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EE.UU. :: 12/10/2019

'Joker': Una película decepcionante

Peter Bradshaw
La película logra en cierto modo ser desesperadamente seria y muy superficial

Ha llegado la mayor decepción del año. Surge con la presuntuosidad extrañamente adulta de la burbuja de tulipanes de la estación de premios festivaleros como una lujosa pirueta sobre una marca asentada de la cultura “pop”. El año pasado tuvimos la solemene version de Luca Guadagnino de Suspiria, y ahora se trata de Joker, del director y coguionista Todd Phillips: un nuevo mito del origen para el más famoso supervillano que se opone a Batman.

Joaquin Phoenix interpreta a Arthur Fleck, patético perdedor y solitario de Gotham City, en algún momento de principios de los 80. Arthur es un antiguo interno de un servicio psiquiátrico, pero al que ahora se le permite vivir con su anciana madre, Penny (Frances Conroy), en el desolado apartamento de ella. El pobre sufre una enfermedad neurológica que entraña que puede estallar en risas chirriantes en momentos inoportunos.

Se ha prendado de su vecina Sophie (Zazie Beetz), madre soltera, anhela convertirse en cómico y adora a su héroe, Murray Franklin (Robert De Niro), cursi presentador de televisión. Pero sólo puede conseguir un trabajo de payaso con maquillaje de mueca y zapatones flexibles haciendo piruetas sobre una banderola publicitaria en el exterior de una tienda, donde sufre el acoso y le dan una paliza unos jovenzuelos matones que pasan por allí. Un día, después de que la humillación y la desesperación se vuelvan demasiado pesadas de soportar, Arthur se hace con una pistola y descubre que tiene talento, no para la comedia sino para la violencia.

Phillips ha dirigido ya una película que presenta a una brillante figura sin gracia y divertida y divertida con dificultades de aprendizaje: Alan, en Resacón en Las Vegas [The Hangover], interpretada por Zach Galifianakis, esa extraña figura disfuncional que pronuncia mal el substantivo “retraso”. Me pregunto cómo sería Joker con Galifianakis en el papel principal. Bien, la concesión del papel principal a Phoenix indica más claramente cómo de sexy se supone que es Joker.

Hay un gran diseño de producción de Mark Friedberg, algunas imágenes tremendas de un paisaje urbano de la época, a cargo del director de fotografía, Lawrence Sher, y una robusta interpretación de Phoenix, aunque no la mejor de las suyas, no es tan buena como su aparición en The Master, de Paul Thomas Anderson. La película mantiene la atención hasta el terrible baño de sangre de la venganza del Joker en el metro al principio, que acaso se propone hacerse eco del tristemente célebre tiroteo de Bernhard Goetz en 1984, aunque, prudentemente, Phillips evita convertirlo en una agresión racista.

Después de esto, la película pierde interés, con un material tedioso y forzado sobre el presunto desencadenamiento de un movimiento anticapitalista y contra los ricos con manifestantes vestidos de payaso [que no se explica de dónde surge. Aunque en la columna del haber hay que anotar que en ningún momento intenta mostrar a Joker como un malvado sin motivo, que mata porque sí, como ocurría en el comic y en la mayoría de las versiones anteriores. En esta versión se da una explicación coherente, aunque superficial, de los motivos que llevan a Joker a matar gente, y no a cualquiera, sino a los que se benefician del capitalismo].

La película hace referencia a cintas de la época del drama, tales como El justiciero de la ciudad [Death Wish], The French Connection y quizás incluso La guerra de las galaxias [Star Wars], pero resulta más evidentemente un laborioso e irrelevante homenaje al clásico de Scorsese/De Niro El rey de la comedia [The King of Comedy] con su poquito de Taxi Driver, lo que significa que en diversos momentos resulta un poco como El rey de la comedia y Taxi Driver, sólo que no tan buena.

La conexión la señala la aparición en el reparto del mismo De Niro 'himself', pero resulta, con todo, inmerecida y quisquillosa, sobre todo cuando se compara con En realidad, nunca estuviste aquí [You Were Never Really Here], de Lynne Ramsey, también protagonizada por Phoenix como un solitario que vive con su madre, que establecía esa conexión mucho más hábilmente.

Toda la idea del maligno payaso debería resultar muy pertinente. Vivimos en una época de provocadores en las redes, de célibes a su pesar y de acoso en Internet (el horripilante Milo Yiannopoulos se describía a si mismo como “supervillano” en su perfil de Twitter, ya cancelado). No hay nada malo y está bien todo a la hora de entrar en ello, y la pelea “para imitar” es una maniobra distractiva. Pero acaso porque la agresión digital resulta difícil de dramatizar, Phillips ha querido comprensiblemente situar su película en una época anterior a la Red. Sólo que mete de matute en su historia un momento anacrónico, casi de YouTube, cuando aparece un video de un catastrófico intento de Arthur de hacer monólogo de comedia (me pregunto si no se trataba de un borrador anterior del guión, situado en el presente).

Esta génesis del Joker resulta decididamente madura y nada de tebeo, comparada, por ejemplo, con Jack Napier, el granuja de baja estofa interpretado por Jack Nicholson que cae en una cuba química en el Batman de Tim Burton, convirtiéndole en el Joker de piel blanca, pelo verde y un rictus de mueca (el aspecto del Joker de DC se inspiró originariamente en el Conrad Veidt del clásico mudo de 1928, El hombre que ríe [The Man Who Laughs], un hombre cuyo rostro ha sido desfigurado por los enemigos políticos de su padre.

No había razón para que el Joker de Phoenix, con su elaborado trasfondo, no fuera tan potente como el Joker de Heath Ledger, misterioso, desprovisto de motivos, carente de origen, en El caballero oscuro [The Dark Knight]. Pero en algún tramo hay que entrar en el mundo de los supervillanos de tebeo, y Ledger resultaba más potente porque no debía cargar con todo este detalle realista ni se veía obligado a llevar una historia entera sobre sus hombros. Este Joker no tiene más que un acto en sí: el primer acto. La película logra en cierto modo ser desesperadamente seria y muy superficial.

* Peter Bradshaw es crítico cinematográfico del diario británico The Guardian. Traducción: Lucas Antón para Sinpermiso. Extractado por La Haine.

 

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