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Europa :: 10/07/2019

Grecia: Cábalas a la vista

Elsa Claro
Syriza socializó el pago de responsabilidades adquiridas por políticos y sectores altos, mientras privatizaba las ayudas a los bancos

Debe sentirse satisfecho Yanis Varoufakis, el economista griego al frente de esa cartera durante un corto período del 2014-15, cuando se negociaba el recate de Atenas. Alguien capaz de escandalizar a los sectores europeos más ortodoxos, al proponer arreglos como la salida del euro, para estabilizar su país en bancarrota.

Esta vez, presentó a los comicios helenos una pequeña formación (Mera25) y, en definitiva, contra pronósticos, alcanzó escaños en el parlamento. Se deduce recobre algo de la notoriedad mediática de aquel otro momento, pero solo eso, posiblemente.

Quien sí está muy satisfecho es Kyriakos Mitsotakis, jefe de Nueva Democracia, el mismo partido que suscribió en el 2012 el segundo rescate. El ex banquero y líder conservador, asegura que rebajará los fuertes impuestos actuales y aumentará el crecimiento del país. ¿Podrá hacerlo?

Examinemos algunos datos. Entre el 2010 y el 2018, el estado griego percibió unos 280 mil millones de euros para pagar deudas. La Troika, conformada por el FMI, Banco Central Europeo y la UE, le impusieron a Atenas restricciones y condicionantes tremendas que provocaron la reducción de su economía en un 25%.

Todo para “restaurar” la economía, no la única entonces, víctima de la crisis global desatada en EEUU y exportada al Viejo Continente. Pese a egresos y privatizaciones del patrimonio nacional heleno, la deuda pública se mantiene hoy pegada al 180% del PIB. ¿Hubo reducción en casi un decenio de austeridad, o solo se le pagó a los acreedores con el dinero de otros prestamistas? Cualquiera sea la respuesta a esta interrogante, hay algo seguro: el problema será heredado por otras generaciones sin evadir un posible trance similar.

Suele afirmarse que la clase media fue la más perjudicada con los apretones implantados, considerando el nivel de los impuestos todavía en vigor, pero sería inexacto omitir el enorme desempleo (llegó al 28% y si bien fue disminuido bastante, se mantiene como el mayor de Europa y con serias agravantes para los jóvenes).

La reducción de los ingresos personales tiene otros apéndices no menos importantes: pérdida de poder adquisitivo del salario en un monto de un 40%, o los resultados de 14 rebajas realizadas a las pensiones.

En agosto del pasado año, se anunció el “cese del rescate”. Pronunciamiento bastante formal, si consideramos las referencias del anterior párrafo, y luego de saberse que la supervisión, control o tutelaje sobre Grecia, se mantendrá.

En aquel momento y posteriormente, se estimó por distintos economistas que lo único alcanzado luego de tan fuertes apremios a la población, era contar con el derecho a endeudarse más. Suponiendo exagerado el aserto, evidente es la ausencia de trazas razonables, ventajosas, en el itinerario por donde se va.

Un alza en las exportaciones y el turismo, permitieron crecer algo luego de una prolongada y profunda recesión. Sin embargo, fue bajo condiciones que hasta el mismo Alexis Tsipras, intentando defender su gestión para obtener nuevo mandato, limita lo conseguido a un logro: disminuir los intereses de la deuda. No el monto, solo la gabela a seguir pagando.

Quien será el nuevo jefe del ejecutivo griego promete mejoras fiscales, pero en su contra se alega será a costa de nuevas podaduras al reducido arbusto de los presupuestos actuales. Se apoyan para ese pronóstico en la propensión hacia el neoliberalismo de Kyriakos Mitsotakis. O sea, lo mismo de ahora, sin amortiguadores.

Y se dirá que el gobierno de Syriza no los empleó o se hizo cómplice de la propensión a socializar el pago de responsabilidades adquiridas por políticos y sectores altos, pero carga puesta sobre los hombros de los ciudadanos comunes [mientras privatizaba las ayudas a los bancos]. Es contradictorio, pero cierto, pues el grupo clasificado en sus inicios como una “izquierda radical” aseguró impediría la súper austeridad exigida por Bruselas, pero no tardaron en aplicarla pese al resultado en su favor del referéndum del 2015, con el cual los ciudadanos le otorgaban visa plena para plantar cara a los exigidos ajustes y optar por otro recurso en busca de la perdida estabilidad.

La mudanza de enfoque y acciones de aquellos en los cuales tanto se confió, acaba de pagarla Tsipras, el carismático dirigente que tantas esperanzas despertara. Se le califica lo mismo de traidor al ideario progresista, como de envanecido con el poder. En ambos casos por alejarse de la gente a quien dijo defender de medidas coercitivas como las que en definitiva concluyó certificando para el tercer “rescate” en contenido y plazos abrumadores, considerados peores de lo posible entonces, aunque tenía el 62% de la población en favor, para aplicar otras opciones.

Imitó, o no fue diferente que los socialdemócratas del Pasok o del derechista Nueva Democracia, firmantes de las dos ¿reparaciones, ayudas? anteriores a su jefatura, en entera contradicción con lo prometido por una ¿izquierda? paradójica. Pudo ser un erróneo enfoque, decisiones desacertadas. Hay margen –es bueno mantenerlo- para las evaluaciones.

Que se mantenga el control o la vigilancia externa sobre el desempeño económico-social de Grecia, está formulado para ser ejercido hasta el 2022, en el mejor de los casos. El detalle no es insignificante y coloca dudas sobre un gobierno que se estrena con incertidumbres sobre su capacidad para cambiar una situación material bien dura y un estado de ánimo no menos severo.

El resultado de estos comicios se esperaba. Las huestes de Tsipras tuvieron un bajo desempeño en las elecciones europeas y, muy importante, perdieron 12 de las 13 comunidades autónomas en las regionales propias. Se piensa, con razón, que en ambos casos se expresó el rechazo a la austeridad extrema, la pérdida de soberanía y la frustración política generada por la mutante Syriza.

También, el reciente convenio firmado con la ex Macedonia Yugoslava, reconocida por la administración saliente como República de Macedonia del Norte, fue el consabido puntillazo a un descontento mayúsculo. La gente ve otra pérdida del albedrío nacional, pues la mayor parte de los griegos rechazan la entrega a esos vecinos del nombre de una importante zona de su territorio originario, cargado de honda historia.

Luego Mitsotakis caminó sobre tierra abonada con diversos fiascos y logró con casi el 40% del sufragio, mayoría (a la cual se suma un bono de 50 asientos en el legislativo), como para no necesitar alianzas, excepto aquellas convenientes a su desempeño a corto o mediano plazos. Como los neofascistas de Amanecer Dorado no tuvieron acceso a escaños, se supone eliminado uno de los numerosos tropiezos por delante.

La formación de Tsipras, comoquiera, obtuvo un 31,5% de votos, cifra superior a la prevista. Se puede suponer que su bancada esté en condiciones de emprender una saludable oponencia. Pocos la esperan, dados los antecedentes discordantes dejados tras de sí.

La temperatura promedio en Grecia es de 22.1 grados Celsius. En este momento y no solo por el cambio climático, es superior, incluso sin entrar en grandes detalles como el de los campos de refugiados y el éxodo de jóvenes calificados en los últimos años.

Si fuere menester abreviar augurios, pese al entusiasmo de los mercados y de los tiburones al asecho, cabe poner en condición de veremos el devenir inmediato de Grecia.

Cubadbate

 

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