo con tipos de cambio fijo, creyendo que ayudaría más a la expansión del comercio mundial que los tipos de cambio flexibles.”

El propio Keynes resumió su propuesta así:

”un Banco de Compensación de Pagos Internacional [International Clearing Union], basado en la moneda bancaria internacional, llamada (digamos) bancor, fijado (no unilateralmente) su valor en oro y aceptada como equivalente al oro por la Commonwealth británica y los EEUU y por todos los miembros de la unión con el propósito de liquidar los balances [pagos] internacionales.”

Más adelante en su propuesta original, aconseja que “la construcción de una organización bancaria internacional, construida por la experiencia para satisfacer necesidades prácticas, debe ser dejada tan independiente como sea posible”. Parece que amansar las finanzas internacionales no estaba en su agenda. Así que, ¿de dónde sale la afirmación de Blakeley de que Keynes aspiraba a aplicar la “eutanasia del rentista”?

Pues viene de la Teoría General de Keynes. Y no tiene nada que ver con los desajustes comerciales que Bretton Woods trataba de controlar. El tema son los tipos de interés. Keynes, escribiendo en 1936, pensó que lo extraño sería la nueva normalidad:

“Existe, en cambio, una segunda y mucho más fundamental conclusión que se infiere de nuestro razonamiento y que tiene consecuencias sobre el futuro de la desigualdad de la riqueza, a saber, nuestra teoría del tipo de interés. La justificación sobre una tasa de interés moderadamente alta ha sido fundamentada entonces en la necesidad de proveer un suficiente incentivo al ahorro. Pero hemos mostrado que la cantidad de ahorro real se determina necesariamente por el nivel de inversión, y que el nivel de inversión es estimulado por un bajo tipo de interés, siempre y cuando no intentemos estimular la inversión más allá del punto correspondiente al pleno empleo. Así que nos es favorable reducir el tipo de interés hasta el correspondiente nivel de pleno empleo según la estructura de la eficiencia marginal del capital.

No cabe duda de que este criterio llevará a un tipo de interés mucho más bajo que el que ha regido hasta ahora… Estoy convencido que la demanda de capital está estrictamente limitada en el sentido de que no sería difícil incrementar el stock de capital hasta el punto en el que su eficiencia marginal haya caída a muy bajos niveles. Esto no significaría que los bienes de capital costarían prácticamente nada, sino que el rendimiento del capital tendría que cubrir a penas algo más que su amortización debido al desgaste y la obsolescencia junto con algo de margen para cubrir el riesgo y el ejercicio de habilidades y discernimiento. En resumen, el rendimiento agregado de los bienes durables [de capital] en el curso de su vida, como en el caso de los bienes no durable, cubriría justo su coste de mano de obra de producción más una renta por el riesgo y los costes del oficio y la supervisión.

Ahora bien, aunque este estado de la situación sería compatible con cierto grado de individualismo, supondría con ello la eutanasia del rentista y, consecuentemente, la eutanasia del creciente poder opresivo del capitalista para explotar el valor del capital gracias a su escasez. Hoy en día, los tipos de interés no recompensan ningún genuino sacrificio más de lo que lo hace la renta de la tierra. El dueño del capital puede obtener beneficio porque el capital es escaso, igual que el propietario de la tierra puede obtener su renta porque la tierra es escasa. Pero mientras que puede haber intrínsecas razones para la escasez de la tierra, no hay intrínsecas razones para la escasez del capital…

Entiendo, entonces, el periodo rentista del capitalismo como una fase transitoria la cual desaparecerá cuando haya hecho su trabajo. Y con la desaparición de su periodo rentista muchas más cosas en el propio sistema sufrirán un gran cambio. Será, además, una gran ventaja para el orden de los acontecimiento que estoy proponiendo, que la eutanasia del rentista, del inversor inútil, no será nada repentino, sino una mera gradual pero prolongada continuación de lo que hemos visto recientemente en Gran Bretaña, y no necesitará revolución alguna.”

El hecho de que esto fuera escrito en los años 30 es importante. La observación de Keynes de que la eutanasia del rentista “no necesitará revolución alguna” es a la vez un reconocimiento y un desafío al marxismo. Si el capitalismo en cualquier caso está condenado por su propio éxito, la revolución es innecesaria. Fíjense que ello no conlleva la inacción ante el capitalismo:

“Así, en la práctica, tenemos que aspirar (no hay nada en esto lo cual sea inalcanzable) a un incremento del volumen del capital hasta que deje de ser escaso, para que así el inversor inútil no reciba ningún beneficio; y aspirar a un sistema impositivo que permita que la inteligencia, determinación y destreza ejecutiva del banquero, el emprendedor et hoc genus (quienes son ciertamente tan indulgentes con su oficio que su labor podría obtenerse a un gran menor precio que al del presente), para así aprovechar su servicio a la sociedad con una recompensa razonable…”

Querida Grace Blakeley, al malversar la pegadiza frase de Keynes, has malentendido totalmente su significado. Keynes previó una época en la que el capital sería tan abundante que los capitalistas no podrían vivir gracias al mero rendimiento del capital y tendrían que trabajar por “una recompensa razonable”. Los rentistas morirán sin hacer ruido.

Vivimos en esa época. La tasa real de rendimiento del capital ha estado cayendo durante 30 años y es ahora negativa. El capital ha sido demasiado exitoso recomponiéndose a sí mismo tras su enorme destrucción en la primera mitad del siglo XX. Ahora hay demasiado capital y no hay suficientes proyectos de inversión rentables. Como Keynes predijo, el capitalismo se está destruyendo a sí mismo.

Pero los rentistas que están sufriendo no son los ricos capitalistas que Keynes imaginó. Son la clase media de jubilados cuyos ahorros no ganan prácticamente nada. Hemos construido un sistema de pensiones enteramente sustentado en una expectativa de rendimiento que ya no puede generar. Y sin embargo, el imperativo del ahora nunca ha sido tan fuerte en tanto que las poblaciones envejecen y los gobiernos reducen el sistema de bienestar. Esto me parece un bucle que se retroalimenta. A la vez que el capital es más abundante, la tasa de retorno cae, forzando a la gente a ahorrar más para financiar sus jubilaciones, haciendo así al capital aún más abundante y forzando a la baja la tasa de retorno todavía más. Algo tiene que ceder aquí.

Históricamente, cuando el capital deviene en abundancia, los ricos y poderosos han preferido destruirlo antes que compartirlo. Y esto me lleva de vuelta a Bretton Woods. El sistema del patrón oro del final siglo XIX, conocido en los EEUU como la “época dorada” por su prosperidad sin precedente, acabó con la mayor destrucción de capital de la historia. La conferencia de Bretton Woods aspiraba no a “amansar las finanzas internacionales”, sino a reestablecer la prosperidad de la época dorada. Los estadistas de entonces reconocieron que la cooperación, y no el conflicto, es el camino a la prosperidad. Keynes no fue a la conferencia para aplicar la “eutanasia del rentista”, sino para crear un sistema en el cual la riqueza de las naciones fuera compartida más equitativamente. Esto es lo que debemos solucionar hoy, antes de que sea demasiado tarde.

coppolacomment.com. Traducción: Ayoze Alfageme para Sinpermiso. Revisada por La Haine.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/bW0t