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Medio Oriente :: 18/06/2009

Irán es mucho más que el norte de Teherán

Txente Rekondo
La alianza "contra natura" que se formó en vísperas electorales contra Ahmadinejad, no ha logrado calar entre la población, la clase trabajadora y el campesinado

Tras las elecciones de la pasada semana, y cuando la incertidumbre sobre las mismas sigue sin cerrarse, se siguen repitiendo los mismos errores y los análisis simplistas del pasado. Los medios occidentales, en su mayoría, parece que siguen confundiendo sus propios deseos con la compleja realidad de Irán.

Los acontecimientos que se están produciendo pueden obedecer a muchos motivos. Hay quien defiende que estamos ante un pucherazo electoral (son los mismos que alababan la alta participación y ahora presentan unos datos que dejaría ésta en una mínima expresión), incluso se habla de un golpe de estado o de diferentes maniobras por parte de las "familias ideológicas", y todo ello para que la realidad no acabe enturbiando la noticia prefabricada.

Son los mismos que dan lecciones de "democracia" ante realidades lejanas a las suyas y sobre todo basan buena parte de sus fuentes en la opulenta zona del norte de Teherán, ocultando al mismo tiempo algunas claves para entender el desarrollo de los hechos.

Estas elecciones han tenido algunas variaciones con respecto a las anteriores, y si bien la mayor parte del proceso ha seguido un guión similar, en base al "estado de derecho iraní", el pasado viernes, las urnas contaron con más observadores locales que nunca, haciendo muy difícil un pucherazo a plena luz del día. Pero hay otros aspectos que tampoco se han querido mostrar y que también son importantes a la hora de afrontar el resultado final.

Por un lado existían diferentes sondeos que apuntaban a una victoria de Mahmud Ahmadinejad, además, las movilizaciones de sus seguidores han superado con creces a las de sus rivales (incluido Mousavi), y sobre todo están los debates televisivos previos a las elecciones donde el actual presidente Ahmadinejad "propició un soberano repaso a sus oponentes". Haciendo gala de su habilidad dialéctica y política (otro aspecto que nunca se menciona a la hora de demonizar su persona) ensombreció a sus oponentes, y supo aprovechar la alianza forjada contra él para salir victorioso.

Ahmadinejad señaló ante las cámaras de televisión que no se enfrentaba a Mousavi, sino a una triple alianza de éste con Khatami y el odiado Rafsanjani, "el tiburón". Señalando a éste, la segunda persona más poderosa del país, como un claro ejemplo de "corrupción parásita y despotismo".

Y aquí asoma el eje central, la lucha "por el dinero, el poder y el petróleo". Y sobre ese escenario siempre sobrevuela la llamada "mafia del petróleo", que la población no duda en identificar con el clan de Rafsanjani. Los sectores económicos opuestos a la política de Ahmadinejad, que pone en entredicho el control que aquellos han tenido en ámbitos del comercio internacional, la educación privada o la agricultura, y donde el propio Rafsanjani controla a través de todo un imperio, no han dudado en aprovecharse de la coyuntura ofrecida por el propio Mousavi.

Sin embargo, la alianza "contra natura" que se ha formado en vísperas electorales, sin ninguna alternativa constructiva, más allá del rechazo a Ahmadinejad y a lo que éste puede representar, no ha logrado calar entre la mayoría de la población. Las capas más desfavorecidas, la clase trabajadora y el campesinado todavía recuerdan los más de cuarenta comunicados que en el pasado emitió Rafsanjani contra Mousavi.

Además, el mal llamado candidato reformista, ha tenido que combinar los deseos de las clases altas de la sociedad con los intereses de los empresarios y del bazar. Su apuesta mediática, el apoyo de sectores jóvenes y las lecturas de Internet podían apoyar las crónicas que se han escrito desde Teherán, sin embargo, como reconocía con ironía un iraní, "Internet y sus derivados tienen poco que ver con la mayoría de la población, campesinos y trabajadores, que no tienen mucho tiempo para, tras su jornada laboral, navegar en la red en cualquier ciber café".

Para buena parte de la sociedad iraní, Ahmadinejad representa los valores de la anticorrupción, el populismo y una piadosa religiosidad. Su imagen humilde (se niega a vestir traje, o no se ha trasladado de la vivienda modesta donde vive y que heredó de su padre) unido a su firmeza dialéctica contra los que él considera los enemigos externos e internos del país, y ante los que no ha querido rebajar el tono de sus críticas, generan una gran empatía entre las masas iraníes, que no dudan en apoyar "al hijo piadoso de un herrero".

Lo cierto es que más allá de una supuesta división política entre "conservadores y reformistas", durante esta reciente campaña hemos visto cómo todos los candidatos se acogían, bien por principio (Ahmadinejad), bien por interés (Mousavi) a los "principios de la Revolución Islámica". De ahí que incluso muchos apunten que en definitiva el verdadero triunfador de estos comicios ha sido el Líder Supremo, el Ayatollah Ali Khamenei, y en ese sentido el propio sistema forjado durante estos treinta años.

En este sentido cobran fuerza las afirmaciones del propio Obama, que a la vista de los acontecimientos ha sorprendido a los medios occidentales, apuntando que tanto uno como otro candidato "representan lo mismo". Sin ser cierta en su totalidad esa afirmación, deja entrever que los intereses de EEUU van mucho más allá de una mera "reforma estética" del sistema iraní, y para hacerse con el control de sus recursos no duda en utilizar maniobras desestabilizadoras.

Y éstas pueden ser una de las tónicas que afronte Irán en el futuro. Los recientes ataques por parte del grupo Jundallah (detrás del que podría estar la mano de la CIA y el Mossad), las tensiones en Baluchistán, las alianzas de algunos de esos grupos con la mafia de la droga o incluso la aparición en un escenario conflictivo de al Qaeda, pueden ser algunos de los retos que asomarán en Irán en los próximos meses. Evidentemente, desde Washington todavía no se ha renunciado a dar por perdidos los miles de millones de dólares "invertidos" en operaciones contra Teherán durante el anterior mandato de la administración Bush, y en el pasado ya hemos asistido a maniobras de ese estilo.

De momento, el peso de Irán en la escena regional seguirá afianzándose, a pesar de las trabas y obstáculos que desde Arabia Saudí, Israel y otros aliados estadounidenses se pongan sobre la mesa. Si hasta ahora el papel iraní ha sido clave en Afganistán, Iraq y otros países, una mayor desestabilización interna podría tener consecuencias directas en esas otras realidades, además de que ello traería un aumento del precio del petróleo que endurecería aún más la grave crisis económica que afrontan las economías occidentales.

Las próximas semanas continuará el pulso en torno a las elecciones, y algunos señalan que tal vez el propio Ahmadinejad tenga la llave para desbloquear la situación, en forma de un gobierno que integre a representantes de algunos de los sectores que hoy en día se oponen a él. Probablemente sea pronto para adelantar el rumbo que se tome en Irán, pero lo que parece es que la última palabra estará en la boca del Líder Supremo, y éste hasta ahora no ha cedido a las pretensiones de Rafsanjani, y probablemente no deje pasar la oportunidad para dar un golpe de gracia a ese sector (la alianza entre los otrora poderosos comerciantes del bazar y los clérigos más tradicionales) que le podría hacer sombra en el futuro.

Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

 

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