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México :: 14/06/2019

El catastrófico acuerdo de AMLO con Trump

Manuel Aguilar Mora
Andrés Manuel López Obrador ha cedido al chantaje que le lanzó el presidente del régimen de EEUU, Donald Trump

Con el compromiso del gobierno de México de tapar con 8 mil elementos de la recién constituida Guardia Nacional su frontera sur para impedir el ingreso al país de las caravanas de miles de centroamericanos y caribeños en su marcha hacia EEUU, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha cedido al chantaje que le lanzó Donald Trump de subir el 10 de junio en 5 por ciento los aranceles de las exportaciones de México al país norteño. En efecto, muy en el estilo de su “diplomacia” Trump ha puesto en práctica un pulso que AMLO no supo, ni pudo resistir. Llevando las negociaciones comerciales al plano de los problemas migratorios y descaradamente aprovechando la situación para preparar su reelección presidencial del año próximo, Trump arrinconó al gobierno de AMLO obligándolo aceptar sus condiciones: convertir a la Guardia Nacional, en su primer trabajo represivo, en la patrulla fronteriza (“border patrol”) de EEUU en la frontera entre México y Guatemala.

Una auténtica catástrofe diplomática y política

El viernes 7 de junio será el día recordado en que el gobierno de AMLO experimentó un nuevo descalabro, una auténtica catástrofe, en esta ocasión en el campo de las relaciones exteriores mostrando su completa debilidad ante las exigencias del gobierno imperialista norteño expuestas sin tapujos del modo más crudo posible por el insolente habitante de la Casa Blanca. La diplomacia de AMLO y de su canciller Marcelo Ebrard se mantuvo dentro de un bajo perfil mostrándose siempre dispuesta a “dialogar” con un personaje que no se detenía en sus constantes provocaciones y exabruptos. Un “diálogo” que en realidad era un monologo en el que los exabruptos de Trump guiaban a los representantes de su gobierno en las negociaciones: el vicepresidente Pence y el secretario de Estado Pompeo. Trump consiguió lo que quería, a saber, convertir a México en el auténtico patio trasero de EEUU que le permita detener y hacerse cargo de reprimir las oleadas crecientes de emigrantes para impedir que lleguen a la frontera norte. El gobierno de AMLO “consiguió” a cambio la suspensión de la imposición del 5 por ciento a sus exportaciones a EEUU (que constituyen el 80 por ciento del total).

Pero Trump condicionó la suspensión de la imposición arancelaria al cumplimiento de la tarea de tapón migratorio por parte del gobierno mexicano, cumplimiento que se revisará en 90 días. Por tanto, conociendo las desmesuradas ambiciones de los imperialistas de ninguna forma el “acuerdo” del 7 de junio elimina de forma completa la amenaza del alza de los aranceles que podrá, sin duda, ser utilizada nuevamente si así lo requieren los intereses de Trump. Y para éste la conducta sumamente conciliadora puesta en práctica por AMLO durante estos días en que apenas van los primeros seis meses de su gobierno es ya una experiencia muy útil para el resto del sexenio.

Las oportunidades de una política defensiva estuvieron presentes y no fueron aprovechadas del todo por MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), el partido obradorista. Al nivel exterior apenas se intentó realizar acciones con los amplios sectores que en EEUU están oponiéndose a Trump, dentro y fuera del partido Demócrata. Pelosi, la jefa de los demócratas en la Cámara de Representantes (diputados) claramente se declaró contra la política burda y soberbia de Trump y en las importantes y millonarias comunidades de mexicanos y descendientes de mexicanos en California, Texas, Chicago y demás partes de EEUU había potenciales de solidaridad con una postura más firme y combativa de parte del gobierno mexicano.

Y ciertamente su más grande omisión fue su política interna: el gobierno de AMLO ni de lejos convocó a una movilización nacional, masiva, antiimperialista, de defensa de la soberanía nacional. Se conformó y propagandizó el apoyo de los sectores burgueses más conspicuos (se congratuló en especial con la carta que le envío Alberto Bailleres, el cuarto más rico capitalista de México). En Tijuana, el 8 de junio protagonizó un acto con miles de acarreados por los charros del SNTE en el cual AMLO se encontraba rodeado de gobernadores, diputados priistas, panistas y por supuesto funcionarios y líderes morenistas que “festejaban” un acuerdo que había evitado una crisis a México. Un acuerdo que, como lo declaró el propio AMLO: “sólo nos queda cumplirlo”.

AMLO y el grupo gobernante ni de lejos se atrevieron a ejercer un mínimo margen de maniobra e independencia ante las exigencias de Trump. “Nuestra dignidad nacional es el límite”, “no negociamos bajo amenazas”, “nuestra postura es de dignidad y firmeza”, toda esta retórica de los dirigentes mexicanos se esfumó ante la soberbia imperialista. Eligiendo un terreno de “racionalidad”, “amistad” y “diálogo” creyeron que éste era el terreno en que se mueven los imperialistas cuyos “razones” e intereses concretos son siempre los determinantes de sus acciones y decisiones. Para un presidente cuyo discurso nunca se elevó de un nivel de “respeto”, de “conciliación”, de “amistad” para el ogro rubio del Norte fue un paseo la consecución de sus objetivos.

Ante las constantes provocaciones las reacciones obradoristas no eran verdaderas respuestas: “no queremos pelearnos con Trump”, “no le levantamos el puño cerrado, sino una mano abierta”, “queremos mantener la bonita relación entre México y EEUU “, “nadie destruirá nuestra amistad”, “México no quiere confrontación”, etc. Todo esto sólo alimentaba más al consumado provocador y cuando éste llevó su racismo y prepotencia a lo máximo diciendo sin recato que “México necesita más a EEUU que EEUU a México”, ante tal insolente humillación, lo único que pudo decir AMLO fue:”soy el dueño de mi silencio” y levantó su mano con el signo de “amor y paz”.

¿Qué significa este tremendo descalabro experimentado por el gobierno de AMLO en las relaciones internacionales con el poderoso vecino del norte? Con esta demostración de casi total impotencia se ha puesto de relieve la relación de subordinación y la dependencia del grupo gobernante de México y más ampliamente de la clase capitalista mexicana a los imperativos de Washington. Por supuesto expresa la creciente integración de la economía mexicana dentro de la estructura capitalista estadounidense, su interrelación cada vez más cerrada y profunda.

Ciertamente la parte mexicana es la más débil pero al mismo tiempo la creciente integración con la economía de EEUU y debido a que precisamente en muchos aspectos la economía mexicana es un complemento cada vez más importante de su dinámica imperialista (integrando regiones enteras a sus proyectos y empresas, aprovechando a fondo la mano de obra barata mexicana, etc.), se ha creado un espacio de maniobra que los gobiernos de México pudieran aprovechar. Después de todo hoy la economía mexicana ha desplazado a China como la primera fuente de las importaciones de EEUU. Sin embargo, la burguesía mexicana y su gobierno están a años luz de tener la iniciativa y la independencia de acción de los dirigentes de la potencia china.

Una situación peligrosa

Las señales se arremolinan cada vez más ominosas. Lejos de que su victoria electoral contundente de hace un año le haya servido para inyectar en los sentimientos populares la convicción de una superación de la terrible situación heredada por los gobiernos anteriores, los primeros seis meses transcurridos del gobierno de AMLO han profundizado la incertidumbre al nivel económico y de la sociedad en general. El argumento defensivo es elemental: “no se puede en seis meses enmendar el curso de corrupción y decadencia de años”. Cierto. Pero en estos primeros seis meses hay muchas señales que apuntan más al agravamiento que a la superación de las tendencias anteriores.

En el terreno de la economía la situación es bastante incierta y confusa. Para empezar AMLO mantiene un discurso optimista que choca no sólo con los análisis y opiniones de una mayoría de economistas, muchos de ellos para nada opositores del presidente. Prácticamente sólo los colaboradores muy cercanos a éste mantienen su optimismo: un crecimiento de más del 2 por ciento de la economía, algunos suben el índice al 3 o 4 por ciento. Lo que sucede en la economía mundial tampoco es muy alentador y no va en el sentido que quieren los optimistas.

La situación de Pemex, con mucho la principal compañía del país y el pilar fundamental de las finanzas públicas, es muy mala: una compañía superendeudada, con una calificación crediticia muy baja que se ha reflejado en el proyecto de construcción de la refinería de Dos Bocas en Tabasco, cuyo presupuesto se ha debido reducir a la mitad. La construcción del proyectado aeropuerto de Santa Lucía está suspendida en espera de los dictámenes ecológicos. La construcción del tren maya ni siquiera se ha anunciado cuando y como se iniciara, para no hablar de que no se ha finiquitado la querella con las comunidades indígenas que se oponen abiertamente a su construcción.

La situación de inseguridad persiste. En los seis meses de 2019 ha habido más homicidios que en el mismo periodo del 2018.
En resumen, prácticamente se ha avanzado muy poco en la delineación de un verdadero nuevo curso que trascienda la decadencia y el estancamiento heredados de los gobiernos anteriores. Hasta hoy ha reinado el pragmatismo chato, la improvisación, la falta de proyectos a largo e incluso mediano plazo. En fin, una carencia de perspectivas posibles y realistas.

Al nivel político estamos igualmente muy lejos de la euforia de la victoria electoral de hace un año. En las recientes elecciones realizadas a principios de junio en varios estados de la república, destacan dos en que se disputaban las gubernaturas correspondientes: Puebla y Baja California estados en que MORENA resultó triunfadora. Pero el abstencionismo fue de lejos mayoritario, elevándose a índices cercanos al 70 por ciento de los registrados en los padrones electorales.

El internacionalismo el único camino

México, como se puede apreciar por lo antes dicho, se encuentra en una situación de mayúsculas contradicciones que determinarán el curso del sexenio de AMLO que recién ha comenzado y en donde se auguran grandes conflictos. En ellos el protagonismo de los sectores de trabajadores y de sus aliados oprimidos (mujeres, indígenas, pueblo pobre) es un factor potencialmente decisivo.

Su colocación social y geográfica entre el imperialismo más poderoso del sistema capitalista, inserto en una etapa muy compleja que la presidencia de Trump ha puesto planetariamente de manifiesto, que le afecta directa y fuertemente a lo largo de una frontera de más de 3 mil kilómetros que comparte con él y en su frontera del sur vecino con la zona más violenta y conflictiva de Centroamérica constituida por el triángulo de Guatemala, Honduras y El Salvador, determina que en México los movimientos políticos y sociales adquieren de inmediato un carácter internacionalista.

La perspectiva que el catastrófico acuerdo entre AMLO y Trump, con sus consecuencias enormes en los próximos días y meses, plantea con fuerza y profundidad la necesidad de comprender y actuar en consonancia la coyuntura política que se abre en Norte y Centroamérica: de una lucha de pueblos y naciones unidas desde la frontera de Canadá y EEUU hasta el canal de Panamá, una lucha que el mismo imperialismo estadounidense impone con su hegemonía en la región. Los gobiernos peleles de Guatemala, Honduras y El Salvador, el gobierno subordinado de AMLO en México, todos ellos son tributarios del imperialismo norteño que los une para la consecución de sus intereses. Los pueblos y los trabajadores de estos países, con sus diversidades nacionales y especificidades regionales, no obstante convergen todos en un objetivo común de liberación nacional y emancipación social. Objetivo de liberación y emancipación al que se oponen el imperialismo estadounidense y sus socios menores capitalistas regionales y gobiernos dependientes.

LUS. Extractado por La Haine.

 

Enlace al artículo: https://www.lahaine.org/cC8M