El imperialismo norteamericano promovió la debacle de la economía venezolana, pero no pudo destruir el proceso bolivariano. Replantea su estrategia frente al fracaso de la oposición y la necesidad de importar petróleo. La reactivación de una economía dolarizada acrecienta la desigualdad y la forma de asignar divisas define un curso inequitativo o redistributivo. La impugnación total del rumbo actual difiere de su corrección y la lucha salarial remodela al oficialismo.
Bolivia soportó tres oleadas golpistas con el guiño estadounidense que repitieron los fracasos de los escuálidos. El MAS doblegó a la derecha cuando utilizó las respuestas energéticas del chavismo. Desenvolvió un modelo económico productivo, en las antípodas del fallido esquema venezolano. La reorientación actual coexiste con borrosas tensiones internas.