Nietzsche llama a estas situaciones revolucionarias, como las que vivió en Basilea (las huelgas salvajes de 1868/69) o las que pudo seguir detenidamente como la Commune de París (1871), como “amenazadoras tempestades” (drohenden Stürmen) al eternamente igual orden aristocrático de la Naturaleza. Pero aún así es posible interpretar entrelíneas el claro mensaje político del filólogo.