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Venezuela :: 25/07/2019

Informe Bachelet: Cándidos y oportunistas

Manuel Cabieses
Ya no cabe duda que el Informe Bachelet forma parte de la tramoya del imperio para derrocar al gobierno de Venezuela

“¿Qué has dicho, viejo imbécil, que la canalla te aplaude?”
(August Bebel)

El documento -parcializado y cargado de mentiras y medias verdades- se ha convertido en piedra angular de la ofensiva norteamericana. Ha inyectado ínfulas al moribundo Grupo de Lima que ahora enarbola el Informe Bachelet para acudir a la Corte Penal Internacional. Y sobre todo ha permitido resucitar al “presidente encargado” Juan Guaidó, que cumplió seis meses gobernando las galaxias. Al fantoche venezolano lo reconocen 50 de los 194 países de la ONU. Sin embargo, apoyándose en el Informe Bachelet y bajo la sombra protectora de Washington, ha proclamado la reincorporación de Venezuela al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Esta “movida” tiene el declarado propósito de dar un barniz de “legalidad” a la intervención militar en Venezuela. El TIAR, firmado en 1947 en Río de Janeiro, es parte de la estrategia anticomunista de EE.UU. en América Latina y el Caribe. Desde su creación ha servido de pieza instrumental de numerosas intervenciones militares y ha pertrechado de material bélico a los ejércitos de la región.

Los titiriteros que manejan la oposición venezolana tienen prisa pues el año próximo termina el periodo de la Asamblea Nacional que preside Guaidó. Esto explica los ultimátums cada vez más explícitos que la Casa Blanca hace llegar al presidente Maduro prometiéndole un exilio dorado si acepta renunciar al cargo. El propósito de EE.UU., como sabemos, es apoderarse del petróleo y descabezar el proceso de cambio social que comenzó hace 20 años en Venezuela. El presidente Trump -más paranoico que nunca el pobrecito- ha jurado “terminar” con el socialismo en América Latina y el Caribe. Dicho con todas sus letras: después de Venezuela viene Cuba y con ello la represión de los movimientos populares y partidos obreros en el continente.

La trama imperial está más clara que el agua. La conocimos en Chile en los 70. Por lo mismo resulta increíble que sectores de “centro izquierda” de nuestro país, se sumen orondos a la defensa del Informe Bachelet.

Entendemos la postura de algunos “demócratas” de la hora undécima que en la Concertación de Partidos por la Democracia y en la Nueva Mayoría encontraron el regazo que les permitió disfrutar a concho del Presupuesto Nacional. Padecen una indigencia política que les hace ver a Bachelet -por tercera vez- como carta presidencial para el 2022. No les interesan los DDHH, les preocupa acomodarse en la repartija burocrática del próximo gobierno.

 Pero lo que no logramos entender -salvo que estemos en presencia de un bache ideológico irreparable- es que sectores de Izquierda defiendan a Bachelet y su Informe sin cuestionar el trasfondo del documento, su evidente parcialidad y los fines perversos con que fue fraguado. Hacen caso omiso de la instrumentalización internacional del Informe y se suman al coro que entona el De profundis de la soberanía de una nación hermana.

Olvidan que Bachelet no es una patena en materia de respeto a los DDHH. Durante sus gobiernos cuatro mapuches fueron asesinados (y nueve en el del otro “socialista”, Ricardo Lagos). Decenas de manifestaciones públicas fueron disueltas con gases, perdigones, perros y cañones de agua. Bachelet y su canciller, Heraldo Muñoz, fueron artífices en 2017 del Grupo de Lima, punta de lanza en la ofensiva regional contra Venezuela. La guinda de la torta fue la Operación Huracán, montaje de inteligencia prohijada por el Ministerio del Interior y Seguridad Pública para acusar a los líderes mapuches de internar armas desde Argentina para desencadenar la lucha armada en La Araucanía. Y no queremos reseñar aquí los centenares de muertes de niños bajo “protección” del Servicio Nacional de Menores que la ONU calificó como grave violación de los DDHH.

Resulta conmovedora, sin embargo, la lealtad que profesan a Bachelet algunos militantes de nuestra desvaída Izquierda. Su defensa pudiera explicarse porque fueron sus colaboradores y callaron cuando Bachelet se alineó con el imperio, cuando dio luz verde a la Operación Huracán o cuando mantuvo vigente el modelo neoliberal. Sin embargo esa circunstancia -que bien merecería una autocrítica- no los releva al menos de su extrema candidez ante las patrañas del imperialismo. Una cosa es defender los DDHH y otra aceptar que su oráculo sea alguien con los antecedentes de la ex presidenta. Peor aún es pretextar que esa defensa constituye un aspecto en la actualización doctrinaria y orgánica del Partido Comunista. La deriva al centrismo ha concluido con la extinción de los partidos obreros. El centro político es un agujero negro que los traga y envía a la eternidad. Lo que Chile necesita es una Izquierda bien definida y protagonista de la lucha anticapitalista. El centrismo es el padre de la indiferencia política y la abstención electoral. Renovar métodos de trabajo y de lucha no significa acomodarse al orden existente. El rescate de principios y compromisos permitirán a la Izquierda de esta época reconstruir sus fuerzas y convocar mayorías a través de una línea independiente con lenguaje y formas orgánicas adecuadas a estos tiempos.

puntofinalblog.cl

 

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