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Mundo :: 11/11/2019

El Muro de Berlín desapareció: Existen otros por demoler

Pablo Jofré Leal
Los medios burgueses conmemoran “la caída del Muro de Berlín”, pero no dan cuenta que en tema muros son muchos los que deberían ser demolidos

Los medios de información occidentales, sin excepción, conmemoran en estos días lo que denominan los 30 años de “la caída del Muro de Berlín”, situándolo como un hecho histórico de la mayor importancia, pero… sin dar cuenta que en tema muros son muchos los que deberían ser demolidos precisamente por aquellos que celebran alborozados la caída de aquel construido en Berlín.

Efectivamente, este tipo de construcciones, destinadas a separar, dividir, segregar y hacer más injustas las relaciones entre nuestras sociedades, las encontramos en América, África y Medio Oriente en forma principal, mostrando incluso que estos muros superan en mucho al derruido Muro de Berlín ya sea en longitud, metros de altura, número de muertos y la represión ejercida sobre la población a la cual está dirigido este tipo de edificación.

Recordar hechos como la caída del muro de Berlín es un acontecimiento de importancia, que marcó simbólicamente el fin de un sistema político que se conoció como socialismo real. Hace un lustro, cuando la fecha daba cuenta del cuarto siglo del fin de ese muro, que separaba el mundo socialista del capitalismo señalé que resultaba adecuado y valioso recordar este hito. Hoy, en otro 9 de noviembre creo necesario reflotar lo escrito, sobre todo porque nada de lo signado, nada de lo descrito ha variado positivamente, sino que se ha incrementado la segregación, la separación, división y violación de los derechos humanos de las personas afectadas por estos muros.

El Muro de Berlín era una construcción de hormigón, que se extendía por 160 kilómetros, cuarenta y cinco de ellos dividiendo la ciudad de Berlín en dos y el resto que circundaba su parte oeste separándola de la República Democrática Alemana (RDA), comenzó su construcción el día 13 de agosto del año 1961. 28 años después, en la noche del 9 al 10 de noviembre del año 1989 el mundo, en vivo y en directo, en una catarsis colectiva, fue testigo del desmoronamiento, no sólo de tres décadas de un Muro divisorio, sino que un modelo político-económico que venía en franca caída desde la decisión de la nomenclatura soviética de encauzar sus pasos a otro modelo de desarrollo. Esto, tras una agotadora lucha contra EEUU y sus aliados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en lo que se denominó la Guerra Fría.

El Muro de Protección Antifascista (Antifaschistischer Schutzwall) como lo denominaban los dirigentes de la RDA, el Muro del Vergüenza como lo llamaban en el oeste (Schandmauer) significó la muerte, en cifras en la cual aún no hay acuerdo pero que la Fiscalía de Berlín signa en 270 personas que trataron de cruzar hacia la parte occidental, de las cuales treinta de ellas murieron como consecuencia de la explosión de minas. Diez muertos por año, en un promedio trágico y vergonzoso para cualquier modelo político pero, en especial para aquellos que sostenían que la libertad del hombre es un derecho irrenunciable y que se trabajaba por la construcción de una sociedad más justa.

La justificación para la dirigencia de la RDA en construir el Muro se fundamentaba en la sangría de ciudadanos, personal calificado y la huida de otros ciudadanos de países del este que cruzaban a occidente desde Berlín Oriental. Entre el año 1949 y 1961, unos 3 millones de personas abandonaron la RDA desde Berlín Oriental. Cifra que en la primera quincena del mes de agosto del año 1961 significó la salida de 50 mil personas. Bajo la aprobación de Moscú la clase dirigente de la RDA decidió la construcción, primero de un muro provisional consistente en una alambrada de 165 kilómetros de largo y cinco metros de alto. Decidiendo además el cierre de 69 de los 81 'checkpoints' de la ciudad. Esta resolución, no sólo tenía el sentido de evitar la sangría de personal calificado y población deseosa de huir a occidente, sino también mostrar una determinación de fuerza ante el mundo occidental en momentos que el combate ideológico, industrial, militar, aeroespacial y político entre el este y el oeste estaba en su apogeo.

Este año 2019, a tres décadas de la caída de ese muro, constatamos la continuación, desarrollo y creación de muros tan vergonzosos como el de Berlín. Muros que se han erigido bajo los más disímiles argumentos: otorgar seguridad a los habitantes del país o territorio que se desea proteger. Aislar un territorio y ejercer allí medidas y acciones de represión, invisibilizando a esa sociedad. Impedir que “indeseables” “extranjeros” “indocumentados” “ilegales” “violadores y narcotraficantes” como calificó el presidente estadounidense Donald Trump a aquellos mexicanos que buscan mejores oportunidades de vida allende el Rio Bravo. O hablamos, simplemente, de personas de otras nacionalidades, que buscan oportunidades laborales en países más desarrollados. Como también muros destinados a separar social y económicamente a miembros de una misma sociedad.

Frente a esas creaciones, violatorias de los derechos de millones de seres humanos, los mismos que conmemoran hoy la caída del Muro de Berlín y criticaron con fuerza su edificación, callan, enmudecen y hasta justifican que se construyan nuevas separaciones, nuevas divisiones, nuevas formas de tener seres humanos de primera y segunda categoría. A la par del viejo muro berlinés, esos muros de la vergüenza siguen siendo ocultados, minimizados y hasta justificados, por gran parte de los medios de comunicación del mundo.

Esos muros no merecen la preocupación de medios como The Washington Post, The New York Times, las cadenas CBS, Fox News o CNN. The Times, Le Fígaro, El País, Il Corriere della Sera. La televisoras españolas, francesas, alemanas transmitieron con detalle cada homenaje a los caídos por el Muro de Berlín, editoriales, columnas, opiniones, reportajes y documentales han dado cuenta de la importancia de la caída del Muro de la Vergüenza en el corazón de Europa y el triunfo de la libertad pero…más allá de cierta enumeración de los otros muros que pueblan nuestro mundo, no se ha levantado la voz para exigir el derrumbe de esa construcciones, ignominiosas, vergonzosas, pues indudablemente significaría morderse la cola.

El muro de la vergüenza marroquí

En 2.735 kilómetros de recorrido, sujeto a una férrea y permanente presencia militar de la Monarquía marroquí, esta barrera, denominada por el pueblo saharaui como el “Muro de la Vergüenza” tiene enormes similitudes a la ocupación y construcciones implementadas por Israel con los territorios palestinos, que sufren la presencia de una potencia ocupante como es Israel. Uno de esos paralelismos y amplificada a niveles dramáticos, es la construcción de esta creación que se extiende a lo largo del Sahara Occidental y que separa a los territorios liberados de la República Árabe Saharaui Democrática de aquellos territorios ocupados por Marruecos. Inspirada en la Línea Bar Lev, que Israel construyó a lo largo del canal de Suez y cuya experiencia, con sus técnicos y la ayuda financiera de la monarquía saudí permitió a la Monarquía Alauita construir este esperpento represivo en varias fases.

Son 2735 kilómetros de muro, con una altura de 3 metros, dotado de fosos, muros de piedra, alambradas, campos minados, fortificaciones militares, 160 mil miembros del ejército marroquí, armamento y tecnología de última generación, que divide a los legítimos dueños de esas tierras de sus hermanos, que habitan los territorios liberados y los campamentos en Tindouf, en territorio argelino. Cada cinco kilómetros este muro tiene acuartelada una compañía de infantería y cada 15 kilómetros un radar y baterías de artillería (definidos desde radares del tipo rasura hasta aquellos artilugios como el AN/PPS-15 que detecta movimientos hasta un alcance de 60 kilómetros). Dotados de armamento vendidos por la propia España – potencia que debía garantizar el referéndum crónicamente postergado – a contrapelo de las decisiones judiciales al respecto.

El muro mencionado no es una única construcción, sino que está conformado por ocho segmentos, que se han ido erigiendo entre los años 1982 a 1987. Una barrera militar, que a un costo diario de 4 millones de dólares – financiados con los recursos naturales extraídos y robados al pueblo saharaui: Fosfato, caladeros pesqueros– da muestra que la Monarquía Alauita sigue empeñada en cercenar los derechos a todo un pueblo, a contrapelo de la legislación internacional y del legítimo derecho de un pueblo de retornar a lo que le pertenece y defender el denominado triángulo útil, que comprende la zona de explotación de fosfatos, las ciudades saharauis y la frontera con los territorios liberados por la RASD.

El muro de la infamia israelí

El pueblo saharaui se une en esta política de ocupación a la que sufre el pueblo palestino. Allí, en Oriente Medio, en los territorios ocupados tras la guerra del año 1967, otro muro, infame y cruel, es parte de un complejo sistema represivo puesto en práctica por los gobiernos israelíes desde el año 2002 (cuando comenzó su construcción bajo el gobierno del fallecido ex primer ministro Ariel Sharon) compuesto por un sistema de unos 550 controles y bloqueos, levantados para controlar a la población de 2 millones de palestinos dentro de los territorios ocupados en Cisjordania. Una creación de segregación racial, condenada por gobiernos, organismos internacionales y organizaciones defensoras de los derechos humanos. Condenas, que para Israel y una sociedad ciega en consideraciones humanas no significan nada. Y esto seguirá siendo así, mientras siga contando con el aval, el apoyo y financiamiento de su aliado principal: EEUU.

El Muro de la infamia, se adentra en la Ribera Occidental y fragmenta la geografía de Cisjordania, siendo parte de una geografía donde cientos de check Points y carreteras exclusivas para colonos que ocupan ilegalmente tierras palestinas. Este es una estructura dotada de tecnología de última generación en materia de vigilancia: sensores infrarrojos, difusores de gas lacrimógeno entre otros artilugios. Incluye alambradas de púas de acero, zanjas, zonas dotadas de arena fina para detectar huellas, torres de vigilancia con guardias permanentes, caminos asfaltados a cada lado para permitir patrullar a los tanques y otros vehículos de seguridad, así como zonas adicionales de defensa y áreas restringidas de diversa profundidad. Puntos de control y vigilancia que se adentran, en gran parte de su construcción por territorio palestino.

El diseño del trazado no sigue el sentido definido tras el armisticio firmado entre Israel y los países árabes el año 1949 – la denominada Línea Verde – sino que se construye, según lo han señalado los propios israelíes “allí donde tenga una mayor efectividad”. Y esto es, teniendo como objetivo primordial el rodear con un sistema de seguridad los 50 asentamientos israelíes ilegales donde habita un 80% de colonos judíos que incluye, además extensas áreas cultivables confiscadas a los palestinos. Se ha creado así, en territorio palestino una continuidad de los asentamientos ilegales con Israel mientras separa dicha zona del resto de Cisjordania. Muro, que a su vez está teniendo su símil frente a la franja de gaza de tal modo de seguir teniendo a este territorio palestino convertida en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. 

Aunque aún no se concluye – cerca de un 80% de este adefesio de hormigón está terminado – cien mil palestinos residentes en 42 pueblos de Cisjordania vivirán entre el muro y la línea verde con Israel. Una docena de estos pueblos y 50 mil palestinos quedarán completamente cercados por el muro. Más del 10% de la tierra palestina de Cisjordania, unas 57.518 hectáreas, quedarán al otro lado del muro. Más de medio millón de palestinos vivirán dentro de una franja de un kilómetro impuesto por esta infame separación. En Al Quds - Jerusalén Este - 200 mil palestinos se verán afectados Así como también el hecho que extensas áreas agrícolas, decenas de miles de olivos y extensas áreas de tierras agrícolas han sido confiscadas y destruidas, como también se ha concretado la demolición de centenares de viviendas.

El tema del muro fue remitido a la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJH) que en una opinión consultiva de julio de 2004, determinó que este Muro violaba el derecho internacional humanitario y de derechos humanos. La CIJH determinó que Israel debía detener la construcción del muro dentro de los Territorios Ocupados, desmantelar las secciones ya construidas allí y reparar el daño causado. Hasta ahora esa decisión, así como las emanadas de los propios tribunales israelíes han sido desechadas por Israel, sin que ello signifique condena alguna del Consejo de Seguridad de la ONU, sanciones por el incumplimiento de resoluciones internacionales, decisiones de boicot o sanciones. Israel, así como Marruecos, han violado la legislación internacional y han intensificado su política de ocupación y represión contra las sociedades a las cuales someten. Los gobiernos callan, los organismos internacionales no ejecutan las labores que deben realizar y el juego macabro continúa su marcha de dolor y muerte para millones de seres humanos.

Junto a este muro construido en Cisjordania debemos sumar aquel que se está construyendo en la Franja de Gaza, desde el año 2018, con características aún más monstruosas del que es una realidad en Cisjordania. El nuevo muro está siendo erigido con cemento, de seis metros de altura y reemplaza a la actual valla fronteriza que separa a la Palestina histórica ocupada por el sionismo con el enclave costero, sujeto a un severo bloqueo desde el año 2006 a la fecha. Los medios sionistas han revelado que el muro de separación terrestre con Gaza, Israel cuenta con otras dos: una marítima de unos 200 metros de largo, 50 de ancho y seis de alto que está construyendo y otra subterránea de algunas docenas de metros, formado por cemento y una sustancia denominada Bantonite, para evitar la construcción de túneles ocupados por aquellos que desean burlar el bloqueo o realizar acciones de resistencia.

El muro de la segregación estadounidense

EEUU, quien fue uno de los principales enemigos del Muro de Berlín, quien trabajó por la caída de esa creación y del modelo político que lo sustentaba, es uno de los que ha creado, en su territorio fronterizo con México, una de las vallas y muros con más víctimas fatales desde que se iniciará su construcción bajo el gobierno del demócrata Bill Clinton. Más de diez mil seres humanos han muerto desde el año 1994 cuando se dio comienzo a la denominada Operación Guardián (Operation Gatekeeper) con el objetivo declarado de detener la ola migratoria que venía desde el sur. Esa política ha significado, que 500 vidas humanas de inmigrantes, principalmente mexicanos y centroamericanos han sido cercenadas año a año desde 1994. Ya sea por abusos de los guardias fronterizos, deshidratación al cruzar el desierto entre ambos países, ahogados en los cursos de ríos o asfixiados durante el cruce en vehículos abarrotados de hombres mujeres y niños.

Hasta el momento, las muertes por un Muro que separa el sueño americano de millones de hombres y mujeres inmigrantes han generado en 25 años de existencia 40 veces más muertes que los 28 años del Muro de Berlín. Se une a ello las denuncias de Amnistía internacional que en un informe de agosto del 2014 consignó que “un número sorprendentemente alto de mujeres migrantes sufren abusos sexuales durante su paso clandestino por México hacia los EEUU. Seis de cada diez mujeres que pasan por México en busca del sueño americano, en vez de lograrlo solo son objeto de abusos por parte de traficantes y policías”. Sin embargo, ni siquiera esta constatación numérica acalla las voces que siguen denominando a la sociedad estadounidense como la más democrática del mundo. Informe que año tras año repite argumentos y situaciones similares, sin que las autoridades estadounidenses, que suelen criticar a todo el mundo en temas de derechos humanos, hayan hecho algo por evitar sus propias violaciones. 

La Operation Gatekeeper, se propuso crear, bajo la administración del ex presidente Bill Clinton un cerco que recorriera toda la frontera sur del país. Hasta hoy los sectores construidos son aquellos que dividen a California del estado mexicano de Tijuana. Arizona de Sonora, Nuevo México de Baja California y Texas de Chihuahua y Coahuila. Este muro segregacionista está compuesto por tres secciones de tapias sucesivas a las cuales se le ha dotado de la más alta tecnología en materia de vigilancia electrónica: luces de altísima potencia, radares, sensores electrónicos, cámaras de visión nocturna, detectores de movimiento. Todo ello conectado a la denominada Border Patrol (Patrulla fronteriza). Se une a ello un cuerpo de elite militar, entrenados en materias de combate a la inmigración y a los cuales se les ha dotado de patrullas todoterreno, helicópteros y facultades legales que han merecido la repulsa de organizaciones de defensa de los derechos humanos.

El año 2011, bajo la primera administración del ex presidente Barack Obama, se habían construido 1044 kilómetros del Muro Fronterizo, ampliado durante estos años a los 1.120 kilómetros. La idea de la administración estadounidense, en acuerdo con el Senado el año 2013 fue levantar unos mil kilómetros más de muro en la frontera con México, que se extiende por 3240 kilómetros. La disposición incluyó también duplicar el número de agentes fronterizos (hasta llegar a los diez mil). Además se adquirieron drones de vigilancia fronteriza por más de 10 mil millones de dólares. Gastos en represión, gastos en más armas pero cero dólares para generar ideas de desarrollo en los países de los cuales provienen estos inmigrantes.

Tras la llegada al poder del multimillonario Donald Trump el tema del muro, su ampliación y mejoramiento en temas de sistemas de vigilancia en lugar de atenuarse adquirió mayor protagonismo, con la idea de Trump que las mejoras en este adefesio represor debían ser pagados por México: la víctima pagando al verdugo. El día 27 de septiembre del año 2017 comenzaron los trabajos en una zona deshabitada cerca del paso fronterizo de Otay Mesa, al este de Tijuana. La promesa de Trump a sus electores se ha ido cumpliendo a pesar de los reclamos internacionales. 

La propia Cámara de Representantes aprobó en el mes de julio del año 2017 la primera partida consistente en 1.600 millones de dólares. En octubre de este año dicha cifra se elevó hasta los 10 mil millones de dólares cuando el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes de EEUU aprobó un proyecto de ley de seguridad fronteriza que incluye los mencionados 10 mil millones de dólares para la construcción de un muro fronterizo con México. “La propuesta denominada Ley de Seguridad Fronteriza para EEUU, planteada por el presidente del comité, Michael McCaul, se aprobó en una votación totalmente dividida, por 18 votos a favor, de los republicanos y 12 en contra, de los demócratas. El proyecto contempla que la cifra millonaria de los 10.000 millones de dólares se divida en partes iguales para diferentes partidas presupuestarias, el primero de los 5000 millones de dólares se destinará a mejorar los puertos de entrada y el segundo se irá para los agentes de la Patrulla Fronteriza y Aduanas de EEUU”.

En septiembre del año 2019 según declaraciones del portavoz del Departamento de Defensa de EEUU Jonathan Hoffman, se aprobaron 3.600 millones de dólares, que serían sacados de fondos —destinados en principio a la construcción y modernización de recintos militares en EEUU y en el extranjero— a fin de levantar 280 kilómetros de muro fronterizo con México. Para Nancy Pelosi, furibunda opositora de Trump, presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, ha calificado de “irresponsable” la decisión de la Administración Trump de transferir fondos dedicados a construcciones militares. “no sólo porque restaría fondos destinados al siempre presente argumento de la seguridad nacional, la calidad de vida y la moral de las tropas estadounidenses haciendo de EEUU un país menos seguro. “Designar los fondos del Pentágono para la construcción del muro fronterizo con México es una medida “sin sentido”, y no o hará sino empeorar las causas principales de la migración.

Estas iniciativas están muy lejos de resolver el problema de la inmigración y sólo benefician a las empresas que producen equipos para vigilar la frontera y a los políticos que hacen de la xenofobia, la segregación y el desprecio por los derechos de los inmigrantes su base de votos. Mientras no se vaya al fondo de las razones, que inducen a millones de seres humanos a emigrar, a buscar mejores perspectivas de vida allende sus países, el Rio Bravo del Norte seguirá siendo cruzado por millones de espaldas mojadas.

Resulta paradójico, que en el marco de la globalización, que suponía ampliaría las relaciones entre los países, abrir las fronteras, permitir el libre flujo de seres humanos, lo único que tiene esa libertad en este tercer lustro del siglo XXI sean los capitales financieros. Ellos se mueven sin restricciones. Viajan de país en país sin pedir permiso, sin mostrar pasaportes y sin que se considere que color de piel, que raza, que ideología o que religión posee.

El Muro que separa al pueblo saharaui, concretando el dominio de la totalitaria monarquía marroquí de un territorio abandonado indignamente por España el año 1975. Como también el muro que el sionismo ha construido para mantener su ocupación y colonización de los territorios palestinos ocupados desde el año 1967, así como el muro que pretende impedir la entrada de inmigrantes a EEUU, son muestra de creaciones atentatorias a los derechos humanos de millones de personas, que deben ser denunciados y hacer realidad una política que permita demolerlos y concretar la autodeterminación saharaui y palestina y el libre tránsito de aquellos seres humanos que aspiran a mejores perspectivas de vida allende sus países de origen. 

Los muros cumplen su papel de puntas de lanza del dominio, separando en materias religiosas, económicas, sociales, políticas y militares. Se apagan los ecos de la conmemoración por los 30 años de la caída del Muro de Berlín, celebraciones, documentales, charlas, programas especiales y sin embargo, los otros muros, las otras barreras continúan allí en el marco de una cosmovisión cuyo objetivo es consolidar el objetivo del pensamiento único, que es construir también un mercado único. En ese plano, derribar esos muros se convierte en un imperativo moral, político y vital.

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