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Estado español :: 10/03/2010

Operación Móstoles: La conspiración franquista del 2-M

Amadeo Martínez Inglés
Nuevos datos de la implicación de la monarquía española y oficiales ultras en una de las últimas tramas golpistas auspiciadas por el Jefe del Estado.

En esta gravísima conjura castrense contra la monarquía juancarlista y el régimen político instaurado en la transición, que empezó a gestarse en el otoño de 1977 y a planificarse ya con todo detalle a finales de 1980, estaban involucradas seis Capitanías Generales del Ejército español, es decir casi el 80% del poder operativo real del mismo. Eran estas las circunscripciones militares de Sevilla, Zaragoza, Barcelona, Valladolid, La Coruña y Baleares. La de Valencia, bajo el mando del teniente general Milans del Bosch, también podía ser considerada como adicta a este movimiento pues su titular había abrazado desde el primer momento la doctrina involucionista impartida en la reunión semiclandestina de Játiva de septiembre de 1977, en la que los más altos jerarcas de la Institución castrense se juramentaron para parar como fuera una transición que amenazaba las esencias más profundas del franquismo y del “Glorioso Movimiento Nacional”. Pero las ideas profundamente monárquicas del general Milans le hacían discrepar en puntos importantes del ideario golpista en el que se habían instalado sus compañeros de aventura, y que contemplaba sin ninguna clase de remilgos al rey Juan Carlos como primer objetivo a batir.

Bajo el punto de vista de la planificación operativa, el nuevo Alzamiento militar previsto para el 2 de mayo de 1981 o Plan Móstoles constaba de tres fases perfectamente diferenciadas y contemplaba un cerco estratégico por sorpresa de la capital de la nación, a una jornada de marcha/combate de Unidades moto acorazadas (100-120 kilómetros, 2- 4 horas de marcha), a cargo de columnas (Agrupaciones Tácticas o Brigadas) de las Regiones militares II, III, V, VII y VIII que a las 03,00 horas del día 2 de mayo de 1981 se pondrían en marcha para ocupar sus objetivos cercanos a Madrid desde unas bases de partida ocupadas con anterioridad en el marco de unas maniobras regionales de 8 días de duración; perfectamente legales y contempladas en el Plan General de Instrucción del Ejército de Tierra. Las distintas Unidades involucradas en la operación habrían salido de sus acuartelamientos hacia estas zonas de maniobras a partir de las 07,00 horas del día 25 de abril de 1981 (D-8).

Estas maniobras regionales, programadas para realizarse al unísono en estas fechas concretas por presiones de la cúpula del movimiento involucionista ante la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército, recibieron distintas denominaciones con arreglo a las propuestas que en su día elevaron las diferentes autoridades regionales. En el Plan Móstoles se volcaron pues con todo detalle, como primera fase del mismo (Fase legal, Fase 1 ó M-1), el conjunto de planes regionales para esas maniobras tipo “Gran Unidad Brigada” (Zona de maniobras, efectivos implicados, actuaciones a realizar…) pero sin perder nunca de vista el verdadero fin de las mismas; que no era otro que el de servir de trampolín (Bases de Partida, según la reglamentaria definición táctica) para lanzar la maniobra de altos vuelos que consiguiera el objetivo supremo de la operación: copar a distancia la capital de la nación.

En terminología militar el Plan Móstoles estaba redactado, por lo que se refiere a su planteamiento y finalidad, de la siguiente manera:

Objeto:

Establecer un cerco estratégico sobre la capital de la nación y su área de influencia a una distancia media de 100-120 kilómetros de la misma, con la finalidad política de controlar todos los órganos del Gobierno de la nación, sus instituciones y organizaciones políticas, económicas, sociales, financieras, de comunicaciones…etc, etc, imposibilitando cualquier reacción en fuerza de la Capitanía General de Madrid y de los centros superiores de mando y planeamiento de las FAS.

Realizar una serie de acciones secundarias sobre Salamanca, Aranda de Duero, Tudela, Teruel y Bailén, con el fin de neutralizar posibles reacciones ofensivas de las Capitanías Generales VI y IX que pudieran afectar a la acción principal contra Madrid.

Fases:

1ª Fase: Operativos regionales con arreglo al PGI (Plan General de Instrucción).

2ª Fase: Operaciones coordinadas fuera del PGI (Cerco estratégico y acciones secundarias) para conseguir la finalidad política del Plan.

3º Fase: Cerco táctico de Madrid a una distancia media de 30-40 kilómetros, con la finalidad de colapsar la capital de la nación ante una necesidad política derivada del fracaso total o parcial de la Fase 2.

Para mejor comprensión del lector, voy a incidir con más detalle en las distintas fases del plan involucionista que nos ocupa:

Fase 1

Los planes regionales para las distintas maniobras contempladas en el PGI (Plan General de Instrucción) a desarrollar a partir del 25 de abril de 1981, pacíficas en principio y sin las cuales hubiera resultado de todo punto imposible poner “en pie de guerra” a las diferentes Unidades actuantes, eran los siguientes:

II Región Militar (Sevilla): Operaciones Montoro y Mérida Maniobras en zonas de Córdoba y Mérida.

ón Militar (Valencia): Operación Albacete. Maniobras en el campo militar de Chinchilla.

IV Región Militar (Barcelona): Operación Gandesa. Maniobras en la zona sur de Tarragona.

V Región Militar (Zaragoza): Operación Soria. Maniobras en la zona del pantano de la Cuerda del Pozo.

VII Región Militar (Valladolid): Operación Palencia. Maniobras al norte de la provincia de Valladolid.

VIII Región Militar (La Coruña): Operación Verín. Maniobras en la zona sur de Orense.

Estas maniobras, autorizadas por el Estado Mayor del Ejército y con una duración de 8 días, tenían unas muy claras y decisivas finalidades para los golpistas: por una parte, el facilitar el abastecimiento de toda clase de pertrechos para unas Unidades operativas que en situación normal de vida de guarnición carecían de ellos; por otra, el servir de coartada para el movimiento de las mismas fuera de sus acuartelamientos. Pero la más importante de ellas era, sin duda, el poder acercarlas a la capital de la nación para, llegado el momento y antes de que finalizaran esos días de instrucción en el campo, ocupar rápidamente los objetivos alrededor de Madrid que el propio Plan Móstoles les había fijado de cara a conseguir el éxito final del movimiento involucionista.

Fase 2

A la hora “H” del día “D” de la Operación Móstoles, esto es a las o3, 00 horas del 2 de mayo de 1981 (último de los días de maniobras y por lo tanto sin levantar ninguna sospecha puesto que en esa jornada estaba previsto que los diferentes efectivos regionales regresaran a sus bases) las Unidades mecanizadas y acorazadas pertenecientes a las Regiones militares involucradas en el plan se pondrían en marcha desde sus campamentos y vivaques en el campo hacia sus objetivos alrededor de la capital de la nación. El cerco a distancia de la misma debería estar completado en un plazo no superior a las seis horas, es decir antes de las 09,00 horas de ese nuevo y emblemático día de la historia de España.

Las columnas golpistas avanzarían hacia Madrid siguiendo varios ejes de progresión, coordinados y regulados en tiempo y espacio, para cortar a distancia el sistema radial de comunicaciones ferroviarias y por carretera que fluyen desde la capital de la nación, aislando ésta y facilitando la apertura de las consiguientes negociaciones políticas que solucionaran “pacíficamente”, y desde una situación de fuerza, el gravísimo contencioso planteado. Que pasaba, como adivinará el lector sin mucho esfuerzo, por la asunción por parte de la cúpula militar rebelde de todos los poderes del Estado.

El Plan Móstoles, basándose en el antiguo Plan Mola de julio de 1936 pero sensiblemente mejorado y con todas las bendiciones técnicas y tácticas de su lado, contemplaba así la progresión hacia Madrid de cinco columnas moto acorazadas, pertenecientes a las Regiones militares II, III, V, VII y VIII, que debían aislar y asfixiar la capital de la nación a una distancia estratégica (100-120 kilómetros)

Esta segunda fase del Plan Móstoles contemplaba, pues, como queda expuesto, el aislamiento rápido, incruento y por sorpresa (cerco estratégico) de la capital de la nación por fuerzas militares pertenecientes a las demarcaciones castrenses sublevadas que, realizado durante la madrugada del día 2 de mayo de 1981 y debiendo estar terminado antes de las 09,00 horas de ese mismo día, debía dar paso a la apertura de unas negociaciones de la cúpula militar golpista (presidida por los generales Elícegui y Merry Gordón o, muy previsiblemente, por el “generalísimo” Milans del Bosch) con el Gobierno de la nación y con el propio jefe del Estado, el rey Juan Carlos, con el fin de poner las bases para una rápida asunción por parte de la misma de todos los poderes del Estado.

Si las más altas autoridades del Estado y del Gobierno aceptaban el chantaje golpista y se avenían a entregar el poder, las fuerzas militares establecidas en la línea de cerco estratégico alrededor de Madrid lanzarían sobre la capital unos pequeños destacamentos, constituidos básicamente por Unidades de Policía Militar y Operaciones Especiales, que sin alarmar a la población civil y dejándose ver solo lo necesario, ocuparían los centros sensibles y de Gobierno ubicados en la misma: palacio de La Zarzuela, de la Moncloa, Banco de España, TVE, palacio de Comunicaciones…etc, etc. Inmediatamente, el mando supremo rebelde cursaría las órdenes para que los altos mandos militares no adscritos al movimiento castrense en marcha (la JUJEM y los capitanes generales de Madrid, Burgos, Granada y Canarias) fueran relevados de sus cargos, así como las instrucciones reservadas para asegurar la “neutralización” del rey, las autoridades gubernamentales y los máximos representantes de las más altas Instituciones del Estado.

En todos estos movimientos complementarios para asegurar el control de Madrid, una vez que los poderes del Estado hubieran claudicado ante el tremendo órdago operativo puesto en juego por el Ejército, el Plan Móstoles hacía hincapié con toda claridad y rotundidad en que deberían hacerse respetando “al máximo” la vida y la integridad de todas las autoridades involucradas en los mismos, así como de la población civil en general. El éxito de la operación de copo de la capital de la nación y de la consiguiente asunción de poderes exigía una ausencia total de bajas, tanto militares como civiles, de cara a la consolidación del proyecto político posterior.

En el caso de que, a pesar de amanecer Madrid el 2 de mayo de 1981 totalmente cercada y sin posibilidad alguna por parte del Gobierno de enmendar esa situación en el corto plazo, tanto el Ejecutivo nacional como el rey Juan Carlos no se avinieran al pacto con la cúpula militar rebelde, ésta pondría en marcha, en el plazo de las siguientes 24 horas, la tercera fase del Plan.

Fase 3

Aislada Madrid y no conseguida a través de conversaciones totalmente incruentas la finalidad política que perseguía la Fase 2 del Plan Móstoles (la caída del gobierno y de la cúpula del Estado), las fuerzas militares que ocupaban posiciones en la línea de cerco estratégico se pondrían en marcha, durante la noche del 2 al 3 de mayo de 1981, para adelantar su despliegue a posiciones a una distancia táctica de la capital, esto es sobre un anillo a unos 30-40 kilómetros de la misma.

Este anillo táctico, que sería ocupado en todo caso antes de las 07,00 horas del día 3 de mayo de 1981, estaría guarnecido por destacamentos importantes de las columnas moto acorazadas expedicionarias y delimitado como queda expuesto a continuación:

Fuerzas de la II Región Militar: Navalcarnero - Aranjuez.

de la III Región Militar: Arganda

Fuerzas de la V Región Militar: Alcalá de Henares

Fuerzas de la VII Región Militar: Colmenar Viejo – El Molar

Fuerzas de la VIII Región Militar: El Escorial – Villalba

En las primeras horas del día 3 de mayo, el alto mando rebelde, sin que sus Unidades militares hubieran efectuado hasta el momento un solo disparo, intentaría doblegar la última resistencia tanto del Gobierno de la nación como del rey Juan Carlos. En el hipotético caso de que, a pesar del asfixiante dogal táctico tejido por los sublevados alrededor de Madrid, las todavía máximas autoridades del Estado español intentaran resistir el asedio, el Plan Móstoles, en un Anexo operativo ultrasecreto que los jefes de gran Unidad operativa (Brigadas o Agrupaciones Tácticas) solo podrían abrir después de recibir una orden expresa, cifrada y personalizada, contemplaba ya el uso masivo y sin contemplaciones de la fuerza militar mediante el desencadenamiento de acciones rápidas y expeditivas sobre determinados objetivos de Madrid y su área metropolitana: palacios de La Zarzuela y La Moncloa, Banco de España, Telefónica, Correos, centros de comunicaciones, de radio y televisión… Todo ello para conseguir el control total de la capital de la nación antes de las 07,00 horas del día 4 de mayo.

Este “Plan Móstoles” que acabo de resumir en muy pocas líneas, queridos conciudadanos españoles, era en sí mismo una bomba golpista en toda regla que hubiera retrotraído al país a las catacumbas de 1936, dispuesta para estallar a su debido tiempo y que finalmente ¡ojo al dato! sería desactivada, neutralizada, desarmada… ¡por otro golpe militar! Sí, sí, amigos, por otro golpe militar (parece ser que el fin justifica los medios si está en juego la seguridad del Estado y la corona de su jefe supremo) nacido en las altas esferas de este país precisamente para eso, para desmontar el anterior; éste blando, palaciego, descafeinado, teatral y consensuado con los principales partidos políticos del arco parlamentario español. Ya se sabe, un clavo saca otro clavo y un golpe militar puede invalidar otro golpe militar…

¿Y se acuerda, querido lector que acaba de deslizar su ávida mirada por estas líneas inéditas, nunca escritas antes de la reciente historia del golpismo militar español, como fue denominado (porque conocerlo, lo conoce, de eso estoy seguro) este golpe militar, blando, controlado, “democrático”, salvador de la patria en peligro, planificado a toda prisa desde los más altos despachos del Estado español para parar la tragedia que nos amenazaba a todos los ciudadanos de este país cuando volviéramos a celebrar, en el terrorífico año 1981, aquella discutida y discutible gesta del 2 de mayo de 1808? Pues claro que sí, que se acuerda ¡faltaría más! si desde febrero de 1981 es la estrella histórica y mediática nacional. En principio sería denominado “Solución Armada” por parte de políticos y periodistas. Después, “Intentona involucionista del 23-F” por parte también de los políticos (léase poder) y de la ciudadanía en general y, si me permiten auto citarme y para disentir, algo que me gusta sobremanera, “El golpe que nunca existió” y “Maniobra político-militar-institucional borbónica” por parte del modesto investigador que suscribe.

Después de leer lo anterior no cabe duda que se comprende mucho mejor el por qué de aquella chapucera asonada militar del 23 de febrero de 1981, escenificada al alimón por viejos tanques del Ejército (desarmados y respetando los semáforos), por soldados de reemplazo (vitoreando al rey) y por guardias civiles (sin tricornios, chillando y disparando al aire como demonios). Aquella chapuza militar, aquél esperpento golpista, llamativo hasta en un país como España que está muy acostumbrado históricamente a que sus militares hagan el ridículo cada muy pocos años, lógicamente, debía obedecer a alguna razón de peso. Y naturalmente que obedeció a una razón de peso, de mucho peso, nada menos que a la de salvar la monarquía juancarlista, instaurada escasos años antes por el dictador Franco, de las iras de unos militares que se consideraban traicionados por su comandante en jefe. Aunque, de paso, solo de paso, buscara también el salvaguardar las estrechas libertades concedidas generosamente al pueblo español por una transición política timorata, vigilada, consensuada entre los amos del anterior sistema autoritario y los jóvenes jerifaltes de unos partidos políticos que, aún habiendo luchado valientemente en su momento contra la dictadura, aspiraban a tocar poder derrochando pragmatismo y deslealtad con sus caídos.

 

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