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Cuba :: 18/10/2018

El mercado y el socialismo

Miguel Alejandro Hayes
Decía el marxista y estudioso de la dialéctica francés Henri Lefebvre, que la economía capitalista había estafado bastante a la marxista

Con ello señalaba cómo los teóricos del marxismo caían en las trampas y provocaciones de los ideólogos del capitalismo, donde estos creaban falsos dilemas como mercado-planificación, a los que se respondía -del lado de acá- en ocasiones con utopías.

De esa forma proliferaron mitos sobre la enajenación, la individualidad, la propiedad privada y el mercado.

Pero como es sabido, Marx, a diferencia de otros, dedicó su vida a combatir la utopía y la falta de apego a la realidad. Comprendía el daño que provocaba todo eso a la lucha revolucionaria. Por esa razón escribió numerosas críticas a contemporáneos y grandes revolucionarios como Proudhon, Bakunin, Weitling y hasta el noble Owen. Como marxista sigo esa línea. Y de todos los mitos, me referiré al mercado.

Este, es ese tabú que nos legó el manual soviético, sostén teórico -sin ser percibido- del imaginario revolucionario hasta hoy. Para tal doctrina, la cosa es muy simple: el mercado es el mecanismo a través del cual se reproduce el capitalismo, y es causado por la propiedad privada. De ahí, que se pensara que la propiedad privada terminaría siempre generando capitalismo. Por lo que en la lucha contra este, la mejor era eliminar la propiedad privada y así cortar su mecanismo de reproducción.

En todo ello iba implícita otra conclusión que sobrevive hasta hoy: propiedad privada igual a mercado. Ese pensamiento es el que nos ha hecho esos interminables debates donde creemos que el mercado es algo característico de la propiedad privada, y en lo no-privada no existe el mercado.

Fue tan fuerte esa mentalidad que llevó a la tentativa de eliminar la categoría mercancía del sistema empresarial cubano en los 60, y que en el seno de este no era necesario al mercado. A tal punto esto, que una rama como el derecho mercantil resultó ser superflua en la formación de profesionales.

Pero ese fue el engaño que nos jugó la economía capitalista. Cuando lo cierto es que el mercado, en buena ley, es el mecanismo de asignación de recursos, donde las partes que participan en el cambio, dan al y reciben algo en aras de satisfacer las necesidades de estas, siempre con ajuste a cierta conveniencia e intereses, o ya sea por coerción en algunos casos. Así que la economía capitalista hace eso, y nosotros los socialistas ¿qué?

No faltaron -ni faltan aún- quienes negando ese mecanismo terminaron explicando el intercambio con criterios de moral. Todo debía depender de esta, del compromiso y cosas así que la ética como disciplina se dedica a estudiar. Entonces ese movimiento mercantil que es el intercambio en sociedad, vía de la satisfacción de las necesidades del hombre, hizo de su razón de ser la política y una -si es que puede llamarse así- ideología. Después de todo, sin propiedad privada -se pensó- no había mercado.

¿Pero qué estábamos haciendo en realidad? Los hechos mostraban la respuesta. ¿No era mercado aquellas normas de asignación que usábamos en los períodos en los que se pensaba que este no existía? Lo cierto es que sí, pero nos engañábamos pensando que no. Usábamos una forma de intercambio donde dos partes daban y recibían, y alrededor de ello había cierto contrato social (con o sin coerción).

Nunca dejó de existir la relación de mercado en la vinculación entre los hombres en sociedad socialista, y esa asignación normada de recursos era parte de él. A costado mucha historia entender esto, e incluso será natural que otros no puedan aceptarlo por supuestas posturas ideológicas.

Ya una parte de la academia dio ese tan necesario salto. Casi que es trivial dentro de esta el hecho de que en socialismo no se puede negar la presencia y la necesidad de las relaciones monetario mercantiles. Así se enseña la asignatura de Economía Política del Socialismo en muchas aulas universitarias -me consta-. Donde se estudia, que dentro de esa propiedad estatal (no privada), existen entre sus diferentes niveles y a lo interno de estos, es decir, entre estas mismas empresas, sus trabajadores y organismos superiores, contradicciones de intereses producto de su posición real respecto a los medios de producción, que condicionan la existencia de relaciones monetario mercantiles entre ellas.

Entonces no se trata de que el mercado va de la mano de lo privado, sino que ocurre entre esa propiedad estatal también. Lo que desmiente que mercado igual a capitalismo. Así funcionan nuestras empresas estatales, entre ellas (contratos, compraventas, convenios, etc) y dentro de ellas (salarios, estímulos, etc), todo a través de relaciones monetario mercantiles. No han dejaron de estar ahí.

Pero ya que todo esto va del socialismo, y no precisamente del mercado, creo que lo mejor es dejar claro de qué estamos hablando. Por eso, me remito a los clásicos, y aunque tengo la certeza de que Marx no teorizó sobre el socialismo, Lenin sí lo hizo. Este, en una conceptualización, dijo que se caracterizaba por usar las fuerzas capitalistas en función de la sociedad. Las demás coletillas que se le han puesto al socialismo como si fuese un estado superior de la moral, son cosa aparte.

Usar ese capitalismo implica usar también el mercado, después de todo, las sociedades nuevas se comienzan a construir no con lo que uno quiere, sino con lo que hereda de la anterior. No comprender esto, no solo representó una derrota teórica al marxismo de antaño, sino también política, y que nosotros no podemos repetir.

Es cierto que el capitalismo tiene Ideología de mercado. Pero, ¿quién dijo que la del socialismo es la de no-mercado? ¿O que es la abolición de este quien condiciona el socialismo? Engels en Principios del Comunismo, habla sobre cómo en esa hipotética sociedad en cuestión, por su abundancia, desaparecerían las relaciones mercantiles, no que la desaparición de estas lleven al comunismo.

De todos modos, sobre la cuestión de las relaciones mercantiles y cuándo desaparecerán, está claro en El Capital que el mercado se genera por la envoltura social que deviene de la división del trabajo, fenómeno indetenible y ascendente. Ser conscientes de ello nos ayudará a no caer nuevamente en la utopía, que después de todo, le es orgánica al capitalismo. Enfoquemos bien el problema, para que no ver la solución no se convierta en delirio. Seamos dialécticos, no utópicos, para que no nos sigan estafando.

CALPU

 

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