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Bolivia :: 04/06/2022

Bolivia: Mayoría no es hegemonía

Camilo Katari
Analizar si el discurso del cambio, eje fundamental de acción política del MAS, tiene el consenso y dirección política que le daría el carácter hegemónico

Uno de los argumentos para apoyar la legitimidad del gobierno de Luis Arce y David Choquehuanca es el 45% de votación recibida en las elecciones del 2020. Ahora bien, este porcentaje no es garantía suficiente para mantener un proceso de transformaciones en el Estado; las mismas disputas internas nos dicen que mayoría no es lo mismo que hegemonía.

Si entendemos la hegemonía como la dirección política a través del consenso, o como también se suele señalar, como la unión de teoría y práctica, veremos que para mantener una acción política de cambios la mayoría de votos recibidos no basta, sino la construcción del consenso ideológico, es decir que el discurso se convierta en práctica.

Más allá de las encuestas de popularidad y aceptación del actual gobierno, nos interesa analizar si el discurso del cambio, eje fundamental de acción política del MAS [Movimiento al Socialismo, partido de gobierno], tiene el consenso y dirección política que le daría el carácter hegemónico, en la sociedad, para garantizar la política de cambios en el Estado.

Queda claro que el objetivo de la gestión de gobierno es superar el desfase económico creado por el golpe, primero, por el covid, después y ahora por la guerra entre Ucrania y Rusia. Pero el pueblo que votó por el MAS votó, sobre todo, por la aplicación de la justicia contra quienes ordenaron y ejecutaron las masacres de Senkata, Huayllani y El Pedregal, y esto es lo que no se vuelve un hecho tangible, es decir no se está obedeciendo el mandato recibido y además comprometido por el actual gobierno.

La falta de una coherencia entre el decir y el hacer hace que esa credibilidad y estabilidad política, señalada como necesaria para mantener las mejores condiciones en el escenario de crisis mundial que se avecina producto de la guerra europea, se está convirtiendo en un talón de Aquiles del gobierno, que en su objetivo de mostrar diferencias con la gestión de Evo Morales se ha olvidado que estamos en un momento de fragilidad democrática, debido a que casi la mitad de la población mantiene como referentes políticos a personajes como Carlos Mesa y Camacho.

Tanto Mesa como Camacho no tienen estructura partidaria, se presentaron con la figura de “Agrupación Ciudadana”. Aquí corresponde puntualizar que el voto recibido por ambas tendencias políticas, más allá de una ideología de filiación liberal conservadora, representa el pensamiento racista, expresado incluso por antiguos militantes de “izquierda”; la estrategia de “reconciliación” que parece ser el eje del gobierno, no logrará cambiar la mentalidad colonial racista que se fue decantando desde el año 2008.

Tanto el Gobierno como el MAS se encuentran en una disputa de ejercicio del poder, descuidando la tarea fundamental que es consolidar la hegemonía que comenzó a ser estructurada en tiempos de la Asamblea Constituyente y de Evo. Alejarse de la lucha anticolonial (racista) práctica, concreta, está acumulando una especie de “vacío” que pone en peligro un futuro escenario favorable para la reelección del MAS, independientemente del candidato; como quedó demostrado en las elecciones del año 2020.

La coherencia entre el decir y el hacer es fundamental. Los primeros años de gestión de Evo Morales tuvieron esa virtud, que le permitió consolidar un proceso con una alta legitimidad y apoyo a lo largo del país. La mejor “escuela” de consolidación ideológica y política es la práctica, y lo que hoy vemos son contradicciones en el propio gobierno, opiniones encontradas entre autoridades que son señal clara de que no existe una línea que ordene el posicionamiento político-ideológico de la gestión de Lucho y David [Luis Arce y David Choquehuanca].

No basta ser “el partido más grande de Bolivia”. Se trata de responder a las expectativas creadas en la población que demanda justicia y claridad ideológica, es decir el sentido de horizonte histórico al que debería estar encaminada la gestión gubernamental.

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